36. Los Fantasmas del pasado
El dolor de cabeza era insoportable cada vez más, las punzadas en las sienes causaban un estrago hasta en mi estómago, tenía nauseas.
Pero la figura de Jimin frente a mí, temeroso y desorientado era lo que me importaba en ese momento.
Se había hecho hacia atrás cuando mi mirada oscura se posó sobre él en sus ojos marrón claro. Parecía que estaba asustado.
—¿Qué pasa, Jimin? —Pregunté caminando hacia él rodeando el sofá.
No respondió nada, solo se quedó ahí parado observándome en la penumbra, las sombras de nuestros cuerpos se movían de manera extraña en las paredes proyectadas por la luz del televisor, la poca luz del día ya había comenzado a desaparecer y el aire frío se hacía presente, parecía que nevaría pronto.
—¿Tienes miedo? —volví a preguntar.
Di un paso más hacia él pero se corrió lentamente hacia un lado, no quería que pusiera una mano sobre él, era obvio. Quizá pensaba que le haría algo.
Una punzada más fuerte me hizo jadear y llevarme las manos a la cabeza y cuando volví a alzar la mirada él ya corría escaleras arriba.
—Maldición... vuelve
Subí lentamente sosteniéndome de la pared y el barandal de la escalera que estaba ya algo flojo, a tropezones por los escalones que rechinaban bajo mis zapatos.
Con cada paso que lograba avanzar venía una punzada más fuerte y otra, y un eco en mi cerebro que refería mil frases, mil oraciones, mil súplicas y mil órdenes.
En cualquier momento mi cabeza podía explotar.
Llegué al pasillo y busqué casi a tientas la puerta de la habitación que había sido mía, pasando mis dedos por las paredes de madera vieja y descascarada pintura que caía con el tacto ya que mi vista era borrosa.
—Jiminie bonito no huyas de mí, no quiero hacerte daño —Susurré con la voz más gutural que antes.
Una punzada fuerte me hizo detenerme y recostarme contra la pared, abrí los ojos pero ya todo estaba oscuro, la puerta estaba frente a mí así que estiré mi mano para alcanzar el pestillo y abrir; el cuarto de baño.
Al entrar vi la cortina corrida y el agua cayendo de la regadera, con mi mano temblorosa tomé la orilla y la corrí poco a poco y ahí estaba: Era yo, era yo lavando mi cuerpo después de haber sido profanado por ella.
Estaba llorando mientras pasaba con fuerza la esponja hasta dejar roja la piel, hasta que el agua escurría teñida de rojo. Mi otro yo me miró con odio mientras seguía raspando la piel, la esponja no era suficiente, con las uñas había comenzado a desprender partes de mi propia piel hasta llegar a la carne.
—Es tu culpa... por parecerte tanto a él —Gruñó el pequeño Yoongi. Sus ojos derramaban más lágrimas que el agua que caía sobre él.
Negué, no era culpa mía. Nunca fue mi culpa.
—No... No
—Tú culpa, tu culpa, tuya, es tu culpa, es tu culpa, es tu culpa...
Una arcada sobrevino y giré mi rostro a tiempo hacia el retrete a un lado donde vomité casi dejando hasta los intestinos.
—Es tu culpa por ser igual a papá, todo es tu culpa
Me giré hacia la derecha, no quería escuchar como mi yo pequeño nos culpaba de aquellos horrores. Así que prefería darle la espalda, me miré al espejo, mi reflejo se veía pálido y sudoroso, sudor frío que recorría mi frente, mis ojos solo eran un vacío inexistente, no tenía pupilas, estaban totalmente dilatados. Mis manos estaban firmemente aferradas al lavabo con miedo.
Una punzada más me hizo apretar los ojos y la sensación viajó otra vez hasta mi estómago que volvió a dar un vuelco.
La voz de Yoongi adolescente poco a poco fue apagándose, pero en su lugar otra aparecía, una más femenina, más dulce y encantadora y a la vez tan aterradora que volvía a darme asco y volví a vomitar.
—Eso es cielo, ven con mami, mamá jamás te hará daño, mami te cuida...mami te ama.
Negué frenéticamente temiendo voltear hacia la ducha.
—No eres real, no eres de verdad, tú no estás aquí —Hablé con mi voz un poco ahogada y jadeante por el dolor.
—Si lo soy Yooni Yooni ven con mami, ¿Quieres hacer sentir mejor a mami? Te daré una recompensa
—¡No quiero! —Me giré completamente y casi se me sale el corazón cuando la vi, en la ducha, estaba desnuda, sus cabellos largos mojados se le pegaban a la piel pálida como un cadáver, sus ojos completamente rojos, se le marcaban sus costillas y las venas se hacían visibles a través de la palidez de su piel descompuesta.
—¿Sabes qué pasa cuando te niegas verdad cielo?
Recordé el castigo, era doloroso. Mi voz gritando por ayuda no era escuchada jamás ¿Quién podría? No había nadie más cerca de la casa, éramos solo ella y yo aquí.
—Esto es tu castigo por ser igual que él, ese maldito, pagará contigo lo que hizo conmigo.
Negué cuando dio un paso hacia mí, quise retroceder pero mi espalda daba contra el mueble del baño y el espejo. Ella con su sonrisa malvada se acercaba cada vez más y más.
—Follame como lo hacía tu padre
Una punzada más de asco me hizo querer vomitar.
—Chúpame como lo hacia él, muerde mis pezones como lo hacia él...
—¡Ma-maldita enferma de mierda! Maldita enferma, me arruinaste, me mataste en vida!
Una de sus manos pálidas de uñas negras por la sangre acumulada ahí se dirigía hacia mí rostro, sentía el pánico apoderarse de mí, su hedor putrefacto se colaba en mis fosas nasales, sus ojos inyectados en sangre miraban fijamente los míos haciendo que los bellos de mi nuca se erizaran.
—Mi Pequeño Yoongi, mi cielo.
Una aberrante sensación de odio irracional magnificado se apoderó de mi, abriéndose paso entre el terror que sentía cuando sus fríos dedos me tocaron. No iba a permitir que pusiera un solo dedo sobre mí una vez más.
—No soy tu pequeño, maldita perra.
El dolor de mi cabeza alcanzaba el punto máximo haciéndome ver borroso y un pitido agudo se había instalado en mis oídos.
Sentí felizmente mis manos cerrarse al rededor de su pútrido cuello, sonreí con satisfacción al escuchar que jadeaba por aire ¿Cómo podría respirar? De todos modos ya estaba muerta.
—¡Muerta, estás muerta, yo te maté con mis propias manos hija de puta y fue la sensación más gratificante en mi maldita vida!
Ella jadeaba tratando de soltarse de mi agarre del demonio, sus ojos podridos casi se salían de sus cuencas y yo estaba feliz, viendo como acababa por segunda vez con ella. La maldita perra.
—Y-yoongi...
Mi sonrisa ocupaba todo en aquel espacio, mi sonrisa maníaca que estaba por encima de todo, el cuarto de baño daba vueltas a mi alrededor, todo daba vueltas, todo volaba sobre mí formando no uno si no varios caos.
Yo sabía que en cuanto pusiera un pie en esa casa del infierno mis pesadillas iban a salir a flote, pero lo estaba disfrutando. Disfrutaba ver una vez más el rostro de horror de esa mujer como cuando la estaba asesinando.
Ella nunca se lo esperó, obedecía todas y cada una de sus enfermas órdenes porque si no lo hacía pasaba días confinado en la habitación oscura sin comer o beber hasta que ella decidía sacarme. Pero no más, eso se había acabado. La maté y volvería a hacerlo si era necesario.
—Hija de puta, nunca más volverás a tocarme, ni tú ni nadie. Por tu culpa papá se fue, por tú culpa no estoy con él, eres tú la de la culpa no yo, eres tú la enferma, me has enfermado a mi también, con tus asquerosas manos.
Mis dedos se cerraron con más fuerza al rededor de su cuello, sentía el bienestar estallar en mi cuerpo.
—¡Y-yoongi su-suelta-me!
No podía soltarla, quería matarla con mis propias manos una vez más, quería sentir aquella misma sensación que había experimentado esa vez. Lo estaba logrando, sentí su mano soltar la mía.
Creí que lo lograba, pero la mano que me soltó volvió hacia mí con más fuerza que antes y con un solo golpe certero en mi sien izquierda con una pieza rota de lavabo me hizo parpadear. Me había dolido el golpe.
Abrí bien mis ojos tratando de ver en la oscuridad la figura monstruosa de mi madre, en su lugar vi a Jimin jadeante, agarrando su cuello.
Mi corazón dio un giro doloroso cuando lo vi inclinado sobre el inodoro sosteniéndose firme con una mano y la otra tocando su cuello.
—Maldición... yo no...y-yo
Irguió su cuerpo y se volteó hacia mí dándome otro golpe más fuerte en la frente, un chorro de sangre salió rápidamente manchándolo todo. Ese golpe me hizo trastabillar hacia un lado. Luego vino un golpe más y otro y otro hasta que posiblemente se cansó de golpearme.
Resbalé por la pared hasta caer sentado en el piso, mi rostro estaba hinchado y adolorido, mi nariz sangrante posiblemente rota y chorreaba sangre por todos lados.
Sonreía como un loco desquiciado con cada golpe, había tratado de matar a Jimin. La casa estaba volviéndome loco. Necesitaba encontrar algo a lo que aferrarme para no volver a caer en la locura desdichada de este lugar.
Me puse de pie una vez más y me acerqué para arrancar de sus manos la pieza del grifo, con ella le golpee también en la frente, su sangre que cayó posiblemente estaba ya mezclada con la mía sobre el piso.
—Eres un estúpido Jimin —rugí con fuerza.
Le tomé por los cabellos tirando de ellos fuertemente y después planté un beso en sus labios manchados con sangre.
—¡Suéltame, por favor! —Suplicó con la voz llorosa.
Le giré sobre el inodoro y subí su camisa un poco, su fina piel estaba al alcance de mis dedos. Azoté con fuerza una de sus desnudas nalgas marcando de rojo el lugar escuchando un jadeo doloroso de sus labios.
—Voy a follarte duro, perrita.
Abrí con brusquedad sus piernas pegué mi polla dura aún entre mis pantalones contra su trasero donde me restregué con brusquedad endureciéndola aún más.
—Voy a metértela hasta el fondo, putita —siseé en su oído sacando finalmente mi polla y alineándome en su agujero.
Sin preparación, sin amor, sin delicadeza me había enterrado en él casi elevándolo del suelo, haciéndolo gritar del dolor, haciéndole suplicar que me detuviera. No lo hice, lo estampé contra el inodoro con fuerza, sus rodillas estaban apoyadas en la vieja tapadera del sanitario y sus manos sobre la pared. Mis caderas chocaban con fuerza en su trasero produciendo un sonido excitante y sucio.
—¿Esto deseas maldita zorra? ¿Esto quieres Jimin? Joder... aprietas tan bien, voy a correrme tan mal en tu interior, va a gustarte puta.
Parecía que el aire le estaba faltando debido a que lo aferraba duro y no paraba de penetrarlo con fuerza, sus chillidos eran mi nicotina tan adictiva y tan mortalmente peligrosa que invadía mis cinco sentidos completamente.
—¡Ahh Yoongi
Mi mano derecha se soltó de su cintura y fue a buscar su polla, estaba dura, la tomé y comencé a masturbarla con rapidez.
Sentí como se apretó cuando se corrió en mi mano, y al hacer eso mi polla quedó más apretada aún que mi orgasmo me alcanzó, haciéndome correrme en su interior con fuerza.
La migraña que tenía y las alucinaciones increíblemente habían comenzado a desvanecerse.
Si Jimin no era la cura a mi locura, no sé qué lo sería.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top