3.- ¿Vale la pena?
Mike empezó a gruñir mirando a todos lados. Aquellos seres vinieron. Eran iguales que ellos, pero más altos y de cuerpo gruesos. En sus manos había unas lanzas hechas seguramente con las ramas de los árboles y con piedras que afilaron. El can instintivamente se puso delante de acenix tratando de protegerlo.
Los desconocidos mostraron los dientes gruñendo a Mike, era un grupo de cuatro animales, cada uno de pelaje largo y oscuro. Amenazaban con sus lanzas, acercandolas a Mike, mientras avanzaban. Mike solo pudo dar pasos atrás, obligando a el felino que estaba atrás suyo a hacerlo lo mismo. ¿Los matarían?
Los pasos hacia atrás dieron su fin, la espalda de acenix choco contra un árbol dando un quejido por la sorpresa, pensó que no se terminaría el espacio. la gruesa espalda de Mike empezó aplastarlo, la punta de la piedra filuda de la lanza acariciaba ligeramente el pelaje de la garganta de Mike. Acenix quería acomodarse, pero en esta situación no le era posible, incluso aunque empujara a Mike levemente para obtener aire, podría ocasionarle la muerte.
Los animales empezaron hablar entre ellos en un idioma que desconocían. Parecían semejantes a un lobo por la cantidad de pelaje, aunque también a un zorro por el hocico largo y delgado que poseían. Acenix escuchaba la fuerte respiración del can, juraba que podía también oír su latido frenético.
— Mike, no me dejas respirar...
— Tengo un cuchillo acariciando mi garganta, aguántate. — nisiquiera volteo la cabeza para mirar a Acenix, en su mente solo estaba el hecho de que hoy podría morir ya sea por cualquier movimiento. Incluso el hablar se le estaba dificultando.
El lobo más alto dijo unas palabras gritando, como si dará una orden. Dejaron de amenazar a Mike con aquella lanza que amenazaba con clavarse en su garganta. Pero no era total felicidad. Aquella sonrisa que apareció de inmediato cuando lo dejaron de atentar contra su vida, se extinguió al segundo. Amarraron su cuerpo con lianas teniéndolo inmóvil. Era obvio que Mike intento resistirse, pero fue en vano.
— ¡Acenix! ¡Corre! ¡Encontremonos en el árbol de manzanas doradas! — dijo con desesperación al ver cómo el gato se quedaba quieto mirándolo, quería que huiera, que se salvará. — ¡mierda! ¡Reacciona!
Todo había pasado tan rápido, se había quedado procesando todo. Sus piernas empezaron a moverse hacia atrás. Tenía miedo, pero la seguridad de el can, que decía que se encontrarían en el árbol de manzanas doradas, le confirmaba que saldría vivo de ahí. Dió la vuelta, empezó a correr con todas sus fuerzas, lo más lejos posible tratando de recordar la ruta al árbol de manzanas doradas. El largo pasto le picaba el cuello, le lastimaba. Deseaba poder detenerse, pero las circunstancias cortaban sus opciones. Lo sentía. Estaba siendo perseguido. ¡Los gruñidos y resoplidos de aquel animal de pelaje oscuro eran exageradamente altos! ¿O capaz estaba demasiado aterrado cómo para diferenciar que todo estaba en su cabeza? No lo sabía.
La sensación de ser una presa siendo cazada, le causaron más terror. Sus músculos empezaron a doler y su respiración era ahogada. Ya no sabía por dónde estaba yendo, cada paso parecía hundirse a una desesperación extrema del cual no podría escapar si es que no era atrapado antes. Sus músculos ardían, jadeaba fuerte, el aire se le iba y el mundo se le caía encima. En cierto punto se pregunto si de verdad iba a conseguir librarse de ese animal. Sus expectativas no eran las altas. Sin duda alguna este infierno de inquietudes se le hacía eterno, ya le estaba viendo el lado bueno a ser atrapado. Porque sabía que tarde o temprano sus energías irían en picada, que en cualquier momento se desmayaría, que no hubiese valido la pena caminar unos 30 pasos más. Ojalá hubiese comido algo de comida en la fiesta de sus amigos. Era conciente de la falta de firmeza en sus pasos.
¿Valía la pena? ¿Enserio?
Y se dejó caer. Exhausto. Dudaba que un animal de gran tamaño y musculatura no lo hubiese atrapado antes, definitivamente estaba jugando con su nuevo juguete, sacando provecho de la situación para entretenerse.
Definitivamente estaba en lo cierto, aquel animal no lucía cansado ni con el cuerpo demacrado después de tanto correr ¡claro que no! El lucía una gran sonrisa juguetona. Atras suyo vino su compañero, el cual ato su cuerpo igual que como lo hizo con el can dorado.
Fue llevado como un costal de papas en el hombro de su cazador. A los ojos de Acenix, el mundo daba vueltas, se oscurecia. Los párpados le pesaban, había corrido lo más rápido que alguna vez haya hecho en su vida. Hubiese querido vomitar, pero no había comido nada desde hace días, ni tenía la energía para hacerlo.
Sus ojos se cerraron cayendo inconsciente. Sin embargo recupero la conciencia cuando fue lanzado al piso con fuerza, gimió de dolor. Unos brazos lo rodearon, un calor lo envolvió. Mientras se sentía perecer ante la vida unas manos acariciaban su cabeza llamando su nombre con desesperación. En alguna parte de su mente le gustaba aquella desesperación, sentirse importante, aunque le lastimaba no fuera Jon. Aquellas manos traviesas acariciaron su pecho con confianza. Fue cuando dió un sobresalto abriendo sus ojos. Mike estaba tan cerca de su rostro como si no conociera el concepto de espacio personal. Acenix aceleradamente alejo aquella mano de su pecho sin quitar la mirada del can, no podía negar que aquellos ojos color plata envueltos en aquella esclerotica negra eran exóticos y hermosamente extraños.
— Acenix, me habías preocupado joder, te dije que debías correr — se alejo de el felino apenado
— Mike.. te juro que no miento cuando digo que es una alegría verte — Miro su alrededor, era un lugar oscuro, reducido y rocoso, el ambiente era apenas alumbrado por unos rayos de sol rebeldes que se adentraban por el pequeño hueco de una roca gigantesca tapando la salida.
— Me metieron aquí, me quitaron la mochila y mi capa. Luego te lanzaron aquí y volvieron a tapar el lugar... — No lo hizo a propósito, pero su mirada se desviaba al pecho de el felino viajando lentamente a la entrepierna.
—Que me andas mirando... — Tardo un poco en entender, se miró asi mismo, sentía que quería morir, se encontraba desnudo...
Desnudo, desnudo, desnudo.
Esas palabras golpeaban su cabeza causándole un mareo. El hecho de pensar que se encontró desnudo en los brazos de Mike le sonaba incluso irreal.
— ¡Mañoso de... De lo que sea! ¡No me mires! — Estaba tan nervioso que nisiquiera pensaba en sus palabras. Con sus manos tapaba su intimidad, mientras fruncía el ceño y bufaba al can, como si marcará su límite.
— ¡Ey! ¡No, no! ¡No soy un mañoso! Aparte.. ehh.. es normal.. que los animales andemos desnudos — miraba nervioso a otro lado. Nunca vio a Acenix desnudo. Aunque no era un tabú para el ver a un animal desnudo, solo que... Era Acenix. El gato renegon y gruñón que decía a cada rato que los animales civilizados debían vestir con prendas. El cual nunca habia visto sus brazos descubiertos ni sus piernas. Aquel gato vanidoso se encontraba desnudo frente suyo.
— ¡Es normal para los inadaptados cómo tú!
La vergüenza y la pena se fueron cuando el felino lo molestó, apretó sus manos haciéndolos puños gruñendo. Definitivamente, sus rivalidades aun seguían intactas, antes de poder dar el mismo discurso sobre la ropa en animales, la gran roca se desplazo hacia un lado. Un animal de aquella raza lanzo una canasta con comida adentro. Lo hizo con desdén como si le hubiesen obligado aquel deber. Por su complexión parecía ser un hembra, su hocico estaba curveado hacia abajo, haciendo que se vea estéticamente mal y un poco más aterradora que aquellos machos de gran cuerpo y de rostro simétrico . Dijo unas cuantas palabras que ni Mike ni Acenix pudieron descifrar. Se fue volviendo a cerrar el espacio pequeño con la roca.
— Ey mike, será mejor no comer aquello que nos... — sus ojos se posaron en Mike, estaba tragando en grandes cantidades esa comida gelatinosa, ese alimento tenía un mal aspecto, se notaba poco apetitoso a la vista de Acenix — oh joder... Que asco. ¡No comas eso! Puede ser veneno
— Oh si, "veneno" dudo que hayan traído nuestros cuerpos aquí para matarnos con veneno cuando pudieron matarnos con su lanzas.
— Capaz es algún tipo de ritual... Esa cosa luce asquerosa.
— Pues se nota no tienes para nada hambre — se separó de la canasta — pero te he sobrado un poco. Creeme, vale la pena. — con su mano suavemente empujó la canasta hacia Acenix.
— ¡agh! Que asco — puso una cara de asco al acercarse a la canasta — ¡Seguramente son sobras!
— A mi Trolli me da las sobras de Timba para comer como merienda en la tarde. No es nada de el otro mundo.
— Yo nunca comí sobras. ¡No soy un animal callejero! — frunció el ceño cuando oyó a Mike imitando la última oración que dijo con una voz aguda e irritante — tampoco es para que te burles de mi.
— pues mira gatita, yo fui un animal callejero, me ofende tu comentario. — suspiro con enfado. Cuando vio como el felino estaba por hablar otra vez, le lanzó la canasta, toda aquella babosidad se mezclo con el pelaje de su rostro. No era su culpa, Acenix siempre quería quedarse con la última palabra, tenía derecho, ¡por lo menos una vez!
Se esperaba un tremendo regaño. Pero no fue así. Acenix empezó a comer la canasta. Es como si su acción lo hubiese empujado a satisfacer su hambre aunque esté se negaba a hacerlo. Sonrío al verlo. Estaba feliz, estaba cumpliendo su misión de cuidar al felino y había ganado una discusión con Acenix. Hubiese hecho una fiesta en su cuarto gritando a todo volumen "te he ganado Acenix". Cerraba los ojos imaginando aquel bello momento en su habitación al llegar a su dimensión.
— Valió la pena...
— ¿Que dijistes?
— nada — sonrió — ¿al final no estaba tan mal no? — miraba al gato, se preguntaba, en qué estaría pensando tanto. Bueno, estaba cansado, capaz quería quedarse dormido.
— espero tengas algo con que me pueda limpiar el rostro... ¿Verdad?... ¿¡Verdad?! — al ver reír más al can se ponía más furioso. — ¿¡me echastes toda esa canasta sin saber con que me limpiaria!?
— Ups...
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Capitulo corto. Perdón. Les prometo actualizar más seguido y traer capitulos mas largos.
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