Capítulo 4
—Claro que lo conozco, él fue quien salvó a mi madre cuando sufrió un ataque al corazón. Ella lo tiene en un pedestal, habla mucho de la familia Jeon. ¿El hospital les pertenece, verdad? —preguntó Hyun Sik.
—Sí, lo fundó mi bisabuelo. Nuestra familia tiene una larga cadena de médicos —respondió Jungkook.
Jimin sintió que el alma le volvía al cuerpo. Por un momento pensó que su cuñado conocía bien a la familia de Jungkook. ¡Todo se habría ido al caño!
Sung-rok arqueó una ceja con agrado hacia Jungkook por primera vez en la noche.
—¿Tienen un hospital y todos son médicos en tu familia? —preguntó con curiosidad interesada.
—Sí, de hecho se está terminando la construcción de la nueva clínica. Y no, no todos en mi familia somos médicos; mi hermana menor es escritora —aclaró Jungkook.
Sung-rok frunció el ceño.
—¿Escritora? ¿Eso es una carrera real? —preguntó con desagrado—. Aunque no me sorprende; en toda familia hay una oveja negra descarriada —añadió, lanzando una mirada significativa hacia Jimin. Este bajó la mirada de inmediato, enterrándola en la comida de su plato, que apenas había probado.
Todo le sabía insípido. Estaba tan nervioso que sentía que podría vomitar en cualquier momento. El tono de decepción en la voz de su padre no pasó desapercibido, y fue como una daga en su corazón. Aunque estaba acostumbrado a ese tipo de comentarios, no podía evitar que le dolieran.
Jungkook hizo una mueca.
—Claro que es una carrera real. Mi hermana es una gran escritora; sus libros son muy exitosos. Mis padres y yo estamos muy orgullosos de sus logros. No es una oveja descarriada, está cumpliendo sus sueños. Si mis padres la hubieran obligado a estudiar medicina sabiendo que odia los hospitales, en vez de una familia seríamos una dictadura —refutó Jungkook, mirando directamente a Park Sung-rok con una expresión de desafío, haciendo que la tensión subiera.
Ninguno de los dos apartó la mirada hasta que SoHyun intervino.
—Entonces, ¿nos contarán cómo se conocieron? —preguntó, dirigiéndose a Jimin, quien se atragantó con el jugo.
Jimin comenzó a toser, casi escupiendo la bebida. Sentía que sus pulmones se quedaban sin aire. ¿Por qué diablos se le había ocurrido secuestrar a alguien para hacerlo pasar por su novio si él era pésimo mintiendo?
Sintió la mano de Jungkook acariciando su espalda mientras todos los miraban.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó Jungkook con una mirada divertida.
Si se suponía que Jungkook era quien estaba secuestrado, ¿por qué demonios parecía tan cómodo? Jimin, el secuestrador, estaba muriendo de los nervios. Sentía que, de pronto, su familia, con sus miradas inquisitivas, podía taladrar en su mente y descubrir toda la verdad.
...
—¿Ahora qué diablos iba a decir? —Sí, estoy bien —respondió cuando la tos se aplacó. Su cara estaba caliente y roja.
—¿Qué tal si yo les cuento cómo nos conocimos? —preguntó Jungkook, arqueando una ceja.
Jimin iba a abrir la boca, pero su hermana habló primero:
—Sí, por favor. Jimin aquí no es muy bueno contando historias. Terminaríamos todos dormidos cuando dijera la primera palabra. —Su hermano rió asintiendo.
Jimin no le prestó mucha atención al comentario de su hermana; estaba más preocupado por lo que pudiera contar Jungkook. ¡Diablos, ni siquiera le había dicho al chico a qué se dedicaba! Si Jungkook había tenido razón, Jimin era el peor secuestrador de todos los tiempos.
—Bueno... —comenzó Jungkook, carraspeando la garganta como si fuera a contar una gran historia—. El día que conocí a Jimin había sido, por mucho, uno de los peores de mi vida.
Jimin gimió, apretando los dientes, y pateó a Jungkook por debajo de la mesa. ¡Pero el muy imbécil ni se inmutó!
—Ese es el efecto Jimin: siempre arruinando todo —canturreó Jae Hyun con una sonrisa burlona.
Jimin quiso encogerse, hacerse bolita en el suelo y llorar, porque en el fondo él creía en las palabras de su hermano.
—Debes esperar a que termine la historia para juzgar —musitó Jungkook.
—Bien, como les decía, ese había sido un pésimo día para mí. Acababa de terminar un turno de 18 horas, y perdí a un paciente, uno muy joven. Aunque sabía que había hecho todo lo médicamente posible para salvarlo, me culpaba por no lograrlo. Salí del hospital dispuesto a irme a un bar y tomar mucho alcohol para aliviar mi culpa, pero, al final de la calle, vi un letrero de una nueva cafetería que acababan de abrir. Uno de mis colegas me había dicho que en ella servían el mejor café de Corea, traído directamente de Colombia. Así que usé un poco de mi sentido común y desistí de ir al bar. Al día siguiente tenía un nuevo turno, y atender a mis pacientes con resaca no sería profesional. —Jungkook sonrió, haciendo una pequeña pausa en su historia. Por el rabillo del ojo podía ver a Jimin morderse los labios con insistencia, dejándolos rojos. Todos estaban atentos a su relato.
—Entré a esa cafetería, haciendo que la campanilla sonara. Entonces me topé con la imagen más hermosa que haya visto en mi vida. Había un chico de cabello negro con reflejos azules y violetas, estaba tomando un café y tenía sus esponjosos labios llenos de azúcar debido al pastelito que estaba comiendo.
Jimin se tensó y tragó grueso. ¡No, mierda, no! Que no se atreva a contar la verdad. Jungkook estaba diciendo que lo había visto por primera vez en una cafetería, y eso fue esta mañana... antes de secuestrarlo.
—¿Es en serio lo más hermoso que han visto tus ojos? —preguntó Jin Ah, arqueando una ceja con incredulidad. Según su concepto de belleza, Jimin no era tan hermoso como ella.
—Sí, lo más hermoso —afirmó Jungkook con vehemencia—. Así que caminé a la barra para hacer mi pedido y planeaba acercarme al chico lindo para pedirle su número de teléfono. Pero, cuando volví mi mirada, él ya no estaba; se había ido. Mi día iba de mal en peor. Tomé mi pedido, resignado a no volver a verlo. Pero entonces los planetas se alinearon para darme buena suerte: el lindo chico estaba en el estacionamiento, justo al lado de mi auto. Al parecer tenía problemas para abrir su maletero.
Jimin abrió los ojos al tope. ¡Oh, por el diablo y todos sus jodidos demonios! Jungkook iba a contarles la verdad. ¡Tonto, tonto, tonto! No debiste confiar en él, se dijo a sí mismo.
Seguro Jungkook lo ayudó al principio solo para que Jimin se confiara, y ahora soltaría todo para hacerlo quedar como un maldito desquiciado ante todos. Su padre renegaría de él; Jimin estaba seguro de eso.
¡No podía dejar que eso pasara!
—Sí, entonces yo... —Jimin intentó intervenir.
—Deja que yo lo cuente, cielo. Es mi parte favorita —dijo Jungkook con un maldito mohín, mientras Jimin sentía que todo su cuerpo temblaba—. Entonces, Jimin me pidió ayuda para abrirlo. Yo, por supuesto, lo ayudé y aproveché la situación de inmediato: le pedí su número entre coqueteos e intercambiamos teléfonos. Fue mi excusa perfecta para que me llamara si su maletero volvía a atascarse. Lo llamé, tuvimos una cita y, desde entonces, han sido los mejores tres meses de mi vida —concluyó Jungkook, tomando la temblorosa mano de Jimin y llevándola a sus labios, dejando un casto beso en el dorso.
—Interesante historia —dijo Sung-rok, no muy interesado—. Aunque no veo eso que tienen funcionando a futuro.
—¿Por qué? —preguntó Jimin, sorprendiéndose a sí mismo al hacerlo.
—Él es un médico profesional, de buena familia por lo que tengo entendido. Tú también provienes de una buena familia, Jimin, pero eres tú... —dijo menospreciándolo sin piedad—. Es más que obvio: un mal intento de bailarín rebelde que trabaja en una pastelería y un cardiólogo... —Sung-rok se encogió de hombros, dejando claro su punto.
—Vale, lo suficientemente justo —dijo Jimin con la voz quebrada mientras se ponía de pie—. Buenas noches, Jungkook y yo nos quedaremos en la cabaña.
No le dolía que su padre dijera que la relación con el cardiólogo nunca funcionaría; eso Jimin lo tenía claro desde el instante en que lo vio entrar a esa cafetería. Lo que realmente dolía era que su padre ni siquiera se dirigiera a él como bailarín, sino como un "mal intento".
—Jimin... —Jungkook se levantó y lo tomó de la mano.
—Vamos, hermanito, no te ofendas. Para nadie es un secreto en esta familia que tu sueño de ser bailarín fue un completo fracaso. Siéntate, Hyun Sik y yo tenemos que darles una buena noticia —dijo Dahyun.
—Siéntate, Jimin, no seas grosero. Tu hermana tiene algo importante que decirnos —lo reprendió su madre.
Jimin, tragándose el nudo en su garganta, se sentó de nuevo, aunque Jungkook no soltó su mano.
—Bueno, lo que mi esposa y yo queremos decirles es que... —empezó Hyun Sik.
—¡Vamos a ser padres! —terminó Dahyun—. Estoy embarazada.
—¡Oh, un nieto! Ya era hora, felicidades, chicos —canturreó SoHyun abrazando a su hija.
—Me alegra mucho que ahora haya un lazo más que una nuestras familias —dijo Sung-rok a Hyun Sik—. Espero que tú también nos des la buena noticia pronto, Jae Hyun —le dijo a su hijo.
—No te preocupes, padre. Jin Ah y yo estamos haciendo la tarea a la perfección. Pronto habrá pequeños Park corriendo por la casa; no me dejaré ganar de mi hermana —dijo, pasando un brazo por los hombros de su melliza.
—Pero ya tomé la delantera, Jae —dijo ella con una risita.
—Solo te di un poco de ventaja —respondió él—. ¿Y tú no felicitas a Dahyun, Jimin?
—Felicidades, Hyun Sik, Dahyun —dijo simplemente. Sus padres nunca le hablaban de nietos; Jimin era gay, y aunque no lo despreciaban por su orientación sexual, jamás aceptarían que formara una familia con un hombre ni que adoptara. Para su padre, un Park debía llevar su sangre.
—Felicidades —dijo Jungkook entre dientes a la pareja—. Estamos algo cansados por el viaje. Es mejor retirarnos. ¿Dijiste algo sobre una cabaña, cariño?
—Sí, vamos —respondió Jimin poniéndose de pie.
—Creí que no te gustaba la cabaña, Jimin —fue lo último que escuchó; la voz maliciosa de su hermano.
Jimin solo inhaló profundamente, llenando sus pulmones antes de exhalar lentamente.
—Camina —le ordenó a Jungkook, señalando un camino iluminado con pocas luces que los llevaría a la cabaña, situada a unos 100 metros de la casa principal, justo al lado del lago.
Jungkook caminó a su lado con las manos en los bolsillos, preguntándose cómo una familia podía hacerle tanto daño a uno de los suyos sin ningún remordimiento. Parecía que incluso disfrutaban burlarse de los fracasos de Jimin.
Jungkook suspiró profundamente antes de desaparecer en la habitación que Jimin le señaló. Apenas entró, escuchó cómo el chico echaba llave a la puerta desde fuera. Era obvio que Jimin estaba aterrado, tanto de su familia como de la posibilidad de quedarse completamente solo en medio de todo aquel caos emocional.
El doctor se recostó contra la pared de la pequeña habitación, observando el escaso mobiliario: una cama sencilla, una mesita de noche con una lámpara y una silla vieja junto a la ventana. Pensó en lo absurdo de su situación. Había aceptado acompañar a Jimin creyendo que sería solo un simple favor, pero ahora se encontraba encerrado en una cabaña con un hombre al borde del colapso emocional.
Mientras tanto, Jimin permanecía en el pequeño salón de la cabaña, caminando de un lado a otro como un animal atrapado. Sus pensamientos eran un torbellino de inseguridades y reproches.
"Debo convencerlo de quedarse, pero... ¿cómo lo hago?"
Apretó los puños y se dejó caer nuevamente en el sofá. Su familia siempre había sido así, recordándole sus fracasos a cada oportunidad. Sin embargo, esta vez dolía más, porque Jungkook estaba ahí y había presenciado todo. No podía soportar que él también pensara lo mismo.
Al otro lado de la puerta, Jungkook se sentó en la cama y se pasó una mano por el cabello. Estaba preocupado por Jimin. El chico estaba visiblemente afectado, y aunque su familia no lo hubiera tratado como se merecía, no podía evitar sentir compasión por él.
Finalmente, después de unos minutos de silencio, Jungkook habló desde la habitación—Jimin, sé que estás escuchando. No soy quién para decirte qué hacer con tu vida o con tu familia, pero... —hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Creo que mereces algo mejor que esto.
Jimin se detuvo, parpadeando lentamente mientras la voz de Jungkook atravesaba el silencio.
—No tienes que demostrarles nada, Jimin. Si no pueden aceptarte tal y como eres, eso no significa que tú seas el problema.
El bailarín apretó los labios, sintiendo un nudo en la garganta. Las palabras de Jungkook eran extrañamente reconfortantes, pero también dolorosas porque sabía que eran verdad.
Se acercó a la puerta, apoyando la frente contra la madera—No entiendes... ellos son mi familia. Por mucho que me duela, no puedo simplemente ignorarlos.
—Eso lo entiendo. Pero tampoco puedes permitir que te destruyan, Jimin —respondió Jungkook con voz suave, al otro lado de la puerta—Nadie merece sentirse como tú te sientes ahora.
El silencio volvió a instalarse entre ellos. Jimin se dejó caer al suelo, apoyando la espalda contra la puerta mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas. Era la primera vez en mucho tiempo que alguien le decía algo así, y no sabía cómo manejarlo.
Dentro de la habitación, Jungkook también se dejó caer sobre la cama, mirando el techo. Estaba atrapado en una situación que no entendía del todo, pero una cosa era clara: quería ayudar a Jimin. Por alguna razón, ese chico le importaba más de lo que debería.
Jimin cerró los ojos, respirando profundamente mientras las lágrimas seguían cayendo.
"Una semana", pensó. "Solo necesito que se quede una semana".
Pero, ¿cómo convencerlo?
Hola bebes lindos, les amo un montón espero que estén disfrutando de esta historia.
Nos leemos pronto.
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