•○°-Capitulo 16-°○•

[Narrador/a POV]

La tarde transcurría con tranquilidad en la casa. El sonido de la televisión llenaba la sala mientras todos estaban acomodados viendo una película. Las luces estaban apagadas, las cortinas corridas y el ambiente era perfecto para relajarse.

Second estaba acostado en el sofá con una manta, todavía medio adormilado; Purple y Yellow compartían un pequeño sillón, ambos intentando no invadir el espacio del otro. Red estaba tirado en el suelo, su cabeza apoyada sobre un cojín mientras comía palomitas sin control.

Victim, como siempre, estaba inquieto. Se sentaba, luego se levantaba, luego se tiraba boca abajo sobre otro sillón, hasta que Green lo regañó:

—¡Victim, deja de moverte! Vas a marearnos más que la película.

—No puedo quedarme quieto —refunfuñó Victim, dejando caer su cabeza dramáticamente sobre los cojines—. ¡Esto es aburrido!

—La película apenas lleva veinte minutos —respondió Orange desde una esquina, donde estaba recostado con los brazos cruzados y una expresión seria.

—¿Y qué? Ya sé cómo termina —bufó Victim.

—Entonces no hables y déjanos disfrutarla —le replicó Purple, lanzándole una mirada fulminante.

Blue, que estaba sentado cerca con una manta encima y un tazón de palomitas en su regazo, suspiró con paciencia:

—¿Por qué no intentamos calmarnos? La idea era relajarnos, no hacer ruido como si esto fuera una feria.

—No te quejes, al menos Victim no ha empezado a saltar sobre los muebles —añadió Green con una sonrisa burlona, mirando de reojo a Victim.

—¡No me des ideas! —dijo Victim, enderezándose de golpe, pero antes de que pudiera moverse, Second, aún medio dormido, murmuró desde su posición:

—Déjenlo… si Victim empieza a saltar, lo lanzamos por la ventana…

—¿Qué dijiste? —le preguntó Yellow con incredulidad, mirándolo.

—Nada... estoy soñando —respondió Second con un bostezo, abrazando su manta.

Las risas bajitas inundaron el lugar. La película continuó, aunque más de uno ya ni siquiera prestaba atención a la trama. Red empezó a imitar las escenas de acción desde el suelo, Victim terminó lanzándole un cojín en la cara, y Purple intentó calmarlos, aunque se unió en cuanto vio que era inútil.

Orange los observaba en silencio, con una mezcla de resignación y cierta tranquilidad. A pesar del ruido, estos momentos caóticos se sentían… familiares.

—No los cambien nunca —murmuró Blue, sonriendo para sí mientras el resto seguía haciendo de las suyas.

—No hay riesgo de eso —respondió Green, apoyando la cabeza sobre el respaldo del sillón—. Somos insoportables por naturaleza.

Y aunque nadie lo diría en voz alta, todos disfrutaban de la tarde, felices de estar juntos, incluso si relajarse significaba hacer el doble de ruido.

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Victim se levantó de golpe, dejando escapar un suspiro exagerado mientras se estiraba.

—Necesito café —anunció con voz dramática, ignorando por completo la película.

—¿A dónde vas? —preguntó Blue, alzando una ceja desde el sofá.

—A la cocina. Si me quedo aquí un segundo más, me voy a quedar dormido —respondió Victim mientras salía de la sala.

—¡Es una película de acción! ¿Cómo vas a dormirte? —se quejó Purple, pero Victim ya no lo escuchaba.

Red, que estaba tirado en el suelo mirando el techo, sonrió con picardía y se levantó de un salto.

—¡Yo voy contigo! —exclamó, siguiéndolo sin esperar respuesta.

Victim apenas lo miró cuando Red entró a la cocina detrás de él. Se dirigió directo a la cafetera, sacando una taza del estante con movimientos casi automáticos.

—¿Café a esta hora? ¿Quieres que te dé un infarto? —bromeó Red, apoyándose en la mesa y observando a Victim con curiosidad.

—Prefiero el café al caos de allá afuera —respondió Victim, encendiendo la cafetera y recargándose contra la encimera mientras esperaba.

Red se cruzó de brazos y sonrió de lado.

—Vamos, admítelo, extrañarías el ruido si todos nos quedáramos callados por un día.

Victim lo miró de reojo y gruñó:

—Tal vez… pero no lo voy a decir en voz alta.

Red soltó una carcajada y se dejó caer en una de las sillas de la cocina, inclinándose hacia atrás con las manos detrás de la cabeza.

—Eres un caso, Victim. Sabes que te encanta todo esto, ¿no? El drama, el ruido, la locura de todos.

—No te emociones —respondió Victim, sirviéndose el café—. Apenas los soporto.

—¡Ja! Claro, y por eso no te vas a ningún lado —dijo Red con una sonrisa triunfante.

Victim tomó un sorbo de café y lo miró con una expresión neutral, pero el pequeño brillo en sus ojos lo delató.

—Tal vez no me voy porque no quiero que la casa se venga abajo sin mí.

—Ah, sí, claro, eres el pegamento que mantiene todo unido —respondió Red en tono burlón, levantándose para buscar algo en la despensa—. ¿Tienes galletas por aquí?

Victim negó con la cabeza, aunque una sonrisa apenas perceptible se formó en su rostro mientras observaba a Red rebuscar como si estuviera en su propia casa.

—Eres peor que un niño —dijo Victim finalmente.

—Y tú eres un gruñón adorable —respondió Red, guiñándole un ojo.

Victim rodó los ojos, pero en lugar de replicar, volvió a tomar otro sorbo de café. Aunque no lo admitiera, Red tenía razón: en el fondo, el caos de sus amigos era exactamente lo que necesitaba.

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La tranquilidad de la sala no duró mucho. Green, aburrido y buscando algo de entretenimiento, tomó un puñado de palomitas del enorme tazón que descansaba sobre su regazo. Miró a Blue, que estaba concentrado en la película con una expresión seria, y sonrió con picardía.

Sin decir palabra, lanzó una palomita directo a la cabeza de Blue. La pequeña explosión del maíz golpeó su cabello, pero Blue no reaccionó, demasiado absorto en la pantalla.

Green soltó una risita y lanzó otra, esta vez impactando en la oreja de Blue.

—¿Qué estás haciendo? —murmuró Yellow, sin apartar la mirada de la película.

—Nada —respondió Green en un susurro divertido, preparándose con otra palomita.

Esta vez, Blue giró lentamente la cabeza, frunciendo el ceño.

—¿Tienes algún problema, Green? —preguntó con voz calmada, pero con una mirada afilada.

—No, nada, solo te estoy… alimentando —respondió Green con una sonrisa inocente, lanzando otra palomita con precisión.

—¡Green! —exclamó Blue, atrapando la palomita al vuelo y lanzándosela de regreso.

—¡Ey! —protestó Green entre risas, esquivando la represalia.

—¿Pueden parar? ¡Alguien intenta ver la película! —gruñó Purple, que empezaba a molestarse.

—¡Solo estoy mejorando su dieta! —bromeó Green, lanzando dos palomitas más en rápida sucesión.

Blue se levantó de golpe, sosteniendo el tazón de palomitas con firmeza.

—Esto es guerra —anunció con seriedad.

Antes de que Green pudiera reaccionar, Blue le lanzó un puñado completo de palomitas, desatando una pequeña lluvia de maíz que cayó sobre Green y parte del sofá.

—¡Oye! —gritó Green, sacudiéndose el cabello—. ¡No era necesario!

—Lo iniciaste tú —respondió Blue, sentándose de nuevo con una sonrisa satisfecha.

Purple y Yellow miraron la escena con expresiones de exasperación.

—Son como niños —murmuró Yellow, masajeándose las sienes.

—Lo peor es que no se cansan nunca —añadió Purple, sacudiendo la cabeza.

Mientras tanto, Green seguía sacudiéndose las palomitas del cabello, mirando a Blue con ojos entrecerrados, planeando su próxima jugada.

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En la cocina, el ruido de la cafetera llenaba el silencio mientras Victim observaba el vapor subir, su mente completamente perdida en sus pensamientos. Sus manos sostenían la taza con fuerza, y sin darse cuenta, un pequeño destello de energía recorrió su cuerpo. Un leve brillo apareció detrás de él y, lentamente, unas diminutas alas transparentes emergieron de su espalda. Eran delicadas y casi etéreas, pero la luz de la tarde que entraba por la ventana las hacía visibles, como el reflejo de un cristal.

Victim seguía ajeno a lo sucedido, concentrado en el café que preparaba, su mirada fija y algo cansada.

Orange entró en la cocina con la intención de llenar el tazón de palomitas. Al principio, no prestó atención, caminando directo hacia la encimera, pero al levantar la vista y ver a Victim de espaldas, se quedó quieto. Sus ojos se abrieron levemente al notar las pequeñas alas, brillando de forma sutil.

—…¿Victim? —preguntó Orange con calma, aunque su voz contenía una ligera sorpresa.

Victim no respondió al instante, demasiado sumergido en sus pensamientos. Fue hasta que la cafetera hizo un ruido más fuerte que salió de su trance y volteó ligeramente hacia Orange, con una expresión neutra.

—¿Dijiste algo? —preguntó Victim, sirviéndose el café y sin notar aún lo que sucedía en su espalda.

Orange lo observó con atención, sus ojos evaluando las alas que seguían visibles. Durante unos segundos, no dijo nada, como si intentara asegurarse de que lo que veía era real.

—No… nada —respondió al final, volviendo a su tono distante mientras tomaba el tazón vacío y lo llenaba de palomitas.

Victim frunció el ceño ligeramente, extrañado por la pausa de Orange, pero no insistió. Se limitó a remover el café con la cuchara, suspirando con suavidad.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Victim, buscando conversación para romper el silencio.

—Palomitas —respondió Orange simplemente, su mirada todavía desviándose fugazmente hacia las diminutas alas antes de regresar al tazón.

Victim asintió, llevándose la taza de café a los labios sin notar que, conforme se calmaba, las alas empezaron a desvanecerse lentamente, como si nunca hubieran estado allí.

Orange, sin decir más, tomó el tazón lleno y se dirigió a la salida. Justo antes de cruzar la puerta, echó un último vistazo a Victim, quien volvía a perderse en sus pensamientos.

“¿Qué demonios fue eso…?” pensó Orange para sí mismo, frunciendo ligeramente el ceño antes de regresar a la sala, como si nada hubiera ocurrido.

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Al día siguiente, el sol apenas iluminaba la ciudad cuando Victim salió de casa, con una expresión neutral, pero con el peso de algo invisible en su mirada. A diferencia de otros días, no se tomó el tiempo para charlar con nadie antes de salir. Simplemente se puso su chaqueta, tomó su bolso y se fue a trabajar.

Horas más tarde, en su lugar de trabajo, Victim se encontró con sus amigos de siempre: Pixel, Hunter, Sign y Smith. La rutina era la misma, saludos rápidos y bromas ligeras, pero algo en Victim se sentía… diferente.

—¡Mira quién llegó! —exclamó Pixel con entusiasmo, levantando la mano para saludar.

—Llegas tarde, Victim —bromeó Hunter, aunque su tono era amigable—. ¿Te quedaste dormido soñando con algún “alguien especial”?

Victim sonrió de forma automática, pero no contestó, simplemente dejó su bolso sobre una mesa y se sentó. Smith, que estaba más callado que el resto, le echó una mirada rápida, notando esa desconexión sutil en Victim.

—¿Estás bien? —preguntó Sign, inclinándose un poco hacia él—. Te ves… no sé, como si hubieras peleado con tus pensamientos toda la noche.

Victim dejó escapar un suspiro y apoyó los codos sobre la mesa, entrelazando las manos frente a su rostro.

—No estoy cansado físicamente, si es lo que creen —murmuró al fin, con un tono apagado—. Pero sí… siento que mi cabeza no se detiene.

Smith desvió la mirada al escuchar eso, como si las palabras de Victim le recordaran algo. Se mantuvo callado, observando de reojo cómo Victim se frotaba la sien, intentando relajarse.

—Oye, si necesitas aire fresco o distraerte, dilo —comentó Pixel, intentando animarlo con una sonrisa—. Podemos salir después del trabajo, hacer algo para despejar tu mente.

Hunter asintió enérgico. —¡Sí! Podríamos ir por algo de comer o hacer alguna tontería juntos. Ya sabes, como en los viejos tiempos.

Victim forzó una pequeña sonrisa, agradecido por el apoyo de sus amigos.

—Se los agradezco, en serio —respondió, dejando caer las manos sobre la mesa—. Pero no quiero arrastrarlos a mi mal humor.

—¿Y quién dice que nos importa tu mal humor? —bromeó Sign, dándole un pequeño golpe amistoso en el brazo—. No sería la primera vez que cargamos con tu “drama existencial”, amigo.

Los demás rieron suavemente, logrando que Victim se relajara un poco. Sin embargo, en ese breve momento de alivio, Smith no pudo evitar observarlo en silencio, su mirada más seria que la de los demás. Había algo en Victim que reconocía, pero no estaba seguro de qué decir.

—¿Seguirás pensando tanto hasta que explotes? —preguntó Smith finalmente, con un tono más bajo que los demás.

Victim levantó la vista y lo miró fijamente por un segundo. Sus ojos reflejaban algo que Smith comprendió al instante, aunque no dijeron más.

—Tal vez —respondió Victim con un suspiro, dejando caer el peso de su cabeza sobre el respaldo de la silla.

El grupo permaneció unos segundos en silencio antes de que Pixel rompiera la tensión con un comentario irrelevante, logrando que todos se rieran de nuevo. Victim los miró con una sonrisa cansada, agradeciendo, aunque sea por un momento, que su presencia ayudara a distraerlo del peso que llevaba encima.

Smith, por su parte, continuó observándolo, con la sensación de que aquella batalla interna de Victim no iba a resolverse tan pronto.

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Victim estaba en su oficina, sentado en su silla giratoria, el sonido del reloj en la pared era lo único que rompía el silencio. Frente a él, su escritorio estaba lleno de papeles desordenados y una taza de café frío, pero su atención estaba fija en una foto vieja colgada en la pared. Era una imagen que había evitado mirar durante mucho tiempo, pero ahora, sus ojos no podían apartarse.

Era Mitsi.

Su mejor amiga, su confidente... su antigua amada.

En la foto, Mitsi sonreía como siempre lo hacía: con esa calidez y dulzura que iluminaba cualquier lugar. Victim sintió cómo su pecho se apretaba, una mezcla de nostalgia y vacío que lo envolvía como una sombra. Llevaba años sin escuchar su voz, sin recibir uno de esos consejos perfectos que siempre parecían tener la respuesta a todo.

—¿Dónde estás cuando más te necesito? —murmuró para sí mismo, su voz quebrada por la tristeza.

Mitsi había sido la única persona capaz de verlo por completo, de entenderlo incluso cuando él no podía entenderse a sí mismo. Ella lo había sostenido en sus momentos más oscuros, y ahora, sin su presencia, parecía que el mundo se sentía más pesado.

Victim pasó una mano por su rostro, intentando ahogar el nudo en su garganta. Había intentado llenar ese vacío con Smith, creyendo por un momento que él era la persona indicada. Smith lo había amado, sí, pero cuando Victim murió y regresó como alguien "diferente", todo se desmoronó. No era culpa de Smith, Victim lo sabía. No podía forzar a alguien a aceptar lo que él mismo aún no comprendía de sí.

—Smith no era el indicado... —susurró, apoyando la cabeza contra el respaldo de la silla.

Lo había intentado, con todas sus fuerzas, pero su corazón aún recordaba a Mitsi. Sus palabras, su risa, su apoyo incondicional. Nadie más había sido capaz de llenar ese espacio que ella dejó. Y quizás, nadie lo haría.

Victim cerró los ojos, dejando que los recuerdos lo inundaran, como un viejo álbum de fotos que se desempolva con dolor y cariño a la vez. Necesitaba su apoyo, necesitaba a Mitsi... aunque fuese solo un instante, aunque fuese solo un eco lejano de su voz.

El silencio lo envolvió por completo otra vez, solo roto por el ligero zumbido de la lámpara de su oficina. Victim seguía mirando aquella foto, como si esperara que, de alguna forma, Mitsi pudiera responderle desde el otro lado.

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Victim cerró los ojos, permitiéndose hundirse en los recuerdos. La voz de Mitsi regresó a su mente como un eco suave, cálido, envolvente... como si nunca se hubiera ido realmente.

—Siempre te preocupas demasiado, Victim. La vida no se detiene porque las cosas no salgan como esperabas.

Recordó ese día en particular. Estaban sentados en la azotea de un edificio viejo, contemplando el atardecer. Mitsi tenía una expresión tranquila mientras el viento le despeinaba ligeramente el cabello. Victim, por otro lado, estaba agitado, preocupado por el futuro, por cosas que aún no habían ocurrido.

—¿Y si todo sale mal, Mitsi? ¿Y si pierdo lo poco que tengo?

Ella había soltado una risa breve, dulce, antes de mirarlo a los ojos.

—Y si todo sale bien, ¿qué? No puedes vivir atrapado en el “y si”. Debes moverte, Victim, incluso si duele. No te quedes estancado.

La firmeza en sus palabras lo había sacudido en su momento. Mitsi siempre tenía la habilidad de decir lo que necesitaba escuchar, aunque a veces doliera. Era directa, pero sus palabras estaban siempre llenas de amor y honestidad.

Victim abrió los ojos y volvió a mirar la foto en la pared.

—Siempre supiste qué decir, ¿verdad? —murmuró con una sonrisa débil.

Otro recuerdo lo golpeó con fuerza. Mitsi sujetándole las manos, mirándolo con seriedad en un momento donde Victim sentía que todo su mundo se caía.

—No importa lo que cambie en ti o a tu alrededor, Victim. Lo importante es que sigas siendo fiel a quien eres ahora. A veces, crecer significa dejar ir cosas que amamos... pero eso no quiere decir que pierdas tu valor. Tienes que seguir adelante.

Victim sintió un peso en su pecho. Aquellas palabras tenían un significado más profundo ahora. Mitsi siempre creyó en él, incluso cuando él no lo hacía.

—Eres más fuerte de lo que crees, Victim. Y no estás solo.

“Pero lo estoy, Mitsi”, pensó Victim, apoyando su codo en el escritorio y cubriéndose el rostro con una mano. Se sentía más agotado que nunca. Había cambiado tanto desde entonces, y aunque intentaba convencerse de que lo hacía bien, la soledad seguía acechándolo.

—¿Qué harías tú, Mitsi? —preguntó al aire, su voz apenas audible.

Y aunque la habitación permaneció en silencio, el recuerdo de su amiga parecía susurrarle una respuesta en su corazón.

—Seguir adelante, por supuesto.

Victim exhaló lentamente, dejando caer su mano.

—Tienes razón —dijo con un susurro.

Por mucho que doliera, Mitsi no lo querría atrapado en esos pensamientos. Ella siempre lo empujaba hacia adelante, hacia algo mejor. Victim se enderezó en su silla, tomando una bocanada de aire como si con ello pudiera sacarse el peso que sentía encima.

La foto en la pared parecía sonreírle, y aunque no fue suficiente para calmar su tristeza, sí le dio una pequeña chispa de fuerza.

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Victim volvió a perderse en sus pensamientos mientras seguía mirando aquella foto. Su mente lo llevó a uno de los momentos más difíciles de su vida: el día que perdió a Mitsi. El dolor era fresco, como si apenas hubiera ocurrido.

Había estado destrozado, un desastre completo. Apenas podía levantarse de la cama, ni siquiera encontraba fuerzas para hablar con alguien. Mitsi no solo había sido su mejor amiga, había sido su roca, su brújula cuando todo parecía caótico. Y sin ella, se sintió completamente a la deriva.

Ese fue el momento en el que Smith apareció, como un ancla que lo sujetó antes de hundirse por completo.

—Victim, tienes que levantarte... —recordó la voz suave pero firme de Smith.

Lo veía claramente: estaba en su apartamento, las cortinas cerradas, todo sumido en penumbra. Victim estaba en el sofá, hundido bajo una manta, con los ojos hinchados de tanto llorar.

—Déjame, Smith —había susurrado, sin energía para más.

Smith no se había rendido. Se sentó en el suelo frente a él y lo miró con paciencia, esa calma tan característica en él.

—Sé que duele. Pero ella no querría verte así.

Victim negó con la cabeza, sus ojos empañados otra vez.

—No lo entiendes... Mitsi era todo para mí. Siempre me decía lo que necesitaba escuchar. Me hacía sentir... bien conmigo mismo. ¿Cómo se supone que continúe sin ella?

Hubo un silencio, solo roto por el sonido lejano de la ciudad al otro lado de las ventanas. Smith se inclinó ligeramente hacia él, apoyando su mano sobre la de Victim.

—No tienes que hacerlo solo. Estoy aquí. Y no voy a irme.

Esa promesa, tan simple y poderosa, había sido como una cuerda arrojada a alguien que se estaba ahogando. Recordaba cómo Smith lo había ayudado poco a poco a levantarse de ese pozo. Al principio, solo pequeñas cosas: abrir las ventanas, hacerle compañía aunque no hablaran, incluso forzarlo a salir a caminar aunque Victim odiara cada segundo.

—Un paso a la vez, Victim. No hay prisa.

Con el tiempo, Victim había comenzado a sanar, aunque nunca por completo. Smith estuvo a su lado durante las noches en las que las pesadillas lo despertaban, cuando las lágrimas volvían sin aviso. Lo sostuvo cuando él mismo no podía sostenerse.

“Smith fue mi refugio en aquel entonces”, pensó Victim, con una mezcla de gratitud y tristeza.

Pero ahora... ahora todo era diferente. La persona en la que Victim se había convertido después de revivir no era la misma que Smith había amado y apoyado. Ese pensamiento le hizo apretar los labios, sintiendo un nudo formarse en su garganta.

—Tal vez los dos necesitamos tiempo —murmuró, casi como si estuviera hablándole a Smith en ese momento.

El eco de esos días seguía presente, recordándole que, aunque las cosas habían cambiado, el amor y apoyo que Smith le dio en su momento fue real. Y quizás, algún día, ambos encontrarían la forma de entenderse de nuevo.

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Los pensamientos de Victim se vieron interrumpidos por el sonido suave de unos nudillos golpeando la puerta de su oficina. Sin esperar respuesta, Smith entró con la misma calma de siempre, llevando una taza de café humeante en la mano, justo como solía hacerlo.

—Sigues perdiéndote en el pasado, ¿verdad? —dijo Smith con un tono suave, pero con esa claridad que siempre lo caracterizaba.

Victim levantó la mirada, ligeramente sorprendido. No había notado cuánto tiempo llevaba sumido en sus pensamientos. Sus ojos pasaron de la foto en la pared a Smith, quien se acercó con pasos tranquilos y dejó la taza sobre el escritorio.

—Te traje café. —Smith esbozó una pequeña sonrisa, de esas que solía darle cuando quería animarlo sin decir nada más.

Victim intentó devolverle el gesto, pero solo logró una mueca cansada. Tomó la taza entre sus manos, sintiendo el calor del líquido filtrarse por la cerámica.

—Gracias —murmuró, evitando mirar directamente a Smith.

Hubo un breve silencio mientras Smith lo observaba, como si intentara descifrar qué pensamientos lo atormentaban esta vez. Al final, soltó un pequeño suspiro y se apoyó en el borde del escritorio, cruzándose de brazos.

—¿Otra vez Mitsi?

Victim cerró los ojos un instante, como si el nombre de su amiga lo atravesara con fuerza.

—No puedo evitarlo —respondió con voz baja—. Últimamente... siento que estoy fallando, como si no estuviera haciendo lo suficiente. Si ella estuviera aquí, sabría qué decirme.

Smith lo miró fijamente, con esa expresión mezcla de comprensión y paciencia que solía tener con él.

—Victim, Mitsi te guio en el pasado porque eso era lo que necesitabas entonces. Pero ahora... —hizo una breve pausa, buscando las palabras adecuadas— tienes que confiar en ti mismo. Ella creyó en ti, y lo sigue haciendo donde sea que esté.

Victim apretó la taza entre sus manos y dejó escapar un suspiro largo, intentando procesar lo que Smith le decía.

—Lo sé, pero... no es tan fácil. —Su voz sonó más vulnerable de lo que quería admitir.

Smith sonrió apenas y se inclinó un poco, posando una mano en el hombro de Victim.

—Nadie dijo que lo fuera. Pero no estás solo.

Victim lo miró por un momento, notando la sinceridad en sus palabras, pero también sintiendo esa distancia invisible que había crecido entre ellos desde hacía tiempo. Por más que Smith intentara ser el mismo apoyo de siempre, Victim no podía ignorar que algo había cambiado.

—Gracias, Smith —respondió al fin, con un tono más suave.

Smith asintió y se enderezó, echando una última mirada a la foto en la pared antes de dirigirse hacia la puerta.

—Tómate tu tiempo. Pero no te quedes atrapado ahí para siempre.

Victim lo vio salir, y el sonido de la puerta cerrándose dejó la oficina en silencio nuevamente. Miró su taza de café, recordando cómo Smith siempre había estado para él, incluso ahora que las cosas eran distintas.

—¿Cómo se supone que siga adelante? —susurró para sí mismo, mirando nuevamente la foto de Mitsi, como si ella pudiera responderle.

Tomó un sorbo del café y se permitió un momento para respirar, aunque en el fondo sabía que las palabras de Smith tenían razón: no podía quedarse atrapado en el pasado para siempre.

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Victim se levantó lentamente de su escritorio, sintiendo el peso de sus pensamientos. Se acercó a la ventana, apoyando las manos sobre el marco, mirando hacia el horizonte, donde la ciudad se extendía ante él, llena de ruido y movimiento, como una marea que nunca se detenía.

Su reflejo en el cristal le devolvía una imagen de alguien que parecía atrapado entre dos mundos. Aquel chico que había sido antes, antes de morir y renacer de una manera que ni él mismo comprendía completamente. ¿Había cambiado tanto? ¿Era la misma persona que antes?

La pregunta flotaba en su mente, como una nube pesada que no lograba disiparse: ¿Siempre seré la víctima?

Recordó las veces en que, durante su vida anterior, se sintió desbordado por las circunstancias, por los traumas, por las pérdidas. Era el tipo de persona que, sin quererlo, terminaba en medio de los conflictos, arrastrado por situaciones que no podía controlar. Aquella sensación de ser el blanco de todo lo malo que sucedía a su alrededor, siempre el que sufría las consecuencias. Y luego, tras su resurrección, parecía que las cosas no habían cambiado mucho.

Siempre reaccionando. Siempre siendo arrastrado.

Pero... ¿podía seguir así? ¿Realmente quería seguir siendo la víctima, la que se quedaba en las sombras de los demás, la que siempre esperaba una mano amiga, un salvador?

Se preguntaba si algún día, si al menos por una vez, sería capaz de ser algo más. Algo distinto.

Quizás, con el tiempo, aprendería a no ser solo la víctima de sus propios miedos, de sus propios errores. Quizás podía encontrar una manera de dejar de ser siempre el que sufre, el que se queda atrás.

La ciudad seguía su curso, sin darse cuenta de lo que pasaba en el interior de la oficina. Y Victim, mirando por la ventana, sintió una pequeña chispa de esperanza, como si algo dentro de él pudiera cambiar. Tal vez no siempre tendría que ser el que sufre. Tal vez aún tenía tiempo para redescubrirse.

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Orange caminaba con las manos en los bolsillos, los pasos lentos y la mirada perdida en el camino pavimentado del parque. El viento soplaba suavemente, moviendo las hojas de los árboles y trayendo consigo ecos distantes de risas infantiles, como si el tiempo aún conservara los recuerdos de su hijo corriendo entre esos mismos senderos.

Se detuvo unos segundos frente a un área donde los juegos infantiles estaban vacíos, el sonido de una cadena oxidada columpiándose sola era lo único que rompía el silencio. Un nudo se formó en su garganta, pero lo tragó rápidamente. No podía permitirse caer en esos recuerdos otra vez. Tenía que seguir adelante... siempre adelante. Tenía a Purple ahora, y eso lo mantenía firme, aunque en el fondo sentía que aún le faltaba algo, un espacio vacío que no podía llenar.

Sacudió la cabeza, despejando sus pensamientos. Necesitaba algo que lo distrajera. Continuó caminando hasta llegar a un pequeño puesto de corn dogs al final del sendero, donde el inconfundible olor a comida recién frita lo sacó por completo de sus cavilaciones.

—¡Orange! ¡Mira quién ha decidido aparecer! —gritó Rust, su voz amigable y ronca sobresaliendo del ruido del parque.

Rust era un viejo conocido, un hombre de actitud despreocupada que siempre tenía una sonrisa y un comentario listo para hacer reír a cualquiera. Llevaba su delantal grasiento como si fuera una medalla de honor, y los corn dogs que preparaba eran famosos en todo el barrio.

Orange levantó una mano a modo de saludo mientras se acercaba al puesto.

—Sigues haciendo que todo huela como para engordar cinco kilos con solo olerlo —murmuró Orange con una pequeña sonrisa, su voz calmada.

—Es la magia, amigo mío —rió Rust mientras volteaba uno de los corn dogs en la freidora—. ¿Lo de siempre?

—Lo de siempre —asintió Orange.

Rust empezó a preparar el corn dog mientras lo miraba de reojo.

—No te ves tan... ¿cómo decirlo? entero hoy. ¿Todo bien?

Orange apoyó los codos en el mostrador, mirando a la freidora sin realmente verla.

—Lo de siempre, Rust. Pero... —hizo una pausa, como si las palabras se atascaran— a veces pienso que debería sentirme más. No lo sé, a veces falta algo.

Rust levantó una ceja mientras entregaba el corn dog envuelto en una servilleta.

—Déjame adivinar... ¿un amor?

Orange dejó escapar una leve risa sarcástica, tomando el corn dog.

—Ya sabes cómo soy con eso.

—Sí, sí —respondió Rust mientras limpiaba el mostrador—. Siempre frío, siempre distante, pero no me engañas, amigo. La vida sigue, pero tú también mereces algo más.

Orange no respondió de inmediato. Solo miró hacia el horizonte, al parque que seguía lleno de vida. Se llevó el corn dog a la boca, el sabor cálido y crujiente ayudándole a distraerse. Rust tenía razón, pero admitirlo en voz alta era otra cosa.

—Supongo que ya veremos, Rust —murmuró finalmente, casi para sí mismo.

Rust sonrió, como si entendiera algo que Orange aún no podía ver.

—Ya veremos —repitió Rust con un guiño, regresando a su cocina improvisada.

Orange volvió a caminar lentamente por el parque, el corn dog en mano, y aunque no lo diría, las palabras de su amigo seguían dando vueltas en su cabeza. Tal vez... solo tal vez, había un pequeño espacio en su vida para algo más.

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Orange avanzaba con paso tranquilo, buscando un lugar donde sentarse y terminar su corn dog. El parque parecía el sitio perfecto para desconectar, al menos por un rato. Sin embargo, su mirada se detuvo cuando vio a Purple sentado en una banca… acompañado de Second.

Su hijo estaba conversando animadamente, sonriendo como pocas veces lo hacía. Mientras tanto, Second, aunque intentaba mantener la compostura, se notaba inquieto y algo nervioso, como si estar allí le pusiera en constante alerta.

Los ojos de Orange se afilaron levemente.

—¿Y este par qué hacen juntos? —murmuró para sí mismo, sintiendo ese instinto de padre sobreprotector despertarse.

Sin pensarlo mucho, comenzó a caminar hacia ellos. El sonido de sus pasos firmes hizo que Second levantara la mirada, y en el instante en que vio a Orange acercarse, el pobre chico palideció. Tragó saliva y, como si quisiera volverse invisible, se encogió ligeramente en su asiento, apretando las manos sobre sus rodillas.

—Papá... —dijo Purple al notar la presencia de Orange, con un tono entre confundido y resignado.

—¿Qué están haciendo? —preguntó Orange, su voz seria pero tranquila, aunque no por eso menos intimidante.

Second intentó esbozar una sonrisa nerviosa, sin demasiado éxito.

—Na-nada... solo charlábamos —respondió Second rápidamente, intentando no mirar a Orange directamente.

—¿"Nada"? —repitió Orange, arqueando una ceja y mirando de reojo a Second, quien parecía encogerse aún más—. ¿Estás molestando a mi hijo?

—¡No, no, no! —se apresuró a negar Second, levantando las manos en señal de inocencia—. ¡Para nada! Solo... solo hablábamos del clima y... y de cosas normales.

Purple suspiró, mirando a su padre con una mezcla de paciencia y exasperación.

—Papá, en serio, Second no está haciendo nada malo.

Orange cruzó los brazos, sin apartar la mirada de Second. El pobre chico ya parecía estar deseando que el suelo lo tragara.

—Mmm... —fue todo lo que dijo Orange, pero su presencia bastaba para hacer que Second se sintiera diminuto.

Second lanzó una mirada de auxilio a Purple, quien solo negó con la cabeza con una ligera sonrisa divertida.

—Papá, ¿podrías dejar de intimidarlo? —pidió Purple finalmente, rodando los ojos—. Te estás pasando.

Orange desvió la mirada hacia su hijo, relajando ligeramente los hombros. No era que desconfiara realmente de Second, pero ser sobreprotector era un hábito difícil de romper.

—Está bien, está bien —dijo finalmente, aunque no sin antes dirigirle una última mirada evaluadora a Second—. Pero más te vale portarte bien.

Second asintió tan rápido que parecía un resorte.

—¡Por supuesto, señor! Clarísimo. Totalmente bien portado.

Orange soltó un resoplido leve antes de girarse y alejarse para sentarse en otra banca, no sin antes asegurarse de que podía seguir viendo a ambos desde lejos.

Second, por su parte, dejó escapar el aire que había estado conteniendo y se dejó caer de espaldas en el banco.

—Creo que casi me da un infarto —murmuró, llevándose una mano al pecho.

Purple rió suavemente, mirándolo con diversión.

—Te acostumbrarás... tal vez.

—Lo dudo —respondió Second, mirando de reojo hacia donde estaba Orange, quien seguía comiendo su corn dog mientras vigilaba de lejos—. Tu papá es aterrador.

—Solo un poco —respondió Purple con una sonrisa burlona—. Pero solo porque le importo.

Second suspiró, todavía algo nervioso, pero sonrió ligeramente. Al menos todo había terminado... por ahora.

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Desde su banca, Orange masticaba lentamente su corn dog, sin apartar la mirada de Purple y Second. Aunque intentaba mantenerse sereno, un torbellino de pensamientos comenzaba a enredarse en su mente.

"Second… ¿familia?"
La idea le resultaba incómoda al principio. No porque tuviera algo en contra del chico —más allá de sus nervios y su apariencia de querer huir cada vez que lo veía—, sino porque pensarlo como alguien que podría estar tan cerca de Purple lo hacía cuestionarse muchas cosas. ¿Y si Second fallaba? ¿Y si hacía que Purple se alejara de él?

Orange suspiró profundamente, el sonido casi escapándose sin darse cuenta. Miró hacia el cielo por un momento, intentando despejar su mente, pero el peso de la realidad era difícil de ignorar. Purple era lo único que le quedaba, y cualquier cambio, por pequeño que fuera, le generaba inquietud. No podía arriesgarse a perderlo.

—Tal vez estoy pensando demasiado —murmuró en voz baja, apoyándose contra el respaldo de la banca.

Por más que quisiera evitarlo, un pensamiento volvió a aparecer: si Second llegaba a ser parte de la vida de Purple, ¿eso lo convertiría en parte de su propia familia? La palabra “familia” llevaba consigo un peso enorme, algo que Orange no quería manejar todavía. Aún no, al menos.

Con una última mirada hacia los dos chicos, Orange desvió los ojos hacia el suelo y dejó escapar otro suspiro pesado. Tal vez lo mejor era no pensar en eso por ahora, dejar que todo siguiera su curso sin intervenir demasiado.

"Mientras Purple esté feliz… eso es lo que importa", pensó, aunque la sensación de incomodidad persistía.

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Orange apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Victim apareció de la nada, jadeando y con una expresión de pánico grabada en el rostro. Antes de que pudiera preguntar qué sucedía, Victim le tiró del brazo y casi se escondió detrás de él.

—¡Escóndeme, por favor! —rogó Victim, entre respiraciones agitadas—. ¡Te lo explico luego, pero hazlo!

—¿Qué…? —Orange lo miró, claramente confundido, pero no tuvo tiempo para preguntas.

Suspirando profundamente y con resignación, se quitó su abrigo oscuro y se lo echó encima a Victim, cubriéndole casi por completo. Acto seguido, le rodeó los hombros con un brazo, tratando de disimular la extraña escena.

Justo en ese momento, Pixel apareció corriendo con el rostro rojo de furia y gritando con su aguda voz:

—¡VICTIM! ¡¿DÓNDE ESTÁS, MALDITO INÚTIL?! ¡SAL AHORA MISMO!

Orange, con una expresión estoica y neutral, miró a Pixel que frenó en seco frente a él. Pixel lo examinó, con los ojos entrecerrados, intentando ver más allá del abrigo.

—¿No viste a Victim pasar por aquí? —preguntó Pixel, todavía agitado.

—No he visto a nadie más que palomas y a ti corriendo como loco —respondió Orange con calma, encogiéndose de hombros—. ¿Por qué? ¿Qué hizo esta vez?

—¡Eso no importa! —gruñó Pixel, dándose la vuelta bruscamente—. ¡Pero cuando lo encuentre, me va a escuchar!

Mientras Pixel seguía su camino, gritando el nombre de Victim cada vez más lejos, Orange bajó la mirada hacia el bulto cubierto por su abrigo y suspiró con exasperación.

—¿Qué hiciste ahora? —preguntó, quitándole lentamente el abrigo.

Victim asomó la cabeza con una sonrisa nerviosa y los cabellos despeinados.

—Nada… importante… —respondió, tratando de sonar convincente—. Solo... tal vez… toqué un archivo que no debía… y Pixel perdió un proyecto de semanas.

—¿"Nada importante"? —repitió Orange, cruzándose de brazos con una ceja arqueada—. ¿Te parece poco?

Victim sonrió incómodamente, pasando una mano por su nuca.

A unos metros de distancia, Purple y Second observaban toda la escena. Purple con curiosidad y Second, claramente incómodo, encogido como si esperara que Orange lo atrapara a él también.

—¿Por qué Orange lo abraza así? —preguntó Purple, entrecerrando los ojos.

Second tragó saliva nervioso y murmuró:

—No lo sé, pero no quiero estar cerca si Pixel vuelve.

Purple cruzó los brazos, todavía observando, y negó con la cabeza.

—Ese Victim no cambia nunca…

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Orange se sentó de nuevo en la banca del parque, claramente agotado por la escena, mientras Victim permanecía de pie frente a él, mirando a todos lados para asegurarse de que Pixel no regresara.

—Siéntate de una vez —dijo Orange con su tono seco, señalando el espacio libre a su lado.

Victim obedeció y se dejó caer junto a él, soltando un suspiro de alivio. Por un momento, ninguno dijo nada. Orange simplemente observaba el cielo y Victim tamborileaba los dedos en sus rodillas, como si estuviera buscando las palabras correctas.

—Gracias, por cierto —murmuró Victim finalmente, girándose un poco hacia Orange—. Te debo una.

—No lo digas, no quiero imaginar lo que me costará luego —respondió Orange sin mirarlo, aunque en su tono había un leve matiz de sarcasmo.

—¡Vamos! —protestó Victim, fingiendo estar ofendido—. No siempre hago desastres…

Orange lo miró de reojo, con una ceja arqueada.

—¿En serio? Porque cada vez que apareces corriendo, alguien está buscando tu cabeza.

—Bueno… —Victim se encogió de hombros con una sonrisa nerviosa—. Tal vez soy… algo problemático. Pero te divierto, ¿no?

Orange bufó y negó con la cabeza.

—No estoy seguro de que "divertido" sea la palabra correcta.

Se quedaron en silencio un momento más. Victim, por primera vez en ese rato, parecía algo más serio. Miró sus manos, frotándolas lentamente, y habló en voz baja:

—A veces pienso que todo lo que hago sale mal. Que soy una molestia para todos… —murmuró, sin levantar la mirada—. No me tomo nada en serio, y bueno… termino como hoy, escondiéndome de mi propio amigo.

Orange giró lentamente la cabeza para mirarlo. Aunque sus palabras eran duras, había algo en su voz que sonaba inusualmente cálido:

—Si de verdad pensaras que todo lo arruinas, harías algo al respecto. No eres tan inútil como crees, Victim. Solo eres... —hizo una pausa breve, buscando las palabras—. Caótico. Pero en el fondo, sigues siendo alguien importante para quienes te rodean.

Victim lo miró sorprendido, con los ojos muy abiertos.

—¿Eso fue un cumplido? —preguntó, sonriendo levemente.

—No te emociones —respondió Orange, mirando hacia el frente con seriedad—. Solo estoy diciendo lo que veo.

Victim dejó escapar una pequeña risa y le dio un leve codazo en el brazo.

—Gracias, Orange… En serio.

Orange no dijo nada más, pero el ambiente entre los dos se sintió un poco menos tenso. A lo lejos, el grito de Pixel volvió a sonar:

—¡¡VICTIM!! ¡TE VOY A ENCONTRAR!

Victim palideció y se levantó de golpe.

—¡Lo dejo todo en tus manos, hermano! —dijo Victim mientras salía corriendo en la dirección contraria.

Orange cerró los ojos con frustración y murmuró:

—¿Por qué sigo aguantando esto?

Sin embargo, a pesar de sus palabras, una pequeña y casi imperceptible sonrisa apareció en su rostro.

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Victim corría con una rapidez que apenas parecía haber tenido antes, mirando constantemente hacia atrás para asegurarse de que Pixel no lo alcanzara. La furia de Pixel era más que evidente, y la voz del enano resonaba a lo lejos mientras lo perseguía.

—¡Vas a pagar por esto, Victim! ¡¡Vas a pagar por arruinar todo el trabajo que hice!!

Victim miró a su alrededor, desesperado, buscando una salida. Estaba agotado, pero no se atrevía a detenerse. Sabía que Pixel estaba furioso, y esa ira solo aumentaba mientras más se alejaba. Orange, sin embargo, estaba cerca, viendo la escena desde la esquina de un edificio cercano.

Victim casi tropezó cuando se dio cuenta de que Pixel estaba a solo unos metros de él. En ese momento, Orange dio un paso adelante, interponiéndose entre los dos.

—¡Pixel! —dijo Orange, con firmeza, mientras extendía su brazo hacia él, deteniéndolo—. Basta ya.

Pixel frenó en seco, respirando con dificultad. Sus ojos seguían ardiendo de furia, pero se detuvo al ver que Orange estaba dispuesto a impedir que lo alcanzara.

—¡Este tipo me ha arruinado todo, Orange! ¡Todo lo que he estado trabajando durante semanas! —gritó Pixel, señalando a Victim, que estaba de pie, agachado y respirando pesadamente, mirando a Orange con una mezcla de desesperación y culpabilidad.

—¿Qué pasó? —preguntó Orange, sin apartar la vista de Pixel.

Victim levantó la mano tímidamente, sabiendo lo que venía.

—Toqué un archivo… que no debía —dijo, casi en un susurro—. Fue un accidente. No sabía que borraría todo el trabajo de Pixel. No quería causarle problemas.

Pixel lo miró como si estuviera a punto de explotar, pero, al ver la sinceridad en los ojos de Victim, la furia de repente comenzó a calmarse.

—¡Esto es más que un accidente, Victim! ¡Perdí todo lo que había avanzado! ¡Un proyecto que…! —Pixel se detuvo y respiró hondo, tomando un par de pasos atrás.

Orange observó en silencio por unos segundos, luego se giró hacia Victim, que parecía avergonzado por la situación. Sabía que Victim no tenía malas intenciones, pero había cometido un error grave.

—¿Puedes solucionarlo? —preguntó Orange, mirando a Pixel—. ¿Tienes una copia de seguridad o algo por el estilo?

Pixel frunció el ceño, pero después de un momento de reflexión, asintió lentamente.

—Tal vez… Si consigo acceso a la última copia de seguridad que hice… Puedo restaurarlo. Pero esto no significa que se me haya pasado el enojo.

Victim bajó la cabeza, avergonzado.

—Lo siento mucho… de verdad no quería hacerte pasar por esto. —murmuró, con la voz baja.

Orange miró a Pixel y luego a Victim. El ambiente estaba tenso, pero había algo en la forma en que Victim había hablado que hizo que la situación pareciera menos grave. Pixel era un poco más rencoroso, pero no podía negar que si Victim realmente se esforzaba en reparar el daño, las cosas tal vez se solucionarían.

—Está bien, Pixel, pero si esto vuelve a pasar, no estaré tan calmado —advirtió Orange, girándose hacia él—. Victim, te tienes que asegurar de no volver a tocar nada que no entiendas, ¿está claro?

Victim asintió, decidido a no cometer el mismo error dos veces.

—¡Prometido! —dijo con una sonrisa tímida, dándose cuenta de lo serio que era todo.

Pixel suspiró, dándose por vencido por ahora.

—Mejor ve a buscar una forma de hacer que todo esto vuelva a estar como estaba. Ya sabes, para que no me haga falta patearte.

Victim asintió rápidamente y se alejó para ir a buscar la forma de solucionar el daño. Orange, mientras tanto, lo observaba desde lejos, aliviado de que las cosas no hubieran escalado más de lo que ya lo habían hecho. Sin embargo, en su interior, algo le preocupaba. Sabía que, a pesar de lo que había sucedido, había una tensión persistente entre Victim y sus amigos. La situación nunca sería fácil para él, pero si Victim no aprendía de sus errores, las cosas podrían complicarse aún más.

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Mientras todo sucedía, Purple y Second se encontraban un poco alejados, observando la escena con la curiosidad de un par de chismosos. Se asomaban detrás de una esquina, cuidando de no ser vistos, pero disfrutando de todo lo que estaba pasando. Purple tenía una leve sonrisa en el rostro, claramente disfrutando de la situación.

—¿Qué crees que va a pasar ahora? —preguntó Purple en voz baja, mirando a Victim mientras trataba de calmar la situación con Pixel.

Second se encogió de hombros, aun abrazando la almohada que siempre llevaba consigo.

—No estoy seguro… Pero está claro que Victim no tiene mucha suerte hoy. —dijo Second, sin apartar los ojos de la escena.

Purple, sin embargo, no podía dejar de fijarse en la interacción entre Orange y Victim. Había algo en la forma en que Orange había protegido a Victim que lo hacía sentirse… raro. No sabía si era celos o algo más. Lo único que sabía era que la escena lo incomodaba un poco.

—¿Tú crees que Orange realmente se preocupa por Victim? —preguntó Purple, mirando a Second con una mezcla de curiosidad y duda.

Second lo miró, pero antes de responder, observó cómo Orange y Pixel discutían un poco más, con Victim intentando disculparse.

—Parece que se preocupa por él… aunque más como un protector. No es algo tan raro, ¿verdad? —respondió Second, acariciando distraídamente la almohada.

Purple asintió lentamente, aún pensativo, pero no podía evitar sentirse un poco celoso de la atención que Orange le brindaba a Victim. Aunque sabía que no era algo para preocuparse, no dejaba de ser raro ver cómo Orange intervenía tan rápidamente por alguien que no formaba parte de su familia, como si hubiera algo más entre ellos.

—Es extraño, ¿no? —murmuró Purple, más para sí mismo que para Second.

Second, sin embargo, estaba demasiado absorbido por la escena para notar del todo lo que Purple estaba pensando. Se reclinó en su posición, aún abrazando la almohada, mientras observaba la interacción, sin decir más.

—Sí, pero… ¿crees que Victim hará algo al respecto? —preguntó Second después de un rato, mirando a Purple.

Purple se cruzó de brazos, pensativo.

—No lo sé… Tal vez, tal vez no. Pero estoy seguro de que lo que pase entre ellos va a ser interesante. —dijo, dejando caer una sonrisa traviesa mientras su mirada se fijaba en Orange y Victim.

Los dos siguieron observando en silencio, como buenos chismosos, sabiendo que algo se estaba cocinando, pero sin saber exactamente qué sería.

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En la habitación oscura, iluminada solo por la luz tenue que entraba por la ventana, Chosen se encontraba tumbado sobre la cama de Dark, observando el techo con una expresión pensativa. A su lado, Dark dormía tranquilamente, su respiración profunda y relajada, ajeno a los pensamientos que atormentaban a Chosen.

Después de una noche de reconciliación, donde las palabras de disculpas se mezclaron con momentos de ternura, Chosen no podía evitar preguntarse si realmente había hecho lo correcto. El peso de las decisiones pasadas, las traiciones y el dolor que ambos habían compartido seguían presentes en su mente, aunque las heridas parecieran estar comenzando a sanar.

Chosen suspiró suavemente, casi sin darse cuenta. Se giró ligeramente hacia Dark, observando su rostro mientras dormía. En ese momento, todo parecía en calma, pero una parte de Chosen sentía que aún había algo sin resolver, algo profundo en su interior.

—¿Qué soy yo ahora? —murmuró en voz baja, como si le estuviera hablando a la oscuridad. —¿Quién soy después de todo lo que he hecho?

Pensó en sus errores, en cómo había tratado a las personas que alguna vez amó, en las decisiones que lo habían llevado a alejarse de todos, incluso de Dark. Las cicatrices emocionales eran profundas, y la sensación de vacío aún persistía, aunque estuviera junto a él ahora.

Recordó a Victim y cómo su vida había cambiado desde que había regresado. Chosen había luchado contra esa conexión, contra esa extraña sensación de que algo en él lo unía a Victim más allá de lo que quería admitir. Pero ahora no podía evitar preguntarse si lo que sentía por Dark era suficiente. Si lo que habían hecho durante la noche era suficiente para borrar todo lo que había pasado.

Miró a Dark de nuevo, esta vez observando la forma en que su cabello caía sobre su frente, la paz que irradiaba mientras dormía, ajeno a las tormentas internas de Chosen.

—Tal vez solo necesite tiempo… —pensó Chosen en silencio, aunque en el fondo no estaba tan seguro. —Tal vez solo sea cuestión de encontrarme a mí mismo, o tal vez ya me he perdido demasiado para poder ser encontrado.

El silencio en la habitación se apoderó de todo, mientras Chosen continuaba su contemplación, esperando una respuesta que no sabía si llegaría alguna vez.

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Dark permaneció quieto, los ojos cerrados, fingiendo estar dormido mientras escuchaba a Chosen hablar en voz baja. Había algo en su tono que no pudo ignorar, y sabía que las palabras que Chosen murmuró no eran algo que él normalmente diría en voz alta. Finalmente, después de un largo silencio, Dark decidió que era el momento de romper la quietud.

—No tienes que seguir cargando con todo eso solo. —dijo Dark, su voz profunda pero suave, casi como un susurro. Abrió los ojos lentamente y giró su cabeza hacia Chosen, quien, sorprendido, lo miró por un momento antes de volver la vista al techo, un tanto incómodo.

Chosen se tensó al escuchar la voz de Dark, su cara se cubrió de una expresión de sorpresa que rápidamente intentó esconder. —¿Me escuchabas? —preguntó, un poco avergonzado por haberse expuesto tanto, aunque no podía evitar sentirse aliviado de que finalmente alguien, especialmente Dark, se preocupaba por lo que sentía.

Dark sonrió levemente, aunque era una sonrisa algo triste. —No, solo estaba escuchando el silencio. —respondió con una ligera burla, pero en sus ojos se reflejaba una seriedad profunda. —Es difícil dormir cuando tu mente no para de hablar.

Chosen suspiró, sintiendo el peso de sus pensamientos. —No sé si esto es lo que quiero. —murmuró, sin mirarlo aún. —Siento que estoy perdido en todo esto... en nosotros, en mi vida... incluso en mí mismo.

Dark se incorporó un poco en la cama, apoyándose en sus codos, y miró fijamente a Chosen. —No tienes que saberlo todo ahora. —le dijo con suavidad, sus palabras cargadas de una comprensión que solo él podría tener. —Lo que importaba antes no importa tanto ahora. Lo que importa es que estamos aquí, juntos, y eso es suficiente. Nadie tiene todas las respuestas.

Chosen lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de gratitud y duda. —No sé si puedo seguir... ¿sigues confiando en mí después de todo?

Dark se acercó un poco más, su tono serio, pero con la familiaridad que solo ellos compartían. —Te he perdonado, Chosen. Lo que pasó... lo que hiciste, no tiene que definirnos. Podemos avanzar. Si quieres.

Un silencio cómodo se instaló entre los dos, con Chosen procesando sus palabras. Por primera vez en mucho tiempo, Chosen sintió que tal vez las cosas podrían mejorar. Tal vez no tenía todas las respuestas, pero no estaba solo en su búsqueda de ellas. Y, por una vez, eso le dio un poco de paz.

—Gracias... —murmuró, sonriendo ligeramente.

Dark asintió y, sin decir más, recostó la cabeza nuevamente en la almohada. —No tienes que agradecerme. Solo haz lo que necesites, cuando estés listo.

Y así, con las palabras de Dark resonando en su mente, Chosen cerró los ojos, dejando de lado las dudas por un momento, sintiendo que tal vez, solo tal vez, las cosas podrían empezar a sanar.

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Chosen no pudo evitarlo más. Con una rapidez inesperada, se acercó a Dark y lo abrazó con fuerza. Los brazos de Dark permanecieron tensos por un momento, sorprendido por el repentino gesto, pero no lo apartó. En cambio, sintió cómo el peso de los días pasados comenzaba a desvanecerse en ese abrazo, y su pecho se suavizaba, aunque intentaba mantenerse firme.

Chosen le tomó las mejillas con ambas manos, obligándolo a mirarlo a los ojos. Hubo una chispa en su mirada, una necesidad que no podía seguir ignorando. Dark no pudo evitar sonrojarse, aunque hizo un esfuerzo por no mostrarlo.

—Sabes, Dark... —murmuró Chosen, acercando más su rostro al de él, su aliento cálido acariciando su piel. —Nunca pensé que diría esto... pero... me haces sentir que todo puede tener sentido. Y... —se detuvo un momento, observando sus labios, antes de finalmente acercarse y darle un beso suave en los labios, un gesto tierno, cargado de emoción no expresada. —Creo que todo lo que necesito está aquí, en ti. Eres más importante de lo que imaginas, incluso cuando no lo dices.

Dark se quedó en silencio, un poco atónito por el impulso de Chosen, y la intensidad de sus palabras lo desconcertó. Estaba acostumbrado a las actitudes frías de Chosen, a sus momentos de indiferencia, pero esto... esto era diferente. Y algo en su interior se retorció de una manera extraña. A pesar de que intentaba rechazarlo, una parte de él quería ceder, quería creer que lo que Chosen decía era cierto.

—Chosen... —musitó, su voz grave, pero una sonrisa torcida apareció en sus labios, aunque lo ocultaba rápidamente. —Eres un tonto, ¿sabías eso?

Chosen sonrió, sin dejar de abrazarlo. —Lo sé. Pero soy tu tonto.

Dark suspiró y, a pesar de su intento por mantenerse estoico, dejó que su mano se deslizara suavemente por el brazo de Chosen, acercándolo aún más a él. —Tienes suerte de que me gusten tus locuras.

Chosen rió bajo, sonriendo con satisfacción al ver que Dark no lo había rechazado. —No es locura si funciona.

Ambos permanecieron allí, abrazados, en silencio por un largo rato, disfrutando de la cercanía y de las palabras no dichas. Dark aún trataba de convencerse a sí mismo de que lo que estaba sintiendo no era más que una debilidad momentánea, pero algo en su pecho decía lo contrario. Algo dentro de él estaba dispuesto a dejar entrar a Chosen, aunque fuera solo por un momento.

Chosen se separó ligeramente para mirarlo, sus ojos brillaban con una mezcla de amor y vulnerabilidad. —Te quiero, Dark. Y... sé que tú también me quieres, aunque lo niegues.

Dark no respondió de inmediato. No necesitaba hacerlo, no ahora. Sus ojos encontraron los de Chosen y, por un segundo, no había más que silencio entre ellos, pero el tipo de silencio que compartían solo aquellos que se entendían sin palabras. Finalmente, después de un largo suspiro, Dark cedió y dejó escapar una sonrisa, casi imperceptible, pero suficiente para que Chosen supiera que, tal vez, sí había algo más en él de lo que estaba dispuesto a admitir.

—Eres un idiota... pero supongo que... te quiero también, Chosen.

Y en ese momento, sin más palabras, Chosen lo besó nuevamente, esta vez con más suavidad, como si pudiera hacer que todo fuera diferente, aunque sabía que el futuro sería incierto. Pero por un momento, el amor y la conexión entre ellos lo hacían todo parecer posible.

---

Dark se apartó ligeramente, miró a Chosen con una expresión entre irónica y resignada, y empezó a hablar, sus palabras llenas de sarcasmo, aunque no podía evitar el leve sonrojo en sus mejillas.

— ¿Sabes lo que más me sorprende? —dijo, dando un pequeño paso atrás, cruzándose de brazos. — Cómo me terminé enamorando de un idiota como tú. Un chico tan... tan... poderoso, ¿quién lo diría?

Chosen levantó una ceja, sin saber si debía sentirse halagado o insultado por la forma en que Dark decía esas palabras, pero no pudo evitar sonreír.

— ¿Poderoso? —repitió, bromeando, pero su tono tenía una calidez que Dark no pudo ignorar. — ¿Y qué tiene eso de malo? ¿Te molesta que me guste el poder?

Dark soltó una risa amarga, casi una mueca, y bajó la cabeza, como si pensara en sus propias palabras antes de continuar.

— No, no me molesta. —suspiró. — Es solo que, cuando empecé a enamorarme de ti, no pensaba que un tipo como tú pudiera, no sé... ser algo más que... bueno, un estúpido con demasiado poder y poca empatía. Y ahora... aquí estoy, ¿quién lo diría? Enamorado de ti, de un chico tan complicado, tan... tan... poderoso, que no puedo ni entender por qué me atraes.

Chosen se acercó lentamente, con una sonrisa suave en los labios, y puso una mano en el hombro de Dark, su tono de voz más serio ahora.

— Y eso es lo que te hace un tonto. —dijo, sin burlarse, sino con una sinceridad que sorprendió a Dark. — El poder no es lo que me hace especial, Dark. Lo que realmente te atrapa... es que soy yo. Soy el tipo que se enamoró de ti, del chico que nunca pensó que alguien como yo podría llegar a necesitar a alguien como tú. Y sé que te jode pensar en eso. Pero lo aceptes o no, me tienes.

Dark no supo qué decir por un momento. Miró a Chosen, algo desconcertado, algo abrumado por la honestidad de sus palabras. Quizá había algo más en su relación, algo que no entendía bien aún, pero que sentía profundamente. A pesar de sus dudas, su corazón latía más rápido cada vez que Chosen se acercaba o hablaba de esa manera. A pesar de la negación, algo dentro de él no quería apartarse.

— Eres un idiota... —murmuró finalmente, casi en un susurro, pero sin mucha fuerza. — Pero no sé... tal vez... tal vez eso es lo que me gusta de ti.

Chosen sonrió, satisfecho, y sin pensarlo más, abrazó a Dark con fuerza, como si no quisiera soltarlo nunca.

— Me encantas, Dark. —susurró, dejando que el silencio se apoderara de ellos, mientras ambos se perdían en esa sensación de conexión, de aceptación.

Dark cerró los ojos y, por un momento, todo lo demás desapareció. Solo existían ellos dos, abrazados en una calma que se sentía más real que cualquier otra cosa en su vida. Sin palabras, sin rencor, solo ellos.

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Orange llegó a casa después de un día largo, sintiéndose algo agotado pero al mismo tiempo con la mente llena de pensamientos. Entró por la puerta y se dirigió hacia el sofá, dejándose caer en él con un suspiro. En el salón, Blue y Yellow estaban sentados juntos, conversando y riendo, completamente ajenos a cualquier preocupación. Era un momento de diversión genuina entre los dos, como siempre lo era cuando se reunían.

Orange los observó por un momento, con una pequeña sonrisa en los labios. Era bueno ver a sus amigos así, pero al mismo tiempo, algo le rondaba la cabeza. Green estaba sentado un poco más alejado de ellos, con su habitual gorro de abrigo sobre la cabeza y los audífonos puestos, completamente absorbido en su celular. Ese comportamiento no era algo que Orange soliera ver con frecuencia. Generalmente, Green era sociable y no tenía problemas en integrarse con los demás, pero hoy parecía querer estar solo, como si se hubiera distanciado un poco.

Orange frunció el ceño, preguntándose qué le pasaba a su amigo. Sabía que Green no era el tipo de persona que se aislaba sin motivo. Algo no estaba bien. Se quedó mirando un rato, observando la forma en que Green se mantenía apartado del grupo, ajeno a la risa y las bromas de Blue y Yellow.

Decidió acercarse. Tal vez una charla sería lo que necesitaba. Se levantó del sofá y caminó hacia donde estaba Green, quien no parecía haberse dado cuenta de su presencia.

— ¿Todo bien, Green? —le preguntó Orange, colocando una mano sobre el respaldo de la silla de Green, quien levantó la vista del celular al escucharlo.

Green se quitó un audífono y lo miró por un segundo, sin mostrar mucho interés. Estaba claro que algo lo inquietaba, pero no parecía dispuesto a hablar de ello.

— Sí, todo bien... —respondió Green con un tono que no convenció a Orange en absoluto. — Solo... necesito un poco de tiempo para mí.

Orange lo observó por un momento, sabiendo que su amigo no quería abrirse ahora, pero también sintiendo la necesidad de hacer algo al respecto. No podía ignorar ese comportamiento extraño, especialmente cuando Green siempre había sido tan abierto con él.

— Si necesitas hablar... ya sabes dónde encontrarme. —dijo Orange en voz baja, mientras volvía a alejarse lentamente, sin presionar más.

Green volvió a poner el audífono en su oído y miró de nuevo su celular, pero algo en su actitud indicaba que estaba agradecido por el gesto, aunque no lo demostrara. Orange volvió a mirar a Blue y Yellow, quienes seguían conversando como si nada, pero en su mente, las preocupaciones sobre Green no se disipaban. ¿Qué estaba pasando con él? ¿Por qué esa actitud tan distante y callada?

Orange no pudo evitar sentirse inquieto mientras observaba a su amigo. Sabía que algo estaba pasando, y aunque no lo dijera en voz alta, estaba dispuesto a estar allí para él, como siempre lo había estado.

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Red entró en la casa con su energía característica, una sonrisa amplia en su rostro. A pesar de la atmósfera tranquila y algo tensa que había en el lugar, su presencia iluminó la habitación, como siempre. Caminó con paso firme hacia Blue y Yellow, pero no dijo nada. Sabía que estaban ocupados en su conversación, así que decidió hacer algo diferente.

Con una sonrisa traviesa, Red se dirigió hacia Green, que seguía en su mundo, sumido en su celular. Al verlo, Red no pudo evitar sentir que algo no estaba bien. Había algo en el aire que le indicaba que su amigo estaba distante, no era el mismo Green de siempre. Sin pensarlo demasiado, Red se acercó a él y, sin previo aviso, lo abrazó con un gesto tierno y lleno de su característica energía.

Green se sobresaltó por un momento, mirando al frente antes de girar hacia Red. No pudo evitar sonrojarse ligeramente, aunque no hizo nada para apartarlo. El abrazo de Red era algo reconfortante, aunque su actitud distante todavía estaba presente.

— ¡Hey, Green! ¿Por qué tan serio hoy? —preguntó Red, su voz llena de alegría, aunque con un atisbo de preocupación al ver la falta de respuesta en su amigo.

Green suspiró, quitándose los audífonos y mirando a Red con una ligera sonrisa forzada.

— No es nada, solo... necesito un poco de espacio, eso es todo. —respondió con calma, pero su tono no fue tan convincente como pensaba.

Red, con su naturaleza siempre positiva y persuasiva, no dejó que Green se apartara tan fácilmente. Le dio un pequeño apretón en el abrazo, sonriéndole ampliamente.

— No me engañas, amigo. Ya sabes que no puedes esconderte de mí. —dijo Red, y luego agregó en tono juguetón—. ¿Sabías que los abrazos curan todo? Y yo soy un experto en eso.

Green no pudo evitar soltar una pequeña risa ante la actitud de Red, aunque se sentía aún algo incómodo. Estaba agradecido por la preocupación, pero aún no sabía cómo compartir lo que realmente lo estaba afectando. Sin embargo, el abrazo de Red le dio una sensación de consuelo, una sensación que rara vez experimentaba cuando se sentía tan aislado.

Red, viéndolo más relajado, decidió no presionarlo más por el momento, pero dejó claro que siempre estaría allí si lo necesitaba.

— Cualquier cosa, sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad? —dijo Red con una mirada seria pero cálida, sin soltar a Green aún.

Green asintió, finalmente dejando caer su guardia y abrazando a Red de vuelta, aunque de forma más tímida.

— Gracias, Red. —respondió en un susurro, mientras un pequeño peso se aliviaba en su pecho.

Al fondo, Orange, que los observaba desde la distancia, sonrió al ver a Red y Green interactuar de esa forma. Aunque aún no entendía completamente lo que pasaba en la mente de Green, ver cómo Red lograba hacerle sentir un poco mejor le dio algo de esperanza. A veces, los gestos más simples eran los que marcaban la diferencia.

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[Continuará...♡]

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