18. La marca del diablo

La puerta de mi habitación fue tocada tres veces con golpes suaves, era mi muñequito.

      —Adelante — respondí desde adentro el llamado.

Le vi entrar en la habitación con su andar lento y pausado como midiendo cada paso y movimiento que debía dar.

Llevaba su cabello mojado, se había duchado como le había dicho.

Después de nuestra breve pelea abajo en mi oficina él había resultado manchado con mi sangre.

Yo estaba sentado en el sofá de terciopelo al lado de la ventana de mi habitación  haciendo algo de lectura ligera, también me acababa de dar una ducha, me quedé solo en pantalón para dormir.

      —Ven acércate Jimin —ordené con voz fuerte ya que él se había quedado parado ahí sin decir ni hacer  nada.

El obedeció, comenzó a caminar hasta donde yo estaba, palmee el lado del sofá pidiéndole con esa señal que se sentara ahí a mi lado.

Dudoso pero obediente mi muñeco se sentó ahí, con sus manos unidas metidas entre sus piernas, una señal clara de que estaba asustado.

Dejé mi libro a un lado, noté que se quedo observando la portada con algo de curiosidad. Después de eso me acerque más hacia él, moví una de mis manos para tomar su mejilla entre mis manos y poder acariciarlo pero se alejó, se alejó de mi.

Me detuve, detuve todas  mis intenciones supe entonces que hiciera lo que hiciera con él, no me iba a dejar acercarme de ninguna manera, ¿tenía que obligarlo siempre a caso?

¿Era si como debía ser en cada ocasión?

     —Ponte de pie —ordené una vez más, esta vez con la voz más fría que antes.

No obedeció así que una vez más mis manos se acercaron hacia él, pero esta vez tomándolo con fuerza por los hombros para hacerlo levantar, casi cae al suelo pero logró sostenerse en pie.

Me levanté también pero me dirigí hacia mi armario, abrí una de las secciones y busque algo especial que necesitaba, revolví por todos lados hasta que lo encontré.

Una caja color dorado que estaba entre mi ropa, la saqué con sumo cuidado y volví hasta donde él estaba parado.

     —¿Sabias que, un trozo de tela puede servir para muchas cosas cariño? —pregunté abriendo la caja frente a él y tomando un pañuelo de seda color rojo entre mis dedos, era tan suave y muy llamativo a la vista.

Jimin negó sin despegar la vista de la tela entre mis manos, dejé la caja sobre el sofá y comencé a jugar con la tela entre mis manos.

      —Con éste bonito objeto de seda  puedo... asfixiarte hasta que dejes de respirar —añadí rodeando a Jimin y después colocándole la tela alrededor de su cuello, lo apreté un poco, solo lo suficiente para que Jimin pudiera sentirlo muy bien—. O también puedo atar tus lindas manos a tu espalda y dejarte inmóvil mientras hago cosas contigo.

Vi como su cuerpo se sacudió al estremecerse con mis palabras, también note que quiso retroceder, sonreí de lado antes de soltarlo.

      —Descuida mi muñeco rebelde, no voy a asfixiarte en esta ocasión, es divertido hacerlo y sabes que me excita mucho ver como luchas por respirar pero no, ahora quiero otra cosa de ti.

Volví a rodearlo y me paré frente a él con la tela extendida con mis dos manos y de a poco la fui acercando hasta sus dos preciosos ojos, até la tela a ellos obstaculizándole la visión, le hice un buen nudo para que no se cayera cuando estuviera tumbado sobre mi cama, o el sofá, o lo que sea, también le até las manos hacia atrás con otro listón.

Cuando estuvo totalmente sin poder ver nada ni moverse me acerqué a él, lento y tomé entre mis manos su rostro vendado, se movió un poco pero lo tomé con fuerza para que se dejara hacer. Uní después mis labios a los suyos, un beso duro y atropellado.

Precisamente eso era lo que necesitaba de él, sus labios. Saciarme de ellos como oasis del desierto, me sentía un moribundo a la espera de una gota de líquido vital con tanta desesperación, trató de alejarse como siempre lo hacía pero ésta vez no se lo permití.

No lo haría.

Era mío, estaba en mis manos, a mi disposición, a mi merced, yo podía hacer lo que quisiera con él.

Detuve el beso para poder apreciar sus labios rojos e hinchados y volví a arremeter contra ellos de manera más brutal e impetuosa. Quería grabarle  mis besos en sus labios con fuego vivo, que cuando dejase de besarlo el viniera por mas. Era una necesidad que había surgido dentro de mí.

Su respiración se convirtió en una especie de espasmos reclamando oxigeno, mis pulmones también gritaban por aire pero yo no quería parar, no podía parar.

Solté solo un poco  pero no demasiado para poder sentir la cercanía de sus labios fríos sobre los míos, y después seguí besándolo, él no podía alejarme ya que sus manos aún seguían atadas.

Mordió mi  labio como lo había hecho anteriormente y gruñí, lo hacía para defenderse de mí pero eso solo hacía que me pusiera tan duro, jadee de gusto, tanto que introduje toda mi lengua en su boca para violentar cada rincón de ella, gritándole con ello como  me pertenecía.

Mis manos bajaron por sus caderas donde apretaron duro, con mucha fuerza, logre darle la vuelta y Pegué mi cuerpo al suyo, besé su cuello, mordí y succione todo a mi alcance.
Pude escuchar un jadeo, eso logro que mi polla se hinchara aún mas.

No importaba cuanto él se resistiera, lograría hacer que me rogara por poseerlo, eso haría.

Me detuve para poder llevarlo hasta el sofá.

      —Voy a follarte tan mal, niño malcriado —sentencié—. Vas a pagar ahora mismo lo que has hecho en mi oficina. —Hablé en su oído con la voz grave.

Negó repetidamente pero no me importaba lo mucho que negara, acabaría disfrutando de mi polla dentro de el, lo sabía.

Volví a besarlo una vez mas mientras mis dedos se deslizaban por su camisa y quitaban botón por botón.

Finalmente lo desnudaría para mí.

Logré quitar hasta el último botón, solo deslice su camisa hacia atrás ya que para sacársela debía desatarlo y no quería perder tiempo en ello, mis ojos e maravillaron al ver su fina piel con un ligero bronceado natural, salive al ver sus dos pequeños y rosados pezones frente a mí.

Arrojé su precioso cuerpo sobre el sofá y me senté casi sobre él con mis piernas a cada lado de el, aproveché para sacar mi camisa y arrojarla al piso y me abalancé sobre él para volver a besarlo, movió su rostro hacia un lado para evitar mis labios pero mi mano la sostuvo de regreso con firmeza apretando su mandíbula.

Mis dientes habían comenzado a picar de una manera tan desesperada y urgida, querían morder todo a su paso,  querían dejar mi marca por todos lados, comencé por sus labios, mordí su labio inferior con tanta fuerza que rompí su piel.

     —¡Ahh!

Lindo, casi sonreí cuando le escuche el pequeño quejido de dolor.

     —¿Te dolió bebé? Me encanta inflingirte dolor, lo más hermoso es que con tus ojos vendados no puedes adivinar ninguno de mis movimientos —Sonreí.

Saboree de su saliva con el ligero toque metálico de su sangre y después mi pulgar limpio la otra gota de aquel líquido granate que salía y lo llevé a mi boca.

Muy rico, mi Jiminie sabía muy dulce.

       —Por favor Yoongi no me lastimes.

Dios, aquello fue algo tan maravilloso.  Escucharlo por primera vez hablar si titubear y llamarme directamente por mi nombre fue algo  indescriptible, satisfactorio para mí. 

Gemí extasiado.

     —Te gusta suplicarme ¿No es así?

Por supuesto que sí, le encantaba suplicarme, por eso lo hacía.

     —No sabes por qué te vendé ojos bebé, con qué motivo, con ello puedo tener todo el control que quiero sobre tí, además eso aumentará el placer sexual, será increíble lo vas a sentir todo porque al permanecer con tus ojos cerrados pondrás a trabajar tus otros sentidos. Luego me lo agradecerás lindo muñeco.

Mis ojos bajaron por su cuello, tenía un precioso lunar justo sobre una de sus claviculas, la mordí inmediatamente sacando otro gemido de dolor de mi dulce muñeco pero el postre estaba más abajo definitivamente.

Sonreí con malicia cuando los descubrí, hermosos y erguidos, de rosa pálido, tragué saliva. No perdí demasiado tiempo para llevarme uno de sus pezones a la boca. La textura del pedacito de carne en mi lengua hizo palpitar mi polla. Era suave y dura al mismo tiempo.  Con los dientes lo jalé con fuerza.

     —Ahh n-no, ¡duele!

Sonreí llevando el otro a mi boca también para hacer lo mismo, él se removió con fuerza debajo de mi para que yo dejara de morder sus pezones pero no podía parar,  eran tan adictivos.

Mis manos bajaron, ellas ardían por recorrer cada centímetro de esa preciosa piel, mis labios besaron cada costilla y succionaron la piel  dejaba marcas en él, mi sello de propiedad y pertenencia.

Mi mente estaba nublada por el deseo, quería poseerlo hacerlo mío una vez más, mis ojos estaban  febriles mirando cada peca y lunar en su cuerpo.

Sus pequeños jadeos me proporcionaban más deseo si era posible, podría correrme solo con  ello.

Mis dedos siguieron deslizándose por la fina piel, pero entonces algo llamó mi atención, uno de mis pulgares rozo con algo extraño cerca de su ombligo, me detuve y elevé un poco para ver bien  ese punto en su piel.

Había una fina marca muy pequeña, quizá del tamaño de una moneda pequeñisima sobre su piel arriba de su ombligo,  como una pequeña cicatriz.

Me acerqué un poco más y entonces pude notar mucho mejor lo que era  parecía claramente una cicatriz de una quemada que se había grabado ahí a propósito. La vi mejor y pude darme cuenta que era la figura de una flor...

Una flor de lis.

Entonces el aliento se me fue del cuerpo y si era posible el alma que no poseía también.

Me enderecé rápidamente quitando al mismo tiempo la venda de sus ojos.

     —¿Jimin...?

Sus ojos...  él parecía afligido y asustado pero no por mí.

Esa era claramente una marca... una marca de pertenencia que ya sabia había visto en otro lado,  si,  la marca era del tamaño de la punta de una maldita pluma.

Eso me gritaba que mi jimin, mi pequeño muñeco no me pertenecía como creía, le pertenecía a...

     —Jung —Susurró Jimin invadido por las lágrimas.

Una vez más mi interior tembló de furia, una furia que no podía contener, estaba a punto de explotar como un volcan, y quería quemar todo a su paso.

Mire a Jimin a los ojos, mis ojos oscuros,  los ojos del monstruo que estaba por salir de mi cuerpo.

Jimin tenía la marca del diablo en su piel.

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