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Antes de que empecéis a leer el capítulo, me gustaría hacer un anuncio. ¿Recordáis que hace un par de meses dije que estaba planeando algo y esperaba poder enseñarlo pronto? Bien, al final tuve que esperar algo más de lo que planeaba para contároslo, pero...
¡Voy a escribir mi primera historia 100% original!
Básicamente con esto me refiero a que va a ser en un universo y con unos personajes creados por mí. Es decir que, al contrario que el resto de mis historias, no va a ser un fanfic, sino algo creado al 100% por mí.
La verdad es que estoy increíblemente emocionada por esto y me gustaría poder contar con vuestro apoyo. Pronto estaré subiendo más detalles a mi perfil, así que os agradecería que me siguierais no perderos nada. De todas maneras, en cuanto suba el prólogo, lo anunciaré por aquí.
Muchas gracias por la atención y, ahora sí, os dejo con el capítulo de hoy. Aprovecho para agradeceros también la gran cantidad de apoyo y comentarios positivos que recibe la historia. Sois geniales <3. Espero que disfrutéis la lectura, cuidaos mucho y no os olvidéis de beber agüita y comer adecuadamente ;). Os quiero muchito <3.
Bai <3.
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—¡_____! —antes de que Mark pudiera terminar de pronunciar mi nombre, ya se encontraban todos corriendo hacia mí.
—Wow, realmente te han dejado en la mierda —Luck me cogió de los brazos de Kong mientras continuaba burlándose.
—Cállate y dame mi ropa. Esta está destrozada.
—¿Qué te hace suponer que traje una muda para ti? A lo mejor tenía planeado matarte para convertirme en el nuevo líder.
—Me quieres demasiado como para eso —intenté guiñarle un ojo, aunque acabé cerrando ambos, lo que provocó que el rubio se mofara aún más de mí.
—Te faltó añadir que, en caso de que tú murieras en un extremadamente trágico accidente, el que quedaría al mando sería yo.
—¡Alex! —él se acercó a mí con una sonrisa y me abrazó como pudo, teniendo en cuenta que aún me encontraba en los brazos de Luck.
—Te eché de menos, enana.
—Y yo a vosotros.
Alex y Luck habían sido las primeras personas que conocí dentro de la banda. Cuando entré era realmente pequeña, por lo que no había casi gente de mi edad. Ellos dos eran los únicos que tenían aproximadamente los mismos años que yo, así que siempre estábamos juntos. Obviamente, le tenía cariño a toda la pandilla, pero ellos eran diferentes. Siempre lo habían sido. Los tres éramos como hermanos, y Jack como nuestro padre.
—Bueno, ¿os ayudo?
—Cariño, apenas puedes moverte. Mejor siéntate ahí y deja que nosotros nos encarguemos —suspiré mientras el rubio me llevaba junto a un pequeño montón de ladrillos en el que podía apoyarme.
Todos continuaron rompiendo los coches de Golzine. En parte, me dolía ver como se desperdiciaba tanto dinero, incluso si era necesario. En cuanto no quedó ninguno funcional, Luck volvió a por mí para meterme en la parte trasera de su vehículo de huida. Él se dirigió a la parte delantera, donde Alex le esperaba como copiloto.
Pronto nos encontramos a varios kilómetros del lugar en el que había permanecido prisionera los últimos días. Conducíamos a gran velocidad para asegurarnos de que, aunque consiguieran los medios para seguirnos, les costara alcanzarnos.
Una vez estuvimos solos y más relajados, el ambiente se tensó. Puede que de cara a los demás sonriéramos y nos burláramos de la situación para evitar que se deprimieran, pero cuando estábamos los tres solos nos podíamos permitir ser nosotros mismos y hablar de la situación, por muy difícil que fuera.
—¿Cuánto tiempo llevo ahí? —pasamos unos minutos en silencio antes de que Luck me respondiera.
—1 semana aproximadamente.
—¿Cómo me encontrasteis?
—Ash nos avisó... Realmente le importas, ¿sabes? —asentí, ligeramente sonrojada.
—¿Qué te hicieron? —era la primera vez que Alex hablaba desde que nos habíamos quedado solos y se le notaba lo afectado que estaba en la voz.
—Tío, aún es demasiado reciente. No creo que... —le interrumpí brusca,ente.
—Me violó..., varias veces. También me pegó, me hizo heridas con un cuchillo y me forzó a matar a Shorter Wong, el líder de la banda asiática que os ayudó a entrar al edificio. Bueno, ¡en realidad obligó a Ash, a mí solo me dio la oportunidad de tomar su lugar, pero era evidente que iba a hacerlo. Habría sido como si yo os matara a uno de vosotros, simplemente no podía dejarle pasar por eso —durante los siguientes minutos, ninguno dijo nada. Luck conducía en silencio, con el sonido del viento chocando contra el parabrisas como único acompañante.
—Voy a matarle...
—Alex, tranquilo. Estoy bien.
—¡No lo estás! ¡Apenas puedes moverte! ¡Y no creas que no hemos notado que hablas más bajo de lo normal! ¡Venga ya, si ni siquiera puedes caminar por ti misma! ¡Somos nosotros, _____, así que deja de fingir que todo va bien de una puta vez y admite que quieres cortarle el pene tanto como yo! —antes de que pudiera evitarlo, finas lágrimas resbalaban por mis mejillas. Me las enjugué mientras dejaba escapar una pequeña carcajada de mis labios.
—¿Cortarle el pene? ¿En serio? ¿De todas las torturas posibles, eliges esa?
—Créeme que le haría un favor a la humanidad dejando estéril a ese cabrón.
Los tres estallamos en un ataque de risa. Siempre funcionábamos así. No importaba lo que pasara: nos lo contábamos, llorábamos y terminábamos riéndonos hasta que nos dolía la barriga.
Era en esos momentos junto a Alex y Luck en los que me olvidaba de Golzine, Banana Fish y todo lo demás. Era como si volviéramos a ser niños que corrían felices por la base, sin más preocupaciones que ser capaces de recordar el nombre de los cincuenta estados. Era como si Jack volviera a estar vivo, esperándonos en casa. Todo lo que nos afligía se esfumaba, dejando que lágrimas de felicidad sustituyeran a las de tristeza y se permitieran correr libres, desahogando un corazón oprimido por la desgracia.
Pero todo ello no era más que una fantasía que cesaba en el momento en el que lo hacía nuestra risa, devolviéndonos a la triste realidad en la que ya éramos demasiado mayores como para andar corriendo para ahí, nos teníamos que preocupar por demasiadas cosas y Jack no era más que otro cadáver en un cementerio repleto de ellos. Por eso extendíamos ese pequeño instante de felicidad hasta que nuestro cuerpo no podía más. Hasta que el dolor de barriga era matador y los ojos se nos habían irritado de tanto limpiar las lágrimas que salían de ellos. Hasta que no teníamos más opción que dejar de soñar y volver a nuestras vidas, esperando que llegara el día en el que todo terminara y pudiéramos permanecer en ese bienestar por siempre.
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