🌵 𝓣𝓮 𝓮𝔁𝓽𝓻𝓪𝓷𝓮 🌵
El aeropuerto, México corría a toda velocidad bastante enojado. Logró divisar a lo lejos a su vecino de cincuenta estrellas. Ver al Mexicano molesto no era algo que a cualquiera le gustaría. Estados Unidos no lo notó y lo saludó alegremente recibiendo un puñetazo en la cara.
—What the...? (¿Qué demo...?)
—¡Por tu culpa perdí lo que más amaba! —México también lloraba—. ¡Tu y tus estúpidas ganas de salir conmigo a pesar de que yo no quiera! ¡Te odio!
México lloraba a mares mientras el Estadounidense no entendía que le pasaba. Lo golpeaba y el Norteamericano se defendía.
—¡Y por tu culpa ahora piensa que yo te amo! ¡Lo perdí! ¡Por tu maldita culpa!
Lo volvió a golpear y lo pateó. Dos guardias de seguridad lo sujetaron de los brazos inmovilizándolo. Se lo llevaron de ahí. Cierto chico tricolor que estaba por volver a su país de origen vio aquella escena, y decidió seguir a los guardias.
Cuando llegó al cuartel de seguridad, vio al Mexicano sentado afuera con las muñecas esposadas. Sus ojos derramaban lágrimas sobre sus mejillas. Pasaba su anillo de compromiso entre sus dedos jugando con el.
—She's the tear on my heart
Take me higher
Than I ever been...
Rusia se quedó donde estaba, escuchando la canción que cantaba el Mexicano. Era una de las canciones que el le había dedicado.
—¿Por qué tuve que enamorarme de ti? Te he perdido y todo ha sido mi culpa. Tal vez no debí insistirte tanto en mis cartas —agachó su cabeza—. Soy un idiota. Ahora por culpa mía piensas que amo a USA cuando mi corazón ya tiene dueño: tu.
Se echó a llorar metiendo su cabeza entre sus brazos. Inconscientemente soltó su anillo haciendo que este rodara hasta los pies del Ruso. Este lo tomó del sueño y se acercó al Mexicano.
—México, deja de llorar, por favor. No me gusta verte así.
El mencionado levantó un poco su cabeza viendo a quien se encontraba frente a el. Rusia se sentó a su lado. Se quedaron en silencio unos momentos.
—Lo siento, México. Yo esperé todos los días junto al buzón a que me llegaran tus cartas, pero estas nunca llegaban a mis manos. Moría por volver a saber de ti y creí que tu habías dejado de buscarme. Antes de morir, mi padre me mostró tus cartas, el las había escondido —mencionó algo triste—. Pero, debí escribirte a pesar de no recibir ninguna respuesta. Por eso creí que amabas al Americano, porque llevaba tiempo sin hablarte.
México negó con la cabeza, el no amaba al gringo y no lo haría jamás. Rusia lo abrazó, el más bajo no podía corresponder porque las esposas en sus muñecas se lo impedían.
—Te amo, México, y no tienes idea de cuanto te extrañe.
México recargó su cabeza en su hombro. Se separaron y Rusia le enseñó su anillo.
—Se te cayó esto —se lo puso en su dedo—. Te amo.
Acercó su rostro al del Mexicano y este también se acercó un poco. Uno de los policías salió de su oficina interrumpiendo el momento.
—¿Viene a llevárselo?
—Si, yo me hago cargo de el.
Liberaron a México. Rusia se lo llevó y anunciaron por los altavoces que el último vuelo a Moscu había partido hace cinco minutos.
—¿Y ahora que voy a hacer?
México analizó la situación. Estaban en CDMX, en su hogar, tal vez lo podría hospedar una noche.
—Chikistrikis, puedes quedarte conmigo, wey —se ofreció el Mexicano.
—¿Qué? No, México no quiero molestarte.
—Oh, vamos. Ya deberíamos tenernos plena confianza. Después de todo, tenemos 51 años de novios, en años humanos —México sonrió.
—Bueno, en eso tienes razón.
—Ven, yo te llevo.
México tomó de la mano a Rusia. El más alto era nuevo en el exterior, por lo que el más bajo tendría que guiarlo. Iban a cruzar la calle cuando el semáforo se puso de color verde. Puede que Rusia fuera un novato, pero sabia que eso era para que los carros avanzaran. México vio que no venía nadie y corrió.
—¡México!
Un carro deportivo salió de la nada a toda velocidad y México se lanzó al otro extremo de la calle logrando esquivar el auto. Respiró agitado y se levantó del suelo.
—¿Por qué no me seguiste, Rusky?
—¡¿Estás loco?! ¡Casi te mueres! —la luz del semáforo se puso de color rojo y Rusia pasó corriendo—. ¿Estás bien? ¿No te lastimaste?
—Estoy bien, así se cruzan las calles —tragó saliva e intentó que las palpitaciones de su corazón no lo delataran—. Vamos a mi casa, está cerca.
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