🌵 𝓛𝓪 𝓷𝓲𝓮𝓽𝓪 🌵

Nicte, ¿estás segura de que los veremos esta noche? —le preguntó Anielka a su hermana.

La chica asintió mientras recitaba aquellas palabras que tuvo que memorizar para llamar a sus padres. Era día de muertos, los pétalos estaban acomodados de tal forma en que pudiera verse un círculo. Su esposo se encontraba con los gemelos. Pronunció las palabras y un par de alas salieron de su espalda con un brillo anaranjado. Frente a ellos aparecieron aquellas personas que los criaron en vida.

Jefe... папа... —pronunciaron los hermanos antes de abalanzarse a abrazar a los espíritus de sus padres.

Mija, 'taz bien grande, mi niña. Mini poste, ya deja de crecer, vas a rebasar a tu padre —México al igual que Rusia había vuelto a ser joven, por lo que su problema de Altzheimer había desaparecido.

Mis niños, no saben cuanto los hechamos de menos —Rusia, parecía que la nostalgia le ganaba.

Jefes, les quiero presentar a alguien.

El hijo de China y Japón se acercó a la familia con un pequeño bulto en brazos. Destapó a una pequeña niña de menos de un año sumida en un profundo sueño. Se la dieron al Mexicano para que esté pudiera cargarla.

Es hermosa.

—¿Cómo se llama?

—Su nombre es アナキ (Anaki)

Rusia y México adoraban a su pequeña nieta. Sonrieron al ver como abría sus pequeños ojitos, se parecía tanto a su hija cuando había nacido. Anielka por su parte estaba muy feliz de poder ser tío, sería como Brasil.

—Mi amor, tenemos que volver.

—Si, si, perdón, Tripalosky —le devolvió su nieta a Nicte—. Se me cuidan mijos, jamás olviden lo mucho que los amamos.

—¿Tienen que marcharse? —preguntó Anielka triste.

—Perdónanos, hijo. Jamás olviden visitarnos una vez al año, como hacíamos con sus abuelos.

Asintieron. Se tomaron de las manos y poco a poco fueron desvaneciendose en la oscuridad de la noche. Una lágrima resbaló por la mejilla de Anaki mientras comenzaba a llorar.

Puede que jamás los conocí en vida, pero puedo decirles que tengo la ventaja de poder verlos cada año —comentó una niña de ojos rasgados.

Anaki, cariño, ¿no podrías dejarme ver a mis abuelos? Dices que es hoy, ¿no?

—Claro que si, por mi no hay problema —la pequeña niña extendió sus alas y emprendió vuelo—. Pero primero debes alcanzarme.

—¡No juegues! ¡Ven aquí!

Ambos niños se persiguieron por el patio de la escuela. El resto de los niños miraban como se divertían aquella pareja de mejores amigos y decidieron unirse a su juego. Se podría decir que en esta historia vivieron felices para siempre...

FIN

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