49. Una nota y una advertencia


El detective Jung se sentía frustrado y molesto. El secuestro del joven Kim seguía sin resolverse  y él no lograba dar con el culpable. La idea de darse por vencido era inaceptable; no podría permitir que alguien más inteligente que él se saliera con la suya y borrara sus huellas. Tenía que atraparlo.

Más personas desaparecidas…

Con un gesto de desesperación, Jung arrojó la pila de papeles de su escritorio, dispersando documentos y notas por todo el cuarto. La investigación estaba en un punto muerto, pero él no se rendiría.

¿Cuántas mas victimas habría antes de atrapar al culpable?

Todo lo que había estado haciendo no tenia buenos resultados.  Cinco malditos días pasaron y no había rastro de donde estaba su padre, parecía que el que trabajaba en eso lo hacía muy bien. No dejaba huellas.

No estaba buscando a un cualquiera, estaba buscando a un profesional.

No había huellas en el auto encontrado a la orilla de la carretera. No habías registro de llamadas ni nada, nada en absoluto. Era como si se lo hubiese tragado la tierra. Ni si quiera habían cámaras de seguridad convenientemente en el lugar donde desapareció su padre. Todo era muy raro.

Pero nada ni nadie le sacaba de la cabeza que todo esto era obra de alguien muy bien preparado y su mente no dejaba de recurrir a Min.

Arrojó con fuerza una pila de documentos sobre el escritorio y se dejo caer hacia atrás en su silla completamente frustrado pasando sus manos en su rostro a la vez que dejaba escapar un largo suspiro cansado y agotado.

Llevaba casi los cinco días sin poder dormir bien.

Alguien tocaba la puerta de su oficina así que con un débil “pase” su mano derecha el oficial Chan entro. Llevaba una gran sonrisa en su también agotado rostro. 

     —Si no traes nada útil retírate, no estoy de humor —espetó sin darle oportunidad al hombre que tomara asiento frente a él.

     —Otro joven está desaparecido —solo soltó así la bomba.

     —¿Eso es lo que te trae feliz? ¿Mas trabajo, por encima del que ya tenemos?

El oficial Chan negó sin borrar la sonrisa y sacó un teléfono celular de su bolsillo. El detective se enderezó de su silla abruptamente.

     —¡Explícate! —exigió. No quería ser pesado pero es que realmente todo esto ya era mucho para él.

     —El chico que desapareció es Jeong Jungkook, según las pericias fue al salir de la universidad, es amigo de Kim Jimin. Lo interesante de todo es que el logró enviar su ubicación a alguien y ese alguien lo acaba de compartir con la policía.
Sabemos la ubicación del chico posiblemente estén ahí Kim y el o los secuestradores.

Hoseok se quedó un momento pensando en lo que el oficial Chan le acababa de decir. Era un gran avance pero ¿por qué de pronto le llegaba una pista bastante prometedora? ¿Y si era falso?

De todos modos él era detective de policía, no podía obviar ninguna pista por más falsa que sea.

     —¿Quién les trajo esa información?

     —Kim Taehyung.

     —Prepárate y también prepara la unidad antisecuestros , quizá necesitemos refuerzos.

El oficial Chan asintió y salió de su oficina rápidamente.

Hoseok, el era determinado, un hombre que no dejaba escapar nada un tipo tan  perspicaz.  Solía captar las cosas “al vuelo” o velozmente. Así que poseía  una gran capacidad para el análisis intelectual, para la comprensión de su entorno, también fue bendecido  con la agilidad mental y la inteligencia.

Pero jamás en su carrera se había topado con alguien que lo igualaba en habilidades, parecía que eso era lo más frustrante de todo el asunto.

No poder admitir que estaba perdiendo bajo sus mismos trucos contra un desconocido, porque todo el asunto había logrado sobrepasarlo.

A los minutos un comando y él junto al oficial Chan salieron rumbo a donde la ubicación de Jungkook les tiraba y después de casi dos horas y media llegaron a un lugar bastante apartado a las orillas de Inje Gangwon, era un área que solía ser poco visitada.

Cerca a unos kilómetros estaba un Parque llamado Woanderi Birch Forest.

El auto del detective y otros dos de la policía estacionaron afuera de la casa, una casa muy bonita pero lóbrega y vieja que inspiraba sensación de abandono, con ventanas caídas y nada de vegetación a su alrededor solo rosales muertos y nieve amontonada a sus costados y al frente.

La primera sensación que Jung  Hoseok sentía al estar ahí parado era desolación.

La casa se alzaba como un espectro en medio de la nada, su estructura de madera desgastada por el tiempo y el abandono. Las ventanas, vacías y sin vida, parecían ojos que miraban hacia el pasado, uno muy caótico,  mientras la puerta principal colgaba de sus goznes, como si hubiera sido arrancada por la fuerza del viento.

Se decidió dar los pasos para avanzar seguro de si mismo precediendo a la comitiva. La puerta chirrió como el eco del pasado oscuro y una sensación le recorrió, como estar bajando a las entrañas del infierno.

Lo primero que pudo apreciar al internarse en ella  fue el techo, cubierto de musgo y hierbas, parecía estar a punto de derrumbarse, y las paredes,  parte de un tapizado que en sus mejores tiempos dieron color y armonía   eran parte de unas paredes agrietadas, mostraban la historia de años de olvido. La pintura, descamada y amarillenta, se había desvanecido casi por completo, dejando al descubierto la madera rugosa y gris.

     —¿Averiguaron de quién es esta propiedad? Si lo hicieron tendremos un posible sospechoso.

     —Nada detective, no hay registro de quien haya vivido aquí en el departamento de registro de vivienda. Esta persona ha cubierto todo, es muy inteligente.

Una punzada en el estomago se apoderó del detective, odiaba que dijeran que era más inteligente. Le hería su orgullo.

Caminaron un poco más hasta recorrer toda la planta baja y dar con el jardín.

En el jardín trasero, la maleza y los arbustos habían crecido sin control, envolviendo la casa en un abrazo de vegetación silvestre consumido por la pesada capa de nieve blanca.

Un árbol muerto, con ramas que parecían dedos esqueléticos, se alzaba junto a la casa, como un centinela que vigilaba el lugar. Su guardián silencioso.

El silencio era absoluto, roto solo por el susurro del viento que se colaba por las grietas y los resquicios de la casa. Era como si el tiempo se hubiera detenido en ese lugar, dejando atrás una reliquia de una época pasada.

Después de recorrer toda la casa  de arriba abajo y revisar todas las habitaciones de la segunda planta, bajaron y al acercarse hasta el fondo una puerta llamo la atención, era la del sótano.

Una puerta igual de vieja que la casa les daba la bienvenida al lugar más horrible del lugar. El detective Jung alargó su mano para abrir la puerta que curiosamente se abrió sin complicaciones. Era como si los estuviera esperando. 

Bajar no fue lo complicado, permanecer ahí fue lo difícil ya que el olor a podredumbre y suciedad se mesclaba con el moho y la densidad del aire era asquerosa.

El sótano estaba sumido en una oscuridad opresiva, como si la luz nunca hubiera penetrado en ese espacio.

     —Prende la linterna —pidió al oficial Chan quien rápidamente obedeció sacando el artefacto de su cinto y encendiéndolo para dar un poco de iluminación en el lugar.

¡Que rayos era ese lugar! ¿Qué había ocurrido ahí?

El detective y los policías se llevaron rápidamente las manos para tapar su nariz ya que el aire estaba viciado y apestoso cargado de un olor a  descomposición. Las paredes de madera, húmedas y resbalosas, parecían sudar el dolor y el sufrimiento que habían presenciado.

La iluminación era escasa, solo unos débiles rayos de luz filtrados a través de las ventanas sucias y cubiertas de telarañas. En el centro de la habitación, una mesa de madera podrida y cubierta de manchas oscuras parecía ser el foco de la tortura.

Cadenas oxidadas colgaban del techo, y en el suelo, una mancha de sangre seca y negra parecía un recordatorio macabro de lo que había ocurrido. También había una silla vieja en el otro extremo con ataduras de cuerda.

En las esquinas, sombras oscuras parecían moverse, como si los fantasmas de las víctimas aún permanecieran allí, atrapados en su agonía. El silencio era absoluto, roto solo por  el gemido del viento que se colaba por las grietas.

Cada rincón del sótano parecía contar una historia de dolor y terror, y el ambiente estaba cargado de una sensación de malevolencia y desesperanza. Era un lugar donde la humanidad había sido olvidada, y solo quedaba la crueldad y la barbarie.

     —Es… a-asqueroso —habló  el oficial Chan atrás de él echando la mirada por todo el lugar.

Ambos alumbraban con sus lámparas por todos lados, por cada rincón, pero al parecer el lugar estaba vacío. No había rastros de Jeon Jungkook ni de Kim Jimin en el lugar.

     —Venimos demasiado tarde —habló el policía a su lado.

     —Por supuesto que no, aún podemos encontrarlos —añadió el detective Jung.

Se negaba a creer que había fracasado, que no había podido encontrar a los dos jóvenes desaparecidos ni a los demás. Porque estaba seguro que los últimos desaparecidos también eran producto del mismo psicópata.

Era imposible que no hubiera podido hacer nada por ellos, no podía creer que estuvieran muertos.

—¡Detective Jung, por aquí!

Había sido Lee quien se había acercado las hacia la silla de la esquina y señalo con su linterna también.

El corazón de Jung dio un vuelco, una pista, ¿una víctima acaso?

Rápidamente las alarmas se activaron y el detective corrió a ver de qué se trataba.

Su esperanza se volvió a escapar como agua entre sus dedos. No había nadie, solo un mísero papel.

Se acercó más tratando de esconder su decepción y tomó el papel.  ¡Era una nota!

Una hoja escrita a computadora por supuesto.

“Ilseon-dong, 3-55 Woanderi Birch Forest, si crees que puedes conmigo, entonces  ven”

Leyó en voz  baja, el lugar le parecía conocido.

     —¿No es el parque ecológico que queda a unos kilómetros de aquí? — observo el oficial Chan.

     —Por supuesto, es ahí. Pero… ¿No hablamos hace poco con el señor Chag Ming-koo, amigo  y socio de mi padre? —susurro.

Tenía el leve recuerdo de haber cruzado palabras con él un par de veces y a su vez con su amante,  la desaparecida Chaeyoung. Todo era tan extraño, era como conectar y atar  miles de hilos porque todos se comenzaban a relacionar entre si,  pero sin un final, sin un mismo sujeto como sospechoso porque aun no lo había encontrado.

     —¿Pero qué tiene que ver eso detective? —se animó a preguntar el oficial que antes hablo, Lee.

     —Es su casa de vacaciones —Fue la respuesta.

¿Finalmente daría con el monstruo que había hecho de las suyas? ¿Su padre estaría bien? ¿Kim y Jeon estaban vivos? Era hora de averiguarlo de una vez por todas.

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