51. El infierno en la tierra
Detective Jung
Nos movilizamos rápidamente cuando aquella serie de ruidos provenientes de algún lugar nos alertaron. Para mi nada tenía sentido en la cabaña en la que nos encontrábamos aun así tenía que estar ahí, debía investigar.
Tome el pasillo de al lado de donde nos encontrábamos, rodee la sala de estar que daba la bienvenida a la cabaña cuando uno entraba y me interne por otro pasillo hacia el fondo de la cabaña. Era grande de dos pisos y terraza al aire libre, una típica casa de descanso de un empresario millonario.
Me detuve abruptamente sacando mi arma cuando una sombra apareció ante mí al final del pasillo caminando lentamente, estaba algo oscuro así que no podía distinguir bien de quien se trataba, podría ser alguna de las víctimas o el mimo Mong-koo así que levante el arma para disparar, debía estar preparado para cualquier cosa.
—Soy policía, no intentes nada obstinado —digo advirtiendo al personaje que se acerca lentamente por el pasillo.
Doy un par de pasos a su encuentro hasta que finamente puedo ver su rostro y me sorprende lo rápido que mis pies dejan de dudar en avanzar y ya estoy parado al lado del chico Yang Minho. Se le ve pálido y al parecer tiene una herida severa en su hombro.
—¿Qué pasó? Estas herido —digo en voz alta—. ¡Necesito que los vehículos de emergencia estén aquí rápido!
Mi orden es acatada por alguno de los oficiales que me acompañan mientras trato de atender al chico rubio que se sostiene de mí.
—Recuéstate en la pared —le pido mientras tomo la orilla de su camiseta ensangrentada y la desgarro para poder cortar un pedazo y así hacer con el trozo de tela un torniquete que le ayude a detener el sangrado del hombro.
—É-l... É-l —trata de explicar pero se ve débil.
—Shhh luego me explicas, debo detener la sangre.
—Abajo... a-abajo detective —Sus ojos están cristalinos, llenos de suplica.
Asiento con la cabeza para que entienda que hare lo que me pide pero en estos momentos mi prioridad es atender a la víctima, o sea a él mientras aprieto la tela en su hombro y parte de su omoplato con fuerza, no sé si es una bala o una puñalada.
Escucho los pasos apresurados del oficial Chan detrás de nosotros así que con una señal de mi cabeza le apremio a que se acerque más hacia nosotros. Me preocupa el estado de salud del chico Yang pero aun hay trabajo por hacer. Debo ir abajo como él ha dicho.
—Chan quédate con él mientras llega la ayuda, iré a revisar abajo —El oficial asiente tomando a Yang por el brazo ayudándolo a sentase en el pasillo. Le dedico una última mirada al muchacho, sus ojos que antes vi celestes brillantes están opacos.
Mi mirada es dura pero también expresa algo, una promesa implícita que le dice "Estarás bien" y entonces emprendo mi misión, encontrar al culpable de todo. Es culpable de muchas cosas, de que haya pasado horas sin dormir tratando de descubrir su identidad, de la desaparición de varias personas, del rapto del año al llevarse al hijo de la familia tan influyente como los Kim. Es culpable de mi obsesión por atraparlo.
Juro que voy a matarlo cuando sepa quien es.
Camino por el mismo pasillo donde se han quedado Yang y el oficial Chan y sigo el goteo que ha dejado su sangre, el rastro parece guiarme hasta una especie de escalerilla que lleva hasta un sótano, al final abajo hay una puerta abierta, mi pulso se acelera al solo imaginar las cosas que encontrare, el olor es horrible. Hiede a putrefacción, a la muerte misma. Es tan asqueroso que debo tomar aliento antes de poder entrar.
Empujo un poco más la puerta armándome de todo el valor posible, a pesar de ser un detective experimentado no estoy preparado para lo que adentro hay. Lo sé, lo presiento.
La puerta suelta un rechinido estridente como si augurara la fatalidad desde la ultratumba dejando escapar más ese hedor putrefacto, me tapo la nariz con un brazo mientras me adentro al infierno y lo que veo me deja sin alma.
Es una habitación de paredes de roca caliza oscura, una única luz roja proviene del fondo lo que le da un toque más tétrico al lugar, mi pie resbala por el piso de madera, hay una especie de sustancia impregnada en el suelo pero lo que atrae a la vista es un mural, una representación bizarra de la capilla Sixtina de Miguel Ángel: Cuerpos humanos pegados las paredes.
Ahí estaban dos de los que estaban desaparecidos, Chaeyoung y el chico del supermercado prensados en la pared como una especie de pintura rupestre extravagante y grotesca. A su lado sin duda estaba uno de los socios de mi padre, se llamaba Kang Joung ji, había otro del otro lado llamado Joon Seojun, lo vi varias veces en el club de golf al que mi padre suele asistir, también estaba uno llamado Chung Hee, era un importante accionista de IMag Motors. El presidente de una empresa con la que mi padre mantenía una estrecha relación Ji Hoon, eran muy cercanos. También estaba el cuerpo del hijo del dueño de una cadena de hoteles muy prestigiosa en el país, Ha-Yoon y otros más.
Quizá unos 10 o 12 cuerpos. Curiosamente todos pertenecientes al círculo social de mi padre y de dueño de este lugar, para mí no era extraño verlos en la casa de mi padre cada fin de semana organizando reuniones y divirtiéndose. Todos estaban aquí, muertos y pegados a las paredes, desnudos sin varias partes de sus cuerpos. ¿Qué clase de monstruo hace eso?
Mis pasos eran resbaladizos y pude darme cuenta que el liquido viscoso del piso eran los fluidos expedidos por los cuerpos en las paredes.
Las ganas de vomitar me invadieron de pronto como locas queriendo abandonar mi boca pero me contuve tragando el amargo y asqueroso vomito porque no podía contaminar la escena que acababa de encontrar.
Fije mejor mi vista en lo demás representativo de la habitación encontrándome con un sillón de franela roja y respaldo alto que estaba colocado de manera estratégica hacia el frente de una gran pantalla de televisión, al parecer alguien estaba sentado ahí porque podía ver una cabellera negra y espesa desde la posición en la que me encontraba. Di un par de pasos, preguntándome ¿Quién demonios tendría una televisión en su sótano?
Los escasos cuatro pasos que me separaban del sillón me parecían eternos, tratando de no pensar si quien estaba ahí seria el dueño de esta cabaña alguna otra víctima, lo rodee poco a poco y fue ahí que logre escuchar bajos y leves balbuceos provenientes de quien estaba sentado en la silla. Mi primera impresión fue brutal, estaba irreconocible, su rostro demacrado y casi sin color parecía un cadáver viviente o casi con vida. Mis manos comenzaron a temblar poco a poco y la respiración me falló, reconocí la ropa definitivamente le conocía.
Mi padre.
Ese era él, también era una víctima del maniático.
Mi primera reacción fue preguntarle que había pasado, si estaba bien pero viendo el estado deplorable en el que se encontraba era obvio que no. Sin embargo, él solo balbuceaba cosas inentendibles.
—Padre, ¿Quién fue, dígame?
Sus balbuceos se volvían insistentes cada vez, pude notar que le faltaban sus ojos, alguien se los arrancó brutalmente, también todos los dedos de sus dos manos y las heridas estaban negras, lo negro subía hasta llegar al antebrazo. Sabía que esos brazos estaban perdidos para siempre. La nariz la tenía rota, seguramente al recibir un fuerte puñetazo. Su boca estaba lastimada, a simple vista no podía distinguir como, pero cuando me acerque a él para que me hablara entendí por qué razón solo podía balbucear.
—T-tu lengua —hablé apenas dándome cuenta. Le habían cortado la lengua y fue un corte mal hecho a propósito porque tenía aun pedazos colgando. Dios esto me superaba.
El muñón podrido de su brazo tenía atado un control remoto que apuntaba hacia la televisión. Era obvio para que, así que lo desate y lo encendí yo mismo.
En el televisor se veía una cinta que parecía ser una recopilación de varias tomas de diferentes días. Al principio solo vi que se trataban de fiestas, todo normal, luego poco a poco fui reconociendo la mansión de mi padre, vi a mi padre y todos sus amigos más cercanos que estaban ahí, celebrando, en el centro de la mesa de bufet se apreciaba mucha comida muy cara y vinos y licores de los mejores, pero en particular quien resaltaba mucho era sin duda un pequeño chico de no más de 15 años de cabellera rubia y cuerpo pequeño.
El ácido se me atoró en la garganta mientras veía lo que estaba pasando. Era Kim Jimin, desnudo solo en ropa interior sentado en el regazo de...
—P-papá, pero q-qué...
El mundo comenzó derrumbarse sobre mí, un mareo repentino atravesó mi cuerpo. Pero mis ojos no se despegan aun de las cintas de video, ha cambiado, ahora están en una piscina, hay más chicos aparte de Kim Jimin y esta vez está desnudo en poca ropa en la orilla de la piscina y es sujetado por el brazo de mi padre de manera posesiva, un hombre que se que se trata del hijo del dueño de hoteles se acerca y le señala a Jimin, mi padre le extiende la mano y este le deja un grueso manojo de billetes de alta denominación. Después de eso mi padre se levanta y los deja solos en la piscina, lo siguiente no puedo verlo porque mi estomago no aguanta más pero es obvio lo que sigue. Me doblo un poco vomitando lo poco que he comido mientras mi cuerpo tiembla de pies a cabeza.
No puedo creerlo aun. Mi padre, el prestigioso señor Jung pertenece a una red de Pedofilia. Todos los cuerpos aquí adentro se tratan nada más y nada menos que los mismos hombres que se ven en esas cintas teniendo relaciones con niños de la edad de 15 años para abajo. Esto es una mierda, me siento en el infierno.
Acabo de descubrir el infierno la tierra.
La furia invade mi ser al enfrentar a mi padre.
—¿Cómo has podido? —mi rugido al parecer es escuchado hasta arriba —Eres un monstruo Jung, un maldito monstruo... ¿fuiste tú todo el tiempo? ¿Tienes a Jimin? ¿En donde esta? ¿El chico Jeon?
Niega frenéticamente, no entiendo si trata de decir que no tiene a Jimin que no sabe dónde está. Y yo también me niego a creer que el caso llego a su fin, aun no atrapo al perpetrador de toda esta montaña de asesinatos. Pero es seguro que acabo de descubrir una red criminal bastante bien disfrazada.
El estruendo de las pisadas de los demás policías se escucha y antes que ellos entren yo estoy saliendo de ahí mas pálido que nunca.
—¿Detective está bien? —me pregunta el oficial Chan visiblemente preocupado.
Niego tratando de recuperar el aliento.
—A-adentro... adentro es el infierno respondo.
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