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— ______, despierta — abrí los ojos lentamente al sentir como alguien me agitaba con cuidado —. Buenos días — Eiji me observaba con una sonrisa desde el exterior del vehículo, retirando su mano por la ventanilla.

— Buenos días — imité su expresión y me quité la manta para incorporarme.

— Ya hemos llegado a Cape Cod. Los demás se adelantaron para ir a por la llave.

— Ok, gracias. Voy ahora — el asiático asintió y se alejó, dejándome sola.

Me froté los ojos tratando de despejarme y me recogí el pelo en una coleta alta, utilizando el retrovisor como espejo. Una vez lista, salí de la camioneta para dirigirme a la casa.

— Max, déjalo — Ash salió de la morada enfadado, chocando contra mi hombro. Dentro de ella, Oba agarraba al antiguo preso para impedir que atacara al adulto que tenía en frente.

Me quedé unos segundos paralizada antes de seguir al menor, admirando la escena frente a mis ojos.

— ¡Oye, rubio! ¿Qué ha pasado ahí dentro? — él siguió su camino, ignorándome. Aceleré el paso para llegar a su lado y cogí su brazo — ¡Oye!

— No ha pasado nada. Vamos a buscar pistas — se soltó de mi agarre y continuó andando. Me quedé quieta, mirándole irse.

— ¿Pero qué le pasa ahora a este? — suspiré y le seguí mientras que los demás salían de la casa para venir junto a nosotros. 

Entramos al edificio en el que se encontraba la vieja habitación de Griffin. Teníamos que encontrar algo en sus cosas, alguna pista que nos ayudara con nuestra investigación sobre banana fish.

-     -     -

La tarde lentamente había pasado y el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas. Paseaba por la hierba cuando vi de lejos a Ash, admirando el atardecer. Me quedé unos segundos dudando antes de, finalmente, acercarme a él. 

Me senté a su lado y apoyé mis codos detrás de mi, recostándome levemente.

— ¿Vas a decirme qué te pasó tan terrible aquí para que te estés comportando como un capullo o vas a seguir ignorándome? — él fijó su mirada en mí durante unos segundos, antes de devolver a dirigirla al horizonte con un suspiro.

— Mi madre nos abandonó al nacer y mi padre se quedó con la mujer que viste antes. Al principio me cuidaba mi hermano, pero cuando cumplí 6 años él fue llamado para ir a servir a la guerra de Irak y me quedé solo con ellos. A los 7 un entrenador de béisbol al que adorábamos todos me dijo que fuera a su casa y me violó. Intentamos ir a la policía, pero no hicieron nada. Todos en el pueblo le adoraban y yo no era más que un crío que podía estar inventándoselo para llamar la atención. Después de 1 año, le robé la pistola a mi padre y le maté para evitar que volviera a poner sus sucias manos sobre mi cuerpo o el de algún otro niño del pueblo. Tenía mucho miedo, pero no por haber asesinado a alguien, porque no había sentido nada al hacerlo. Después de eso, encontraron los huesos de múltiples niños en su sótano, por lo que fui declarado inocente. Aún así, a los ojos de todo esta gente, era un asesino. Mi padre quería mandarme lejos con mi tía, pero, antes de que pudiera hacerlo, decidí escaparme. Por desgracia para mí, unos idiotas que traficaban con niños me capturaron y me hicieron trabajar en un prostíbulo infantil. El lugar resultó ser propiedad de Golzine, al que, por algún motivo, le llamé la atención, por lo que decidió darme educación y acogerme. A los 15 fui llevado a detención juvenil por unos asesinatos, donde conocí a Shorter y nos hicimos mejores amigos. Después de eso, encontré a mi hermano comportándose como un muerto viviente que solo repetía una y otra vez banana fish en un hospital para veteranos de Irak. El resto de la historia ya la sabes. 

— Vaya... Realmente ninguno de los que estamos metidos en esta mierda lo hemos tenido fácil, ¿no? — él fijó su mirada en mí mientras asentía.

—¿Y tú? ¿Cómo fue tu primera vez?

 — ¿Matando o teniendo sexo? Porque si es la segunda podemos recrearlo ahora mismo — Ash se alejó rápidamente arrastrándose por el suelo, haciendo que estallara en carcajadas. Sus mejillas se tornaron de un adorable tono carmín y su vista ahora apuntaba al suelo —. ¿Cómo puedes ser tan inocente después de todo eso? 

— ¡No es mi culpa que seas una pervertida! — no pude evitar volver a reír bajo su mirada asesina, que volvía a estar sobre mí, al igual que me apuntaba acusadoramente con su mano. 

Tras unos minutos, volví a ponerme seria y él se posicionó a mi lado, aunque esta vez eran mis ojos los que estaban fijos en el horizonte y los suyos en mí. 

— En España, al contrario que aquí, las armas son ilegales, por lo que no era tan fácil conseguir una. En mi caso, fue mi padre el que me abandonó. Ambos eran personas casadas que les ponían los cuernos a sus parejas entre sí, así que el hecho de que mi madre se quedara embarazada de mí fue lo peor que les pudo pasar. Al descubrirlo, su marido pidió el divorcio y se llevó a sus hijos, dejándonos solas. Mi madre se negó a abortar por su miedo a las operaciones, por lo que unos meses más tarde vivía conmigo en un cuchitril que pagaba a base de ayudas. Me cuidó hasta los 4 años, ya que era lo único a lo que podía agarrarse, pero el dinero seguía escaseando. Sin saber que más hacer, decidió prostituirme para aumentar nuestros ingresos. A esa edad también empezó a maltratarme tanto física como psicológicamente, diciendo que era la culpable de todo lo que iba mal en su vida. No recuerdo mucho de esa época además de el día en que se suicidó, cuando tenía 7 años. Antes de hacerlo, quemó nuestro dinero y me dejó una no muy bonita carta de suicidio. La tiré a la hoguera en la que aún ardían los billetes y hui de allí antes de que algún vecino lo viera y llamara a la policía. Viví un tiempo en la calle hasta que encontré un club de prostitución en el que aceptaban menores. No podía volver al otro porque probablemente alguno de los amigos de mi madre me matara y no era como si supiera hacer alguna otra cosa, así que entrar ahí fue mi mejor opción. Los dueños me mantuvieron un tiempo y me enseñaron a leer, además de un poco de inglés y francés para facilitar la comunicación con los clientes extranjeros. Un día, mientras atendía la barra, entró un hombre con una pistola y empezó a matarles a todos. Le clavé uno de los cuchillos de cocina en el pecho para después coger mis ahorros y algo del dinero del local y salir corriendo, otra vez. Estaba harta de tener que huir sin poder defenderme, así que decidí venirme a Estados Unidos para poder comprarme un arma. Al llegar, comencé a dedicarme a seducir a pedófilos para colarme en sus casas. Ellos me daban de comer y un lugar donde dormir, solo tenía que despertarme temprano a la mañana siguiente y matarles. Ese tipo de gente se conocen entre todos, por lo que también buscaba información en sus hogares para elegir a mis siguientes víctimas. Una vez no había conseguido datos sobre ninguno y me colé en un bar de un mal barrio para intentarlo con los que pasaran. Ahí fue cuando conocí a Jack, el anterior líder de mi banda. Él rápidamente me frenó al descubrir mis intenciones y comenzó un pequeño interrogatorio sobre el porqué de mi situación. No pude evitar derrumbarme al sentir por primera vez como alguien se preocupaba por mí y acabé contándoselo todo. Él y toda la pandilla me acogieron y me enseñaron todo lo que necesitaría para sobrevivir en el país: hablar mejor inglés, cocinar, los lugares peligrosos que debía evitar... A pesar de cuidarme y educarme, él también tenía sus demonios personales, como todos allí. Un excompañero de su anterior banda había acabado igual que tú hermano tras servir en el ejército, convertido en una especie de zombie que solo decía banana fish. Ya casi lo tenía, pero, hace un par de meses, de repente, encontramos su cadáver en un callejón. Él había sido como el padre que nunca tuve, y no era la única de la banda a la que le sucedía eso, por lo que acordamos hacer lo que hiciera falta para descubrir todo lo que pudiéramos y vengar a Jack — antes de si quiera notarlo, estaba cerrando los puños con una excesiva fuerza que hacía que se me clavaran las uñas en las palmas.

Ash se quedó en silencio durante unos minutos para después esbozar una sonrisa de lado.

— Wow... Sabía que eras una prostituta, pero realmente no me esperaba que lo fueras desde tan pequeña — rápidamente me giré hacia él con el ceño fruncido.

— ¿En serio? ¿Eso es con lo que te quedas de toda esa historia? — ambos reímos ligeramente.

Era como si toda la tensión de hace unos minutos se hubiera desvanecido de golpe. Repentinamente no existían ni Golzine ni ningún otro mafioso, solo nosotros dos. La tenue luz del sol escondiéndose bajo las montañas resaltaba el verde de sus preciosos ojos y las hermosas facciones de su cara, que podía admirar al completo gracias a la leve brisa meciendo su pelo y apartándolo de su rostro. No pude evitar que mi mirada se desviara durante unos segundos hacia sus labios, los cuales relamió lentamente.

— Si sigues mirándome así voy a pensar que te gusto.

— Tal vez lo hagas — las palabras se escaparon de mi boca antes de poder pensarlas con claridad, hipnotizada por su presencia.

— Y tal vez tú a mí.

El silencio volvió a inundarnos mientras nuestras miradas continuaban oscilando entre los ojos y los labios del contrario. Ninguno se movía, ninguno decía nada. Nos limitábamos a disfrutar de la burbuja de perfección en la que nos encontrábamos sumidos el uno junto al otro.

— ¡Ash! ¡_____! ¡Venid a cenar! — ambos apartamos la vista con un parpadeo para fijarla en el asiático llamándonos.

— ¡Ya vamos! — nos levantamos del suelo y comenzamos a caminar hacia él. 

— _____, ¿estás bien? — incliné ligeramente mi cabeza confundida.

— Sí, ¿por?

— Estás roja — sentí como el ligero calor que antes sentía en mis mejillas se transformaba en un intenso ardor y, con él, nacía en mí el sentimiento de enterrar a Eiji cinco metros bajo tierra.

— ¿¡P-pero qué dices!? — me tapé la boca con una mano en un rápido movimiento al notar como había tartamudeado.

— ¿Estás segura? Dormir en una camioneta no es muy saludable, puede que tengas fiebre. Deberíamos compro- — le interrumpí con un grito antes de que continuara hablando.

— ¡Estoy bien! 

— ¿En serio? Porque yo te veo un poco débil — le lancé una mirada asesina al rubio, quien sonreía de lado.

— Ash tiene razón, pareces cansada — el moreno torció sus labios ligeramente en una seña de preocupación.

Sonreí con ternura, olvidándome por completo del hermoso idiota a nuestro lado. Ese pequeño asiático en definitiva era adorable.

— Tranquilo, estoy perfectamente. Pero gracias por preocuparte — le di un corto abrazo, provocando que esta vez fueran sus mejillas las que se sonrojaran.

Me separé y vi como el rubio nos miraba con el ceño fruncido. Le saqué la lengua a modo de burla y él rodó los ojos como respuesta. 

— Relájate, no voy a quitarte a Eiji. Es la persona más tierna del mundo, pero no es mi tipo — Ash chasqueó la lengua y se adelantó hacia el lugar donde íbamos a cenar, mientras el mayor nos miraba confundido y avergonzado.

Con una gran sonrisa de superioridad, me acerqué por detrás al rubio y pasé mis brazos sobre sus hombros, haciendo que dejara de caminar de golpe. Antes de volver a separarme, acerqué mi boca a su oído para susurrarle unas palabras. 

— Si quieres un abrazo solo dilo, no hace falta que mires mal al pobre Eiji — me callé unos segundos antes de continuar, dudando de lo que estaba a punto de hacer —. Si quieres algo más también puedes decirlo y veremos si tienes suerte y lo consigues — me alejé rápidamente , sin tiempo de ver la reacción del contrario. 

Retomé el camino hacia los demás con el corazón batiendo con violencia en mi pecho. No sabía cuándo ni qué me había hecho Ash para ser capaz de hacerme sentir así, pero sí sabía que, por mucho que odiara mostrarme débil frente a otras personas, si era por ver esa estúpida sonrisa altanera no me importaba en absoluto.

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Holaaaaaa.

Casi 2100 palabras para volver después de tanto tiempo, nada mal jeje. Lo primero quiero pediros perdón por haber estado tanto tiempo desaparecida sin previo aviso, pero lo importante es que he vuelto y, conmigo, las actualizaciones semanales. Voy a estar leyendo todos vuestros comentarios y poniéndome al día con todo estos días uwu. Mil gracias por toda la paciencia y, de verdad, siento muchísimo haber estado inactiva tanto tiempo. Os quiero muchísimo, hasta la semana que viene <3.

Bai <3.

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