21. Un muñeco roto

Unas manos femeninas acariciaban mi rostro con demasiada gentileza, demasiada para ser incluso normal, pero nadie podría notarlo, nadie diría que ese simple acto mantenía intenciones tan oscuras como ocultas que yo ya conocía perfectamente.

Aún así no me moví ni me alejé, no quería hacerla enojar eso era terrible.

-M-mami, ¿Puedo comer helado? -pregunté dudoso a la mujer de cabello rubio al lado mío.

Sus oscuros ojos viajaron de su teléfono hacia mí provocando que me encogiera en la silla.

Sonrió, con aquella sonrisa tan perfecta, su labial rojo resaltaba sus finos labios y un escalofrió me recorrió de arriba abajo. Solo quería helado, solo eso. Sin tareas, ni sorpresas, ni premios... solo quería un día comer un helado sin saber que me lo había ganado por ser buen niño.

No me gustaba ser un buen niño.

Asintió.

-Por supuesto cariño, puedes no veo por qué no.

Sonreí, mi sonrisa hacia brillar mis ojos e iluminaba mi pálido rostro.

-Ve por tu helado, yo te veré desde aquí.

Ella extendió un billete y yo lo tomé aún sin poder creer que comería helado, así nada más. Sin perder más tiempo salí corriendo hasta la heladería que estaba a solo unos cuantos pasos de la mesa donde estábamos con mi madre. Pedí un delicioso helado de vainilla con chispas de chocolate y volví feliz al lado de ella quién seguía viendo cosas en su teléfono.

Comí aquel helado de una manera tan feliz porque sentía libertad para hacerlo.

Pronto volvimos a casa después de que mamá habló con un hombre y bajé corriendo del auto con ella pisando mis talones, al cerrarse la puerta de la casa escuché que me llamaba.

-Yoongi.

Lo supe entonces.

Sabía que ese helado no iba a ser gratis al final. Tenía un pie en el primer escalón porque subiría a mi habitación pero me detuve al escuchar que era llamado y lentamente me di la vuelta.

-¿Si mami?

Me miró detenidamente y después señaló hacia su habitación, tragué saliva. Yo solo era un niño, pero a mis diez años ya sabía que esas cosas que me obligaba a hacer no eran buenas.

Un niño no debe tocar a su mamá de otra manera más que fraternal. ¿Verdad? ¿Soy un monstruo por hacer eso? ¿Por acceder? Mamé me enseño que los hijos obedecen siempre a sus padres, pero... ¿Eso está bien?

Yo no me sentía bien cada vez que ella me obligaba a hacer cosas, me daban asco...simplemente no me sentía bien pero cuando desobedecía pasaba horas metido en esa caja vieja y polvorienta, me sentía como un sucio muñeco de trapo que mamá usaba para jugar cuando quería.

Un pobre muñeco roto que todos dejan al final del armario.

-¡Yoongi!

Caminé lentamente hacia ella como queriendo evitar lo inevitable. No odiaba a mi madre pero había cierta repulsión hacia ella, se convertía en otra cuando no obedecía. Pero yo no podía sólo contra ella, y eso era lo que más dolía, que estaba sólo.

Desgraciadamente ella había ganado mi custodia contra papá y él se fue lejos después de que el juez le negó visitas supervisadas. Las mentiras de mamá hicieron creer al juez que papá era el malo cuando me estaba dejando a merced del verdadero peligro.

-Te compré un helado, debes ser agradecido hijo.

A pasos lentos me adentré hasta ese lugar al cual yo llamaba la habitación oscura, ya que siempre en lo que yo estaba adentro con ella permanecía en penumbra, ninguna luz encendida. Así que realmente no podía ver a mamá pero yo sabía que era ella, que estaba ahí y que era lo que hacía.

-Eso Yoonseo, te necesito ...

-M-me llamo Yoongi mami.

No entendía aún por qué solía llamarme por el nombre de papá.

-Cállate, ya sabes lo que tienes que hacer cariño, ven aquí, mami espera.

Mi cuerpo se agitaba intensamente mientras trataba de soltarme de aquella mujer, pero cuando di la bocanada de aire y pude abrir mis ojos un poco pude ver que se trataba de una pesadilla, solo una pesadilla. Ella no podía hacerme daño, ella estaba lejos.

La única luz que iluminaba mi habitación era una lámpara, todo lo demás estaba en penumbras mientras los pasos de Yang sonaban distantes, mis ojos pesaban así que no los había abierto del todo aún pero sabía que acababa de despertar de aquella horrible pesadilla.

Sabía que era él porqué ¿quien más se movería con esa confianza en mi habitación?

Sentí el peso a mi lado a la orilla de la cama y escuché claramente una respiración, estaba desnudo de la cintura para arriba podía sentir el frio en mi piel.

Un suave murmullo y el escurrir del agua rompió aquél silencio, y después un trapo húmedo fue colocado sobre mi frente.

Una ronca risa resonó muy cerca de mí.

-¿Qué es tan gracioso? -pregunté con la voz llena de fastidio.

-Esa obsesión que tienes con él niño va a matarte Yoongi, ya deberías tener una lapida con tu nombre lista.

No abrí todavía mis ojos pero solté un gruñido que era evidencia innata de mi molestia pero no era más que la punzada irritante de saber que él tenía razón. Ésta obsesión tan enfermiza que tenía por Jimin iba a matarme. Y yo estaba dispuesto a morir con una sonrisa en el rostro, como un pirata a punto de ser ejecutado, el cual sabe donde ha escondido su tesoro y que nadie va encontrarlo jamás. Así de orgulloso.

Solté una risita casi imperceptible y entonces los recuerdos volvieron a mí como un torbellino imparable, la realidad golpeteando como bestia bravía en mi pecho al recordar los ojos cristalinos, las pequeñas lágrimas del rubio, el miedo reflejado en aquellos bonitos ojos como veneno letal arruinando su belleza natural intacta. Su inocencia.

-Jung -jadeé abriendo mis ojos y sentándome como pude en la cama.
Una ligera ráfaga de viento se coló por la ventana cuando enfoque la vista en toda la habitación. Era el preludio de las emociones que comenzaban a surgir en mi interior.

Yang dejó de tratar de colocarme más trapos húmedos en la frente, era evidente que había estado dormido desde hacía horas siendo víctima de una fiebre intensa además cuando bajé la mirada vi la herida en mi abdomen, estaba limpia y suturada, eso debió ser obra de Yang.

-¿Qué tiene el detective?

-El hijo no, el viejo Jung, ese decrepito... fue él. ¿Cómo sé me pudo escapar eso?

Traté de ponerme de pie pero cuando hice el impulso el dolor de la herida me regresó a la cama. Yang se acercó de inmediato para ayudarme.

-No deberías caminar Yoon esa herida es muy profunda, ese chico tenía la intención de matarte en serio.

-¿En donde está? -fue lo único que pregunté restando importancia de todo lo demás.

-En su habitación de cristal por supuesto, le encontré desmayado sobre ti y antes de auxiliarte lo llevé hasta ahí. No lo he visto desde entonces y eso fue ayer en la noche.

Miré las paredes en busca de la hora, pero, que estupidez fue hacerlo, no me gustaban los relojes en las paredes. Te volvían esclavo del tiempo.

-Son pasadas las 10 de la mañana Yoon.

Hice mala cara, Jimin debía estarse peguntando que había pasado conmigo. Hice el esfuerzo y volví a levantarme y ésta vez contra todo el dolor que sentí lo logré. Vi que yang me extendía un par de medicamentos que supuse eran los analgésicos para el dolor y los tomé, de inmediato me paso el vaso con agua.

A pasos lentos logré salir de la habitación y dirigirme hacia la de Jimin, hice que el mecanismo abriera la puerta, estaba oscuro, solo tenues rayos de sol que querían traspasar las cortinas hacían halos de luz por los rincones. Un bulto acurrucado en medio de la cama me dejo ver que dormía, su respiración era apacible y tranquila.

Satisfecho volví a salir de su habitación teniendo cuidado de colocar el seguro de las cerraduras electrónicas.

Me dirigí hasta mi oficina, tenía muchas cosas que pensar, debía organizar mis ideas. Primero necesitaba atraer al estúpido detective una vez más hacia acá. Necesitaba encontrar la manera de acercarme a Jung padre.

Jamás voy a perdonar a quien se haya atrevido poner un dedo en mi dulce muñeco.

Ya no era un niño de 10 años pero desde esa edad me preguntaba si los verdaderos monstruos no eran aquellos disfrazados de ángeles.

Aquéllos que pasaban desapercibidos ante los demás, porque... yo me había convertido en uno. Tenía mi propio monstruo viviendo en mi interior, ese que solía odiar al mundo y hacer daño para borrar todo aquél dolor que lo había hecho nacer de las cenizas del infierno.

-Yoon, tu pequeño rehén despertó, creo que tuvo una pesadilla, despertó gritando.

Dejé mi laptop a un lado y pasé mis manos sobre mi rostro, los analgésicos habían hecho su trabajo y por el momento no me dolía la herida que Jimin me había causado.

Sonreí irónico. No me molestaba de ninguna manera que Jimin me haya querido asesinar, después de todo gracias a eso descubrí dos cosas. Uno, que Jimin tenía un pasado que le había dejado mucho más que marcas y dos, por el no me importaría morir, me lanzaría al mismo abismo si él me lo pidiera.

Las cosas que uno haría por amor, claro que si, un amor enfermizo y retorcido como mi pasado. No obstante, no estoy loco pero mañana podría morir felizmente en los brazos de un pequeño asesino desesperado por libertad.

Era como una adicción. Como una cosa de instinto, como los gatos. Ellos adoran cazar a sus presas, aman que luchen por su vida, si están muertas las ignoran.

Si Jimin quería luchar por salir de aquí lo dejaría, era un juego entretenido de tira y afloja. Podía dejarlo y detenerlo cuando yo quisiera porque a final de cuentas era, mi marioneta ¿No?

Si yo quería podía matarlo con mis propias manos, o él a mí y eso estaba bien. Eso sería lo correcto.

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