𝕯𝐚𝐲 𝟎𝟏: 𝐎𝐦𝐞𝐠𝐚𝐯𝐞𝐫𝐬𝐞
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Summary:
Reo está acostumbrado a inhibir su olor, aparentando ser un beta para mantener el honor de su linaje familiar. Sin embargo, ante la percepción de un alfa puro como Nagi, tal situación es imposible de aceptar.
-Soulmate Au/Omegaverse
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Desde el día en que se presentó su segundo género, su relación familiar comenzó a irse en picada. Todas las personas a su alrededor, tanto familiares como amigos de sus padres, esperaban que el resultado de la reproducción entre dos alfas fuera un poderoso alfa puro, fuerte y dominante, capaz de continuar con el prestigioso apellido Mikage.
Grande fue su decepción cuando su hijo prodigio resultó ser un despreciable y débil omega.
Reo no tenía la culpa, nadie era capaz de poder elegir su segundo género, pero la frustración de sus padres se vio volcada sobre él, obligándole a tomar inhibidores potentes desde muy temprana edad, ocultando sus feromonas, obligándolo a actuar y comportarse como un beta de la alta sociedad.
La prensa no se volvería loca si el heredero Mikage resultaba ser un beta, ya que, aunque no resultara ser un alfa, el prestigio de su familia se mantendría imperturbable.
Desde entonces, sus padres cada vez pasaban menos tiempo en casa, prefiriendo quedarse trabajando en sus oficinas a seguir perdiendo su tiempo con él. El cachorro no lo entendía, se sentía herido y abandonado, pero sin perder la esperanza en recuperar la atención y el amor de sus padres, siguió el único camino que conocía, obedeciendo a sus padres y ocultando el secreto en lo más profundo del archivero familiar.
Esta mentira se mantuvo durante años, incluso cuando entró a la preparatoria. El heredero Mikage sabía perfectamente cómo mantener limpia su imagen, ya que, siendo un chico rico, guapo y habilidoso en los deportes, se rodeaba de una gran popularidad, manteniendo satisfechos a la prensa y a sus padres.
No había una sola persona que pudiera sospechar sobre él.
Cuando conoció a Nagi la situación no cambió demasiado. El albino era un alfa dominante, lo supo en cuanto puso su mirada sobre él; su apariencia y su gran altura gritaban su segundo género por todos lados.
Reo sintió la necesidad de acercarse y entablar una amistad con él. Nagi siempre lucía demasiado desinteresado por su alrededor, durmiéndose sobre cualquier superficie o incluso sobre él, aún cuando había dormido perfectamente la noche anterior. Reo estaba seguro de que al albino poco podría importarle los muchos o pocos secretos que guardara para sí.
Seishiro se convirtió rápidamente en una persona especial e importante para él, su tesoro.
—¡Vamos, Reo, dale un trago más! —gritaba Chigiri con alegría y gestos exagerados, apenas logrando mantenerse de pie. —Será divertido.
Reo asintió con una sonrisa tonta antes de tomar la botella y empinarla sobre él, llevando el líquido que quedaba de ella a su organismo.
Estaban todos metidos en la mansión de Reo, tomando alcohol y jugando juntos, aprovechando que a los chicos les dieron tiempo libre fuera de las instalaciones de Blue Lock y que los padres del Mikage que se habían ido de viaje de negocios.
—¿No crees que Reo ya bebió demasiado alcohol? —le murmuró Isagi a Nagi, mirando al de cabellos morados actuando como pirata mientras los demás morían de risa a su alrededor.
La mirada cansada del albino, que no había consumido ni una sola de bebida en toda la noche, se dirigió a su amigo, notando que ahora estaba tirado en el piso, sin dejar de soltar tonterías.
Se encogió de hombros. —Él sabe lo que hace.
El beta de cabellos oscuros lo miró, no muy seguro de lo que el otro tuviera razón, pero no refutó sus palabras.
—¡Nagi, Nagi! ¡Reo se volvió mago! —gritaba Bachira llegando hasta donde ellos platicaban, chocando contra Isagi, quien solo soltó un pequeño quejido.
El alfa no se contuvo de poner los ojos en blanco. —¿Por qué?
—¡Dice que puede oler nuestras feromonas! —exclamó con palabras arrastradas al tiempo que dejaba caer su peso sobre el beta, quien se resignó a cargarlo.
—Eso no es posible, Bachira. —le respondió Isagi con tranquilidad. —Él también es un beta como yo, es imposible que podamos olerlos.
—¡Lo sé! Pe-pero él dijo que yo huelo a manzana... ¡y eso es verdad!
Isagi hizo una mueca. —Probablemente le atinó, no pienses mucho en eso, ambos están muy borrachos. —respondió mirando con preocupación al omega en sus brazos. —Te llevaré a una habitación para que descanses.
—No quiero.
—Bachira...
Nagi se mantuvo en silencio durante toda la conversación, pensativo. ¿Por qué sus compañeros creían que Reo era un beta? Para él, siempre estuvo claro que su mejor amigo era un omega. Si bien, su cuerpo trabajado y su forma de actuar no eran propias de uno, el albino siempre estuvo seguro que esto era así.
Algo raro estaba pasando.
—Nagi, llevaré a Bachira a que descanse en uno de los cuartos de invitados. Te veo mañana para desayunar. ¡Descansa! —Isagi se despidió de él agitando la mano, llevando al medio rubio dormido sobre su espalda.
Fue hasta que la figura de Isagi se perdió entre los pasillos de la mansión que pudo volver en sí mismo. Su mirada grisácea se posó ahora sobre el Mikage, que estaba sirviéndose un vaso de refresco en la encimera de la cocina, apartado de los demás. Es el momento perfecto para aclarar sus dudas.
Se dirigió hacia él y antes de que el vaso hiciera contacto con sus labios, se lo arrebató.
—¡Oye! Eso es muy grosero de tu parte, Nagi. —reprochó el más bajo, dándole un pequeño golpe en el hombro. —Si querías uno, solo tenías que pedírmelo.
Ignorando lo que dijo, la mirada del alfa se paseó lentamente por el cuerpo de Reo, analizándolo, confirmando sus pensamientos anteriores sobre lo poco delicado que era el cuerpo del más bajo, pero eso no era suficiente.
Debían haber más motivos por los que los demás no vieran algo tan evidente.
No le importaba lo que sea que estuvieran haciendo los otros ahora mismo, cuando al albino le entraba una duda, haría lo posible por resolverla.
—Eh... Nagi ¿Puedes dejar de verme así? Es incómodo.
Desde que el albino entró a la cocina notó que había algo diferente con él. La intensidad de su mirada lo incomodaba y las fuertes feromonas que desprendía lo estaban mareando.
A Reo siempre le gustó el fresco olor a menta y chocolate que su amigo desprendía; le hacía recordar a unos dulces en forma de bolita que le gustaban en su infancia, pero el ligero olor que esas golosinas desprendían no era ni siquiera comparable al aroma que desprende el imponente alfa frente a él. Las feromonas contrarias acarician su piel con rudeza e inundan su ser.
Si seguía exponiéndose así, los supresores perderían su efecto antes de tiempo.
—Reo.—la voz ronca del alfa llamó su atención. El gris y el lila de sus iris se conectaron, Nagi mantenía la misma expresión estoica de siempre, pero en sus ojos había algo que el menor no podía descifrar.
—¿Qué pasa, Sei? Me estás asustando. —bromeó el otro, robándole el vaso que momentos antes le había arrebatado, dándole un traguito, intentando calmar su nerviosismo.
—Hay algo que quiero comprobar. —declaró el más alto, dando un paso en su dirección. El Mikage alzó una ceja, dando un paso atrás, procurando mantener su distancia.
—Y... ¿de qué se trata?
La inusual sonrisa que el alfa le regaló, le provocó un cosquilleo que recorrió rápidamente todo el largo de su espalda. Una ligera presión en su pecho le advertía que debía salir de ahí, pero prefirió ignorarla, quedándose a escuchar al otro.
—¿Sabías que los betas son incapaces de percibir aromas? —comenzó sin quitarle la vista de encima, haciéndole saber que él sabía algo. —Solo los alfas y los omegas son capaces de percibir feromonas...
—¿Y para qué necesito esta clase de Biología, Nagi? No creo que eso tenga mucho que ver con tu comprobación. —respondió con seguridad, cruzándose de brazos.
—Claro que lo sabes, Reo. —El menor no tuvo el tiempo suficiente para reaccionar cuando su camiseta fue tomada con fuerza en un puño por el alfa, acercándolo a él, retándolo. —Y por tu bien, tú sabes que yo no soy paciente.
El aire se le escapó de golpe cuando Seishiro se inclinó lo suficiente para olfatear su cuello, en busca de un aroma, de momento, inexistente. Reo cerró los ojos, oliendo inevitablemente las embriagantes feromonas de su amigo.
¿Acaso Nagi era tan consciente como él de todas las sensaciones y reacciones que le estaba provocando? Reo ya no podía culpar a los restos de alcohol por la forma en que su cuerpo reaccionaba ante el alfa.
Él sabía que retener a su omega durante tanto tiempo le iba a cobrar factura en algún momento. Si él hubiera dedicado tiempo de su vida a aprender a controlar sus verdaderos instintos, él no estaría temblando ante ningún alfa, ni ante Seishiro.
Pero por ahora, estaba seguro de que era imposible que Nagi no pudiera notar la tensión que flotaba en el aire entre ambos cuerpos, de una manera casi dolorosa.
—Primero, hay algo que debo confesarte. —comentó con tranquilidad, alejándose sólo un poco. Reo no supo en qué momento su cadera chocó contra la encimera, pero el albino ya tenía sus brazos colocados a sus costados, evitando cualquier ruta de escape.
Estaba jodido.
—¿Y qué es? —murmuró en voz baja, intentando ocultar su nerviosismo. Nagi lo miró con interés, adquiriendo la confianza necesaria para agacharse y rozar sus labios en el cuello del más bajo, quien ahogó un jadeo. —Sei...
—A los alfas puros no se les puede engañar tan fácil, Mikage. —finalizó tomando la barbilla del otro entre sus dedos, obligando a que sus miradas se conectaran. —Abre la boca, omega.
Un chispazo en su interior le hizo obedecer de inmediato. Seishiro había usado la voz para tenerlo como quería, situación que no le disgustó, en lo absoluto. Una emoción que no conocía comenzó a brotar desde la zona central de su cuerpo.
—No tienes por qué ocultarte, Reo. —murmuró el albino con suavidad, aproximándose a él hasta que sus labios se rozaron. —Espero que algún día puedas entenderlo...
Sintiendo un calor que cada vez se volvía más insoportable, el más bajo decidió acortar la esperara y conectó sus labios en un beso. El alfa se sobresaltó por el movimiento, pero con gracia cerró los ojos para corresponder el movimiento.
Los labios de ambos se movían de manera torpe, intentando descubrir todas las nuevas sensaciones y cada parte de la boca del otro. Las manos del Mikage se enredaron entre los cabellos albinos del alfa y Nagi tomó al más pequeño de la cintura con fuerza.
Reo se preguntaba si todo esto surgió de la mente de Nagi como un pensamiento intrusivo, lo suficientemente fuerte como para llevarlo a cabo de golpe, o si él planificó todo lo que sucedió hasta este momento.
Se decantaba más por lo primero.
Ante la falta de aire, el omega separó sus labios lentamente y su mirada se conectó a la de Seishiro. Acunó el pálido rostro de Nagi entre sus manos, repartiendo caricias a sus mejillas, mientras el otro sonreía.
—¿Cómo lo supiste? —preguntó con sincera curiosidad. Nagi lo miró confundido.
—Pensé que todos lo sabían.
Reo lo miró con gracia y soltó una pequeña risa. —Ni siquiera tengo olor, tonto.
—Eso es mentira. —declaró el alfa, pasando sus dedos por la glándula de olor contraria. —Si te acercas lo suficiente, aquí huele a lavanda. Deja de usar inhibidores. Me gusta tu olor.
Reo lo miró enternecido y repartió un par de caricias en su cabello antes de que el sonido de un plato quebrandose contra el piso los sacara de su ensoñación. En el marco de la puerta se encontraban Chigiri y Kunigami mirándolos con sorpresa, y cargando unos platos.
—Hola. —saludó Nagi, como si nada y metió su rostro en el hueco entre la clávicula y el cuello de Reo, aspirando las débiles feromonas que empezaban a brotar del omega.
—Hola, Nagi... —devolvió el saludo con debilidad, dirigiendo mirada hacia Reo en busca de respuestas.
—Hola a ti también Chigiri. —murmuró Reo con el rostro tintado en diferentes tonalidades de rosa. — Podemos hablar de esto mañana. ¿por favor?
Hyoma entrecerró los ojos. —Mañana sin falta, Mikage. —amenazó y sin esperar respuesta, tomó marcha atrás, llevándose a Kunigami con él.
—Reo, tengo hambre. —murmuró Seishiro, asomándose para mirarlo.
El heredero Mikage sonrió, casi se le olvida lo consentido que tiene al gran alfa encima suyo.
—Te daré lo que tu quieras, mi tesoro. —respondió, depositando un último beso sobre su frente.
Notas de la Autora
✧ — Ayyy, de verdad que adoro a mares a estos dos. TuT
Nunca había escrito antes un omegaverse, así que espero que la experiencia de leerme otros me haya funcionado, jaja.
✎...❀ Notes13
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