【uno】

ʟᴀ ᴄᴀʙᴀʟʟᴇʀᴀ ʏ ᴇʟ ᴘʀɪɴᴄɪᴘᴇ


          —¡Bennett, no te sueltes, por favor! —pedía a gritos desesperada, agitada por la posición en que se vio envuelta aquella tarde con su compañero.

          El río resonaba bajo los pies del muchacho albino, que inquieto observaba a la joven hacerse de la fuerza necesaria para seguir salvando su vida algunos minutos más, sin embargo, si debía caer, no la llevaría con él por culpa de su mala suerte.

          —¡Vamos a caer los dos, Charlie, solo suéltame! —rogó en pánico el muchacho, sabiendo que lo inevitable estaba cerca.

          El peligroso terreno hizo resbalar al aventurero mientras compartían una misión bastante importante. Se encontraban siguiendo a unos bandidos que habían hecho lo posible por no ser encontrados, y como Caballera de Favonius, Charlotte no tenía permitido dejarles burlarse una vez más de ellos. Se trataba de mero orgullo, pidiendo así la misión especial a la Gran Maestra Intendente Jean, sabiendo poco de las complicaciones de la naturaleza al llevar a Bennet como compañero.

          —No te voy a soltar... —balbuceó la de la armadura simple, cuando comenzó a traer al muchacho solo con su mismo brazo.

          Bennet se preocupó enseguida, porque la de orbes claros no era exactamente la persona más corpulenta de toda Mondstadt, y al saber que el esfuerzo era como un milagro, enseguida se dijo que ello no terminaría bien.

          —¡No! —Junto con su exclamación, la tierra junto a ella cedió ante la gravedad de aquella orilla, y por consecuencia hizo resbalar su cuerpo.

         Estaban perdidos, no había otra salida para aquellos dos. Charlotte quedó colgada de una rama corta, con los pies al vacío y el albino de su mano. Más milagros no podían existir, estaban a punto de caer, pero tanto ella como Bennett se equivocaron.

          —¿Es así como se encuentran las hermosas damas hoy en día? Seguro es mi día de suerte.

          Una mano larga tomó de la suya, y con facilidad les jaló como si fuese un juego de niños. La caballera no tuvo el tiempo de ver a su salvador hasta que ella y su compañero estuvieron recuperando la respiración sobre el césped, totalmente anonadados por casi perder la vida.

         —Gra-gracias —Bennett fue el primero en agradecer, colocando las rodillas sobre el suelo, no obstante, era otra historia para la chica, que incapaz de recuperarse solo observó.

          —No me des las gracias, cualquiera lo hubiese hecho —negó modesto el contrario.

          Un joven de cabellos pelirrojos se encontraba de pie, sus ropas elegantes gritaban que era un extranjero, uno que nunca habían visto aquellos dos desafortunados. Junto con ello, Charlotte encontró a su paso unos tranquilos orbes, profundos en añil, pero al mismo tiempo claros como la verdad.

          —Mi nombre es Nobile, un placer, vengo de Snezhnaya —aclaró, sabiendo que debía hacerlo tras la mirada que le había mostrado la chica.

          —Soy Bennett y ella es Charlotte, los dos somos de Mondstadt —se atrevió a presentarse el más joven, extendiendo la mano en signo de paz.

          La nombrada por fin se levantó del suelo, se acercó agradecida con el extraño y le tendió la mano con gentileza, después de todo, los había salvado de una muerte segura.

          —¿Eres un aventurero? —cuestionó ella, alejándose levemente luego de presentarse.

         —Si se puede decir de esa manera, estoy cumpliendo el encargo de un compañero de trabajo, por eso vine hasta aquí, pero al final creo que no valió la pena —masculló avergonzado el extranjero. Por sus gestos, se le notaba ser un hombre con gracia, sobre todo por lo apuesto que era.

         —Es una lastima —consoló el albino.

          —Bien, estoy sumamente agradecida por habernos salvado la vida, Nobile —comenzó a decirle la caballera, convencida de ello—. Por el momento nosotros tenemos que volver a la ciudadela, y por supuesto, estás invitado a ella si deseas descansar o probar alimento, nos encargaremos de ello como muestra de gratitud.

          Era noble, pero sabía que llevarlo solo traería preguntas de los demás caballeros, y le apenaba que conocieran el hecho que casi los mata. Afortunadamente él negó.

          —Esta bien, en realidad tengo que volver a mi campamento, tiene todo lo que necesito, así que por el momento no tengo necesidad de ir a la cuidad. Muchas gracias de igual forma, Charlie. —Se vio realmente confiado con sus palabras, sabiendo que era descortés al llamarle de esa manera.

         Y, como si fuese un campaneo en sus oídos, su voz se repitió una y otra vez en aquel diminutivo, dejándole hipnotizada como nunca antes, y como si fuese aquel un acto hecho a propósito.

         De vuelta a Mondstadt, los amigos y compañeros separaron el camino. Bennett se disculpó mil veces con la joven, alegando que había sido su culpa, pero ella le regañó diciendo que habían sido un equipo, y por lo tanto, los dos cargaban con el mismo porciento. Él corrió al quiosco de aventureros y Charlotte avanzó a paso rápido hasta el edificio principal de los caballeros. Una vez llegó y pidió entrar a la oficina de la rubia mujer que estaba por sobre ella en la jerarquía, contó lo que había sucedido al pie de la letra.

         —Me temo que los bandidos volvieron a escapar —informó avergonzada. Había estado por la madrugada totalmente decidida a atraparlos, diciendo que era el trabajo perfecto para ella, pero al final no pudo hacer nada.

         Jean, sentada detrás del escritorio, no le regañó como la contraria estaba esperando, o al menos no de forma instantanea.

         —Aun así, es bueno que Bennett y tú estén a salvo. —Aliviado fue el tono, luego se puso de pie—. Sin embargo, fue imprudente lo que hicieron; avisaron al grupo de bandidos y por desgracia cruzaron la frontera entre Mondstadt y Liyue.

         Charlotte levantó la cabeza y le miró con ingenuidad.

         —¿Liyue? —No cabía en su cabeza—. Ellos robaron la aldea Agua Clara, sería prudente que fuésemos por ellos, aún no deben estar lejos...

          Se vio preocupada, antes bien, la rubia interrumpió levantando la palma hacía arriba para pedir silencio.

          —No está en nuestro territorio, he mandado una carta al Ministerio de Asuntos Civiles de Liyue, la Geoarmada se hará cargo —informó, esperando a que la menor se tranquilizara, caso contrario, ella bajó las cejas mostrando coraje—. Charlotte, sé más que nadie que te esforzaste y nadie te culpa por lo que pasó en Agua Clara, pero por ahora, te daré un descanso.

          —No puede hacerlo, desde que el Gran Maestro Intendente Varka fue de expedición los caballeros estamos cortos de personal...

          Tenía razón, Jean pensó en su padre, en quien lo acompañaba y en todo lo que habían sacrificado por marcharse. Al menos, le habían dejado a cargo.

          —Lo estoy haciendo —interrumpió la mujer—. Es por tu bien, necesitas descansar.

          Sus cabeza cayó hacia abajo, asintiendo con el movimiento. Era incapaz de negarse a las órdenes, pero le parecía una estupidez mandarle a descansar, cuando la cuidadela apenas se encontraba rehabilitando de los ataques de Stormterror.

          —Entendido, me voy entonces, con permiso —aceptó y se marchó enseguida.

          La Caballera del Diente de León le miró partir, lamentando tener que ser dura con ella, después de todo, Charlotte era una persona entregada a sus deberes, que le recordaba a su persona cuando era más joven, y por ello mismo, sabía que era su deber guiarle.

          A la afueras del edificio, la de la armadura ligera se soltó el cabello, dejándolo caer como su ánimo. Las hebras azul cerúleo resbalaron, mostrando aquellas puntas degradadas discretamente a blanco. Sus orbes claros miraron el camino y lo siguió sin ver a nadie en él, hasta llegar a la taberna El Obsequio del Angel.

          —¡Ahí está mi dulce caramelo! —Le recibieron nada más mostró el rostro dentro.

          Los dos muchachos frente a ella, uno de cabello azul marino y moreno sentado frente a la barra, y el pelirrojo de rostro serio detrás de ella, miraban en su dirección. El primero de ellos fue quien le llamó de esa manera, evidentemente.

          Charlotte avanzó, se sentó y bajó la mirada nuevamente, porque la rojiza e intensa del dueño del lugar le observaba severo.

          —Así que, la Gran Maestra Intendente de verdad lo hizo —adivinó Kaeya, un importante miembro de los caballeros. Se arrepentía de su saludo tan vivaz.

         —Ella me mandó a descansar —confesó después la joven a sus hermanos.

          Junto con un suspiro, un vaso de jugo de uva se le fue extendido. Diluc, el verdadero hijo de Crepus Ragvindr, es decir, el hombre bueno que les brindó un hogar a Kaeya y a Charlotte, era un joven de carácter serio y distante, pero en el fondo, también de naturaleza amable. Si bien era el primero en negar la eficiencia de los Caballeros de Favonius, dejó a su pequeña hermana unirse tras tantas discusiones, terminando ello en lo que más temía.

          —Es por tu bien —repitió lo que Jean antes—. Toma esto como experiencia, por permitir que los bandidos escaparan. —Era severo con ella, sin dudarlo, siempre con la intención de desalentarla de su decisión, pero ello no significaba que no la amaba como su hermana. Podría consentirle todo, menos pertenecer a los caballeros.

          —Es lo último que Charlie quiere escuchar —regañó el Capitán de los mismos caballeros, haciendo al otro mirarle con molestia.

          —Es lo que Charlotte tiene que escuchar —contrarió en desacuerdo el pelirrojo.

          Escucharles discutir como siempre no animaba a la joven, quien en silencio tomó de su jugo. Luego los observó.

         —Diluc tiene razón —aceptó frente a su otro hermano—. Mi confianza me jugó mal, creí que podía hacerme cargo, pero solo logré darles tiempo a los bandidos para que escaparan, y lo entiendo, fue mi culpa.

          Era duro que lo dijiese de esa manera, cuando los dos no podían darle consuelo, pues no era más que la verdad. Incluso, Kaeya y Diluc se negaron a tocar el tema de los bandidos creyendo que en efecto, Charlotte podía hacerlo.

          —Una semana no es nada, volverás al trabajo y lo harás mejor que antes —alentó el de las ropas en tonos azules.

          Ella sonrió a medias.

          —O simplemente puedes no volver. Los caballeros no merecen tener a una dama tan integra como tú. —Sí, el pelirrojo siempre buscaba la oportunidad ideal.

          Luego de conversar con sus hermanos en la taberna, tuvo que encargarse de retirar algunas de sus pertenencias en la habitación que ocupaba en la cuidad, pues Diluc le había convencido de volver a casa al menos por esa semana. El Viñedo el Amanecer siempre la recibiría, y era el lugar perfecto para descansar fuera de la ciudadela. Así que, más temprano que tarde, Charlotte abandonó los suburbios sin avisar a ninguno de sus amigos y compañeros, tales como Bennett o Bárbara.

          Iba a ser una semana cansada, lo sabía, además de ello, eterna.


El primero ahhh, y como dije, es un comienzo lento, pero juro que trato de avanzar de manera muy rápida.

¡Muchas gracias por leer! 🧡🐇

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