𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐝𝐨𝐬



[ 𝐀𝐜𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐜𝐨𝐥𝐨𝐫 𝐫𝐨𝐬𝐚 ]

– Mina, quiero irme

– ¡¿Qué?! – La de cabello rosa volteo a ver a su amiga, gritando la pregunta por encima de la fuerte música para hacerse escuchar.

Kyouka no hizo más que rodar los ojos, sintiendo como el movimiento de su cuerpo hacia escurrir más el cárdigan que traía puesto. Sus botas de cuero negro hacían doler un poco la planta de sus pies, mientras que sus medias de malla y su short negro, junto con su top del mismo color, no le ayudaban mucho a cubrirse del frío. Su cárdigan le había echo falsas ilusiones de que la protegería del clima, aunque en su defensa, no se había vestido así para ese tipo de lugar.

– ¡Que me quiero ir, Mina! – Jirou frunció el ceño, viendo a Ashido tambalearse un poco a causa del alcohol.

Ashido intentaba que sus tacones no le hicieran caer hacia el áspero suelo. Ella traía una vestimenta más colorida a comparación de la azabache; Una simple blusa transparente blanca con estampado de rosas en las mangas, que dejaba parte de los hombros y clavículas descubiertos, era lo que la acompañaba junto un short de Jean y sus tacones altos.

La de ojos dorados no hizo más que fruncir el ceño, confundida, ante la molestia de Kyouka.

– ¡¿Estas bromeando?! ¡Apenas y son las diez! Expresó de manera incrédula, sin poder creer lo que la azabache le estaba pidiendo.

– Mina, ¡Ya casi van a ser las once! ¡Quiero irme!

– No lo entiendo. ¿No te estás divirtiendo? ¡Incluso cantaste!

– ¡Todos estan yéndose, Mina! – Como si con su palma pudiera decir la cantidad exacta, Jirou señaló a la multitud en aquel lugar. Habrían cerca de veinte a treinta personas ahí, un rango bajo teniendo en cuenta el inicio de la fiesta, donde habían más de cincuenta.

No era que Kyouka quisiera desafiar las habilidades de la pelirosa en eventos sociales, no, pero aquel lugar y lo agitado de la situación había echo que más de uno demostrara disgusto hacia la celebración. Al final, varios no tardaron  en dejar de aparentar al momento en que la comida y trago parecía escasear, terminando por irse.

Mina miro todo con el ceño fruncido, mucho más confundida de lo que estaba. No comprendía porque la gente se estaba yendo, era viernes, el día asignado para el libertinaje nocturno.

Dio un chasquido con su lengua, dando un trago profundo a su bebida.

– Carajo. Mierda, ¿Donde putas está Bakugou? ¡Es su maldita fiesta de celebración! ¡Se supone que debería de estar aquí!

– Oye, oye, no te alteres – La azabache tomó los hombros de su mejor amiga, intentado tranquilizarla – Esta en la esquina viendo todo, ya sabes como es – Señalo detrás de ella con su pulgar, intentando resaltar lo obvio.

Los ojos de Mina se posaron a la dirección que señalaba su mejor amiga y, cumpliendo la palabra dicha por la azabache, Bakugou Katsuki se encontraba recargado contra aquella pared de concreto. Dejaba que las luces instaladas de manera improvisada lo envolvieran por encima de la ropa, sin dejar de lado su ceño fruncido y su bebida en mano viendo todo.

La de cabello rosa sólo optó por bufar.

– ¡Es un mal agradecido! ¡¿A caso sabe cuanto me costó conseguir las llaves de este lugar?!

– Mina, ambas sabemos que no te costo nada conseguirlas. Básicamente fui yo la del trabajoJirou puso los ojos en blanco, sintiendolos pesados sin saber si la causa era su cansancio o quizás el delineador líquido rosa neón.

– Carajo. Cuanto te apuesto que es porque no invitamos a los de modelaje – Dio un nuevo trago a su bebida, sintiendo el ardor del whisky en la garganta.

– ¿Por qué piensas eso? – Arqueo una ceja, confundida.

Mina se calló unos momentos mirando al piso, en una especie de trance, para luego volver de manera abrupta.

– ¡¿No es obvio?! ¡Son los de modelaje! ¡¿Quien no quiere a los de modelaje?! – Tirando su bebida al suelo, tomo su teléfono que se encontraba en el bolsillo trasero de su short, buscando un número en específico – Pero esto no se va a quedar así. No señor

– ¿Pero qué no vino Yaoyorozu? – Aún más confundida de lo que estaba, dio varios vistazos a su alrededor en busca de la reconocida azabache de la universidad.

No la había visto si era sincera, pero en lo que llevaba la fiesta había podido escuchar como su presencia se vio en aquel improvisado antro.

La música sonaba fuerte y quería culpar a la bebida por los dolores de cabeza que empezaba a experimentar.

– Mina, ¿Qué carajos haces ahora? – Kyouka soltó los hombros de la otra, cansada ya de la actitud histérica y dramática de Ashido.

– ¿El señor "Cerebrito" no quiere gozar de su fiesta? Yo le haré gozar de su fiesta a ese idiota, entonces – Encontrando el contacto que buscaba, no dudo en oprimir el botón de llamar sin importarle que se escuchara poco con la música.

– ¿A que te refieres? – Viendo como era ignorada olímpicamente, dio un suspiro cansado mirando a su alrededor nuevamente.

Las personas bailaban a la par de la música, sin importarles el frío que llegaba atravesar la estructura del lugar. Todos moviéndose a la par, empujando se y riendo quizás a causa de la borrachera o otras cosas.

Podía identificar a algunos de sus conocidos, como a Kirishima animando la cosa o Kaminari sentando en el suelo grabando todo.

– ¿Dices que Yaoyorozu vino?

Volteo a ver a Mina, encontrándose con aquellos ojos fundidos en oro, que siempre resaltaron su belleza, ahora rodeados por una capa rojiza haciéndolos peligrosos.

– Eh... ¿Si?

– Perfecto. Los tontos de Kirishima y Kaminari no son los únicos con contactos

Jirou solo frunció el ceño, sin saber las consecuencias que podrían traer las acciones de Mina.

– ¿En serio es todo lo que me darás? – El azabache frente suyo le miraba con molestia, viendo en su mano el LSD y unos diez gramos de cocaína.

– ¿Acaso quieres más? Escucha, no me importa lo que sea que hagas con eso, pero tampoco soy tan estupido como para darte más de lo que ya tienes – Hanta rodó los ojos, vigilando que nadie se asomara por los pasillos – Se que no tienes el dinero suficiente. Ahora pagame de una buena vez y lárgate de aquí

– Hijo de puta – El joven no hizo más que escarbar en sus bolsillos, maldiciendo al cretino que no quería venderle otra cosa que tuviera. Cuando dio con el dinero no hizo intensiones de querer ocultar su mal humor, mientras entregaba el pequeño rollo a Sero.

– Si, si. Ahora, vete antes de que te deje sin dinero o droga – Contaba los billetes de manera rápida mientras escuchaba al otro quejarse e irse por su camino – Disfruta tu intoxicación – Dijo al aire, guardando su paga en uno de sus bolsillos.

Eran cerca de las once de la mañana. Los pasillos se encontraban concurridos y se sentía afortunado de poder conocer ese punto ciego en el que las cámaras de seguridad no podían verlo.

Rascando su nuca, fue camino hacia la cafetería donde suponía que sus amigos se debían de encontrar.

Mientras avanzaba, podía percatarse del aspecto de algunos. Agotados o entusiastas eran los dos bandos en los que se dividían la gran mayoría. Otros, como él, solo poseían un aspecto de indiferencia cada que pasaba otro día en la universidad.

Cuando llegó a la cafetería, pudo enfocar la tan conocida mata rosada caminando a través del lugar. Se dio una sonrisa a si mismo, mientras apresurada el paso para estirar sus brazos y abrazar a Mina por la espalda. Estrechando su cintura y aferrandola más a su pecho.

La chica no hizo más que dar un pequeño sonido de susto, antes de reconocerlo y soltar un suspiro con su ceño fruncido, volteando la mirada hacia al frente, ignorandolo.

Hanta levantó una ceja confundido ante la actitud de su amiga.

– Minita, ¿Que pasa? ¿No estás feliz de verme? – Apoyo su barbilla contra el hombro de Ashido, asomándose a ver su rostro molesto.

Los ojos dorados de Mina, que eran ese día decorados por el delineador negro en sus párpados y el rímel en sus pestañas, le miraron con indignación. O eso captaba.

– ¿Donde estuviste este fin de semana? Es más, ¿Donde estuviste ayer y el lunes?

– ¿Uh? – Despego su barbilla poniéndose derecho, aún sin soltar a la más baja – Tenía unos asuntos pendientes, ¿Por qué el drama? ¿Alguien se murió o que?

– Cerca, genio. Un par de policías llegaron el Lunes porque, al parecer, Todoroki está desparecido – Mientras hablaba, Mina miraba al frente sin que una pizca de incomodidad se asomara en su rostro.

– ¿Todoroki Shoto? ¿No es ese el niño rico? – Su tono de voz no mostraba molestia al mencionarlo, poco le importaba la presencia de otro niño rico en la universidad, solo tenía curiosidad.

– Adoro que tú si entiendas a lo que me refiero cuando hablo – Le dio un beso en la mejilla al más alto, para que ambos empezaran a avanzar. Ahora con el brazo derecho de Sero abrazando a Mina – Y si, ese mismo.

– Vaya

– Empezaron a interrogar a varios de la universidad, todo hubiera sido más sencillo si Yaoyorozu se hubiese presentado estos días. Nadie hablaba con Todoroki realmente. Y entre esos interrogatorios, ¿Adivina quién estaba?

– Eehh... ¿Tú?

– ¡Si, idiota! ¡Yo! – Le dio un golpe en el pecho, bufando molesta sin apartarle ahora la mirada – ¡Me dejaste sola en estos momentos! ¿Sabes lo que es tener a dos policías frente tuyo, mirándote como una cucaracha? ¡Me sentí horrible Sero, y tú no estuviste ahí para ayudarme!

Cualquiera que los viera diría que Sero Hanta era un cruel chico por hacer llorar a la encantadora Ashido, pero había una diferencia entre cualquier persona y él. Sero Hanta no era un imbecil y sabía identificar en llanto falso de Mina, como en esos momentos.

Solo dio una ligera risa, rodando sus ojos, acostumbrado a los comportamientos de la pelirosa.

– ¿Que tal si te compro ese tiramisú que tanto te gusta? Ese que me vale sacarme un riñón para comprarlo. ¿Estarías feliz?

Pronto Mina entrelazo su mano con la que estaba suspendida en sus hombros, sonriendo alegre quitando las pequeñas gotas cristalinas que se asomaron por sus ojos.

– Por favor que sea antes del almuerzo

– Hecho – Le dio un beso en el cabello, ahora dirigiéndose a la zona verde más cercana – No te preocupes Minita, igual y ya todo acabo.

– Yo no diría eso

– ¿A que te refieres? – Miro intrigado a Mina, quien ahora se dedicaba a observar sus uñas de su mano libre.

– Volvieron, y llamaron a Bakugou para que hablara de nuevo. He de admitirlo, podrá ser un cerebrito, pero lo que hizo fue algo bastante estupido, si se me permite opinar.

– ¿Que fue lo que hizo?

Mina solo dio un suspiro, para mirarlo con una sonrisa mientras se mano libre, la derecha, tocaba una de sus mejillas con delicadeza.

– Tengo mucho que contarte. Tú ausencia podría dar cosas de que hablar

Hanta solo tragó en seco.

— ¿No vas a responder? — Dijo Rumi, con sus brazos cruzados mirando al cenizo frente suyo.

Nuevamente se encontraban en la sala de maestros, ahora con los sillones y demás contra una esquina de la habitación, cuestionando a Bakugou Katsuki de la noche del viernes.

Rumi había tomado esta vez el rol de Keigo, mientras este solo se mantenía en silencio, al igual que el interrogado, mirando todo.

Bakugou solo chasqueo la lengua, como mala costumbre, mirándolos de manera retadora.

— No entiendo que quieren que les diga, se supone que debieron preguntar todo en la última sesión. Es su trabajo, ¿No?

Bakugou siempre había tenido eso, algo que los oficiales desconocían, siempre había tenido su altanería y sus deseos de desafío. Desde pequeño se atrevía a retar a su madre sin importarle las reprimendas, a retar a sus maestros, ya más grande, cuando se sentía en lo correcto y en si a retar a cualquiera que lo subestimara o retará por igual. Un reflejo quizás adquirido por ver todas las reacciones pasadas de las personas, su enojo y dolor por ser atacados, que dejaban a la vista su vulnerabilidad.

Keigo solo rasco su oreja mientras Rumi intentaba no emitir un bostezo.

— Es obvio que una situación de este ámbito no puede ser tomada de manera fácil. Se necesita más de un interrogatorio para recolectar la información necesaria para la investigación — Decía la albina tranquila, intentando suponer de que persona era Bakugou Katsuki y el porque de su necesidad para mentir.

— Eso, o simplemente son malos policías que no saben donde buscar — El problema de Bakugou era que, a fin de cuentas, sus deseos de retar iban ligados a subestimar a los demás.

— Que bueno que preguntas eso — El oficial enderezó mejor su postura, sin perder de lado la calma que traía — Verás es algo sencillo así que se que lo entenderás. Cuando salimos en busca de testigos que hubieran visto el último paradero de Todoroki, nos encontramos con la noticia de que, misteriosamente, nadie de tu vecindario sabía el paradero del joven. En vez de eso, surgió la noticia de que el silencio en la casa Bakugou fue lo único que hizo presencia el viernes por la noche y que al siguiente Bakugou Katsuki, osea usted, hizo acto de presencia de maneras no tan, bueno, correctas — Con sus manos en los bolsillos, camino hasta quedar al lado de Rumi mirando ambos al joven frente de ellos — Así que, Bakugou, cuéntenos, por favor, ¿Donde fueron los sucesos del viernes por la noche y porque la ausencia de no solo usted, sino de todos sus invitados, ocupaba su recidencia?

Keigo podía detectar varios punto en el cenizo, como la tensión en sus hombros desde el momento en el que Rumi le preguntó dónde había sido la fiesta, el ocultar las manos en sus bolsillos incluso antes de entrar a la sala, y como ahora de manera oculta, gracias a lo que se asemejaba a la ira, una pizca de nerviosismo se hacía sentir en el joven.

— No se de que hablan

— Me recordamos, joven Bakugou, que todo lo que usted diga será usado para los fines de la búsqueda de Shoto Todoroki. Cualquier mentira, o intento de falsedad, se considerará como un delito de falso testimonio  y en el cual sus consecuencias pueden llevarlo a la cárcel, como se dijo con anterioridad al inicio de este interrigatorio. ¿Lo tiene usted en claro, señor Bakugou? — Hablo Rumi, mirando expectante y retadora al joven frente suyo.

Veían como pensaba, como se engullia en su propia mente en busca de, quizás, alguna solución o respuesta a todo el asunto, una forma de salvarse o en una en la que apartaran los ojos de él.

— Yo no dije una mentira

— Usted dijo que tuvo una fiesta el viernes en la noche

— Si, eso dije

— ¿Y cómo explica la ausencia y el falso testimonio sobre lo que ocurrió en su hogar?

— Yo no di un falso testimonio. Hasta donde yo recuerde ustedes preguntaron, en mi caso personal, si había echo o no una fiesta más no donde la había echo. — Alternaba su mirada entre ambos oficiales, notando como ambos ya poseían una expresión de enojo.

— Osea que usted a omitido información, lo cual también puede contar como delito — Keigo levantaba la quijada, retador en un intento de demostrar su autoridad ante el niño a sus ojos que le retaba, creyéndose superior.

— Yo no cometí un delito — Había una furia contenida, sin dejar de mirar a ambos oficiales.

— Oculto información relevante que podía ayudar a la investigación y el paradero de Shoto Todoroki

— ¡Pero no lo hice!

— Si ese es el caso, nos veremos en la obligación de-

— ¡No puedo ocultar una información que no se! —  Y fue en un momento de desespero en el que Bakugou soltó su orgullo, dejando ver su temor.

Rumi alzó las cejas intrigada, cruzando sus brazos mientras Keigo no cambiaba su gesto de molestia contenida.

Acomodándose mejor, la oficial habló — Expliquenos, señor Bakugou, que es eso de no saber la información sobre el paradero de su fiesta

Bakugou repasa todo, repasaba los últimos días y las cosas que habían sucedido. Repasaba lo que fue la tarde del viernes, luego de dar la noticia sobre una futura exposición que haría en una escuela privada con propósito de ganarse un puesto de profesor. Repasaba el sábado en el que solo un borrón eran sus recuerdos, lo que fue despertarse en la madrugada del mismo día y lo mucho que intento no darle importancia. El como mensajes llegaron a él, algunos preguntando si recordaba algo, otros de su estado y algunos inconclusos como los de Kaminari o Mina. Como convenció a gran parte de los invitados a omitir en donde había sido su fiesta y en lo idiota que era por haber sucumbido al temor de saber lo que sea que fuese una verdad inconclusa, de la cual creía no valía la pena averiguar.

Apreto sus puños dentro de sus bolsillos y, solo por esa ocasión, prefirió no pensar en las consecuencias en su contra. Al fin y al cabo, la sensación de estar acorralado lo dominó en su interior.

Dio un suspiro, miro hacia el suelo e ignorando su temblar empezó a hablar.

— Yo no recuerdo donde fue...

— ¿Disculpe? —Rumi se inclinó un poco hacia adelante para escuchar mejor y Keigo acerco un poco la grabadora hacia el interrogado.

— Yo no recuerdo donde fue, no se que era ese lugar

— ¿Puede explicarse mejor?

Levantando un poco la mirada, viendo a aquellos adultos frente a él esperándole, supo que muchas cosas serían caos al momento de salir por la puerta.

— Fue Mina la que dijo el lugar, porque no podía usar la casa.

— ¿Por qué no podía usar la casa?

— Era muy pequeña para las personas que habían sido invitadas, no había creído que invitarian a tantas y no quería que echaran la casa de mis padres a perder.

— Podría decirnos, de manera concreta, ¿Cuántas personas fueron a su fiesta?

Se mantuvo en silencio nuevamente, sermoneandose a si mismo por considerar no contestar la pregunta cuando ya todo se veía venir abajo.

— Eran cincuenta, quizás sesenta.

— ¿Tan pocos estudiantes hay en la facultad de cine? Que tristeza — Esta vez fue Keigo quien habló con gracia, devolviendo aquel comentario del chico matemáticas.

Bakugou solo bufo, volviendo a mirar  molesto.

— Fue al inicio, luego algunos se empezaron a ir a mitad de la noche, pero fue ya como a las doce, quizás, que gente vino. Más gente

— ¿Que tanta?

— No lo sé, no los conocía — Bakugou abría y cerraba sus puños, intentando soltar la tensión — Pero estoy seguro que no eran de la universidad

— Dinos, por favor, el nombre de la chica que mencionaste antes

— ¿Mina?

— Completo

— Mina nos llevó, pero no creo que ella este-

— Contesta — Tanto Rumi como Keigo ya estaban tajantes, cansados de los que era esta situación que rayaba a lo ridículo.

Bakugou se dijo a sí mismo que enfrentaría el caos, aún si era demasiado destructivo para si.

— Mina Ashido

En ese día, Uraraka decidió no ir a la universidad.

No fue esta vez mucho esfuerzo el no ir, su madre al fin y al cabo la dejo ya que ella misma había empezado a pagar su carrera hace dos semestres. En palabras de la matriarca de la familia "Eres tú la que pierde su dinero, haz lo que quieras". Pero no era una flojera o cansancio de las clases, tampoco el no haber echo un trabajo para ese día o faltar a un examen.

Su armario consistía de diversos conjuntos pero en especial los vestidos y las faldas. Así como su habitación, variedad de su ropa era destacable por sus tonos pasteles que resaltaban sus mejillas y algunas zonas rojizas como sus codos o rodillas. El cuidado de sus piernas, y en general su cuerpo, era un ritual para ella que iba desde cremas hasta lociones para brindar debida hidratación. Siempre le había gustado, cuidarse a sí misma de manera tan minuciosa que siempre que acababa, y en el mismo proceso de cuidado, llegaba a sentirse bonita. Se sentía hermosa y valerosa, porque se daba una importancia a si misma y era algo tan personal que solo podía disfrutarlo con plenitud.

Pero sus piernas ahora son adornadas por algunos puntos morados que empiezan a pasar a tonalidades verdes, al igual que sus brazos. Su piel, aún que está suave, se siente diferente. Fría, desconocida. Lo supo cuando despertó en la casa de Midoriya el sábado y un sin sabor ocupaba su pecho. Cuando se abrazo y sintió un escalofrío saltándose de manera inmediata. Lo supo también cuando en esos cortos días no había tenido la intención de darse sus cremas y lociones, de bañarse como era debido y de empezar a usar ropa un tanto más ancha, al no saber reconocer lo que era su cuerpo.

Su madre se había ido y ella se encontraba tendida en su cama, arropada y con la intención de pretender ser una especie de huevo; quieto, intacto y sin pizca de conciencia. Una idea vaga susurraba, de manera lejana dentro de una pequeña caja de vidrio en lo fondo de su cabeza y que ella se esforzaba por ignorar, creando una pared, un escudo, en contra de la divagación de sus pensamientos.

Pero si no iban de su apariencia, iban sobre su moral.

Con teléfono en mano, pasaba de lado a lado las fotos en su galería. Fotos recientes y viejas que le acompañaban en cada momento de aburrimiento. Aparecían borrones de cabellos verdes y de tonalidades negras, algunos de su mismo cabello y el de los tres combinados. De su madre, padre, paisajes y concursos. Una en donde estaba con Yaoyorozu, sonrientes mirando a la cámara luego de un desfile en una departamento vecino. En otras ella con compañeros de otras facultades, como Yui de contabilidad o Shindo de comunicación. Frenaba en seco en algunas más pasadas, unas que la incluían a Todoroki y a ella en una amistad que fue bastante personal.

El medio albino acostumbraba a sonreír poco, pero siempre que ellos se tomaban fotos personales se daba el lujo de hacer las mismas muecas que ella.

Sintio sus ojos empañarse cada que veía una y otra vez el rostro de Shoto, sin un pensamiento claro más allá de las emociones que la agobiaban últimamente, como la angustia, culpa, intriga y entre otras.

Se preguntó si en verdad Shoto era tan malo como decían o si ella era demasiado cruel para haberles creído.

En otro punto de la ciudad, una dama caminaba tranquila directo a la fábrica en la que trabajaba. Siempre tomaba el camino que consistía en las zonas de obras grises, un atajo que se tomaba al ser una zona pacífica y solitaria. Por supuesto, con esta decisión se daba el riesgo de un posible robo, pero ella no se preocupaba, los años y el gas pimienta le dieron el conocimiento necesario para manejar a aquellos vividores buenos para nada.

Mientras camina, mira cada tanto los edificios sin construir, aquellos que prometen apartamentos de lujo o locales de tienda y que ahora se encuentran olvidados.

Su conocimiento no va más allá de indagar sobre la razón de esto y, en vez de preguntarse el porqué de la pausa en la mano de obra, decide echar la culpa al gobierno y a los impuestos de manera mental. Ve como hasta incluso uno de esos edificios se encuentra en condiciones deplorables, con basura en su interior y hedor a licor y lo que, ella puede reconocer, alguna droga. Ahora no solo culpara al gobierno e impuestos, sino a los vagabundos sin oficio que no hacen más que dejar sus vidas al vacío y vicio de las drogas. "Bola de ignorantes" es como que les llama.

Así, con todo ese manojo de pensamientos e ideas de una formación ya echa en su persona, se aleja de lo que son las propiedades de la familia Jirou en camino a su trabajo de ocho a siete. Ya desea hablar con su compañera Brenda sobre el show de "El factor X" y del divino niño que conmovió al público con su talento y trágica historia.


Kyouka era tranquila. Es lo que se decía cada que se ponía nerviosa, osea todo el tiempo.

Como ahora, cuando volvió a ver a aquellos policías de nuevo en la universidad y de manera inmediata pidieron hablar con Bakugou. Y peor aún, cuando pidieron hablar con Mina en el momento en el que ambas comían en la cafetería. Vio como se la habían llevado y eso solo le dio el impulso necesario para empezar a morderse la uñas.

Sus pensamientos iban y venían, como desde que les habría dicho Bakugou o que les diría Mina, que les preguntarian y como eso afectaba a los demás. En el fondo sabía que Bakugou había omitido la verdad a beneficio de ella, eso quería creer luego de que Mina le hubiera dicho que el cenizo era totalmente consciente del lugar al que habían decidido ir en la noche ya atrás.

Ahora mismo se encontraba en el salón de música, llevando más de media hora afinando su guitarra, o pretendiendo que lo hacía al estar tan inmersa en su mente.

Escucho como la puerta era abierta, y un saltito de susto fue su reacción abrazando su guitarra, pero dio un suspiro para luego dar una sonrisa aliviada al ver aquella conocida cabellera rosada.

Había conocido a Mina poco después de entrar a la universidad, la chica había entrado a la facultad de música exclamando que necesitaba del mejor músico para el soundtrack de uno de sus proyectos. Aquel día tenía un maquillaje en el rostro de brillos, que ocupaba gran parte de la zona de los párpados y los pómulos, simulando lágrimas y contrastando con su sonrisa. Muchos de sus compañeros fueron hacia ella diciéndose a sí mismos los mejores y al final del día Mina la escogió a ella solo porque ese día había llevado su saxofón, saxofón que en una parte oculta tenía un sticker de gatito y Mina adoraba los gatitos.

Al final ella terminó siendo adoptada por la extrovertida pelirosa y no le molestó para nada. De algún modo, tomo un cariño fuerte hacia la chica.

Es por eso que sentía aquella preocupación al verla entrar tan silenciosa, acercándose a ella.

— Mina, ¿Que ocurre?

Ashido se posó unos cinco pasos frente a ella, y rasco con nervios su antebrazo mirando hacia el piso.

— Quieren verte

— ¿Qué? — Lo había escuchado pero fue involuntario soltar la pregunta.

— Quieren verte, Kyouka — Cuando Mina levantó la mirada pudo detectar algo asimilado a la culpa.

Un frío le recorrió y sus manos empezaron a temblar, siendo atrapadas por un pánico que empezaba a apoderarse de su mente y, con eso, de su cuerpo.

— ¿Qué mes dijiste Mina? — No hubo nada, la pelirosa solo bajaba su mirada esquivando la suya — Mina, ¿Que carajos les dijiste?

Y tal vez estaba entrando en pánico, tal vez estaba siendo dura, pero eso no le importaba. No cuando había la chance de que la denunciaran por violación a propiedad privada y quien sabe que otras cosas más. No cuando esa débil confianza que le había proyectado su mejor amiga, la seguridad de que todo saldría bien, empezaba a desvanecerse siendo lo único que la mantenía firme.

— Perdón Kyouka... — Escucho en temblor en su voz y lo vio en sus hombros y labios, pero no le dio importancia. No cuando dejo su guitarra con furia y salió de la sala de música, escuchando por detrás el inicio del llanto de Mina.

No podía ser tan malo. No podía ser tan malo.

Pudo enterarse de varias cosas al entrar de nuevo a sala de profesores, ahora como de interrogatorio. Pudo saber que en realidad Bakugou no fue consciente al inicio del lugar donde se haría su celebración, que la gente que había invitado Mina no era de la universidad como ella le había dicho al momento en que varias personas empezaron a llegar, que podía ir a la cárcel por haber omitido información y ser cómplice de una mentira, y que Mina pareció haber soltado la lengua más de lo que se esperaba.

Cuando le preguntaron dónde fue la fiesta, ella dijo que fue en una de las propiedades de su padre.

Cuando le preguntaron cómo consiguió entrar, explicó que su padre era un tanto mañoso y mantenía copias de las llaves de sus propiedades para él en casa. Que no había sido tan difícil encontrarlas, porque a fin de cuentas fue su padre quien le enseñó varios secretos de sus negocios como un momento padre e hija, confiando en ella. Aún cuando ella le había dicho en varias ocasiones que esa no era una buena estrategia de protección.

Cuando ella intentó defenderse diciendo que en parte las propiedades eran suyas, ellos le respondieron que, a menos de que legalmente las propiedades fueran ahora suyas, ella estaba cometiendo un delito.

Cuando ellos le ofrecieron un pañuelo para calmar su llanto, ella lo tomó y a su vez les respondió la propiedad en donde se había echo la fiesta.

Y mientras más preguntas salian ella intentaba responderlas.

¿Cuanto tiempo se quedó? Solo media hora después de que las personas que llamó Mina llegarán al lugar.

¿Conocía a aquellas personas? No.

¿Podía darles el número de su padre? No tenían que insistir cuando les entregó su teléfono.

¿Consumió ella alguna sustancia? Solo alcohol y un poco de marihuana.

¿Ella sabía quién más lo había echo? No.

¿Algo respecto a Mina? Intentaba controlar su llanto y decía lo mismo. Que se decían mejores amigas y que la de ojos dorados había sugerido ir a la propiedad, y ella accedió.

No supo si sus respuestas habían coincidido con las de Mina o alguna persona, pero no pudo preguntar gracias a que le pidieron retirarse. Por supuesto, no sin antes preguntar sobre Todoroki.

— No lo conocía bien, ni siquiera hablábamos. Dicen que fue, pero yo no lo vi — Y era cierto, porque ya no valía la pena mentir.

— ¿Esta segura que no lo vio?

— No, pero si vi a sus amigos. Creo que son sus amigos

— ¿Quienes?

— Ya sabe, el grupo de Uraraka — Se dio un golpe mental al recordar que aquellos adultos no eran universitarios o adivinos — Uraraka Ochako, Tenya Iida y Izuku Midoriya

— ¿Uraraka Ochako? ¿Esta segura? — Era la voz del hombre la que pocas veces se escuchaba en esa ocasion, como ahora.

— Si, ¿Por qué?

Guardaron silencio unos momentos antes de que el oficial volviera a responder.

— Por nada, solo corroborar información. Puede irse señorita Jirou, su padre ya debe de estar esperándola.

Y era cierto, seguramente mientras caminaba por los pasillos hacia la salida su padre la esperaría en el auto. Aquel con ventanas blindadas que impedirían que viera algún adelanto de lo que pasaría, aún si era lo más obvio.

Mientras caminaba pudo ver a Mina, quien se encontraba recargada al pie de las escaleras, que sabia, ella siempre tomaba. Aún cuando le intento hablar, ella la ignoró.

Porque en parte era su culpa, el acceder a aquel embrollo por, quizás, una imprudencia. Pero era más fácil dirigir su odio a su mejor amiga, a aquella que con seguridad en su mirada le había prometido estar bien. Y que ella de ciega creyó.

Al entrar en el auto los gritos de su padre no se hicieron esperar, porque los oficiales no le habían dicho nada por teléfono a él sino fue ella quien pidió esa labor. Si iba hundirse, era mejor hacerlo a su modo.

— ¿Iremos a la propiedad? — Pregunto Rumi de camino a la patrulla.

— No, necesitamos la orden y me siento compasivo con esa chica. Mejor que arreglen sus cosas hoy en lo que nosotros arreglamos las nuestras — Se froto los ojos, emitiendo un gruñido —Carajo, estoy cansado.

— Y eso que no llevamos nada. ¿Crees que el capitán se enoje con nosotros? — Ya dentro del auto, Rumi encendió el motor acomodando el espejo retrovisor y revisando la radio.

— ¿Luego de que más de quince veinteañeros nos escondieran la locación del lugar de la escena? Para nada, quizás maldiga a nuestros descendientes y nos deje el papeleo de un año, pero seguro después nos da un beso en la frente por nuestro esfuerzo. Ya sabes lo cariñoso que es — Keigo llevo su mejilla a una de sus manos apoyadas al lado de la ventana, resignado al futuro sermón que les darían.

— Ugh. No quiero escuchar la palabra papeleo, no luego de esto y lo mucho que habrá que hacer. Odio el papeleo

— ¿Crees que todos sean penalizados?

— Quizás la mayoría, depende el abogado o el dinero que tengan aquellos para defenderse si es el caso. Pueden haber algunos que se salven, pero lo dudo teniendo en cuenta que aquellos dos nos dijeron del mensaje colectivo.

— ¿El maleducado y el algodón de feria?

— Esos. Niños estupidos, ¿En serio ese es el futuro que nos espera?

— Mira el lado bueno, no es como si nosotros fuéramos mejores así que nos aprovecharemos y les echaremos la culpa cuando seamos viejos.

— ¿Y cómo pretendes eso genio?

— Sencillo, culparemos a sus modas y al teléfono

— Eres un genio — La albina solo rodó los ojos, volteando la vista al camino — Oye, ¿Y qué piensas de la chica? La primera que interrogamos

— ¿Uraraka?

— Te aprendes rápido el nombre — Dijo en tono burlón.

— Es llamativa, linda aunque un tanto menor y-

— ¡No seas imbecil! ¡El caso, Keigo, el caso!

El rubio sólo soltó una carcajada causándole un gruñido a su compañera.

— Jaja, tranquila, tranquila. Era chiste — Rumi solo bufo reconsiderando dar una carta para un nuevo compañero — ¿Que podría pensar? Mintió como los demás sobre su estadía el viernes, al parecer si fue a la fiesta aún diciéndonos lo contrario

— Que mal que no haya estado hoy, hubiéramos ahorrado tiempo en interrogarla

— Más bien fue un milagro que lográramos interrogar hoy, pocos pero lo hicimos. Recuérdame agradecerle a Tomura por la orden, sin él hubiésemos tenido que esperar más tiempo

— Trato. Espero que estés listo para las llamadas del señor Todoroki, porque yo ya lo soporté ayer

— Cielos...

Siendo arropados cada uno con una manta, tres amigos veían entretenidos "¿Donde están las rubias?" Siendo emitida por la pantalla del portátil.

Uraraka comía tranquilamente de su tazón de palomitas, siendo la única sentada en el suelo mientras Midoriya e Iida estaban en unas sillas de plástico.

La película había llegado al punto de la pijamada, donde las chicas empezaban con aquellos juegos que podían rozar a lo vergonzoso pero que, a fin de cuentas, eran entretenidos.

— ¿Oigan, y si jugamos a verdad o reto? — Pregunto la castaña recibiendo dos miradas desde arriba.

Iida la miraba con una sonrisa, mientras Izuku se mantenía serio pero no por eso frío. Solo curioso.

— ¿Lo quieres hacer con un dildo acaso? — Pregunto Tenya, recibiendo un almohadazo de parte de la única chica.

— ¡No seas tonto Iida! — Un momento de risas compartieron ambos, siendo interrumpido por Midoriya.

— Me parece bien, ¿Que tal si lo hacemos con esto? — El pecoso mostró un muñeco que asimilaba a un León, el cual si se golpea cambiaba de color — Son cuatro colores; si sale verde es mi turno, si sale azul es Iida, si sale amarillo Uraraka y si sale rojo todos debemos hacerlo.

— ¿Si sale rojo quien pone el reto? — Pregunto Iida recargandose en la silla giratoria.

— El último que le haya tocado, y hagamos verdad mejor. No hay mucho que hacer en retos

— Creo que tengo algo por aquí que nos puede servir — Iida aprovecho para hurgar en su mochila, dándoles a entender de inmediato lo que buscaba.

— ¿En serio trajiste eso? — Pregunto Uraraka, acomodándose mejor en el suelo.

— ¿Por qué no?

— Bueno ya, empecemos antes de que nos aburramos de la idea — Y así, Midoriya dio un golpe al León que se encontraba apoyado en la mesa donde estaba el portátil, mostrando un color amarillo — Ok, Uraraka, ¿Verdad o Reto?

— ¿No era solo verdad?

— ¿Entonces reto? — El de rulos alzó una ceja, esperando.

— Verdad.

Nagisa en ese día no había tenido que trabajar debido a un día feriado en las escuela. Ella enseñaba artes a estudiantes de primaria y los primeros cursos del bachillerato. Debido a que estaba sola, aprovecho para ordenar la casa gracias a su afición a no tolerar el desorden por ninguna índole.

El cuarto que compartía con su esposo fue sencillo, la sala y comedor también, y la cocina quedó pulcra luego de una hora de limpiar minuciosamente. El único lugar que faltaba era el cuarto de su hijo, y ese si era una osadía.

Ahora mismo él se encontraba en la universidad y prefería aprovechar aquello para ahorrarse el "No entres a mi cuarto mamá" de su niño.

Con guantes, escoba y un pañuelo en su cabello dio paso a la jungla de ropa sucia, papeles y mal olor con el que vivía en la misma casa.

Dio unas cuantas quejas al aire al momento de barrer y encontrar tanta mugre y objetos debajo de la cama, gruñó cuando los calzoncillos de su hijo ocupaban el espacio detrás de la puerta y rodo los ojos cuando se dio cuenta que tendría que cambiar las sábanas de lo sucias que estaban, con sustancias en las que ella prefería no indagar.

Ya vería después su hijo cuando llegara a casa.

Luego de unas tres horas arreglando el chiquero, y sintiéndose satisfecha, fue por la ropa limpia para organizar los cajones de su hijo.

Primero fue a las camisas donde noto el desorden que tuvo que arreglar para meter la ropa limpia, y al ver como los pantalones eran la misma situación se predispuso a que la ropa interior estaría en mismo estado. Efectivamente, el cajón de ropa interior estaba totalmente desordenado.

Dando más quejas al aire, y ahora con enojo guardado para en la noche, empezó a sacar con molestia y a montones los boxers de su hijo. En uno de esos montones fue que pudo sentir algo sólido y firme y, rezando internamente para no encontrarse con algo demasiado íntimo, despejó la ropa para ver lo que había estado oculto.

Dio un suspiro al ver que solo era una de las muchas cámaras de su hijo y una sonrisa nostálgica cubrió su rostro al notar que era la primera que le habían comprado, al empezar la carrera.

Mientras iba encendiendo el aparato, Nagisa se preguntaba que cosas habrían captado los ojos tan hermosos de su hijo y que tanto talento poseían.

Paso la imágenes de a pocos, notando diversas fotos y vídeos de fechas pasadas. Cuando llegó al último, se tomó su tiempo. Se tomó su tiempo de verlo completo, de contemplar lo que se proyectaba en todo ese suceso y los integrantes de aquella escena que, apenas terminó de ver los quince minutos de grabación, la hicieron correr al baño a vomitar con las lágrimas acumuladas en sus ojos.

Temblando, quedó sentada al pie del inodoro llorando y vomitando cada que recordaba aquella escena. Luego de lo que parecieron ser treinta minutos, pero en realidad fueron dos horas, logró levantarse del suelo en dirección a la habitación de su hijo. Guardo la ropa donde debía ser y dejo la cámara dentro del cajón.

Poco tiempo después, mientras preparaba aquella sopa instantánea que odiaba pero que era lo único en lo que se sentía capaz de cocinar para su familia, llegó su esposo dándole un abrazo en la espalda y un beso en la mejilla y cabeza.

— ¿Que tienes? — Le pregunto al verla tan perdida en sus pensamientos.

— Uno de mis momentos, no te preocupes — Dijo, sabiendo lo útil que era decir aquello para esquivar preguntas.

Su esposo entendió, dándole un apretón en el abrazo y tomándo de sus lados alejandola de la estufa.

— No te dejes llevar por ellos, mi amor. Ve y mira un poco de tele, yo me encargo de la sopa

Sin dar respuesta, recibió un último beso y empezó a caminar hacia el sofá. Encendió el televisor y dejó la programación que ya se encontraba sin darle mayor importancia.

Pronto la puerta sonó y un inesperado escalofrío la atacó cuando la puerta fue abierta, dejando ver a su hijo cansado y quejándose como era de costumbre.

— ¡Me estoy muriendo! — A pasos agigantados, su hijo se acercó hacia ella con los ojos cerrados incapaz de notar su expresión de pánico, una que no podía controlar — Hola mamá — Un beso en la mejilla fue lo que recibió haciéndola temblar. Su hijo la miró confuso y con preocupación — ¿Estas bien?

Ella no sabía que decir, porque no conocía forma alguna de encarar aquello que vio a su hijo, no cuando este se posaba frente a ella como siempre lo hacía y ella no podía verlo de la misma forma que antes.

Tragando el vomito que quería salir, sonrió cansada con sus ojos cerrados para evitarlo.

— Si, solo algo cansada. Es todo

— ¿Quieres que me quede o...

— No, ve con tu padre mejor

— De acuerdo

En cuanto se fue se aseguró de escuchar a los hombres hablar entretenidos, aprovechando para dejar caer lágrimas silenciosas que caían en sus piernas y abrazarse a si misma cubriendo su temblar, recordando aquellos fragmentos que vio en la tarde.

Hola gente bella del mundo.

Lo , soy Germán Garmendia en la hipocresía de "actualización cada viernes", lo .

No hay mucho que explicar, en parte borradores de capítulos de esta y otras historias habían sido borrados hace tiempo y luego me llegó un bloqueo.

Gracias por leer, votar y comentar.

Sin nada más que decir, se despide CrowBlast.

Adiooos <3

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