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La poca iluminación en el castillo era alarmante para él, lo hacía sentir ansioso y aterrado, como si en cualquier momento decenas de soldados saldrían de la oscuridad para atraparlo.
Se obligó a mantener la calma y seguir al Rey hasta sus aposentos, y por más que lo pensara no entendía porque el Rey querría que de uno de sus shows en su habitación.
Los Arlequín siempre han servido de espectáculo para el Rey claro, pero como ha sido casi desde hace doscientos años los espectáculos se daban en grandes espacios donde soldados y otro tipo de autoridades como los cenadores o duques también participaban como público.
Esto no era nada como eso.
Este espectáculo era solo para el Rey y eso lo hizo ponerse nervioso cuando no debía ser así.
Ya había echo esto antes, bastantes veces a decir verdad, si la cantidad de público se reduce a uno no importa.
El Rey paró frente a dos grandes puertas, estas se abrieron desde adentro para él por una mucama, ella dió una reverencia y luego se marchó, el azabache le hizo una seña con la cabeza para que ingresara y el lo hizo.
Cuando estuvo en el interior las puertas se cerraron detrás de él y entonces se sintió perdido.
Cuando era niño amaba bailar, él creció en un pueblo en Norta, muy lejos de ahí, era una población pequeña y habían pocas casonas en su hogar, era cálido pero escaso de muchas formas.
Aún así el creía que bailar lo ayudaba a él y a los demás a sentirse más alegres, entonces lo hacía todos los días, en el día al despertar en frente del poso y por la noche en medio de la fogata mientras todos le aplaudían y su padre lo apoyaba con música tocada por esa vieja flauta.
Bailar lo emocionaba.
Ahora lo asustaba, en cuanto el Rey se sentó sobre su cama le ordenó con voz clara.
— Quiero que bailes. — eso estaba bien, podría bailar alguna canción alegre, de esas que se bailan en las festividades de los pueblos. — Pero la música la eligiré yo.
Y eso por supuesto no le dió un buen presentimiento.
El Rey se levantó y caminó hasta él, no tuvo tiempo de retroceder, el más alto había tomado entre sus dedos su mentón y lo había alzado para que pudiera mirarlo o para que el mayor pudiera estudiarlo porque eso parecía hacer mientras acariciaba su mejilla.
Luego se alejó un paso y caminó a un lado de él hasta una pequeña repisa en dónde reposaba un hermoso tocadisco color marrón con partes doradas, al lado del tocadisco había una gran variedad de discos demasiado complejos, Seungmin jamás había visto unos así, ni siquiera los Reyes de los antiguos Castillos tenían aquellos aparatos, se conformaban con una pequeña banda, un violinista o un flautista.
En cuanto la música fue puesta no pudo evitar tensarse, era... tan lenta, suave en ciertas partes casi intensa.
Era algo que no había bailado antes y no sabía exactamente que hacer.
El Rey volvió a su sitio sobre su cama y apoyó sus dos manos detrás de él para sostenerse y mirarlo con una ceja alzada.
— ¿Y bien?
Había escuchado una vez una música parecida, cuando viajó al segundo reino cuando empezó a ser Arlequín, habían tres chicas bailando con tan solo finas y casi transparentes telas cubriendo su cuerpo, ellas coqueteaban con los cenadores y duques mientras bailaban y los hombres tocaban sin miedo sus cuerpos cuando pasaban muy cerca de ellos.
— No creo que usted sepa el labor de un Arlequín majestad. — se atrevió a decir.
El más alto puso en su rostro una sonrisa.
— ¿De verdad? — asintió. — Déjame ver si estoy mal — se levantó de nuevo y cruzó sus brazos sobre su pecho. —, un Arlequín es aquel que sirve a su amo ¿no es así?
— Así es pero-
— Un Arlequín obedece, complace.
Tragó duro.
— Entonces, obedece pequeño Arlequín.
Mordió su labio inferior mientras el Rey no abandonaba su posición y sintiendo sus mejillas colorearse levemente empezó a sonreír, porque si dudaba, si bajaba la cabeza, porque si se mostraba nervioso o asustado el mayor estaría ganando.
Y él jamás fue un buen perdedor.
Sintiéndose valiente empezó a mover sus caderas al ritmo de la canción, de manera lenta y suave mientras sus ojos no abandonaban los del mayor, sus manos recorrieron su cuerpo levemente y su cabeza se inclinó a un lado ligeramente, tratando de provocarlo.
Caminó despacio por el lugar sin dejar su baile y entonces, recordando a una de las chicas que pensó que era un noble acercarse a él para bailarle con sensualidad, dió una pequeña vuelta en su sitio antes de acercarse al Rey y apoyar sus manos en su pecho, su mirada puesta en su blanca camisa se levantó para encontrarse con los oscuros ojos del más alto.
Entonces la música acabo.
— Te ordeno que te quedes — esas palabras lo sorprendieron. —, para siempre.
Y el reloj aún no había marcado las doce.
Retrocedió dos pasos al instante.
— Dijiste que harías lo que te ordenara.
Y no podría repetir su frase de "Solo hasta la media noche" porque aún no era la hora, había dado su orden antes de que el tiempo llegara.
— Te quedarás aquí — habló de nuevo el Rey acercándose un paso que el retrocedió. —, serás mi Arlequín.
No podía quedarse, no podía estar en un solo lugar, así no funcionaba, no para él.
Retrocedió lentamente y agradeció que el Rey no hiciera el amago de avanzar.
— Quiero saber — el Rey se sentó de nuevo sobre su gran cama sin abandonar su vista de él — ¿por qué jamás te quedas en los reinos a los que vas? Sé que todos ellos te proponen grandes riquezas, te llenan de joyas.
Entonces el sabía quién era, lo conocía.
— Todos los reyes te conocen Kim Seungmin — dijo como si hubiese estado leyendo sus pensamientos. —, tanto a los que serviste por una noche como a los que aún no has visitado.
Sonrió arrogante y recobró de nuevo su compostura regresando a su posición relajada y serena.
— ¿Sabes que es un Arlequín? — pregunto pero no esperó respuesta de parte del más alto. — el papel de un Arlequín es servir, no es nada sin un amo... pero yo prefiero tener varios.
Sus manos empujaron la puerta y esta se abrió de golpe dejándolo salir.
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