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— Todos están como locos.
Los zapatos altos del señor Jungkook resonaban contra el fino piso mientras ambos, siendo seguidos por los animados niños, se dirigían hacia la salida del Castillo para ir a la sastrería.
Seungmin asintió a lo que el educador comentó observando a su alrededor mientras sostenía la mano de Soobin, quien sostenía con su mano libre la de Hyuka, quien también sostenía la de Beomgyu y este sostenía a Taehyun. Los cinco en una fila.
— Me parece que será un día ocupado para todos.
— Espero que al menos mañana todos podamos relajarnos en esta gran fiesta — Jungkook echó sus cabellos hacia atrás mientras atravesaban las grandes puertas del Castillo ingresando a las calles de la capital. —. Y la comida... dioses, de verdad estoy esperando ansioso ese banquete.
El Arlequín miró entre sorprendido y divertido al educador, por lo mucho que el hombre parecía pensar en la comida últimamente, siempre lo encontraba con algún postre en mano. Y aún así, estaba sorprendido de que el hombre no engordara.
Que envidia.
— ¿A dónde iremos?
— A la sastrería de Madam Irene, ella hace los mejores trajes en la capital, para varones, mujeres, niños, ancianos...
Asintió a todo lo que el hombre dijo mientras lo seguía en silencio. El mercado empezó a volverse ruidoso, parejas, familias y mujeres por doquier caminaban apuradas con canastas en manos o pequeñas bolsas con dinero. Entrando o parando frente a carretas que vendían telas o vestidos ya hechos.
Seungmin se sorprendió por la cantidad de damas que exclamaban emocionadas por un vestido, y aquella alegría lo contagió. Pensar en que todo el pueblo estaría reunido para una gran fiesta en el castillo, donde conocerán por fin el rostro de su Rey y gozarán de un gran banquete como si la plebe y la realeza no tuvieran diferencias sociales, era simplemente extraordinario y emocionante. La perspectiva se sentía cálida.
— ¿En que tanto piensas?
Miró al señor de Kim con calma, aún con la sonrisa en su rostro. Sonrisa que contagió levemente a Jungkook.
— Todo esto es raro — confesó. Hace mucho no pensaba en su pasado como Arlequín, los reinos que visitó, las cosas que vió. Todo parecía haber quedado encerrado en un rincón de su mente cuando llegó a este lugar. Las personas, el paisaje. El calor. —, pero me gusta. A mi de verdad... como que me encanta el reino de Heeglof.
Jungkook no pareció sorprendido con sus palabras. — Lo sé, parece un sueño — él vio a su alrededor soñador. —, yo también pensé lo mismo unas semanas después de llegar aquí.
Seungmin esta vez cambió su expresión a una sorprendida. — ¿Usted no es de Heeglof?
El educador negó desinteresado mientras volvían a retomar el paso. — Vine aquí por una oportunidad nueva de rehacer mi vida, yo soy de Norta, está muy lejos de aquí, se necesita-
— Viajar en barco para llegar.
Jungkook giró a verlo imitando su expresión. Norta no era un Reino muy conocido, un extenso mar los separaba de esta parte del mundo. Norta se dividía en pequeñas aldeas alrededor de la gran montaña del lobo, Seungmin venía de la Punta del colmillo, donde el Sol tocaba la tierra.
— ¿Conoces Norta?
Asintió lentamente. — Vengo de allá, soy de la Punta.
Jungkook jadeó. — ¡Yo del Manto!
Ambos chillaron eufóricos agarrándose de las manos, empezaron a dar saltitos en círculos como verdaderos niños, mientras los verdaderos los observaban como si les hubiera picado una gran abeja.
Beomgyu se inclinó hacia Taehyun. — ¿Así nos vemos nosotros? — Taehyun negó, queriendo convencer a Gyu y a él mismo que no era verdad.
— ¡No puedo creer que seamos de la misma colina!
— ¡Lo se, es tan emocionante como aterrador!
— ¡No hubiese imaginado que eres de Norta! ¡no pude reconocer tu acento!
— ¡Yo menos!
La encargada de la tienda llegó a ellos para preguntar que necesitaban. Pero ninguno cayó en cuenta de ella por estar inmersos en su burbuja de chillidos agudos.
La mujer se giró a mirar a los niños, pensando si debería invitarlos a sentarse. Deben estar cansados, llevan en la entrada un buen rato.
— ¿Podría mostrarnos los trajes para niños?
La mujer mayor parpadeo para salir de sus pensamientos y enfocó su visión en la fila de niños que la miraba expectante.
Balbuceó un poco. — ¿Di- disculpa?
— Trajes para niños. Venimos por cuatro, ¿puede mostrarnos los modelos? preferencia gris y negro.
— ¡Yo quiero rojo! — exclamó Kai. Soobin asintió en su dirección.
— Y los rojos.
La encargada asintió aturdida y se hizo a un lado para dejar pasar a los niños.
¿Siquiera lo eran? aquel porte y confianza, no... esos eran hombres adultos que no tomaron suficiente leche y no pudieron crecer.
Dejó atrás a los verdaderos adultos.
Jungkook y Seungmin se obligaron a calmarse, respirando lentamente sin dejar de soltarse de las manos antes de buscar con la mirada a los niños.
— Ahí están — vieron a estos mismos sostener pequeños trajecitos parados frente a un espejo que la encargada sostenía. Ambos sonrieron enternecidos. —. Son como pequeños caballeritos.
Suspiraron con amor.
— Ya dime, ¿qué te hizo dejar Norta?
Jungkook hizo un puchero. — La chamana descubrió que era un doncel... en El Manto, los donceles son verdaderamente raros.
— En La Punta ni siquiera creíamos en esos...
— Es mejor así — opinó el educador mientras tomaban asiento en un cómodo sillón guinda. —. Los hombres de mi aldea se volvieron locos... adivinarás los planes que tenían para mi.
— ¿¡Muerte!?
— ¡No! — Jungkook carcajeó frente a la expresión aterrada de Seungmin. Lo tomó de las manos para tranquilizarlo. — Ya nadie siente miedo por estas cosas, en realidad, ellos querían sacar provecho. Según la chamana, el hijo de un doncel es la bendición más grande otorgada por los dioses y blablabla.
Él suspiró pesado mientras Seungmin lo hacía de alivio. En La Punta del Colmillo las personas tendían a asustarse por todo, sea mínimo. Con tal de que sea extraño o desconocido ellos se volvían locos. Por lo que, si hubiese habido un doncel en su aldea de seguro lo hubieran mandado a la hoguera.
Lo único en lo que confiaban en su aldea era en su música.
— Aunque si te soy sincero, en verdad lo creo — el hombre llevó su mirada a Soobin y Taehyun. —, cuando llegué aquí y conocí a Tae no pensé que tendría aquello por lo cual me fuí de mi ciudad. Es decir... me aterraba la idea de dar a luz, yo, un hombre, uno que nunca recibió educación sobre eso en su vida, ¿cómo iba a afrontarlo sin conocimiento?
— ¿Y cómo lo hiciste?
Jungkook negó con una sonrisa. — No lo hice yo, Taehyung lo hizo. Tomó mis miedos y los ocultó de mi, me distrajo de ellos cuidándome como una escama de dragón — Seungmin lo miró extrañado por esa comparación tan extraña. —, no me mires así, eso decía Taehyung — no insistió. —. De todas formas, me trato muy, muuuuuuy delicadamente, en todo lo que duró mi embarazo, aunque hubo muchas complicaciones.
— ¿Cómo cuales?
— De nuevo, el miedo, pero ya no era solo yo. Eran todos en el Castillo. Cuando se enteraron que estaba embarazado buscaron hasta brujas, ¡brujas! aquí en Heeglof no conocen que son los donceles, no existen para ellos, así que yo era un tema delicado — Seungmin se mostró más interesado. —. Aunque... pensé que ellos me echarían, debieron ser las hormonas del embarazo, yo estaba muy sensible. Pero así lo creí, era... un fenómeno, pero ellos en vez de dejarme de lado se preocuparon por mi y buscaron soluciones para el día del parto, que- — Jungkook carcajeó. — te juro fue una completa locura...
— ¿Fue malo?
— En parte, ninguno sabía por donde... ya sabes, iba a salir — asintió comprendiendo. —, así que grite que me abrieran el estómago porque no aguantaba otro segundo de contracciones. Entonces Taehyung se desmayó, Chungha nonna se desmayó y Hyunjin... él ya estaba desmayado desde el segundo uno.
Abrió los ojos sorprendido. — ¿Hyunjin estuvo ahí?
— Si, él no era Rey aún en ese entonces, solo vivía en el Castillo luego de escapar de sus padres.
— Ya veo.
— Pero sí, él estaba conmigo cuando las contracciones empezaron y su cara de pánico fue única en verdad, se desmayó luego de gritar por ayuda. Llegó Tae, el Rey Jaebum y Nana, y me hicieron parir ahí mismo, en la sala del Castillo.
— ¿Y por donde-
— No quieres saber, te lo prometo — Seungmin trató en no adivinar por donde salieron. —. Pero creo que ellos fueron un milagro por el hecho de que nacieron sanos, inteligentes y por supuesto, muy guapos — Seungmin le dió una sonrisa irónica por su presunción. Jungkook le sacó la lengua infantilmente. —. Y — agregó — en cuanto los vi al nacer... — el señor de Kim perdió el enfoque de su mirada. Seungmin pudo notar el recuerdo encerrado en su mirada brillante. — todos esos meses de dolor, sentí que valió totalmente la pena por verlos a ellos junto a mi, poder sentir sus cuerpecitos entre mis brazos.
Los niños aplaudieron con escándalo, por lo que rápidamente giraron su mirada a ellos. Taehyun sostenía un traje color azul marino frente a Beomgyu y este asentía contento dándo su permiso para que se lo probara.
Seungmin no podía extender más su sonrisa. Estaba en su límite. Esos niños eran un sol brillante. Y pensó en sus padres.
Todos ellos con amor de sobra para los niños. Eran afortunados.
— Cuénteme más.
— Se está haciendo tarde.
— Aún no está la cena, Rey Hwang.
Hyunjin vió a Chan con los ojos entrecerrados, juzgándolo.
— Deja de ponerte nervioso.
— No estoy nervioso.
— Estás parado frente a la puerta desde hace media hora.
Su corazón saltó avergonzado. Carraspeó y llevó sus rebeldes cabellos largos hacia atrás. — Me gusta la vista desde aquí.
— Sabes que nada le pasará a Kai.
— Lo sé.
— ¿Entonces por qué estás así?
Por Seungmin.
Sacudió su cabeza para ordenar sus pensamientos. No era momento, aunque por dentro estuviera temiendo.
Aquella vez que salió con Seungmin al mercado y lo dejó esperar por él cerca de la entrada del Reino... creyó que Seungmin huiría, ¿no era eso lo que había querido cuando lo atrapó en el Castillo? ¿libertad? lo había dejado ahí porque quería saber si Seungmin realmente quería dejarlo, después de todo lo que pasaron juntos.
Cuando lo vió caminar hasta el arco pensó que así sería. Que él se iría, que cumplió sus órdenes solo porque era su trabajo como Arlequín.
Por un demonio, él cree que por eso lo mantengo aquí. Para ser mi Arlequín.
Pero últimamente ya no podía verlo así. Últimamente su propósito inicial había cambiado. Al principio, lo mantuvo en el Castillo para que no fuera a Reinos donde sabía que lo maltratarían si no cumplía con su deber de Arlequín, si intentaba escapar cuando diera la medianoche.
Un Arlequín solo es de un solo Rey, y eso todos lo sabían.
Pero ahora... se da cuenta que lo mantiene aquí porque lo quiere a su lado, juntos compartiendo cama, mesa y vida.
Había perdido la cabeza.
Seungmin había ido al mercado solo con el señor Jungkook y los niños. Sin él. ¿Qué tal si aprovechaba y escapaba?
El miedo de que se fuera para seguir con su vida loca aún no lo dejaba. Y no lo haría, hasta que tuviera esa conversación con Seungmin.
— ¡No es justo! ¡opacaran a todos en la fiesta!
Escuchó aliviado las risas de los niños y entre ellas, la de Seungmin.
— No hay necesidad de tanta envidio señor Kim, su traje es espectacular y atraerá más de una mirada.
— Debí escoger el plateado — Jungkook suspiró mientras atravesaba el umbral de la puerta con sus hijos tomando cada una de sus manos. El educador paró su caminata al reconocer la figura del Rey y su general. —. Rey Hwang, ¿qué hace aquí?
— Estaba esperándolos, solo faltan ustedes para la cena.
— ¿¡Ya está lista!? muero de hambre. — Jungkook no esperó una respuesta, caminó confiado en dirección al comedor mientras Soobin y Taehyun le daban las bolsas que compraron al general Bang, quien las aceptó resignado y se dirigió al segundo piso para dejarlas en los aposentos del señor de Kim.
Seungmin sonrió divertido observando a Bang frustrado. Hasta podía adivinar que estaba pensando el caballero.
— ¡Papá! — Hyuka dejó que Hyunjin lo alzara en sus brazos. Seungmin se acercó a ellos sonriente.
Ivette apareció entonces, por el pasillo que daba al comedor. Seungmin chocó su mirada con ella y su expresión cambió naturalmente.
No detuvo su caminar, sin embargo no paró frente a Hyunjin. Avanzó por su lado sin girar a mirarlo.
— Llevaré el traje de Kai a la habitación de los niños — avisó sin voltear, empezando a subir las escaleras. —. Lo veré en el comedor, majestad.
Hyunjin giró la mitad de su cuerpo para verlo alejarse, frunciendo el ceño. Quiso avanzar.
Ivette puso su mano sobre su brazo.
— Aquí está majestad, la cena está lista.
Su mirada giró a Ivette.
Necesitamos esa conversación.
— Está bien, será mejor que vayamos.
Ivette asintió y caminó junto a ella al comedor. El trayecto fue silencio, incluso Kai se había mantenido quieto desde que Ivette los arribó.
— Majestad, escuché que invitó a los aldeanos a la fiesta de mañana.
— Lo hice.
— ¿Puedo preguntar por qué?
— No veo motivo para excluirlos.
Ella asintió luego de darle una larga mirada de reojo. En poco tiempo ya estaban muy cerca del comedor, oyendo el escándalo del interior, las charlas y risas joviales. Hyunjin dejó que Kai se bajara y corriera dentro antes que él.
— ¿No teme de los Reyes que vendrán de otros Reinos?
Frunció el ceño. — ¿Por qué lo tendría?
Ivette avanzó dos pasos más frente a él. — Por que tiene algo que todos ellos buscan.
Ella desapareció dentro del comedor. Dejándolo paralizado en su lugar, con sus palabras rondando en su cabeza como un eco.
Preguntándose a qué se refería.
Hasta que la respuesta pasó por su lado.
Seungmin lo miró de reojo ligeramente divertido por su posición estoica frente a la puerta. — No se quede atrás, majestad. — comentó juguetón antes de entrar por completo al comedor.
Había estado demasiado tiempo metido en Seungmin y él, que había olvidado por completo a Seungmin y los demás Reyes.
Necesitaba esa charla lo más pronto posible.
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