05
JiMin no podía creer lo que escuchó o siquiera podía imaginarlo, ya que tanto su madre como su primo le habían dicho sobre su accidente. Estaba seguro de que incluso estuvo en el hospital y por eso tomaba medicamentos para la amnesia.
Sin embargo, es verdad que nunca le habían dicho exactamente qué o cómo sucedió para que perdiera parte de sus recuerdos y eso lo llenó de incertidumbre. Además, habían estado pasando cosas muy extrañas desde aquel momento y quería, más bien, necesitaba, escuchar la versión que tenían YoonGi, Agust y Suga para compararlas.
Deseaba saber si le estaban mintiendo, ya fuera su propia familia o los hermanos Min, que no distingue cuál respuesta es peor que la otra. Parecía que ahora no podía fiarse de nadie, pero confiaba en SungRyung porque era su madre y ella no le haría algo así, tampoco su primo.
—No considero que sea buena idea que me quedé.— respondió JiMin azorado, solamente tenía que marcharse de ese lugar y todo volvería a la normalidad.
—¿Normalidad? Solo prefieres cegarte por miedo a descubrir que te han estado viendo la cara.— refutó Agust, su tono de voz era brusco y acertó sin piedad.
Suga estaba preocupado de que JiMin se fuera sin siquiera darles la oportunidad de prevenirlo, de contarle que los necesita como ellos a él. Mentalmente le rogó a Agust que se detuviera y dejará que YoonGi arreglara este ligero contratiempo.
—A decir verdad, esperábamos otra respuesta.— confesó YoonGi, chasqueando la lengua y negando con la cabeza —Nu există opțiune.— pronunció.
Los hermanos menores sabían lo que eso significaba, tenían que convencer a JiMin de otra manera y como vampiros conocían la mejor forma. Utilizarían un poco sus poderes de atracción para que cayera y a su vez no lo intimidarían demasiado, pues podría terminar huyendo de ellos.
Agust no dudó en usar su mano que tenía en los hombros de JiMin, la recorrió rápidamente hacia la nuca y lo tomó por el cabello para tirar suavemente un poco de él. El perlado cuello quedó completamente expuesto y JiMin se tensó al instante, pretendió empujarlo con las palmas de sus manitas, pero alguien lo detuvo. Suga lo retenía, tomaba sus muñecas con fuerza, aunque sin llegar a lastimarlo y se alzó sobre sus piernas para quedar sentado sobre su regazo.
Como si eso no fuera suficiente para aturdirlo, ambos abrieron sus bocas ligeramente y mostraron un par de filosos colmillos para someterlo. Los iris de Agust y Suga ya no eran verdes y grises, sino rojos y sus piernas temblaron.
JiMin no tenía que pensarlo demasiado para descubrir lo que en realidad eran, todos los indicios necesarios estaban ahora frente a sus ojos y lo supo.
—Son vampiros.— comentó con un jadeo horrorizado.
—Lo somos y tú, JiMin, nos perteneces desde siempre.
Las palabras tan directas de YoonGi y la forma en que declaraba su posesión sobre su persona, hizo que JiMin se desarmara por completo. No era un objeto que pudieran obtener y utilizar a su antojo. No es de nadie, solamente era suyo y sus límites no daban para soportar un trato así.
—Es todo lo contrario, somos tan tuyos como tú lo eres de nosotros.— aseguró Suga, liberando sus manos sin apartarse y las acarició dulcemente.
—Eres nuestro destinado y nuestra pareja, hasta que la muerte te arrebate de nuestras eternidades.— agregó Agust, rozando la punta de sus colmillos contra la parte sensible de su cuello perlado.
JiMin gimió ante lo satisfactorio que eso se sintió y se sorprendió por su propio sonido, un calor placentero invadió su cuerpo en un abrir y cerrar de ojos. Podía sentir que poco a poco ya no tenía los pies en la tierra y que estaba flotando. Pese a eso, parecía no ser lo suficiente aún para cegarlo del todo, se mantenía luchando por no ceder a los encantos y tentaciones de los hermanos Min.
—¿Pareja? ¿Destinado?— dudo, inmóvil por miedo a que Agust lo mordiera.
Suga asintió —Eres nuestro todo, si quieres saber más... solamente debes escuchar a YoonGi ¿Verdad que te quedaras y escucharas?— preguntó manipuladoramente, tomando el pequeño meñique de JiMin para llevarlo hacia sus finos labios y darle una "tímida" lamida tan malditamente seductora.
JiMin se perdió mirando los iris rojos que estaban fijos en él mientras la lengua de Suga jugaba con sus otros dedos, envolviéndolos y chupándolos con cuidado. No tuvo oportunidad ni el tiempo suficiente para recuperar la compostura, pues Agust se sumó y sintió un pinchazo en el lóbulo del oído y supo que lo había mordido, pero no le causó dolor sino un gran placer.
—Mgh~.
—Eres muy sensible aquí.— señaló Agust, riéndose travieso contra su piel.
YoonGi no podía contenerse mucho más, también quería tocarlo y dejó el libro familiar sobre una mesita cercana para poder actuar. Volvió a sentarse en el lado derecho de JiMin y lo tomó por el mentón, apretando ligeramente la piel. Entonces cerró la distancia entre ellos y plantó un beso en los gruesos belfos, únicamente presionándolos, luego se apartó y lo repitió con más vigor.
JiMin estaba sorprendido y sus ojos avellanas se abrieron sobremanera por lo inesperado que fue eso, aunque no tenía la voluntad para apartarse ni para rechazarlo. Estaba cayendo inconscientemente de manera hipnótica en su juego, moviendo sus labios al compás para obtener más y no se abstuvo de abrir la boca para permitir que sus lenguas se encontraran.
—P-por favor, paren.— suplico JiMin como pudo, su entrepierna estaba reaccionando a las estimulaciones y no quería que se dieran cuenta por pudor.
Los hermanos sabían lo que le provocaban, ese era su fin, y lo ignoraron, pues estaban muy complacidos de verlo derritiéndose bajo sus tactos. Podían oler, que su eternâ estaba excitado, el aroma de manzanas era potente y deseaban probar ese tentador fruto prohibido.
—Vas a escucharnos.— ordenó YoonGi, separándose para dejarlo respirar.
JiMin asintió sin estar muy consciente de que lo convencieron con trucos, demasiado atontado para continuar negándose. Se perdió en los finos labios de YoonGi, los cuales estaban levemente hinchados por la intensidad de su beso. Por sobre todo, en el hilo de saliva que estaba pendiente entre sus bocas, uniéndolos de un modo tan morboso y encantador.
Transilvania, durante la guerra larga.
Hace aproximadamente quinientos años Transilvania se encontraba en guerra, llevaba seis años sin lograr finalizar y fue debido a eso que innumerables hombres murieron en batalla. Entre ellos, Min HwaYoon, el padre de YoonGi y Agust, quien tuvo que partir por su país, dejando a sus dos pequeños hijos y esposa sin saber que ella estaba embarazada de un tercero.
YoonGi en ese momento apenas tenía cinco años y Agust tres años, ambos niños recuerdan haberse despedido de su padre entre abrazos y lágrimas. No obstante, HwaYoon les prometió que volvería sano y salvo, pero jamás lo hizo.
La noticia de su muerte llegó cuando Suga ya había nacido y tenía cinco meses, por lo que EunGi se vio en la necesidad de buscar un trabajo porque no tenían un sustento. Como madre no podía permitir que sus hijos crecieran entre la pobreza y el hambre, pero a las mujeres en ese tiempo no les era fácil obtener economía por sí mismas.
Muchos de los pueblerinos le negaron empleos decentes y aunque el panadero si le dio una oportunidad, tuvo que renunciar cuando se quiso propasar con ella. EunGi terminó teniendo que trabajar en una obscena taberna como mesera, pero con el sueldo no solía alcanzar para darle a sus tres hijos lo necesario. Fue por eso que cuando le pidieron otra clase de servicios para los clientes, no vaciló y se vendió a sí misma para poder llevar unas cuantas monedas a casa.
YoonGi era el único de sus hijos que sabía lo que ella tenía que hacer para mantenerlos y deseaba crecer pronto para ayudar a su familia. Pese a eso, por el momento solo podía cuidar a sus hermanos mientras su madre lidiaba con ello.
EunGi durante años soportó maltratos, abusos y vergüenzas, hasta que finalmente logró reunir lo necesario para comprar algunas semillas y gallinas. Convirtió su pequeño terreno en una granja y sus tres hijos ayudaban con las tareas, así obtenían alimento e incluso les alcanzaba para vender e intercambiar.
La fortuna les comenzaba a sonreír y estaban subsistiendo con decencia, pero todo se esfumó cuando el persistente y terco rey lanzó un nuevo decreto. La guerra continuaba y con tantas pérdidas se solicitaba que todos los hombres fuesen reclutados para reabastecer las filas, agregando a niños y ancianos.
La noticia llegó al pueblo cuando los militares ya galopaban para cumplir con el decreto, llevando por la fuerza a todos los candidatos que veían. EunGi escuchó al respecto mientras compraba un regalo para el sexto cumpleaños de Suga y dejó eso para correr hacia su hogar, orando por el bien de sus inocentes hijos.
Para ese entonces, YoonGi limpiaba la cosecha, quitando las hierbas malas para qué los frutos no fueran afectados por ellas. Mientras que Agust y Suga se encargaban de recolectar los huevos, alimentaban a las gallinas y jugaban.
—¡Soldados!— exclamó asombrado Suga, dejando de correr y brincar para señalar hacia el grupo de hombres armados que pasaba por el sendero.
Agust se detuvo al instante también y fijó su mirada en aquella dirección, se notaba que se dirigían hacia su casa. En su ingenua cabeza estaba la posibilidad de que vinieran a informarles sobre su padre y salió corriendo para alcanzarlos.
EunGi nunca les dijo a sus hijos que su padre había muerto porque eran muy pequeños y prefirió mentirles diciendo que aún seguía luchando en la guerra. Pero YoonGi, al ser el mayor de los tres, no tardó en descubrir la verdad y apoyó a su madre en lo que pudo, prometiendo guardar el secreto a sus hermanos.
Teniendo eso en cuenta, YoonGi pudo adivinar que los militares no iban para algo bueno y hasta quizás querían llevarlos, esto por la carreta que traían con ellos. Con sus escasos once años ya podía distinguir el peligro cuando lo veía y trató de detener a su hermano porque era obvio.
—¡No vayas, Agust!— grito aterrado.
Agust no lo escuchó, estaba cegado por la ilusión de saber sobre su padre y aceleró sus trotes para correr. Entonces YoonGi tuvo que seguirlo para detenerlo y evitar que cometiera un error. Por otro lado, Suga no entendía nada, tenía seis años y se imaginó que estaban jugando, así que los persiguió felizmente.
Los militares bajaron de sus caballos para tocar la puerta, llamaron en orden del rey y esperaron por una respuesta durante un breve momento. Era bien sabido que muchos se resistían a unirse, por lo que pretendían entrar a la fuerza, pero se detuvieron al ver que los niños se acercaban.
—¿Está mi padre con ustedes?— preguntó Agust entre jadeos.
—No.— respondió fríamente uno de los hombres.
YoonGi llegó en breve, tomó a su hermano del antebrazo y lo colocó protectoramente a sus espaldas. Sus felinos ojos azules pasaron de los soldados a la vereda, por donde EunGi venía corriendo despavorida a toda prisa.
—¿Qué se les ofrece?— interrogó.
Estaba tratando de hacer tiempo para que su madre llegara y tomará a sus hermanos menores. Sabía que desde los diez años eran reclutados y ya tenía la edad, no podía negarse. Tampoco era una mala idea porque le darían dinero a su familia y su madre no tendría que venderse, por lo que estaba bien para él.
—Venimos en nombre del rey y la iglesia, se nos ha pedido reclutar a todos los hombres posibles para liderar hacia la victoria.
YoonGi asintió, reconociendo un mal presentimiento en esas palabras y decidió apretar secretamente la mano de Agust para que reaccionara, fuera por Suga y ambos menores huyeran. Lamentablemente, el más pequeño de los hermanos apareció en el momento menos oportuno, llorando desconsoladamente por no alcanzarlos antes y eso impidió que lograran su plan.
—S-son malos y muy rápidos, me dejaron atrás.— se quejó Suga entre sollozos.
—Veo que son tres ¿Dónde está su madre?— indagó el soldado, sonriendo de manera torcida y ya estaba pensando que podría reclutarlos sin problemas.
—Yo soy su madre.— respondió EunGi, llegando finalmente con la respiración errática y el sudor empapando su frente.
—Buenas tardes, venimos en nombre del rey y la iglesia, bajo el decreto tenemos que llevarnos a sus hijos para la batalla.
EunGi palideció, el nudo formándose en su garganta y el miedo floreciendo en sus entrañas. No podía dejar que se llevaran a sus pequeños, ya había perdido a su esposo y ellos solo eran unos niños, incapaces de sostener un arma o matar.
YoonGi fue consciente de que su madre no podía hacer nada, ya fuera por ser mujer, viuda o pobre. Como hombre, independientemente de su edad, tenía más oportunidades y estaba dispuesto a proteger a su familia como su padre.
—Mis hermanos no tienen la edad.— intercedió —Soy el único en este hogar que cumple con los requisitos, iré con ustedes.— aseguró con firmeza.
El soldado dejó a EunGi de lado para inspeccionar a los tres niños, su mirada se quedó fija en YoonGi y negó con la cabeza.
—Los tres tienen que venir, el rey ha cambiado los requisitos de edad para reclutar y ahora es a partir de los seis años hasta los sesenta años.
El silencio se hizo presente durante lo que pareció una eternidad y EunGi ya no podía soportarlo, quería salvar mínimo a uno de sus hijos. Tal vez YoonGi y Agust tuvieran éxito si se protegían mutuamente, más Suga era muy iluso y frágil. Mentir a los militares era como mentirle al rey y a la iglesia, pero antes de cualquier otra cosa era madre y si debía tomar ese riesgo por sus hijos, lo haría.
—YoonGi tiene once años, Agust nueve años y Suga apenas cinco años— señaló a cada uno de ellos.
Tanto YoonGi como Agust entendían lo que su madre estaba haciendo y asintieron silenciosamente a su decisión, dando un paso hacia adelante sin vacilar. Suga los siguió porque no sabía lo que trataban de hacer y observó con confusión a EunGi, creyendo absurdamente que había olvidado qué día era hoy.
—Mami que distraída, hoy cumplo seis años y ya soy un niño grande como mis hermanos.— contradijo rápidamente, sin saber lo que su inocencia provocaría.
Nu există opțiune: No hay opción.
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