5. Sangre, sudor y lágrimas

Sacarlo del club no fue tarea difícil, pagarle a un par de chicos ebrios y drogados para tratar de convencer a mi dulce muñequito de irse con ellos  fue una gran idea.

Sabía que se negaría a mi ayuda, eso es algo que siempre ha hecho así que la única opción que tuve fue tomarlo por el cuello y hacerle perder el conocimiento. No hace falta olvidar la euforia que sentí recorrer mi cuerpo cuando él trataba de jadear en busca de aire y aún podía sentir la sensación de mi polla ponerse dura cuando le veía cerrar sus ojos al desmayarse.

Millones de malos pensamientos aparecieron en mí en ese momento,  pero debía controlarme ya que estábamos en un callejón oscuro la ventaja era que cualquiera que pasara por ahí estaría tan ebrio que no lograría reconocerme.

Fue fácil cargar su delgado cuerpo hasta el auto y dejarlo en la parte de atrás.

Estaba tan feliz porque finalmente había conseguido obtener a mi Jimin.

Ahora, lo había vestido con ese lindo traje negro de seda que le había hecho yo mismo, un pantalón negro ajustado, una camisa negra de manga larga y dibujos en dorado y para dar el toque final, una cinta negra adornaba su cuello y sus lindo cabello rubio caía sobre sus párpados aún cerrados.

Tan precioso.

Mis dedos picaban por tocar sus mejillas y así lo hice, ahora que lo tengo aquí para mí no me voy a negar cada una de mis fantasías con él.

Su piel estaba fría, era obvio, eran las 2 de la madrugada y el vestía ropa de seda fina y delgada.

Sus labios, tan gruesos y rosados. Ya quería tenerlos al rededor de mi polla, calientes y húmedos.

Solté un jadeo de excitación de sólo imaginármelo.

Mi Pequeño comenzó a moverse despacio recobrando el conocimiento, sus lindos ojitos como la miel se abrieron poco apoco acostumbrándose a la penumbra de la habitación en donde se encontraba.

     —¿E-en do-donde...?

Su voz salió pausada, a causa del alcohol que había ingerido además del  breve sentimiento de euforia o sensación de alucinación similar a la del efecto de las drogas y el alcohol que se experimenta al despertar después de una asfixia.

     —Hola Jimin. Feliz cumpleaños, bonito —Susurré acercándome a él  procurando que mi aliento mentolado se infiltrara en su nariz y se fundiera con su respiración.

Al abrir bien sus ojos me pudo enfocar mucho mejor y fue entonces que su conciencia volvió a formar parte de él. Se sentó en el sofá donde lo tenía recostado y me observó con aquellos hermosos ojos miel tan abiertos como le era posible.

     —¿Señor Min? ¿Por qué estoy aquí, c-con usted? —Preguntó con una voz muy temblorosa.

Tenía miedo, podía olerlo a kilómetros,  ahh eso me excitaba sobremanera.

Alargué una de mis manos para poder tocarlo y él me manoteó con temor.

Me encanta, me encanta mucho que se sienta como una presa. No es divertido salir a cazar si tu presa no se echa a correr despavorido muerto del miedo.

     —Estás en tu nuevo hogar mi dulce muñeco —Expliqué despacio señalando el lugar. Una habitación grande con decoración renacentista, al fondo una cama grande de doseles y una alfombra roja del color del sofá donde se encontraba. La peculiaridad de la habitación era que no tenía paredes  convencionales ya que eran transparentes.

Jimin observó con sus ojos acuosos todo el lugar, miró detenidamente todas las paredes y el techo. 

No, definitivamente no eran de vidrio normal porque mi muñeco  es muy inteligente y podría romperlo.

     —Es tu nueva habitación mi muñeco,  está contruida de vidrio templado, resistente a cualquier golpe fuerte e incluso al calor de un incendio.  Es como una bella caja de cristal, para un muñequito de aparador como tú. 

Entonces, creo que sólo entonces, fue que se dio cuenta de la magnitud de las cosas. Se puso de pie rápidamente trastabillando debido a su ebriedad, en busca de una salida.

     —No mi pequeño,  no hay salida de aquí —Mi voz gruesa y profunda le hizo detener todos sus movimientos.

Se dio la vuelta hacia mí y comenzó a caminar a mi encuentro de manera firme y retador.

     —M-mis amigos me están esperando, sabrán que algo me pasó y avisarán a mis padres. Déjeme ir.

Oh, que bonita exigencia,  se veía tan tierno como sus ojos se aguaban mas y su boca se volvía un puchero. Es una belleza.

Tan perfecto, con sus ojos de cachorro. Casi podría acceder a sus peticiones,  casi.

Sin embargo.

     —No —una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios al verle titubear de miedo—. Nadie te está esperando muñequito. Ni Taehyung y Jungkook ni Jeonsan.

Entonces lo vi palpar sus pantalones en busca de algo y fue entonces que se dió cuenta que no llevaba su ropa, si no la que yo le había puesto.  Nuevamente pude ver el terror apareciendo en su rostro.

¿Por qué era? ¿Por qué vi su cuerpo desnudo?

Si, era perfecto que casi me corrí en mis pantalones cuando le desvestía. Tenía una cintura fina y curvas en sus caderas, gruesas y perfectas para aferrarme a ellas mientras lo embisto con brutalidad y sus muslos tan duros y fornidos que se me hacia agua la boca por morderlos. Me contuve claro que si.

Quería hacerle todo eso y más pero él debía estar despierto.

Me aclaré la garganta dejando de lado mis pensamientos perversos y saqué del bolsillo de mi pantalón lo qué él había buscado con tanto afán.

Se lo entregué y sus ojos  brillaron con un rayo de esperanza.

Tecleo y tecleo  pero era más que obvio que eso no iba a funcionar.  No podía encenderlo No tenía batería.

La batería se la había quitado y ahora estaba en la basura detrás del club nocturno.  Su última ubicación si decidían rastrear su  celular sería el club.

     —No te preocupes pequeño aquí no lo necesitas —me acerqué hasta él y le quité su teléfono, coloque una de mis manos sobre su hombro y apreté.  Su instinto fue de alejarse pero lo apreté más fuerte del hombro para impedirlo, jadeó de dolor.

Ahh eso me gusta, que sea tan receptivo al dolor físico. 

     —¿P-por qué me hace esto?

Sus ojos comenzaban a ponerse rojos por la cantidad de lágrimas que contenía con todas sus fuerzas.  Tratando de ser valiente,  tan bueno.

     —Solo déjalas salir pequeño, deja que rueden libres por tus mejillas —Susurré acercándome a su oído.

Con mi dedo pulgar acaricié una de sus lágrimas y el resto comenzó a  caer una tras otra.

     —Ohh si, perfecto.

Tuve que tragar duro, me estaba poniendo duro con verle llorar, es que era tan precioso así, asustadizo y lloroso.

     —¡P-por favor,  déjeme ir señor Min! —rogó. 

Su primera súplica,  fue un canto para mi.

     —Voy a dejar claras las cosas una sola vez Jimin. No vas a salir de aquí jamás, no vendrá nadie por tí porque nadie sospechará que estás aquí.  Eres mío ahora, de ahora en adelante harás todo lo que yo te diga sin negarte o asumirás graves consecuencias. Ésta es tu nueva habitación puedes hacer aquí lo que desees pero no saldrás a menos que yo así lo desee. ¿Quedó claro? —sentencié con la voz muy grave.

Él negó, entonces lo giré de espaldas hacia mí y logré empujarlo cerca de uno de los espejos, tomé con firmeza su rostro para que pidiera verse en ese espejo, su reflejo me observaba desde ahí.

Saqué el listón negro que adornaba su cuello y lo estiré, lo coloqué de manera que las extremidades quedaran sueltas para poder agarrarlas con más facilidad miré  sus bellos ojos y coloqué el listón a manera de venda, él ni si quiera semovió.

Se veían tan hermoso así, una imagen bendita para mi, con sus ojos tapados y sus labios ligeramente abiertos como suplicando por mis besos.

Pero la bestia en mí hizo su acto de presencia y  seguido bajé el listón y  comencé a ahorcarlo con el.

Un jedeo de sorpresa logró articular antes de que comenzara a faltarle el aire.

     —Si no obedeces, cariño, las personas que están afuera pagaran por tus actos y tú no podrás hacer nada por ellos —Apreté un poco más fuerte, sus ojos estaban más rojos mientras que sus manos trataban de sacarse el listón, sus labios abiertos para tomar aire que, por supuesto no llegaba.

Jadeaba sin control en busca de oxígeno y con ello yo me excitaba aún más.

Mi polla estaba tan dura así que me pegué hacia él y me restregué ahí con ímpetu, entre sus dos nalgas forradas con el pantalón de seda, eran duras podía sentirlo.

     —Sólo a-asiente si lo en-entiendes. —Jadeé entrecortado sin dejar de restregarme con su culo.

Le veía por el espejo,  con su rostro rojo y sus labios casi morados a punto de morir asfixiado, pero eso era lo que me mantenía tan duro restregando mi polla en él. Quería liberarme, me había mantenido duro desde que lo había asfixiado en el callejón del club, y necesitaba liberarme ya.

Lo necesitaba con urgencia.

Apreté más con el liston y jalé sus rubios cabellos sin dejar de penetrarlo con mis oscuros ojos negros. Mis caderas se movían rápidas sobre su culo.

     —Asiente si has entendido, mierda, me voy a... c-correr.

El pequeño asintió, de sus ojos rojos salían lágrimas quizá de dolor  por la falta de aire, o quizá porque se sentía abusado y humillado.

Sus lágrimas,  podría beber sus lágrimas, como pócima mágica o un  cáliz envenenado.

Sus manos cayeron laxas a sus costados, estaba por perder el conocimiento y entonces yo perdí la carrera contra el tiempo y me corrí, largo y duro entre mis boxers.  Sentí la humedad en mi ropa. Jadeé de satisfacción y después le solté.

Él cayó de rodillas sobre el piso de madera, débil, aspirando grandes bocanadas de aire para poder recuperarse.

Desde abajo me miró con sus ojos rojos aún y lágrimas saliendo sin parar. Sonreí por ello.

Me gustaba ver sus lágrimas,  podría deleitarme por horas con ellas, él parecía perdido y con miedo pero para mí, esa mirada sólo me repetía una y mil veces que deseaba quebebiera todo de él, que tomara su  sangre, sudor y lágrimas sin restricciones.

Sus ojos lo pedían a gritos, o yo estaba loco viendo lo que no es. Era lo que mi monstruo quería ver.

Ya había dejando claro lo que quería y él por fin había entendido y yo observaba perdido el surco rojo que había quedado al rededor de su cuello.

Una obra de arte.

Tomé el listón con el que lo asfixie  y le señalé el piso.

     —De rodillas —Ordené.

Él lo hizo sin pensarlo dos veces, temblando de pies a cabeza.

Después até una vez más sus ojos con el pedazo de tela y además lo dejé amarrado a una de las puertas del otro extremo del listón.

     —No te muevas de aquí y no te quites la venda.

Había dejado  sus manos libres, eso solo era una prueba  para ver que tan obediente se iba a portar.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top