🌵 𝓗𝓪𝓫𝓵𝓮𝓶𝓸𝓼 🌵
—Мексика! (¡México!)
Una pesadilla, sólo había sido una pesadilla. Rusia hiperventilaba asustado. Su vuelo finalmente había aterrizado. Bajó su equipaje y se fue rápidamente a buscar un taxi. Cuando lo encontró, le pidió al chofer que conducirá rápido a la casa del Chileno.
—Chile —México bajaba las escaleras de la casa hasta la cocina buscando a su hermano.
No lo encontraba por ningún lado. Su estómago rugía por comida, así que decidió saquear el refrigerador. Sabía que era descortés, y lo era aún más siendo las dos de la mañana. Sacó un bote de helado, pero se detuvo al ver su barriga, estaba aumentando de tamaño día con día. Devolvió el bote y se quedó con el hambre. Se sentó en el sillón de la sala encendiendo la tele, sabia que no podría dormir después. Se había equivocado, sus párpados le pesaban y se iba quedando dormido. Los rugidos en su barriga eran lo único que lo mantenían despierto.
Caminó de vuelta a la cocina y volvió a la sala con el bote de helado entre sus manos. Lo destapó, vainilla. No resistió demasiado, pues empezó a comerlo con una cuchara. Alguien tocó la puerta insistente asustándolo. Tal vez es solo el viento, pensó. Volvieron a tocar la puerta. El pequeño Mexicano estaba viendo una película de terror, por lo que su temor estaba algo justificado. Se levantó del sofá y se quitó una de sus chanclas de manera defensiva. Abrió la puerta.
—Мексика! (¡México!) —el Ruso se quiso lanzar a abrazarlo asustándolo más.
—¡Ahhhh! —gritó México lanzándole la chancla en la cara.
—México, soy yo.
—T-Tripalosky... Ay, pero que pendejo estás, wey. No me vuelvas a asustar así, chikistrikis —le dio un pequeño golpe en su hombro.
—¿Estás bien? Chile me llamó diciendo que viniera por ti.
—Pues, creo que si estoy bien. ¿Por qué?
Rusia notó que su amado había subido un poco de peso. Sus ojeras eran un poco notorias, pero se veía bien.
—No estás bien, sacowea.
—¿Chile? Creí que estabas dormido.
—Lo estaba hasta que escuché tu escándalo —miró a Rusia y luego a México—. Pasen, tengo que decirles algo a ambos.
Rusia pasó a la casa cerrando la puerta detrás de el. Ambos siguieron a Chile quien los guió a la sala. Apagó la tele y se sentó frente a ellos. Saco un objeto de su bolsillo y se lo entregó a Rusia.
—¿Sabes que es esa wea?
—Si.
—Bien, ¿y qué dice?
—Tiene un signo... Positivo.
—¿Lo que significa...?
—Significa...
México estaba confundido. Parecía como si ambos hablaran en un idioma distinto. Chile le había dicho que estaba saludable, pero ahora dudaba sobre su veracidad.
—Chile, ¿estás esperando un hijo?
—Oh, no. Yo no —miró a su hermano—. Alguien más.
Rusia también dirigió su mirada al pequeño país. Este se ruborizó al sentir ambas miradas posándose en el. Estaba muy confundido. ¿Acaso había echo algo mal?
—¿Por qué me miran así?
—México, ¿no has tenido más hambre de la usual? ¿O has ganado peso? ¿O has tenido antojos? —preguntó Rusia.
—¿Cómo lo sabes? ¿Es algo malo?
Las lágrimas salieron de los ojos de su amado. México estaba asustado, no sabia que pasaba. Rusia se acercó y lo abrazó amorosamente.
—Weyes, denme una explicación.
—México, weon, estás esperando una wawa.
México se sorprendió. Después de tantos años, después de su perdida, al fin iba a poder cumplir su deseo, aquel deseo que había pedido en una lluvia de estrellas hace tanto tiempo atrás. No pudo evitar soltar un par de lágrimas. Vio a su pareja y recordó todos los problemas que estaba enfrentando ahora por su hermano Ucrania.
—Amor, perdoname... Lo siento tanto, debí cuidarme más —sollozó—. Te puse otra responsabilidad que seguramente no necesitabas y...
Rusia beso sus labios. Ahogó sus palabras en aquel pequeño acto de cariño. Chile los observaba conmovido. Al separarse, el Ruso miró los ojos de su amado.
—No te disculpes.
—P-Pero es mi culpa.
—No es así, yo me encargaré de que tu y nuestro pequeño tengan todo lo que necesiten.
—Pero Ucrania.
—Ucrania está bien, se está recuperando, además, Canadá está con el.
—Lo siento, Rusia.
—No te disculpes, después de todo... —lo abrazó—. Los dos somos culpables.
México lloró en su hombro. Pero está vez fue de felicidad. Se quedaron así un rato olvidando por completo la presencia de Chile. Este ultimo tosió un poco captando su atención.
—En serio odio interrumpir, pero es muy tarde. Y es necesario dormir, sobre todo para México.
—De acuerdo.
—Chile, ¿cuántos meses tengo?
—Dos meses y contando.
México tenia miedo, el bebé que había perdido solo había dorado cinco meses. No quería perder a este pequeño tan pronto.
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