1.- Cosas por decir

Estaban cayendo colina abajo. Cuando terminaron de rodar, el can sentía algo suave y mullido debajo suyo que le hacía sentir como en una nube.

— Mierda... quítate de encima, me cuesta respirar. — Al escuchar las palabras del felino se dio cuenta de donde se encontraba.

Se levantaba sacudiéndose para quitarse la tierra de su melena, el felino seguía tirado en el suelo intentando recuperar el aliento. Sentía un enorme dolor en la columna vertebral a causa de la caída. Todo había pasado rápidamente haciendo que el felino necesitara tiempo para asimilar la situación. Mike lo había empujado con fuerza haciendo que entrara al portal, y nada más llegar a esta dimensión cayo sobre el duro césped siendo aplastado segundos después por el pesado cuerpo del can.  Respiraba muy agitado como si en cualquier momento se fuera a desmayar.

El can se encontraba encandilado por el hermoso paisaje del lugar. Tal era su asombro que apenas llego a ver el sendero. Estaba rodeado de una gran cantidad de matorrales de hierba, una hierba tan alta que le llegaba hasta su tórax haciendo que la larga y filuda hoja de la hierba le hiciera cosquillas en su cuerpo. miraba hacia arriba, unos árboles que parecían llegar al cielo eran portadores de unos dorados frutos que colgaban de sus ramas curvadas. El canto de las aves no era de faltar, una suave y tranquila melodía retumbaba por el lugar, y el sol estaba en su posición cenital.

— Es de día... qué raro. — Comentaba el can.

Una suave brisa mecía lentamente el pasto como si estuvieran meneándose al ritmo de los cantos de los pájaros, este repentino detalle le hizo acordarse del felino que lo acompañaba. Se dirigió hacia el con una mirada erguida demostrando superioridad hacia este.

— ¿Por qué me has de mirar así? — Despegaba su espalda del suelo, con su pata masajeaba su cabeza para amortiguar el dolor. — ¿¡Ahora que mierda quieres de mí!?

— Tu ya sabes que las preguntas las hago yo, porque no dejamos de perder el tiempo y me cuentas todo.

— ¿Y por qué debería decírtelo? no era mi plan que estuvieses aquí.

— Creo que no sabes con quién estás hablando, yo soy...

— Soy Mike un inútil, bueno para nada que se pasa todo el día fardando de sus logros ya que tengo un sentimiento de inferioridad enorme y necesito compensarlo. — Decia Acenix tratando de simular la voz de Mike, en cambio este parecía muy enfurecido.

— Serás hijo de puta.

— Serás inútil de mierda.

Los dos se miraron directamente como si con la mirada estuviera todo dicho. Mike trato de tomar la iniciativa, se acercó al felino pero este se levantó de inmediato, los dos se bufaron constantemente aunque al parecer el ganador fue Mike, ya que el felino retrocedió cuando este intentaba acercarse.

— ¿Acaso me tienes miedo gatita?

— Solo me da miedo las estupideces que puedas hacer.

El felino se retiró, aunque al ver que su mochila no estaba a su alrededor se asustó, fue lo suficiente expresivo como para que Mike notara su preocupación. En su mochila había recursos necesarios para poder sobrevivir, era importante...

Buscó separando el manojo de hojas largas con sus manos para tener una buena vista, pero no le era posible, era como buscar una aguja en un pajar. Este se encontraba asustado, Escuchaba los latidos acelerados de su corazón, como si fuera un tambor. Su mirada buscaba inconscientemente a muchos lados, moviendo su cuello muy fuerte hacia los costados. Era difícil admitirlo, pero tendría que pedir ayuda al can que con su buen olfato seria fácil para él encontrar su mochila. Después de decirle esos agravios dudaba de que quisiera ayudarlo, Prefería quedar callado antes que suplicarle.

— ¿Se te perdió algo gatita?— Le preguntaba aunque la respuesta era obvia.

— En primer lugar no soy una gata, y en segundo lugar... ¡es que se me cayeron los ojos y los estoy buscando! — gritaba el felino enojado.

— Solo te lo dije de broma... pero que sensible eres, aparte que ni para el sarcasmo estás hecho. — El can solo dio un suspiro como si fuera agotador para el hablar con el felino o al menos entablar una conversación. — Pero que difícil de tratar eres, cualquier cosa digo y te enojas.

— Por qué de tu boca solo sale tonterías. — Este solo trato de calmarse, evitando intentar gritar al felino.

— Me da rabia... que tenga que cuidarte.

— ¿Cuidarme? ¿¡Cuando he necesitado tu protección!?— Gesticulaba con sus brazos furiosamente moviéndolos en todas direcciones. — ¡Todo iba a ser perfecto para mí! Hasta que te entrometiste y arruinaste todo... un futuro que anhelaba lejos de ti, de Jon, de todos! — Decía furioso el felino.

— Yo no quise hacerlo, me lo encargó el maldito de Trollino. — Bufaba — Estoy furioso por tener que pasar por esta situación. ¿¡Tan difícil es saber qué tipo de trato hiciste?! Debes ser pendejo para no darte cuenta que ese era un espectro malvado. Lo he conocido meses atrás ¡ese espectro malvado era el mismo que intento matar a Trolli!

— Eso no lo sabía, pero era conciente de lo que hacía, así que baja el tono de tu voz. — Suspiró, no soportaba los gritos del can — Dejemos todo claro... aquí Trollino no está, yo me quedaré aquí, tu consigues la forma de salir de esta dimensión y te largas, cuando llegues inventate cualquier mentira por la cual no estoy contigo, que para eso eres bueno.

— Trollino me matará, suele ponerme una mirada asesina cuando algo le decepciona.

— ¿Y a mí que me importa? Es tu problema. — dio la espalda a Mike, esa discusión le había olvidado su preocupación por su mochila.

Le era difícil encontrarla sabiendo que él era más pequeño de estatura que Mike, la hierba alta le llegaba hasta el cuello, causándole comezón. Otra vez comenzaba su búsqueda frenética, el can solo miraba como el felino buscaba su mochila, le parecía gracioso ver como su menor se fastidiaba, se imagina a Acenix sacando humo por las orejas como las caricaturas que solía ver. Se ensuciaba con la tierra al agacharse y gatear, había veces que parecía no verlo a simple vista, pero podía percibir su olor entre la espesura.

Dentro de unos momentos su apetito le pidió algo para devorar, no había comido nada en la fiesta y se lamentaba pensar que pudo haber probado ese pastel bañado en chocolate con frutas decorativas que lo hacían ver más apetitoso de lo que se imaginaba. En esos momentos era donde más deseaba estar con Trollino a pesar de su actitud. Su mirada se levantó para arriba viendo los jugosos frutos dorados de los árboles, quería probarlos para saciar su hambre, pero dudaba de que pudiera por lo menos trepar el árbol.

— Al fin lo encontré... pero está roto. — Murmuraba para sí mismo el felino.

— Oye gata, no crees que deberíamos comer? — Preguntaba algo dudoso mirando los árboles.

— No me interesa lo que hagas, iremos por caminos separados, ¿entiendes? Tú no te preocupas por mí, ni yo por ti.

Decía el felino intentando mantener la compostura aunque por dentro también estaba hambriento. Levantaba su mochila entre sus brazos, el hueco que se había ocasionado era muy grande que al no agarrarlo de buena manera todas las cosas de su interior salian hacia afuera.

Mike seguía con la mirada fija en un fruto en particular, era ovalado hasta parecía brillar por los rayos del sol, con su mente deseaba que la fruta cayera hacia sus patas. Y para sorpresa del can, el fruto cayo de las ramas con algunas hojas del árbol que también descendían al suelo, este sorprendido por la coincidencia, corrió a la dirección de este fruto, no quería que se golpeara en el suelo y se estropeará. Lo atrapó. Y sin pensarlo dos veces dio una mordida, su superficie era liza y la pulpa era de color morada, dulce y a la vez ácida.

— Pero que manjar.

La pulpa se hacía tiras en sus dientes mientras el jugo se expandía por toda su cavidad bocal. Acenix observaba desde lejos como el can comía y disfrutaba de su tentempié, este se acercó por curiosidad.

— No te daré nada, aunque me sigas mirando. — Decia el can intentando fastidiar al minino.

— Solo quiero ver.

— ¿Ver qué cosa?

— Ver si el fruto no te trae ningún malestar estomacal o tenga veneno... o yo que se... tenga algo mal.

— Dudo que me haga algún daño, tengo un estómago de hierro. — Anunciaba como si a la vez tratará de convencerse así mismo de que era verdad. — Ahora se me quitó el apetito...

Acenix se le quedaba mirando, a Mike le molestaba tener su mirada curiosa sobre él, como si le recordara de lo torpe que fue al comer sin pensar en las consecuencias. Al ver que no ocurría nada en unos minutos Acenix empezó a caminar, tendría suerte si se encontraba con algún río o lago para conseguir una fuente de agua potable. Mike lo seguía por atrás manteniendo una mirada baja, concentrándose en no tropezar con ninguna piedra oculta tras la hierba alta, el felino le repitió muchas veces que no lo siguiera, pero el can hizo caso omiso a sus palabras, recordar lo que Trollino le había pedido, esa razón unido al hecho de que estaban en una dimensión desconocida le daba más razones para seguirlo. Repente un golpe de dolor de cabeza lo atacó, su barriga le dolía a más no poder, ese dolor de barriga era como si le pincharan desde lo más profundo de su interior, pero este seguía firme, ya sea para no darle de cierta forma la razón a Acenix. Aunque su orgullo solo duró unos minutos.

— Acenix... deberíamos parar de caminar... — Pronunciaba en un tono bajo.

— ¿Ahora que quieres? ¡Ya tengo mucho con que me sigas!

— Solo quiero parar... descansemos. — Su apariencia era horrible, se presionaba el estómago, y oprimía sus dientes.

El felino volteó para gritarle, pero al verlo solo le dio por aceptar, no había muchos lugares para refugiarse, con sus patas arrancó una gran cantidad de hierba alta dejando una pequeña área plana, de su mochila sacó una cobija extendiéndola.

— Échate. Debiste decirlo desde hace tiempo que te sentías mal.

— Estoy bien... solo estaba cansado. — Decía mientras se echaba. Ese dolor volvía a atacar haciendo que gruñera.

Estaba en posición fetal, Acenix pasó su pata por la frente del can para confirmar sus sospechas, tenía fiebre. La situación estaba difícil, solo los dos, sin recursos fundamentales para vivir.

— Estoy bien... estoy bien – Decía débilmente aunando fuerzas de flaqueza.

— Deja de engañarte, ni tú te lo crees. Se lo suficientemente fuerte para sobrevivir, porque no hay ninguna persona que pueda salvarte en este mundo.

— Me hubiese gustado al menos mo… — Gruñía consecutivamente mientras ese dolor golpeaba su cuerpo. — ... morir creyendo una mentira.

— No vas a morir.

— ¿Como... sabes?

— Porque eres el gran Mike... eres fuerte ¿no? — Decía alzando la voz procurando animar a su compañero.

— ¿No que pensabas que era un inútil presumido?

— ¿Quieres que te diga eso en tu lecho de muerte? — Sonreia de manera burlona.

— No me jodas... mejor sigue con tu discurso.

Ambos rieron ante esa pequeña conversación. Que mejor cura que una sonrisa. Aunque el reír le Mike generaba a otra ola de dolor. Pero quería soltar risas, era un momento adecuado para mostrar una risa y no andar de lamentos.

— Sabes... te odio pero no te deseo la muerte. — Decía el felino frotándose la nuca.

— ¿Gracias?

— No sé por qué rayos me apiade de ti, si eres de lo peor. — Preguntaba en voz baja mirando al can.

— Debe ser porque no quieres sentirte culpable... no creo que me tengas cariño... — Respondía apretando su estómago por el dolor.

El atardecer se presentaba, las pocas luces que atravesaban las hojas de los árboles desaparecían. Algunos quejidos se escapaban de la boca de Mike, el felino solo podía contemplar como sufría mientras algunas lágrimas brotaban de los ojos del can. Nunca pensó verlo en ese estado de vulnerabilidad... pero él ya se sentía limpio de toda culpa, el mismo se condenó, y él había hecho lo mejor que pudo.

— Si algún día vuelves... a ver a Trolli... dile que fue el mejor padre que he podido tener...

— ¡Dios! Por favor, si de verdad piensas que vas a morir, morirás. Dime si vas a morir para que te deje a tu suerte y yo prosiga mi camino. — El can soltaba algunas risas.

— A pesar de estar por morir... no sientes ni una pizca de lástima — Decía el can mirándolo con lastima.

El felino se sintió ofendido, pintarlo de esa manera errónea no le ayudaba a su estabilidad. Se sentía triste no era el mejor can pero capaz seria Mike el último conocido de esa dimensión que vería en su vida.

— Nunca entendí... por qué siempre me has odiado. Traté de ser bueno contigo, pero tú siempre me insultabas — Le preguntaba el felino bajando la mirada.

— Nunca me gustó tu personalidad tan... irritante.

— Seguramente por eso siempre me dejan... — Esta última oración la dijo decaído como si hubiese perdido la cordura al pronunciar esas palabras — Y-ya no tengo a nadie a mi lado, trate de distanciarme de ustedes, pero siempre llegabas tu. — Unas lágrimas nacían de sus ojos para recorrer sus mejillas. Con una pata se las limpiaba evitando que el can lo viera.

— Odio decir esto... pero yo también he sido de lo más malo contigo, y prefiero morir con la conciencia limpia. Perdón. — Decía el can haciendo un esfuerzo para mirarle a los ojos.

— También perdóname.

— Mmmm... los ojos me pesan... me duele la cabeza y el estómago...

— No te duermas, no quiero tener un cadáver junto a mí...

— El dolor es insoportable... Dios, no debí comer esa maldita manzana... — Se lamentaba. Acenix volvía a limpiarse sus lágrimas con su pata.

Sus ojos se fueron entrecerrando, y sus quejidos desaparecieron. Había caído dormido, Acenix se asusto temiendo que su única compañía estuviera muerto. Su pata se acercaba a la nariz negra y redonda del can, al notar aún su respiración, suspiro aliviado.

— Aún sigues respirando..

Logro soltar esas palabras de sus delgados labios, mientras intentaba secar los restos de humedad de sus mejillas. He intentaba tranquilizar a su corazón y mente sobre todo lo que estaba pasando era un mal momento.. un mal recuerdo que en un futuro sería contado como un mal chiste.

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