【veintisiete】
ɪᴅᴇɴᴛɪᴅᴀᴅ ʀᴇᴠᴇʟᴀᴅᴀ
Los movimientos fugaces impedían que los testigos hubiesen retirado la mirada de aquel espectáculo, y para bien no existían en ese momento.
El movimiento de las lanzas era como una danza de nunca acabar, porque se golpeaban con fuerza una con la otra sin dejar brecha que lastimase a sus dueños; Charlotte no retrocedía, pero a diferencia del castaño, el esfuerzo que estaba poniendo en la batalla se le notaba en cada fibra del cuerpo, y claro, en el rostro, mientras que Zhongli se encontraba manejando todo a su manera, casi sin sudar por la actividad.
Le había sugerido el falso hombre comprobar cuánto había avanzado desde la última vez que casi le mata, diciendo que era problable que ya estaba en el nivel de poder hacerle frente con la Perforahielos dormida, pero que no olvidara la diferencia entre los dos, y que por ende no tratara de ganar o solo se frustraría. Charlotte había aceptado el duelo casi sin objeción, y sufría la consecuencias del sobre esfuerzo por aquello que le dijo, no hiciera.
Al final, pese a todo su avance, el resultado fue dicho antes de comenzar.
—Me rindo... —aceptó al verse encarcelada entre la Perforanubes y el verdoso suelo. Y solo con ello, el mayor retiró el arma de su cuello y ofreció su mano a cambio para ayudarle a levantarse.
Ella la tomó suspirando.
—Entonces, ¿qué es lo que piensa? —inquirió no mucho después de hacer desaparecer el bastón y recargar las manos sobre sus piernas para recuperar el aire que se le había escapado con el susto.
—Ha mejorado, mucho más de lo que hubiese podido imaginar. Felicidades —expresó con el tono orgulloso.
Su relación, como sus conocidos sabían, era así. No existía discordia entre ninguno, eso dejando de lado que el objetivo inicial de seguir compartiendo momentos a solas, era una táctica de Charlotte para molestarlo; Zhongli le apoyaba y ella recibía sus consejos y comentarios de la mejor manera, siempre y cuando no tuviesen que ver con su estadía en Liyue, los cuales, siendo el mayor un sabio, eran nulos. Luego volvían a la ciudad y no eran más que compañeros de trabajo.
—Maestro, antes de todo me parece que debo decirle gracias...
Pese a su orgullosa conexión, la dama comprendía que si hubiesen seguido por aquel mismo camino de antes, tal vez todo fuese diferente, y hasta ese momento se sintió avergonzada de su actuar, después de todo quedaba nada para despedirse, así que ya no corría ningún peligro en ese sentido.
Relación amistosa o, extrañamente romántica... daba lo mismo a esas alturas del juego. Y sí, aceptaba que pudo haber sido de esa manera.
—Ya que hoy comienza con los preparativos del Rito de la Linterna, será mejor que este sea nuestro último día de entrenamiento. Fue un placer ayudarle —interrumpió el de orbes ámbar, siendo tan educado como desde el primer día en que se conocieron.
Le daba la espalda de pronto, alejándose rápidamente y de forma curiosa con Perforanubes en mano todavía, como si hubiese olvidado que la llevaba encima aún. Provocó que Charlotte abriera bien los ojos, estupefacta sobre lo que había sucedido. No le dejó terminar sus palabras, y para acabar se marchaba después de despedirse adbrutamente.
—N-no he terminado de hablar... —se quejó enseguida al ir detrás de él—. Oiga, al menos escuche lo que tengo que decir si es que ha decidido eso —llamó molesta cuando el otro no detuvo el paso.
—Me alegra que haya mejorado, pero ahora tengo que irme. Podré escuchar lo que tiene para decir después —justificó. Era tan extraño que el tono de su voz fuese el mismo aun con aquella excusa dicha.
No podía obligarlo, pues antes le hubiese tomado incluso de las prendas para que le diera una explicación al sentirse vulnerada, pero cada que sucedía algo como aquello, tenía que recordar que ella había decidido no pasar la línea de conocidos y tenía que respetarlo.
—Gracias, aunque no se detenga... —Por consiguiente ella fue la que dejó de seguirlo—. Fue un placer para mí también. —Y ya que él no la estaba escuchando, susurró lo último en medio de aquel bosque.
Era tonta, porque cualquiera que hubiese visto la escena entendía como se sentía, pero aunque se lo echaran en cara terminaría por negarlo. Estaba triste, porque después de tanto tiempo conviviendo con el mayor, por fin llegaba el día de decir adiós y así era como sucedía, con él dejándola atrás por la decisión que ella misma había tomado.
—Siempre me comporto como una tonta cuando se trata de él —aceptó decaída y volvió por sus pasos cuando Zhongli ya no estaba a la vista.
Al final de su entrenamiento por lo menos deseaba hacer lo mismo de siempre: ir al fresco manantial y lavarse el rostro del sudor y la tierra, por lo que no tardó en colocar las rodillas sobre el suelo y tomar agua con sus manos juntas y hechas una cuna.
—También voy a extrañarte, manantial —dijo a manera de juego y suspiró al sentir alivio con el rostro húmedo.
Por supuesto que no podía contestarle, el manantial que había estado inactivo de extraños sucesos que ella no recordaba o que catalogaba como pesadillas, no era como Zhongli y este no se iría de ahí, lo que le daba consuelo pese a que la idea de sentirse acompañada era abstracta para su persona.
Ahí mismo podía despedirse de sus malos sueños, ya que juraba, no volvería en esa última semana y dudaba visitarlo en un buen tiempo cuando se fuera.
—Quiero ir a casa, pero me voy a sentir tan triste —murmuró con el rostro aún dándole la mirada al agua y viendo su propio reflejo.
No era una opción el solo pensar en quedarse, sabía que sería difícil despedirse de sus allegados, pero tarde o temprano lo superaría una vez estuviera cumpliendo sus sueños en Mondstadt, y eso por mínimo le hacía sentir bien. Todo saldría bien al final, así que al igual que triste, también estaba contenta.
Su momento de reflexión tuvo que detenerse, porque de pronto el agua comenzó a formar círculos frente a su atónito mirar, tal como si la tierra se hubiese movido, pero aquello no pasó.
Se alejó un poco, y cuando estuvo a punto de alejarse totalmente, sucedió algo inesperado.
—¿¡Eh!? —Su reacción fue aquella, y no pudo hacer o decir nada más.
Una mano salió del agua, como en una obra de terror de esas tantas que había visto en compañía de Hu Tao y Jun Yin, una actriz de teatro que apenas conocía. Le tomó del cuello con una velocidad inimaginable y comenzó a apretar; Charlotte intentó quitársela con movimientos desesperados, pero tenía tanta fuerza que pronto el agarre le dejó sin ella a la joven.
La piel era de tonos cafés y líneas doradas que parecían llevar un flujo de oro líquido, lo que enseguida le llevó a concluir que pertenencia a Rex Lapis, el Arconte que le había maldecido la existencia.
—B-basta... —suplicó al tomar el brazo con sus propias manos, lo que no imaginó fue que el tacto iba a quemarle la piel, pero no lo soltó y siguió luchando por ser libre.
—Si te vas, prefiero verte perecer...
Escuchó el murmullo, y recordó que antes también había sido testigo de la misma oración, pero no recordaba el momento exacto.
—No me vas a matar —aseguró tomando el suficiente coraje para inclinarse sobre el agua; su mirada se volvió fiera, soltando así su mano y metiendo las suyas en el manantial.
Estaba desesperada, sin embargo, cumplir con los caprichos de un dios que estaba equivocado no era por el momento algo que deseaba hacer, así que buscó desesperada hasta que sus manos tocaron lo que al parecer era cabello, y entonces jaló con todas sus fuerzas. Sus manos volvieron a superficie arrastrando algo, exactamente un manojo de largas hebras cafés y de terminaciones anaranjosas, pese a ello aún seguía siendo víctima del agarre en su cuello y no pudo jalar más.
—¿E-este ca-bello? —Lo reconoció.
Ya había cerrado un ojo y su rostro puesto pálido cuando de pronto su espalda chocó contra la tierra, producto de su fuerza al intentar alejarse y de que la mano desconocida por fin la dejara libre, sin embargo, entre sus manos habían quedado hebras, de las cuales solo pudo rescatar una completa.
La reunión de Las Siete Estrellas había terminado, y tal como le pidió Ninguang, Charlotte fue puntual y llegó a la Cámara de Jade ese mismo día por la noche. Como no podía estar presente por el anonimato de los demás, y claro, porque no era una figura importante en Liyue, la mayor le informaría sobre la tarea que se le fue otorgada.
—Siempre es un placer verla, señora Ninguang —saludó después de que ella lo hiciera.
En la estancia se encontraban tres secretarias, la dueña de tan fascinante construcción y la secretaria general del Pabellón Yuehai, Ganyu, la cuál también ya había saludado.
En cuanto a la relación que tenía con aquellas dos, no podía pedir más; era cierto que no pudieron hacer que los demás aceptaran una reducción de castigo con el pasar del tiempo, pero su apoyo siempre estuvo presente, incluso gracias a su relación con Aether, Charlotte pudo acercarse más a la mitad humana-mitad adeptus, y aunque su relación era formal, no quería decir que no podía contar con ella cada que lo necesitara. Claro que, con Ninguang era otro asunto; salían cada cierto tiempo a cenar y ella siempre estaba al pendiente del estado emocional y de salud de la extranjera, convirtiéndose así en casi una figura maternal para ella.
Después de saludarse con propiedad, sin más preámbulo comenzaron.
—Estuvieron a punto de dejarte a cargo de la vigilancia del Casa Dorada con la Geoarmada, pero de esa manera no ibas a poder disfrutar la noche del rito. Así que, como te has portado bien, Las Estrellas accedieron a dejarte libre por esa noche, siempre y cuando cuides que nada salga de lo estipulado —habló la mayor—. En cuanto a tus tareas, estarás bajo la tutela de Ganyu y Keqing: organización y ayuda con los preparativos físicos, respectivamente. Sin embargo, puedes estar tranquila, balancearan tus responsabilidades para que no dejes de lado tu trabajo.
Siguió hablando y explicando mientras las de hebras claras le escuchaban con atención, antes bien, Charlie tratando de ignorar por el momento que tenía que convivir con el Equilibrio Terrenal, porque su relación era pobre en avances hasta la fecha. Keqing la odiaba y ella le aborrecía por hacerlo sin razón, ya que estaba comprobado que no había asesinado a su Patrono de los Contratos.
—¿Estás de acuerdo? —inquirió al final.
Con la mirada de Ganyu encima, Charlotte suspiró. ¿Para que le preguntaba si estaba de acuerdo? No quería decir que se negaba a ayudar, sino que independientemente de su respuesta los otros terminarían por obligarla, e incluso a malentender sus motivaciones.
—Por supuesto. Trataré de hacer lo mejor para que este Rito de la Linterna sea inolvidable para Liyue —aseguró con confianza—. Estoy emocionada.
Tan emocionada por un lado, y tan preocupada por otro. La joven nunca vio venir que su última semana, quizá fuese la decisiva; una que cambiaría su vida para siempre.
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