11. Dulce Marioneta
Atado.
Estaba atado y encerrado, sólo en ésta caja de cristal como si de verdad fuese un muñeco de esos de colección.
Al menos podía estar en una posición cómoda para que no me dolieran las piernas y los brazos aunque mi comodidad duraba poco cuando él entraba y me observaba por largo rato sentado en aquel sofá frente a mí.
Solo entraba y se sentaba ahí, me miraba detenidamente, detalladamente como grabándose mi figura en la retina de sus dos oscuros ojos. A veces sonreía, no conmigo por supuesto si no consigo mismo como una especie de celebración al verme aquí atrapado, era como un triunfo para él.
Estaba seguro de que yo era como su trofeo.
En un punto del transcurso de la noche no le ví más. Ni si quiera me sacó de aquí para ir a beber agua o comer. Me sentía como una rata atrapada.
¿Cuánto tiempo más me iba a tener así? ¿Aquí? ¿Cuando vería a mi familia de nuevo?
Un dolor se había instalado en mi pecho al pensar en ellos, en lo preocupados que de seguro estaban.
—P-perdón —Susurré, con mis ojos llenos de lagrimas—. Por hacerles pasar por ésto.
No recuerdo cuanto tiempo pasó pero me quedé dormido tratando de ignorar las protestas de hambre de mi estómago. Pero al abrir mis ojos la habitación estaba a oscuras.
¿Tanto tiempo se había ido ahora el señor Min?
Ni si quiera había terminado de pensar en ello cuando la puerta de la habitación se abrió abruptamente y apareció él en el umbral. Un rayo de luz iluminó el pasillo detrás de él dejándome saber que estaba lloviendo fuerte.
Sus oscuros ojos rápidamente me observaron fijamente clavándose a mi pecho como dagas puntiagudas que dolían.
Parecía que no estaba de buen humor, y eso lo estaba por confirmar.
Cerró con cuidado y a pasos lentos y seguros se acercó a mi, yo seguía de rodillas con mis manos aún atadas dentro de la maldita caja.
—Hola, muñeco.
Su voz tan fría y áspera... sí, definitivamente estaba enfadado por algo, pero era algo que yo no había causado ¿cierto? No tenía por qué hacerme daño a mí.
Abrió la puerta y creí que me dejaría salir, por fin. Pero estaba equivocado ya que en su lugar solo se acercó para colocarme en el rostro aquella máscara blanca la cual ató muy bien y después cerró una vez más la puerta de la caja.
Se quedó parado observandome y después se agachó un poco, solo un segundo donde tocó algo a un lado de la tarima donde estaba subida la enorme caja de cristal conmigo adentro.
De inmediato algo comenzó a pasar.
Un ruido metálico como cuando se puede escuchar el funcionamiento de un reloj de tic tac en la pared comenzó a resquebrajar el silencio en la habitación. Mis manos que estaban atadas fueron elevadas hasta arriba sobre mi cabeza con una fuerza abrupta que jadeé de dolor, me dolían.
Al mismo tiempo una extraña melodía se podía apreciar y esa provenía directamente de la caja, mientras mis brazos eran elevados y luego dejados caer con violencia con una fuerza extraña, ajena a mi.
Me sentía como... poseído.
Frente a mí, un muy serio Min Yoongi disfrutaba de una función visceral de marionetas. Ví como su mano se movía sobre su entrepierna mientras se deleitaba con migo su bulto en sus pantalones comenzó a crecer de inmediato.
Yo era su marioneta, su atracción principal, que le provocaba placer sexual.
Mis lágrimas no tardaron en bajar rodando por mis mejillas.
La melodía era tan tétrica y hechizante al mismo tiempo. Le temía, me dolían los brazos por ser jalados con aquella fuerza, quería soltarme y no podía.
—¡N-no más por favor Señor... me duele!
Solo pude escuchar su risa siniestra proveir de algún lugar de la habitación. No podía verlo porque los movimientos rápidos de la máquina lo evitaban más la máscara sobre mi rostro.
—Te ves tan precioso mi pequeña Marioneta humana. ¿Sabes qué desearía? Podría separarte en partes y volver a unirte, me gustaría... sacar tus hermosos ojos y jugar con ellos.
El dolor pasó a segundo plano al escuchar lo que estaba hablando, porque el terror se había apoderado de mi instintivamente.
Era horrendo.
—Tan pequeño y tan frágil y sólo para mí, por eso nadie vendrá a alejarte de mí nadie... y si es necesario hacer lo que tenga que hacer con ese maldito detective...
Entonces eso era.
Alguien lo tenía molesto.
¡Me estaban buscando! Por eso estaba tan enfadado.
La música seguía sonando y las cuerdas en mis muñecas y mis brazos moviéndose sin parar, me hacían daño. No podía hacer nada para detenerme aunque quisiera. El señor Min era mi titiritero uno muy apuesto como siniestro.
—Por favor, S-señor Min... ya me duele —Repetí.
Las lágrimas resbalando por debajo de la máscara empapaban la camisa blanca.
De pronto todo se detuvo, los movimientos, la música, la puerta de cristal se abrió abruptamente y las cuerdas se soltaron, manos del señor Min me atraparon haciéndome salir de la caja empujandome al piso.
Me arrancó la máscara.
—Que hermosos ojos tan tristes, tan llenos de miedo, así me encanta.
Vi su fornido cuerpo agacharse sobre mí y después pude sentir sus manos acunar mi rostro.
—¡P-por favor! ¡S-suelteme, de-dejeme ir, le juro que no le diré a n-nadie su secreto esta a salvo conmigo...
Lloraba pero mis lágrimas no lograban convencerlo nunca.
—No muñeco, ya te dije que jamás te iras de aquí —Se levantó y me llevó a mi en el proceso tomándome por la solapa de la camisa.
Después de eso sentí como era arrastrado por los cabellos, de una patada apartó a Minnie el droide que seguía de rodillas sobre la alfombra y fue a caer por alla lejos de nosotros y mi cuerpo sustituyó el lugar que Minnie ocupaba.
—De rodillas —Ordenó.
Negué frenético, no quería hacer lo que sea que estaba pensando hacer conmigo.
Una bofetada fuerte golpeó mi mejilla y el ardor no se hizo esperar, después de ello volvió a agarrarme de mi cabello con fuerza.
—Dije que de rodillas maldita sea... voy a perder la paciencia contigo.
Podía verlo, el enojo. Quizá le habían dicho algo que lo hizo molestarse y ahora quería desquitar su furia conmigo.
—M-mis padres deben estar preocupados por mi —Rogaba cada vez que tenía oportunidad.
Él solo me miraba con sus ojos oscuros sin pizca de remordimiento en ellos y soltaba aquella sonrisa que siempre lograba helar mis huesos.
Los truenos seguían retumbando haciendo eco por la habitación, el fulgor de los relámpagos lograba alumbrar partes de la habitación que estaba a oscuras.
—Oh si pequeño están muy preocupados y no dejan de buscarte pero no te dejaré ir, no mi pequeño muñeco. Eres mi marioneta, mi propiedad, he pasado obsesionado contigo desde que tengo memoria y seria una lástima dejarte ir ahora.
Sentí sus dedos tocar mis mejillas suavemente y ese sutil roce me hacia estremecerme hasta la médula porque tenía miedo muchísimo miedo de su mirada de su voz y de su toque dulce y malvado.
Tenía algo que me hacía paralizarme y a la vez lograba sorprenderme.
—¡Por favor! —Volví a rogar en vano—. Quiero ir a casa.
Mi cuerpo cayó de rodillas sobre la alfombra finalmente debido a la fuerza que el señor Min ejerció sobre mis hombros. Había logrado doblegarme.
Lo único que podía hacer era llorar y sentir lástima por mí mismo.
—Si muñeco llora, no sabes lo que esas frías lágrimas resbalando por tu hermoso rostro me provocan, no sabes lo que deseo hacerte mientras suplicas con tu voz ahogada en llanto y tus ojitos rojos. Eres mío, mi hermoso muñeco humano, Jimin mi oscura obsesión.
Mis ojos vieron como se sacaba su cinturón y bajaba la cremallera de su pantalón después de eso mi boca solo fue poseída y perturbada por su polla entrando y saliendo con furia, ya antes lo había hecho así entonces mi boca se había acostumbrado a esa rudeza intromisión.
La diferencia fue que ésta vez no se corrió en mi boca, me tumbó al piso boca abajo y bajó con rapidez mis pantalones y mi ropa interior, sentí sus dedos palparme sin piedad ni pudor y un dolor agudo instalarse ahí mientas sus dedos se hundían. No me podía mover, mis brazos estaban aún adoloridos por haber estado bailando violentamente en aquella caja.
—¡N-no! ¡Nooo señor por favor!
Sabía lo que estaba por pasar, y temía por mí pero en realidad no había nada que pudiera yo hacer porque ese hombre en sus ojos no tenía pizca de remordimiento.
Ese no era Min Yoongi, era un monstruo.
Sus dedos se hundían en mí provocando un dolor muy fuerte e insoportable, lloré y supliqué todo lo que pude, pero eso no le impidió enterrarse dentro de mí después de haber sacado sus dedos.
Era como ser atravesado por una estaca dura con furia en mi interior, dolió, mi garganta se desgarró al gritar pero eso parecía solo provocarle más placer al ser que estaba sobre mí a mis espaldas.
Una de sus manos se coló bajo mi cuerpo y palpó mi propio miembro, no sé como logró ponerlo tan duro con aquellas manos, se movía sin parar detrás de mí al mismo ritmo de su mano sobre mi pene.
—Por favor... p-por favor.
Sus movimientos se volvieron mucho más violentos y yo sentía que podría romperme por la mitad.
—Oh, por favor, ¡pare... pare!
Era imposible, él estaba poseído por algo mucho más oscuro que su alma.
Lloré cuando finalmente en mi interior explotó aquella molesta bomba que había estado creciendo mientras él me masturbaba y me hacía suyo.
Me corrí, me corrí como nunca en mi vida y eso me dolía demasiado.
—Dulce muñeco, siempre serás mío.
Sentí como él también se corrió dentro de mí.
Mi cuerpo estaba tan tembloroso y adolorido que no me pude quejar más. Solo recuerdo como mis ojos se cerraban y él me observaba con unos ojos que jamás voy a olvidar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top