3. Dulce muñeco de porcelana


Conocí a Jimin cuando el tenia 13 años, era un niño bastante hermoso, me atrajo de inmediato pues su belleza salto rápido a mi vista y eso que solo era un niño.

No soy un pedófilo, nunca me provoco placer sexual ver pornografía que involucrara niños, ni me  llamaban la atención si los veía por la calle, o en un parque, de hecho, los niños y mi personalidad no se llevan muy bien, así que no, no soy un pedófilo por si te lo preguntas.

Jimin nunca me provoco placer sexual al verlo a esa edad.

Lo que realmente atraía  mi atención de él era aquella hermosa sonrisa de su rostro reluciente como porcelana, como un lindo y dulce  muñeco de porcelana.

Para mí, Kim Jimin era un  bello muñequito de porcelana que debía estar en un aparador para que lo apreciara solo yo, nadie más. 

El día que lo vi por primera vez fue en una reunión en casa de mis recientes nuevos socios. Yo acababa  de comprar acciones en Toys Core Company y también había conseguido el puesto de director Creativo del área tecnológica de la fábrica de juguetes.

Soy ingeniero informático y ahora tengo 35 años, mi familia no es de clase alta pero yo logré sobresalir gracias a mi intelecto y mis títulos universitarios.

No poseo grandes Mansiones, pero  sí millones que me he ganado con mi trabajo arduo, y una casa bastante grande, adecuada perfectamente a mis gustos. Mi auto no es un Tesla o un Porsche ghost pero si un Audi que se ajusta a mis necesidades. No soy un multimillonario como los Kim, —mis socios—,  tengo lo necesario en mis cuentas de banco  pero ese es el detalle  más importante en mi personalidad; Pasar desapercibido, ser invisible, que nadie me note demasiado. Esa es mi arma más grande.

Aquella comida familiar que me llevo a conocer a mi obsesión no era más que una de las típicas trivialidades egocentristas de los Kim, recuerdo con claridad cuando aquel pequeño rubio de mejillas llenitas y labios gruesos tomo asiento  frente a mí  y me ignoró por completo.

Ese recuerdo esta aún tan fresco en mi mente:

     —¡Jimin!

El niño subió la mirada en dirección a su padre quien había sido el que habló llamando su atención.

     —¿No vas a  saludar a nuestro invitado el día de hoy? —preguntó Kim Namjoon dedicándole una mirada severa al chiquillo.

Kim Jimin no dijo nada a su padre y se limito a observarme detenidamente con aquellos hermosos ojos color miel, y después de varios segundos bajo una vez más  la mirada hacia su plato de comida.

Volvió a ignorarme.

Eso no me molestó para nada, no.

Al contrario, llamo mucho más mi atención la manera en que había ignorado mi presencia ahí y  la sugerencia de su padre.

Kim Namjoon terminó disculpándose conmigo por el comportamiento de su hijo.

     —Lo siento mucho  Yoongi, Jimin suele ser así con los extraños. Pasará un tiempo para que llegue a tenerte la confianza suficiente.

Miré una vez más hacia el pequeño rubio que había comenzado a comer, con sus mejillas llenas de puré de  patata y luego esos ojos  volvieron a apuñalarme duro como dos bellas dagas de oro.

Mis entrañas se habían revuelto.

     —No hay ningún problema Kim, es normal, es la primera vez que me ve. Pero estoy seguro que esa timidez  se irá apagando de a poco mientras nos vayamos conociendo. ¿Verdad Jimin? —pregunte dibujando una sonrisa amigable.

El de nuevo me miro a los ojos, miró directamente a mi alma.

Asintió despacio mientras no dejaba de mirarme.

Yo deseaba poder saber qué era lo que pensaba o lo que mi presencia  le hacía sentir. Estaba ansioso por poder escuchar su voz. ¿Cómo sería? ¿Tan suave cuan terciopelo?

La cena acabó entre platicas sobre la empresa y su productividad, sobre la bolsa y sobre como la creciente economía del país favorecía para adquirir acciones en las mejores empresas gracias a un grupo de idols que estaba generando mucho dinero no solo a su agencia si no que también al país poniendo el turismo hasta por los aires.

Cosas triviales entre gente como nosotros.

Al despedirme, traté de acercarme a Jimin quien estaba por retirarse seguramente a su habitación.

Una vez más nos miramos. Yo podía  sentir miedo en sus ojos. ¿Tan aterrador me veía yo? ¿Sería mi apariencia?

Le sonreí amablemente y él por primera vez me retó con la mirada.

Un momento.

¿Jimin me había retado a mí con la mirada? ¿Un niño de 13 años a un adulto desconocido de casi 30 años?

Por algún motivo aquella clara declaración de odio hacia mí me encantó tanto. Jimin había marcado una línea de puro rechazo  hacia mí y entonces así  fue como aquella oscura obsesión nació dentro de mí.

Yo quería tener a Jimin para  mí, para mostrarle mi mundo, para enseñarle que a los mayores se les debe respeto.

Pero, acercarme a él fue una tarea un tanto difícil.

Era tan esquivo y escurridizo, jamás se quedaba sólo en mi presencia, aunque aun me retaba con la mirada, pero jamás cruzaba palabras conmigo más de las necesarias,  en presencia de sus padres el comenzó a comportarse amable y educado pero, estando solos jamás se quedaba más de cinco minutos.

Cuando yo llegaba a su casa a comer  o a alguna reunión familiar él se iba de la mano de un chico castaño llamado Taehyung  o de otro azabache de nombre Jungkook.

Pero yo sabía que un día caería, un día lo atraparía con mis garras.

No me malinterpreten. Yo aprecio mucho a los Kim, ellos me han dado su mano, su hogar, y su hospitalidad.

La  oportunidad de crecer en su empresa fue una oferta que me llego como anillo al dedo. Pero la obsesión que crecía en mí, dentro de mi pecho y que retorcía mi mente era cada día más grande, como una enfermedad que se iba apoderando de mi cuerpo y la cual no tenía remedio.

Era como una bestia que crecía en mí y la cual yo me encargue de alimentar.

Así pasaron como si nada 5 años desde ese primer día que lo vi. 5 años en los que intenté acercarme, ganarme su confianza y jamás jamás logré.

No hasta  ahora,  finalmente lo había conseguido.

Fue tan fácil, fue como ofrecerle un dulce a un pequeño en el parque y  después ¡Zaz!  cayó en las garras de un ave de rapiña que estaba por devorarlo entero.

Solo me falto seguirlo por un par de días, luego lo acorralé como a una pequeña alimaña en una esquina y le ofrecí mi ayuda.

Ahora estaba ahí tan precioso sobre la parte trasera de mi Audi negro totalmente sin sentido.

Su piel… ah Dios, como me lo había imaginado  era tan suave al tacto que sé que me va a volver loco.

No quería que se despertara asustado aquí en la calle y llame la atención de alguien así que conduje hasta mi casa, hasta donde seria la nueva prisión de mi dulce muñeco  de porcelana.

     —Solo unos minutos más para que despiertes y veas tu nuevo hogar mi dulce Jimin. Con esta ropa te ves tan lindo mi pequeño.

Le había puesto un bello conjunto que había hecho especialmente para él ,de telas finas dignas de un príncipe.

Lo observé detenidamente y una de mis manos se atrevió acariciar otra vez su suave rostro y delinear sus apetecibles labios.

     —Mío, solo mío Kim Jimin.

Por  toda la habitación que había acondicionado para mi dulce invitado resonó una sonrisa malévola, tan tétrica que logró helar mi sangre pero descubrí que esa misma venía de mi interior.

Era mi monstruo haciendo su aparición.

Quería conocer a nuestro bello muñeco de porcelana. No se lo iba a negar por supuesto.

Entonces iba aponernos más cómodos para apreciar a nuestro invitado especial.
De todos modos Jimin se merecía un recibimiento esplendoroso y caluroso. Mucho muy caluroso.

Ahh había comenzado a abrir sus hermosos ojos, el momento había llegado.

     —¿D-dónde...? ¿Papá? ¿En dónde estoy? No me puedo mover... ¿Dónde estoy?

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