•○°-Capitulo 22-°○•
[Narrador/a POV]
Victim estaba en su cama, revolcándose entre las sábanas, abrazando su almohada como si fuera el mismo Orange. Su sonrisa no desaparecía, y cada vez que cerraba los ojos, el recuerdo del beso volvía con más fuerza.
—¡¿Amigos con derechos?! —se repetía, riéndose como un tonto mientras daba vueltas una y otra vez—. ¡Vamos, eso es un gran paso!
No podía quedarse quieto. La emoción lo desbordaba, sus piernas se movían solas y terminó saltando en la cama, casi golpeando el techo con la cabeza.
—¡Tengo que contárselo a Freedom! —dijo de repente, con los ojos brillando de emoción—. ¡Y a Hangman!
Por alguna razón —o porque era simplemente Victim—, decidió que usar la puerta era aburrido. Así que, sin pensarlo dos veces, abrió la ventana de su habitación, se trepó al borde y saltó al suelo, aterrizando con un pequeño tambaleo.
—Ja, fácil —susurró, sacudiéndose las manos como si fuera un ninja profesional.
El frío de la noche le dio un ligero escalofrío, pero nada podía quitarle esa sonrisa de la cara. Caminó —o más bien, brincó— hacia la casa de Freedom, silbando una melodía tonta mientras sus pensamientos volvían a Orange.
¿Qué estaría haciendo ahora? ¿Pensando en él? ¿Quizás recordando el beso?
Ese pensamiento hizo que su corazón diera un vuelco, y sin darse cuenta, ya estaba parado frente a la puerta de Freedom.
Tocó dos veces, pero no esperó respuesta. Simplemente abrió la puerta, porque… ¿por qué no?
—¡Freedom! ¡Hangman! —gritó, adentrándose a la casa—. ¡Tienen que escuchar esto!
Freedom estaba en el sofá, con un libro en la mano, mientras Hangman jugaba con una pelota antiestrés. Los dos levantaron la mirada al escuchar el escándalo.
—¿Victim? —preguntó Freedom—. ¿Por qué entraste por tu cuenta?
Hangman sonrió divertido.
—Déjalo, seguro trae un chisme de los buenos.
Victim asintió rápidamente, su emoción apenas contenida.
—¡Chicos, chicos, chicos! —saltó al sofá entre ellos, agitándose como si no pudiera contenerse—. ¡Orange me besó!
El silencio se hizo por un segundo.
Freedom parpadeó.
—…¿Qué?
Hangman dejó caer la pelota antiestrés.
—Espera… ¿qué?
Victim rió, cubriéndose la cara como si fuera una colegiala emocionada.
—¡Lo que oyeron! ¡Orange! ¡El serio, duro y rudo Orange! ¡Me! ¡BESÓ!
Freedom y Hangman se miraron, claramente incrédulos.
—¿Estás seguro de que no fue un error… o una alucinación tuya? —dijo Freedom, arqueando una ceja.
Victim lo fulminó con la mirada.
—¡No fue un error! ¡Fue un beso! Un beso real.
Hangman silbó suavemente.
—Bueno… eso sí que no me lo esperaba.
Freedom cerró su libro, apoyándose en el respaldo del sofá.
—¿Y qué dijo después?
Victim dejó caer su cabeza dramáticamente sobre el hombro de Freedom.
—Que solo somos amigos… pero yo le dije que amigos con derechos… —su sonrisa traviesa volvió—. Y no me rechazó.
Hangman se echó a reír.
—¿Así que ahora tienen un romance de “amigos con derechos”? ¡Vaya, Victim, vas rápido!
Freedom seguía serio, aunque una ligera sonrisa amenazaba con asomarse.
—¿Y tú qué sientes?
Victim se quedó callado por un momento, sus dedos jugueteando con un hilo suelto del sofá.
—No sé… —susurró, aunque la sonrisa seguía ahí—. Solo sé que… cuando me besó, sentí que estaba flotando. Y cuando dijo que éramos solo amigos, no me dolió porque… sé que hay algo más ahí.
Hangman le dio una palmadita en la espalda.
—Parece que estás hasta las nubes, Victim.
Freedom lo miró con un poco más de seriedad.
—Solo asegúrate de no hacerte daño. Orange… todavía está lidiando con su pasado.
El comentario hizo que Victim bajara un poco su emoción, pero solo por un momento.
—Lo sé —susurró—. Pero creo que, poco a poco, lo haré verme como algo más que un simple amigo.
El silencio volvió por un instante, hasta que Hangman sonrió ampliamente.
—¿Entonces qué? ¿Tienes un plan maestro para conquistar a Orange?
Victim rió.
—¡Claro que sí! ¡Y ustedes dos van a ayudarme!
Freedom se llevó una mano a la cara.
—Ay no…
Hangman soltó una carcajada.
—¡Esto va a ser divertido!
Y así, mientras la noche avanzaba, Victim y sus amigos comenzaron a trazar el plan más ridículo —y probablemente desastroso— para ganarse el corazón de Orange. Porque si algo tenía claro Victim, era que no iba a rendirse fácilmente.
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La risa contagiosa de Victim retumbaba en la sala mientras él, Freedom y Hangman seguían ideando planes descabellados para conquistar a Orange. Pero entre cada carcajada y cada ocurrencia, algo empezó a cambiar.
Al principio, Freedom pensó que era un simple truco de la luz, una especie de destello extraño detrás de Victim. Pero cuando miró de nuevo, lo vio con claridad. Justo en su espalda, apenas visibles, unas alas transparentes y delicadas comenzaron a desplegarse lentamente, como si fueran hechas de cristal.
Freedom frunció el ceño, pero no dijo nada. Tal vez solo estaba imaginando cosas… hasta que las alas empezaron a volverse más densas, más reales, transformándose en un blanco puro, esponjosas como las de un ángel.
—¿Victim…? —murmuró Freedom, todavía tratando de procesar lo que estaba viendo.
Pero fue Hangman quien, por supuesto, lo soltó sin filtro.
—¡Tienes alas!
La risa de Victim murió al instante.
—¿Qué? —su voz se quebró mientras se giraba rápidamente, intentando ver su propia espalda—. ¿Qué… de qué estás hablando?
—¡ALAS! —repitió Hangman, señalando frenéticamente—. ¡De las grandes y blancas! ¡En tu espalda!
Victim sintió un escalofrío recorrerle la columna. Lentamente, movió un brazo hacia atrás y… sí, sus dedos rozaron algo suave y voluminoso. Algo que definitivamente no debería estar allí.
—¿Q-qué… qué es esto? —balbuceó, con los ojos abiertos como platos.
Su primer instinto —obviamente— fue intentar quitárselas. Agarró las plumas con ambas manos y tiró con fuerza.
—¡QUÍTENSE!
Un dolor agudo le atravesó la espalda, como si cada fibra de las alas estuviera conectada a su cuerpo.
—¡AGH! —gritó, soltando las plumas de inmediato—. ¡¿Por qué duele?!
Hangman retrocedió un paso, tan sorprendido como Victim.
—Amigo, creo que… creo que son tuyas.
Freedom se levantó del sofá con calma, aunque sus ojos seguían fijos en las alas.
—No las puedes arrancar, Victim… —dijo suavemente—. Porque son parte de ti.
Victim se giró hacia él, respirando agitadamente.
—¿Cómo que parte de mí? —intentó doblar las alas, pero solo logró que se extendieran más, golpeando una lámpara cercana y haciendo que Hangman la atrapara justo a tiempo—. ¡¿Desde cuándo tengo malditas alas?!
Hangman se encogió de hombros.
—No sé, ¿tal vez siempre las tuviste y recién ahora decidieron aparecer?
Freedom caminó lentamente hacia él, manteniendo la voz calmada.
—¿Sentiste algo… raro mientras hablabas de Orange? —preguntó con cuidado.
Victim frunció el ceño, sus mejillas todavía un poco rojas por la conversación anterior.
—¿Qué? ¡No! Yo solo… estaba feliz, eso es todo.
Hangman chasqueó los dedos.
—¡Ajá! Tal vez aparecieron porque estabas demasiado feliz. Como… no sé, una reacción emocional.
Victim lo miró, incrédulo.
—¿Me estás diciendo que estas alas aparecieron porque estaba pensando en Orange y estaba contento como un tonto?
Freedom asintió levemente.
—Es una posibilidad.
El rostro de Victim pasó por todas las etapas: confusión, enojo, negación… y luego, resignación.
—Entonces… —sus alas temblaron un poco, volviendo a encogerse aunque no desaparecieron—. ¿Ahora qué? ¿Se van a quedar así para siempre?
Hangman sonrió divertido.
—Podrías usarlas a tu favor… imagina lo impresionado que quedaría Orange si lo recoges volando.
Victim le lanzó una almohada a la cara.
—¡Cállate!
Freedom suspiró.
—Creo que deberíamos averiguar por qué salieron. Tal vez haya una forma de controlarlas… o esconderlas.
Victim se agarró la cabeza.
—Genial… ahora además de lidiar con mis sentimientos por Orange, ¡tengo que aprender a manejar unas alas mágicas!
Hangman le dio una palmadita en el hombro.
—Amigo, tu vida cada vez se vuelve más rara… y a mí me encanta.
Mientras Victim se desplomaba de nuevo en el sofá, sus alas todavía agitándose suavemente detrás de él, solo pudo pensar en una cosa: ¿Qué demonios va a decir Orange cuando me vea así?
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Hangman seguía riéndose, apoyado contra la pared, mientras Victim intentaba desesperadamente doblar sus alas, sin éxito. Cada vez que las movía, golpeaba algo —una lámpara, un libro, incluso la nariz de Hangman— lo que solo hacía que el otro se riera más fuerte.
—¡Cuidado, Victim! —se burló Hangman, esquivando otra pluma esponjosa—. ¡No me vayas a abofetear con tu poder angelical!
—¡¿Quieres callarte?! —rugió Victim, rojo de frustración, revoloteando las alas sin darse cuenta.
Freedom, sin embargo, no se unió a las risas. Seguía observando las alas, su mirada clavada en cada pluma blanca. No era solo un truco emocional, no era magia nueva… esas alas ya habían estado ahí antes.
Victim tal vez no recordaba del todo. Tal vez, al regresar, su mente decidió bloquear ciertas cosas. Pero Freedom sabía la verdad.
Las alas eran un recordatorio.
Un recordatorio de la última vez que Victim murió.
Un silencio incómodo cayó entre los tres cuando Victim finalmente dejó de forcejear con sus propias alas y notó la expresión seria de Freedom.
—¿Qué…? —sus palabras salieron más suaves ahora—. ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?
Freedom entrecerró los ojos, cruzándose de brazos.
—Esas alas… no son nuevas, Victim.
El rostro de Victim se endureció.
—¿De qué hablas? Nunca he tenido alas.
Freedom suspiró.
—No desde que reviviste.
El estómago de Victim se encogió.
Hangman dejó de reírse al captar el cambio de tono.
—¿Revivir? —repitió, arqueando una ceja—. ¿De qué están hablando?
Victim no respondió. Su mente empezó a dar vueltas, recordando flashes borrosos: dolor… oscuridad… y luego, luz.
—No puede ser… —susurró.
Freedom dio un paso adelante.
—La última vez que moriste, esas alas ya estaban contigo. Pero al volver… simplemente desaparecieron. Como si tu cuerpo las rechazara.
Victim negó con la cabeza.
—Eso no tiene sentido…
Freedom lo miró directo a los ojos.
—Sí lo tiene. Has sido revivido más de una vez, Victim. Tu alma… no es normal.
Hangman parpadeó.
—¿Están diciendo que Victim tiene… ¿alas de muerto?
Victim apretó los dientes.
—No soy un muerto.
Freedom suavizó la voz.
—Pero lo fuiste… y estas alas son una prueba de eso.
El silencio volvió a invadir la sala. Victim sintió un nudo en la garganta. Todo el asunto con Orange, la confusión de sus sentimientos… ahora esto.
¿Por qué ahora? ¿Por qué justo cuando estaba comenzando a sentirse feliz, cuando empezaba a pensar que tal vez —solo tal vez— podía tener algo con Orange… estas alas decidieron aparecer?
Hangman intentó aligerar el ambiente, aunque su voz también temblaba un poco.
—Mira el lado bueno… al menos ahora puedes volar hacia Orange cada vez que te ignore.
Victim no pudo evitar soltar una risa nerviosa.
—Sí… genial… ahora soy un ángel enamorado de un idiota.
Freedom suspiró, pero una pequeña sonrisa tiró de sus labios.
—Un ángel con alas rebeldes.
Las alas, como si respondieran a las palabras de Freedom, se agitaron de nuevo, golpeando a Hangman en la cara.
—¡Oye!
A pesar de todo, Victim rió un poco más fuerte. Tal vez no entendía del todo lo que estaba pasando, pero una cosa era clara… estas alas eran parte de él, y ahora, tendría que aprender a vivir con ellas.
Y con sus sentimientos por Orange.
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Hangman no perdió tiempo y, apenas el ambiente se alivianó, dio una palmada sonora en la espalda de Victim.
—¡Vamos, ángel caído! —exclamó con una sonrisa pícara—. Si tienes alas, tienes que volar. ¡Inténtalo!
Victim casi pierde el equilibrio con el golpe y lo fulminó con la mirada.
—¿Volar? ¡Ni siquiera sé cómo funcionan estas cosas!
—Solo muévelas —se encogió de hombros Hangman—. Así como… no sé, una mariposa gigante.
Freedom, cruzado de brazos y aún con ese aire sereno, negó con la cabeza.
—No —dijo firmemente—. Lo primero que tiene que hacer es aprender a ocultarlas.
Victim miró hacia atrás, viendo cómo las alas blancas se sacudían suavemente, como si tuvieran vida propia.
—¿Y cómo hago eso? ¿Hay un botón secreto o algo así?
Freedom no sonrió.
—Es tu cuerpo, Victim. Estas alas son una extensión de tu alma. Si están aquí ahora es porque tus emociones las llamaron.
Victim sintió un escalofrío.
—¿Mis emociones?
Hangman soltó una risa burlona.
—O sea que besuquearte con Orange te sacó las alas… ¡guau, qué fuerte lo tuyo!
El rostro de Victim se encendió al instante.
—¡Cállate! —le lanzó una almohada que Hangman esquivó entre risas.
Freedom se acercó más a Victim, sus ojos serios.
—Si quieres ocultarlas, tienes que calmarte. Controla lo que sientes, enfócate.
Victim resopló, pero cerró los ojos.
—¿Y si no puedo?
—Puedes —respondió Freedom sin dudar—. Lo has hecho antes, aunque no recuerdes cómo.
El silencio volvió, solo interrumpido por la suave brisa que entraba por la ventana abierta.
Victim trató de concentrarse. Pensó en lo que sentía cuando besó a Orange… el calor, la confusión, la felicidad absurda. Pero también pensó en el miedo… miedo a lo que todo esto significaba, miedo a que Orange lo viera solo como un juego.
Las alas temblaron.
—No funciona —murmuró Victim, frustrado—. No sé cómo apagar esto…
Freedom colocó una mano firme en su hombro.
—Deja de pensar en Orange.
Victim abrió los ojos, sorprendido.
—¿Qué?
Freedom mantuvo su mirada.
—Estas alas salieron porque tus emociones están fuera de control. Deja de pensar en él. Enfócate en ti mismo.
Victim tragó saliva.
Por un momento, cerró los ojos de nuevo. Trató de alejar la imagen de Orange de su mente —sus palabras, sus caricias torpes, su enojo falso— y simplemente pensó en sí mismo. En lo que quería. En lo que sentía sin nadie más a su alrededor.
La respiración de Victim se calmó poco a poco.
Un brillo tenue cubrió las alas, y, sin previo aviso, empezaron a encogerse lentamente, desapareciendo en una nube de luz translúcida.
Hangman parpadeó.
—¿Qué? ¿Ya está? ¿Así de fácil?
Victim miró detrás de sí, ahora con la espalda vacía, sintiéndose extrañamente… ligero.
—No sé qué hice… pero funcionó.
Freedom asintió.
—Lo controlaste. Por ahora.
Hangman le dio otro golpe en el hombro.
—¡Pero seguimos sin probar si vuelas o no!
Victim puso los ojos en blanco.
—Dame un respiro, Hangman.
Freedom medio sonrió.
—Tendrás que aprender ambas cosas… ocultarlas y usarlas.
Victim miró sus manos, todavía sintiendo esa energía extraña recorrer su cuerpo.
No tenía idea de qué significaba todo esto… pero algo estaba claro: las alas eran parte de él ahora.
Igual que sus sentimientos por Orange.
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Hangman rompió el silencio con su voz despreocupada:
—¿Alguien quiere comer unas galletas?
El cambio de tema fue tan brusco que Freedom parpadeó, y Victim… bueno, Victim reaccionó como si le hubieran ofrecido la clave del universo.
—¿Galletas? —sus ojos brillaron, su voz subió una octava y sus pies dieron un pequeño salto involuntario—. ¡Sí, sí quiero galletas!
Fue tanta su emoción que, sin previo aviso, sus alas estallaron detrás de él como un par de látigos blancos.
El golpe fue instantáneo.
Hangman salió disparado hacia atrás, cayendo de espaldas con un sonoro ¡pam!, mientras Freedom tropezó hacia un lado, apenas logrando mantener el equilibrio.
—¡¿Pero qué…?! —gritó Hangman desde el suelo, con una risa incrédula—. ¿Te emocionas por unas galletas y me sacas volando? ¡¿En serio?!
Victim abrió los ojos como platos, girando la cabeza hacia sus alas, que se agitaban felices, como si también quisieran un par de galletas.
—¡No fue mi culpa! —se defendió—. ¡Ellas también quieren galletas!
Freedom se sobó el hombro, visiblemente menos divertido.
—Tu autocontrol dura menos que una galleta frente a ti…
Hangman seguía riendo, sin levantarse del suelo.
—¿Sabes qué? Si esas cosas aparecen cada vez que te emocionas, deberíamos ponerte a dieta. Por seguridad pública.
Victim le sacó la lengua.
—¡Déjame en paz! ¡No es mi culpa que las galletas sean emocionantes!
Freedom suspiró, cruzando los brazos mientras las alas de Victim finalmente parecieron calmarse, volviendo a recogerse un poco.
—Si quieres aprender a controlarlas, tendrás que dominar algo más que tu tristeza o tu miedo… también tu alegría.
Victim bajó la mirada a sus alas, que ahora se movían como si tuvieran vida propia, acariciando el aire suavemente.
—¿Cómo se supone que haga eso? ¿Dejar de emocionarme?
Hangman se levantó del suelo, sacudiéndose la ropa.
—O podrías emocionarte menos por las galletas… solo digo.
Victim bufó.
—No se puede.
Freedom hizo una pausa y luego habló con su tono calmado.
—No tienes que dejar de sentir. Solo aprender a no dejar que tus emociones te controlen.
El comentario cayó pesado sobre Victim, quien se quedó pensando.
Las emociones habían gobernado su vida por tanto tiempo… desde el miedo a morir, hasta la alegría infantil por las cosas simples.
Ahora, esas mismas emociones le daban alas.
Literalmente.
Hangman chasqueó los dedos.
—Bueno, ¿vamos por las galletas o qué?
Victim suspiró, con una pequeña sonrisa aún en los labios.
—Sí… pero si saco las alas otra vez, no me culpen.
Freedom negó suavemente con la cabeza.
—Te culparemos igual.
Y así, los tres salieron de la habitación, uno con alas que aún aprendía a domar, otro con una sonrisa burlona, y el último con la mirada seria, como si supiera que este pequeño incidente con las galletas… era solo el comienzo.
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El sol se colaba tímidamente por las cortinas del cuarto de invitados, pintando las paredes con un tono cálido y perezoso. Victim despertó con un bostezo largo, removiéndose entre las sábanas hasta quedar medio sentado.
Fue entonces cuando las sintió.
Sus alas.
Allí estaban, extendidas y desordenadas, como si durante la noche hubieran luchado contra una tormenta invisible. Las plumas blancas estaban aplastadas, algunas torcidas, y otras apenas colgaban de las puntas. Parecían… maltratadas.
—¿Otra vez ustedes? —murmuró, pasando las manos por ellas con torpeza, intentando alisarlas.
Cada vez que intentaba enderezar una pluma, esta volvía a doblarse, como si las alas se negaran a cooperar.
—¿Por qué no pueden quedarse quietas mientras duermo? —refunfuñó, jalando suavemente una pluma torcida, solo para soltar un quejido cuando el dolor le recorrió la espalda—. ¡Auch! ¡Eso dolió!
El eco de su voz rebotó por la habitación, pero el silencio regresó rápidamente.
Victim suspiró.
No tenía opción. Si quería salir sin parecer un ave atropellada, tendría que acomodarlas.
Con movimientos más delicados, empezó a pasar los dedos por cada pluma, suavizándolas, empujándolas a su lugar, como si estuviera peinando algo vivo.
—Esto es ridículo… —susurró—. No pedí ser una almohada con patas.
Cada pluma respondía a su toque, algunas temblando levemente, como si sus alas tuvieran emociones propias.
Después de un rato —y varios quejidos más— logró que las alas lucieran… decentes. No perfectas, pero al menos no parecía que acababa de pelear con un ventilador gigante.
Justo cuando terminó, alguien golpeó la puerta.
—¿Victim? —la voz de Hangman sonó con su típica burla—. ¿Estás vivo ahí o te ahogaste en tus propias plumas?
Victim rodó los ojos.
—¡Estoy bien!
La puerta se entreabrió y Hangman asomó la cabeza con una sonrisa ladeada.
—¿Seguro? Porque parece que una bandada de pájaros tuvo una pelea ahí dentro.
Victim tomó una almohada y se la lanzó, pero Hangman cerró la puerta justo a tiempo, soltando una carcajada.
Mientras tanto, las alas de Victim solo temblaron levemente tras su espalda.
—Genial… ahora también se burlan de mí.
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Victim se quedó en la cima de las escaleras, mirando los escalones como si fueran su peor enemigo.
Sus alas, aunque ya más ordenadas, seguían agitándose levemente a sus espaldas, como si tuvieran mente propia.
—¿Y si…? —susurró, una sonrisa traviesa curvando sus labios.
La idea era completamente tonta. Pero, ¿por qué no intentarlo?
Extendió las alas con un movimiento firme —o al menos eso intentó— y dio un pequeño salto hacia adelante.
—¡Allá vooooy!
El plan era simple: bajar volando elegantemente, aterrizar como un ángel y sorprender a Hangman y Freedom.
La realidad fue otra.
El primer aleteo fue torpe. Demasiado fuerte. Victim golpeó la lámpara del pasillo, haciendo que esta oscilara peligrosamente.
El segundo aleteo lo hizo perder el equilibrio y en vez de descender con gracia… cayó rodando por las escaleras.
—¡Mierda, mierda, mierda! —gritó mientras rebotaba, sus alas agitándose descontroladas, tumbando cuadros, jarrones, y haciendo volar un cojín que terminó golpeando a Hangman en la cara.
Cuando finalmente llegó al final de las escaleras, Victim yacía boca abajo, las alas cubriéndolo como una manta desordenada.
Hubo un momento de silencio.
Después, una carcajada explotó.
—¡JAJAJAJA! —Hangman estaba doblado de la risa, apenas podía respirar—. ¡¿Qué demonios fue eso?! ¡¿Intentabas ser un ángel o un pollo?!
Victim gruñó, enterrando la cara en el suelo.
—¡Cállate!
Freedom, a diferencia de Hangman, no reía. Se acercó a Victim y le ofreció una mano para levantarse.
—Tienes que aprender a controlarlas —dijo con calma—. No puedes simplemente "bajar volando" sin pensar en cómo mover las alas correctamente. Si las agitas demasiado fuerte, pierdes equilibrio.
Victim suspiró, aceptando la ayuda mientras sus alas temblaban levemente tras él.
—Solo quería… —se interrumpió, sintiéndose algo ridículo—, no sé, verme genial.
Hangman secó una lágrima de risa.
—Hermano, lo único que vi fue un desastre aéreo.
Freedom ignoró el comentario y miró las alas de Victim.
—Empieza por entenderlas. No son solo un adorno… son parte de ti. Si no las tratas como tal, seguirán haciendo lo que quieran.
Victim asintió lentamente, aunque seguía sintiéndose como un completo idiota.
Hangman le dio una palmada en la espalda.
—Aunque debo admitir… eso fue lo más entretenido que he visto en semanas.
Las alas de Victim se crisparon.
—Genial… ahora soy entretenimiento gratuito.
Pero, en el fondo, no pudo evitar reírse un poco también.
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El sol apenas comenzaba a subir cuando Victim salió de la casa de Freedom y Hangman, despidiéndose con un gesto rápido.
—Intenten no reírse demasiado cuando me vaya —gruñó, aunque al final terminó sonriendo un poco.
Las alas —ahora ocultas— se encogieron levemente en su espalda mientras caminaba. Si alguien lo veía con ellas afuera, las preguntas lloverían… y Victim no tenía respuestas.
El camino a casa fue tranquilo, aunque su mente no paraba.
"Tengo que aprender a controlarlas… si no, seguiré pareciendo un pollo volador."
Pero… ¿cómo?
La respuesta le llegó como un rayo: Red y Purple.
Red sabía un montón sobre animales, sobre cómo cuidarlos, cómo funcionan sus cuerpos. Seguro podría explicarle la parte técnica de las alas… cómo se mueven, cómo funcionan los músculos, cómo no estrellarse contra las escaleras.
Y Purple… bueno, él tenía experiencia directa volando con las Elytras. Aunque no fueran alas reales, sabía cómo planear, girar, y caer sin romperse algo.
—Perfectos —murmuró Victim con una sonrisa.
Cuando llegó a casa, se encontró con el grupo arcoíris repartido por la sala, como siempre. Second estaba discutiendo algo con Yellow, Green miraba el teléfono sin mucho interés, y Blue estaba tarareando una canción en voz baja.
Pero sus objetivos eran claros.
Purple estaba en el sofá, jugando con las correas de sus Elytras aunque ni siquiera las tenía puestas. A su lado, Red estaba repasando un libro, probablemente sobre algún tema extraño de biología, porque Victim vio un dibujo de un pájaro a medio abrir.
Respiró hondo y fue directo hacia ellos.
—Tengo un… favor que pedirles.
Purple levantó la mirada de inmediato.
—¿Qué clase de favor? ¿Tiene que ver con Orange? —su sonrisa tenía un toque malicioso.
Victim rodó los ojos.
—¡No! —Suspiró—. Es algo más serio.
Red cerró su libro lentamente.
—¿Más serio que tus coqueteos fallidos con Orange? —añadió, levantando una ceja.
Victim ignoró el comentario.
—Necesito aprender a volar.
El silencio que siguió fue brutal.
Purple pestañeó.
—¿Vol… volar? —parpadeó varias veces, como si no hubiera oído bien—. ¿Cómo, con alas invisibles o algo?
Red inclinó la cabeza, con una mirada afilada.
—¿Por qué querrías volar? —Su voz sonó más seria de lo esperado—. ¿Acaso… tienes alas?
El corazón de Victim dio un salto.
Miró a su alrededor rápidamente, asegurándose de que Second y los demás no estuvieran prestando atención.
—Sí… pero manténganlo entre nosotros, ¿ok?
Sin esperar más, dejó que las alas transparentes, ahora casi fantasmales, se desplegaran detrás de él.
Un leve brillo recorrió las plumas, y aunque eran casi invisibles, su presencia llenó el espacio.
Purple dejó caer las correas de sus Elytras.
—¡¿Qué mierda…?!
Red no dijo nada al principio. Solo observó… analizando.
Finalmente, rompió el silencio.
—Esto… esto explica muchas cosas —murmuró, más para sí mismo que para los demás.
Victim se sintió repentinamente expuesto, pero aguantó la incomodidad.
—¿Entonces? ¿Me ayudan o no?
Purple se sacudió el asombro y recuperó su sonrisa juguetona.
—¿Ayudarte? ¡Por supuesto! Esto va a ser épico.
Red, aún pensativo, asintió con cautela.
—Primero, tenemos que entender cómo funcionan esas alas. No quiero que te lances de otro lugar y termines peor que hoy.
Victim gruñó.
—¿Ya se enteraron?
Purple rio.
—Freedom nos contó. Al parecer, tu primer intento de vuelo fue… trágico.
Victim se cubrió el rostro con las manos, sus alas crispándose levemente detrás de él.
—Dios… esto va a ser un infierno.
Red cerró el libro y se levantó.
—Bienvenido a las clases de vuelo, Victim.
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El aire fresco golpeó el rostro de Victim mientras él, Red y Purple caminaban hacia las colinas a las afueras de la casa. El cielo estaba despejado, y el sol bañaba el paisaje con una luz cálida, perfecta… si no fuera porque Victim estaba a punto de hacer el ridículo.
—Bueno —dijo Purple, estirando los brazos con entusiasmo—, aquí estamos. Nada de escaleras, paredes o amigos que puedan terminar aplastados por tus… "aterrizajes".
Victim le lanzó una mirada fulminante, las alas invisibles temblando ligeramente.
—Aterrizajes controlados —insistió, aunque no sonaba muy convencido.
Red se cruzó de brazos y observó el terreno: las colinas suaves, los espacios abiertos, sin obstáculos… un campo seguro.
—Lo primero —dijo con su tono práctico— es entender cómo se mueven tus alas. No puedes volar si ni siquiera sabes cómo abrirlas correctamente.
Victim asintió, inhalando profundo.
—Está bien… ¿Cómo hago eso?
Purple se rió entre dientes.
—Solo… ¿piénsalo?
Victim lo miró incrédulo.
—¿"Piénsalo"?
Purple levantó las manos.
—¡Así funcionan las Elytras! Es como… una intención, un movimiento mental, y listo, se despliegan.
Red rodó los ojos.
—Esto no son Elytras, Purple. Estas son alas reales. Hay músculos involucrados… Victim, intenta enfocarte en tu espalda. Siente dónde están las alas conectadas… mueve los omóplatos, como si quisieras estirarte.
Victim cerró los ojos, respirando hondo. Visualizó las alas, sintió esa extraña conexión en su espalda… y lentamente, las alas transparentes empezaron a desplegarse.
El viento rozó cada pluma, y aunque parecían etéreas, la sensación era tan real que le provocó escalofríos.
—¡Ahí están! —exclamó Purple—. ¡Sí sabías cómo hacerlo!
Victim sonrió, sintiendo un pequeño orgullo… hasta que las alas, aún descoordinadas, hicieron un movimiento brusco y golpearon a Purple, empujándolo hacia el suelo.
—¡¿Otra vez?! —se quejó Purple, sentado en el pasto.
Red suspiró.
—Bueno, ya sabemos que puedes abrirlas. Ahora hay que trabajar en el control.
Victim hizo una mueca.
—¿Y cómo hago eso?
Red dio un paso atrás, observando cada detalle.
—Intenta moverlas despacio. Piensa en ellas como brazos adicionales. Prueba abrirlas y cerrarlas lentamente.
Victim lo intentó. Las alas respondieron, pero cada movimiento era torpe: un ala se movía más rápido que la otra, haciendo que Victim perdiera el equilibrio.
Purple se rió.
—Pareces un pájaro bebé aprendiendo a volar.
Victim le lanzó una mirada asesina.
—¿Quieres que te golpee con ellas otra vez?
Purple levantó las manos, sonriendo de oreja a oreja.
Después de unos minutos, Victim empezó a captar la sensación: las alas eran una extensión de él, y poco a poco, logró abrirlas y cerrarlas con más precisión.
Red asintió, satisfecho.
—Bien. Ahora… prueba levantarte del suelo.
El corazón de Victim dio un vuelco.
—¿Qué?
Purple dio una palmada.
—¡Sí! ¡Vamos, Victim, hora de volar!
Victim miró el cielo y luego el suelo.
—Esto va a doler…
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Victim se armó de valor y decidió intentarlo. Respiró hondo, pensó en el movimiento de sus alas, y con una leve presión en sus omóplatos, intentó elevarse.
Al principio, las alas se movieron de manera torpe, como si estuviera a punto de caer de nuevo. Red observaba con atención, listo para intervenir si algo salía mal, pero no fue necesario.
Las alas de Victim, lentamente, comenzaron a darle el impulso que necesitaba. Se levantó unos centímetros del suelo, un sentimiento extraño y emocionante recorriendo su cuerpo. Podía sentir el aire moviéndose debajo de sus alas, como si cada fibra de su ser estuviera en sincronía con ellas.
—¡Lo logramos! —gritó Purple desde el suelo, mirando con asombro.
Victim no pudo evitar sonreír. La sensación de estar flotando, aunque solo fuera unos metros por encima del suelo, era increíble. No lo había logrado a la perfección, pero estaba avanzando.
—¡Está funcionando! —dijo Victim, sorprendido, aunque con algo de nervios. Intentó mover las alas con más control, intentando no caer, pero el equilibrio no era fácil. Sus alas temblaban, moviéndose con rapidez y causando que subiera y bajara como una pluma al viento.
Red vio cómo Victim comenzaba a perder el control y se acercó rápidamente para sujetarlo por los hombros.
—¡Cuidado! —advirtió, y Victim, asustado, intentó estabilizarse, sintiendo que sus alas reaccionaban a sus emociones, como si respondieran a su pánico.
Purple se levantó y dio algunos pasos hacia él.
—Vamos, Victim, ¡no te rindas ahora! ¡Concéntrate!
Con una respiración profunda, Victim cerró los ojos por un segundo, tratando de tranquilizarse. Pensó en lo que Red le había dicho, imaginándose sus alas como un par de brazos que podía mover con calma. Poco a poco, sus alas se calmaron, y al dejar de moverse tan rápidamente, comenzó a estabilizarse en el aire.
—¡Eso es! —gritó Purple mientras aplaudía, mirando a Red con emoción.
Red sonrió, viendo que el esfuerzo de Victim estaba dando frutos.
—Lo estás haciendo bien. Ahora, intenta ir hacia adelante, sin dejar de controlar el ritmo. Piensa en el movimiento como si nadaras en el aire.
Victim, con más confianza, intentó mover las alas hacia adelante. Se deslizó unos metros, aún un poco torpemente, pero con la sensación de que estaba dominando el arte de volar.
Purple saltó emocionado, caminando hacia él.
—¡Mira eso! ¡Estás volando, Victim!
Victim no podía dejar de sonreír mientras planeaba un poco más alto. El viento acariciaba su rostro, y aunque no era perfecto, se sentía más libre que nunca.
Red observó en silencio, satisfecho con los progresos de su amigo.
—Ahora, ya sabes cómo volar. Lo único que queda es practicar el control total, pero no está mal para un principiante.
Victim miró sus alas, admirándolas por un momento.
—Nunca imaginé que tendría esto… —dijo, casi en voz baja, como si hablara consigo mismo.
Purple se acercó a él con una sonrisa burlona.
—¿Vas a volar hasta la luna ahora, o te quedas con nosotros?
Victim rió, balanceándose un poco en el aire, aún flotando.
—No soy un pájaro, pero… esto es increíble. —Su tono se suavizó, mirando a sus amigos—. Gracias por ayudarme.
Red le dio una palmada en el hombro.
—Nada de eso, Victim. Es lo que hacen los amigos.
Con una sonrisa, Victim se lanzó a volar un poco más alto, disfrutando de la sensación de libertad, sabiendo que aún quedaba mucho por aprender. Pero por primera vez en mucho tiempo, se sintió en control de algo… y eso le daba una paz que nunca había experimentado antes.
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El viento comenzó a soplar con fuerza, elevando a Victim más alto de lo que había planeado. A pesar de su creciente habilidad para volar, no estaba completamente preparado para las ráfagas repentinas. Un viento fuerte lo desestabilizó por completo, y antes de que pudiera reaccionar, sus alas lo empujaron hacia un árbol cercano.
El impacto fue brutal. El sonido de su cuerpo chocando contra la corteza resonó en el aire, y Victim cayó al suelo, inconsciente.
Purple y Red se quedaron en shock por un momento. El aire estaba cargado de tensión, pero fue Purple quien reaccionó primero, corriendo hacia él.
—¡Victim! —gritó, agachándose a su lado, sacudiéndolo con suavidad. No hubo respuesta. El corazón de Purple latió con fuerza mientras trataba de revivir la escena, su mente presa del pánico.
Red miró alrededor, pálido. Su instinto de protección lo impulsó a actuar rápidamente.
—Voy a llamar a Orange, y a Blue. Ellos sabrán qué hacer —dijo, sacando rápidamente su teléfono.
En un abrir y cerrar de ojos, Red había llamado a Orange y al grupo que se encontraba cerca. Blue, conocido por su destreza en la medicina, también fue avisado. Sabían que no podían perder tiempo.
—¡Orange, ven rápido! Victim está herido, se golpeó con un árbol! —le dijo Red en un tono urgente.
La respuesta de Orange fue rápida. En pocos minutos, llegó corriendo con Blue a su lado, quien llevaba una mochila con algunos de los elementos básicos de primeros auxilios. Orange se agachó junto a Victim, su rostro tenso, preocupado.
Orange se inclinó para verificar la respiración de Victim. Aliviado de ver que estaba respirando, pero aún inconsciente, se centró en mantener la calma mientras Blue comenzaba a examinar la herida.
—No tiene fracturas, pero se golpeó la cabeza bastante fuerte —dijo Blue con seriedad. —Voy a curar esto rápido, no quiero que se le haga algo más grave.
Orange asintió, pero no pudo evitar sentir un nudo en el estómago. Había visto a Victim volar con una alegría que nunca antes había mostrado, y verlo ahora tendido en el suelo, inconsciente, le removió algo en el pecho. No quería imaginar qué habría pasado si hubiera llegado más tarde.
Purple se quedó de pie a un lado, mirando con preocupación mientras Blue trataba a Victim. En su mente, una serie de pensamientos daban vueltas. Victim siempre había sido alguien con quien se podía contar, pero a veces parecía actuar sin pensar, y eso lo había metido en problemas.
Blue finalmente terminó de vendar la cabeza de Victim, que comenzaba a dar señales de despertar lentamente. Orange se quedó cerca, asegurándose de que estuviera bien.
Victim abrió los ojos lentamente, su vista aún nublada por el golpe. Miró a su alrededor, confundido por un momento, antes de fijar la mirada en Orange y los demás.
—¿Qué… qué pasó? —dijo en un susurro, tocándose la cabeza donde sentía el dolor.
Orange suspiró aliviado al ver que estaba consciente.
—Te caíste, imbécil —le respondió con una sonrisa aliviada, pero un poco molesto por la imprudencia de Victim.
Purple se acercó rápidamente, aliviado de que Victim estuviera despierto.
—Estás bien, ¿verdad? —le preguntó, con un tono que combinaba preocupación y un leve enojo.
Victim sonrió débilmente, aunque todavía algo aturdido. No pudo evitar hacer una broma para aliviar el ambiente tenso.
—¿Acaso fue un aterrizaje de emergencia? —dijo, mirando el suelo donde había caído.
Orange no pudo evitar reír a pesar de sí mismo.
—Podrías decir que sí —respondió, con una sonrisa irónica—. Solo que esta vez, no fue tan perfecto como esperabas.
Blue levantó la mirada, sin dejar de asegurarse de que Victim estuviera bien.
—Nada de vuelos por ahora, ¿entendido? —le dijo, más serio de lo que normalmente era. Sabía que si no controlaba la situación, Victim podría salir volando de nuevo antes de estar completamente recuperado.
Victim asintió, ahora consciente de lo que había hecho.
—Sí, lo prometo... Solo estaba tan emocionado. No volveré a intentarlo hasta que aprenda más, lo juro.
Red se acercó a él, con una mirada tranquila.
—Lo importante es que estés bien, Victim. Puedes aprender a volar, pero solo cuando estés completamente listo. No hay prisa.
Victim asintió de nuevo, agradecido por el apoyo de sus amigos. La sensación de tener alas, y la emoción de volar, lo había sobrepasado, pero también sabía que, al final del día, lo más importante era su seguridad y la de los que le importaban.
Orange miró a Victim con una expresión más suave, dejando de lado su habitual actitud dura. Se inclinó un poco hacia él.
—Promete que no vas a hacer una estupidez como esa otra vez —le dijo, en tono bajo, con una mezcla de cariño y preocupación.
Victim le sonrió, sintiendo algo extraño en el pecho, como si el peso de su caída fuera más ligero gracias a las palabras de Orange.
—Te lo prometo —dijo, con una sonrisa sincera.
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Orange miró a Victim con una expresión suave, aunque sus ojos aún reflejaban la preocupación que no podía disimular. Sabía que, después de lo que había sucedido, Victim necesitaba descansar, pero también había algo más, algo que Orange no podía ignorar: su necesidad de cuidarlo, de asegurarse de que estuviera a salvo.
—Voy a llevarte a la cama, ¿estás bien con eso? —le preguntó Orange, extendiendo sus brazos con suavidad.
Victim lo miró, algo confundido por el gesto, pero la calidez en los ojos de Orange lo tranquilizó. Asintió lentamente, sin oponer resistencia, sintiendo un extraño cosquilleo en el estómago al ver lo protectores que se habían vuelto sus amigos, especialmente Orange.
—Sí… estoy bien —respondió Victim, tratando de ponerse de pie, pero aún sintiéndose algo mareado. No era el mejor momento para insistir en hacer las cosas por su cuenta, así que dejó que Orange lo levantara con facilidad.
Orange, con un ligero suspiro, lo sostuvo con firmeza y cuidado, asegurándose de que Victim no se sintiera incómodo en sus brazos. Era extraño para él estar en esta posición, pero lo hizo sin dudar. Sabía que Victim había pasado por muchas cosas, y su salud era lo más importante ahora.
—Vamos a llevarte a descansar —dijo Orange, con una voz tranquila. Mientras lo sostenía, echó un vistazo a las alas de Victim, que seguían extendidas. No era el mejor momento para que todos las vieran, especialmente con todo lo que había sucedido.
—¿Puedes… ocultarlas? —le pidió Orange, con tono suave, pero con algo de preocupación en su voz—. No quiero que te lastimen de nuevo, y sería más seguro si las mantienes bajo control por ahora.
Victim miró sus alas, que aún se sentían extrañas y pesadas. Había estado tan emocionado de volar que se olvidó de cómo controlarlas adecuadamente. Por un momento, pensó que sería imposible ocultarlas, pero al escuchar las palabras de Orange, comprendió que no podía arriesgarse a hacer más daño.
Cerró los ojos, concentrándose. Se esforzó por deshacer el impulso de sus alas de expandirse, buscando la calma en su mente. Sus alas empezaron a encogerse lentamente, hasta que se convirtieron en algo pequeño, casi imperceptible, ocultándose bajo su ropa.
—Lo logré… —dijo, abriendo los ojos, satisfecho de haberlo hecho.
Orange asintió con una pequeña sonrisa, notando cómo las alas ya no eran visibles, lo que permitió que ambos se sintieran más tranquilos.
—Bien hecho. Ahora solo necesitamos que descanses un poco —respondió Orange, sintiendo que, al menos por ahora, Victim estaría a salvo.
Mientras Orange caminaba hacia la habitación con Victim en sus brazos, no pudo evitar pensar en lo vulnerable que se había vuelto el chico en sus manos, y, sin embargo, se sintió bien al ser quien podía protegerlo.
Al llegar a la cama, Orange cuidadosamente lo acomodó sobre las sábanas. Victim se dejó caer en la cama con un suspiro de alivio, y Orange lo miró, asegurándose de que estuviera cómodo.
—Descansa, ¿de acuerdo? —le dijo Orange suavemente. —Te estaré vigilando.
Victim asintió con una sonrisa débil, agradecido por el apoyo y la preocupación de Orange. A pesar de todo lo que había sucedido, sentía una extraña calidez en su pecho, como si finalmente estuviera comenzando a encontrar un lugar seguro para sí mismo.
—Gracias, Orange —murmuró, ya con los ojos cerrándose lentamente.
Orange lo miró por un momento más, sintiendo que algo en su interior lo mantenía junto a él. Sabía que Victim tenía un largo camino por recorrer, pero en ese instante, se sentó junto a él y permaneció allí, asegurándose de que estuviera bien, sin importar lo que viniera después.
—Descansa, amigo —dijo Orange, acariciando ligeramente su cabello antes de levantarse de la cama, dispuesto a darle el espacio que necesitaba.
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[Continuará...♡]
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