29. Páginas quemadas
“La pequeña ave agitaba sus alas pero no entendía por qué, por más que lo hacía, por más que lo intentaba no podía emprender el vuelo.
Su preciosa jaula no estaba cerrada al contrario esta permanecía abierta y ella se paraba al borde, extendía sus alas y cuando estaba a punto de lanzarse no lo hacía.
Algo le detenía.
La duda invadía su pequeño y frágil cuerpecito de ave y no tenía el valor de hacerlo a pesar que su herida estaba curada hacía un par de semanas y llevaba el mismo número de semanas tratando de volar, pero simplemente no podía.
Se había convertido en el ave que no podía volar, el ave que temía al vuelo y a lo que sucediera después cuando se fuera de aquel lugar que fue su refugio por muchos días, temía alejarse simplemente del humano, ese que le había curado y asegurado comida y agua fresca día con día.
¿Qué iba a pasar con el joven de mirada bonita, cuando se fuera?
Por eso es que simplemente no podía solo irse y volar lejos.
El chico que amablemente le había recogido herido de aquel jardín y se había encargado de sanarle su ala, ese muchacho que todos los días le decía que era el ave más hermosa que jamás sus ojos habían visto.
Así que esa vez como todas las veces, volvió a su cómoda jaula donde se acostó en su nido, comió su comida fresca y bebió su agua cristalina.
Un rato más tarde se fijó que el joven había llegado de su trabajo como lo hacia todas las tardes y se había encerrado en su estudio. Decidida a estirar las alas un poco, salió de su jaula y revoloteo por la casa, era basta y muy elegante, tenía pinturas por las paredes que el ave había visto, las hacia el joven esmerado en las tardes de descanso, capturando la belleza de lo que sus ojos veían.
Pero no se había dado cuenta que la mayoría de esas pinturas representaba a una pequeña ave azul, la mayoría de veces encerrada en una jaula y pocas veces volando libre o parada sobre una rama.
Curiosa se fue acercando al estudio donde él pasaba la mayor parte del tiempo y se posó sobre el pomo de la puerta. No era el más ordenado del mundo, tenía libretas de anotaciones abiertas donde había garabateado, cuadernos de dibujos con un dibujo a medio terminar, un diario, o eso supuso, estaba abierto sobre la mesa el cual él estaba escribiendo, con la pluma sobre una página a medias releyendo lo que ya había escrito antes. Se acercó mejor para poder ver un poco, la letra era pulcra y elegante, aunque no podía entenderlas, no debía leer, las aventuras lo leían.
Quizá fue el destino o la casualidad la que le llevó al lugar donde debía ir, para así poder darse cuenta que su destino no había sido asignado al azar, alguien lo había alterado de manera deliberada.
Así fue que oyó las siguientes palabras:
“Hoy vi, una hermosa ave de color azul, un azulillo, o azulino que pasaba de viaje hacia el sur, para pasar el invierno de la cuidad en un lugar más cálido. La vi, era muy hermosa, me recordó a tus ojos azules y tu voz suave al cantar. Era un muy hermoso pajarito que volaba feliz entre mis crisantemos y begonias, y se bañaba con el agua cristalina de mi fuente. Entonces mi deseo incesante de tenerlo para mí, esa necesidad imperiosa nació como riachuelo en mi interior. Quería al ave. Así que después de derribarlo con un proyectil lanzado desde mi ventana lo traje entre mis manos. Era muy temeroso y frágil pero aun así podía apreciar su hermosa belleza, su plumaje azul tan brillante y suave, sus alas temblaban del miedo y del dolor. Pero yo lo iba a cuidar, lo iba a sanar y después lo cuidaría para siempre, sería mi eterna compañía en mi eterna soledad después tu partida. Me recuerda tanto a ti, tan vivaz y tan cantarín, hermoso como tú.
Es mi pajarillo azul que no puede volar, porque… yo le corte las alas.”
Aquella ave estaba sorprendida por lo que acababa de descubrir, sin embargo lo que hizo a continuación fue salir de ahí y probar sus alas, fue al patio y volaba perfectamente, no tenía ningún daño que le impidiese hacerlo, sus alas podían alcanzar de nuevo grandes alturas. Se sintió feliz y su corazón latió con fuerza y después de unos instantes estaba bajando de nuevo, volando feliz al encuentro del joven de ojos bonitos.
No era el ave que no podía volar, era el ave que no quería volar. Porque su corazón de ave estaba ahí, con el.”
Iba caminando con el libro en mis manos y una manzana mordida en la otra. Pasaba las tardes recorriendo la casa y leyendo.
Sinceramente me había acostumbrado a esa extraña rutina.
—Que estúpida —susurré, refiriéndome al ave por supuesto.
Se había quedado después de que le había lastimado.
—Estúpido —dije una vez más.
Sabía que Yoongi había puesto este libro ahí a propósito.
Al pasar al lado de la chimenea lo arrojé hacia ella esperando a que se consumiera en el fuego abrazador de los leños. Solo me quedé perdido entre las páginas quemadas de aquel libro.
Él había dejado una nota donde me pedía que subiera a la habitación oculta, su habitación donde le gustaba jugar con sus muñecos y le esperara en la caja de cristal. Al llegar vi que había dejado la puerta abierta así que me interné de inmediato.
Mis ojos se dirigieron inmediatamente hacia Minnie, seguía de rodillas ahí sobre aquella alfombra.
Era increíble cada detalle en él, tenía hasta mis lunares del rostro. Siempre que lo veía sentía repulsión, él lo había reparado. Creo que le gusto mucho en versión animatrónico.
Pasé de largo sin detenerme a ver más representaciones mías y me detuve frente a la caja de cristal, donde a Yoongi le gustaba que me metiera y le diera un espectáculo.
Pasé mi mano por toda la superficie del cristal, una sensación que ya conocía muy bien se apoderaba de mí. Con cautela la rodee y encontré la entrada y me metí en ella, seguramente Yoongi deseaba alguno de sus gustos extravagantes como cada vez que llegaba a casa.
Cada vez que me metía ahí, me convertía en un objeto más de la habitación.
Me quede ahí quieto esperando la llegada de Yoongi, quizá aproximadamente unos 5 minutos después vi la puerta abrirse lentamente pero me lleve la sorpresa al ver que no se trataba de Yoongi.
No era él, era un chico, quizá de unos 18 años, tan joven como yo, rubio y muy hermoso de ojos caramelo y de figura fina. Un escalofrió me recorrió cuando me di cuenta que era muy parecido a mí, de labios gruesos y piel blanca con bronceado natural.
Era un Jimin, exactamente uno muy parecido a mí.
Sus ojos se agrandaron al ver todo a su alrededor, vi como caminó lentamente hacia Minnie y lo examino por largo rato, y después se acercaba a las pinturas y estatuas seguramente extrañado para el ver a la misma persona en todos lados.
—¿Es tan…
—¿Extraño?
Ese era Yoongi, acababa de entrar y se estaba sacando la corbata, se acercó al joven por detrás y colocó sus manos en su cintura.
Yo prácticamente estaba inmóvil frente a ellos. Seguramente mi deber era no moverme mientras ellos estuvieran ahí.
Pude notar que le habló cerca el oído del joven y el sonreía, la mirada de Yoongi tan oscura como siempre se poso sobre mí y me sonrió. El chico me miro y abrió sus ojos con asombro.
—Se ve tan…real —expresó acercándose a mí.
Yoongi solo sonrió con autosuficiencia y volvió a mirarme, mientras le plantaba un beso.
—Es una obra de arte, un muñeco tan real. Pero no has venido solo a ver, verdad ¿Qué te parece si me pongo cómodo y tu también? Puedes esperarme aquí mientras voy a cambiarme.
El asintió y Yoongi después de dejarle un beso más se retiró dejándolo solo.
O eso creyó el chico.
Entonces… ¿Ese era una de sus nuevas aventuras?
¿Ahora también quería practicar exhibicionismo?
Vi como el invitado se sacó su suéter de lana y lo dejó sobre el sillón de cuero negro y después volvió al frente de mí.
—De verdad eres tan real, casi juraría que estás respirando.
Sonreí, eso le hizo asustarse y echarse hacías atrás alarmado.
Lentamente comencé a salir del lugar y eso le hizo retroceder poco a poco con su rostro lívido del susto.
—¡Eres real!
—Soy real, soy Jimin.
Negó confundido.
—Dijo que solo era como una manera de inspirarse… pero tú, estas en todos los noticieros. No estás muerto.
—¿Me están buscando?
Asintió recuperando un poco su color.
—Tus padres salen cada día en las noticias hablando de Jimin su hijo raptado, pero entonces significa que… el señor Min…
—Si… me tiene aquí, encerrado, secuestrado, haciéndome daño, mucho daño —mis ojos se llenaron de lágrimas.
—No puede ser…
—¿Cómo te llamas? —Pregunté al chico—. ¿De dónde lo conoces?
—Me llamo Kim Ji-sheon y nos conocimos en el supermercado. Necesitamos irnos de aquí.
Me acerqué a él un poco y tomé ambas manos sacudiéndole un poco.
—Ayúdame a salir de aquí, necesito tu ayuda.
Me miró un poco asustado e indeciso pero después asintió.
—Iré con tus padres y les diré que estás aquí.
El chico salió apresuradamente de la habitación y yo le seguí de cerca, pisando sus talones, mirando de vez en cuando si él no venía detrás.
—Ellos estarán felices de verte, te han buscado por casi mes y medio.
—Mis padres… —susurré cerca de él.
Se dió la vuelta y me sonrió.
—Serás libre Jimin, y él pagará.
—Así será, estoy seguro, el pagará por sus aberraciones.
Antes de abrir la puerta de la salida me dio un abrazo que yo correspondí rápidamente, cerré mis ojos con fuerza y entonces enterré profundamente el cuchillo en su corazón.
—Es por tu bien, solo es por tu bien —susurré
—¿Jimin que mierda acabas de hacer?
Yoongi estaba parado detrás de mí, en el piso la sangre de Kim Ji-sheon se convertía en un charco grande que se iba extendiendo poco a poco.
—Sólo... lo que tenía que hacer —Respondí con serenidad.
Yoongi me analizó un poco, su semblante era de incertidumbre y desconcierto. No estaba enojado, no le preocupaba lo que yo acababa de hacer.
Sólo se dedicaba a analizarme profundamente como deseando saber que era lo que yo pensaba, lo que pasaba en mi cabeza.
Y es que en mi cabeza pasaban muchas cosas.
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