【tres】

ᴛʀᴀʙᴀᴊᴏ ᴇɴ ᴠᴀɴᴏ

          —Charlotte posee una visión cryo, pero estaba tan ocupada con su trabajo que fue una lastima el que no pudiera acompañarme en nuestros viajes, aunque por supuesto, fue de gran ayuda con Stormterror —contaba agraciado el rubio una vez todos estuvieron sentados en la mesa de aquel restaurante.

          —Eso exactamente, utiliza su lanza con una habilidad impresionante, Paimon nunca había visto tal técnica hasta que conoció a Zhongli, porque de igual manera no hay muchos lanceros en Mondstadt —atinó a decir la pequeña.

          Aunque la extranjera ya había comido, se atrevió a probar otro platillo para no ser maleducada con su compañero el Caballero Honorario, y claro, frente al que había, aparentemente, nacido en Liyue.

          —No es la gran cosa, de verdad, apenas puedo manejarla —fue modesta, negando sus palabras—. Y sería bueno que algún día hiciera una demostración, señor, me gusta aprender cada que tengo la oportunidad —se dirigió al mayor.

          —Una vez se presente la oportunidad, también me gustaría verla utilizar la lanza; si aprender quiere, puedo asegurarme de darle unos consejos, y en todo caso, corregir si es necesario —aceptó el castaño sin contratiempo.

          Su profunda voz llamó más de lo quiso su atención. El hombre parecía interesante, pues su manera de hablar mostraba que no era un charlatán, y ello emocionaba más a la chica, pues como había mencionado, estaba dispuesta a aprender y a mejorar su técnica siempre que tuviese la oportunidad.

          —Me alegra que puedan entenderse —celebró contento Aether.

          Siguieron conversando por algunos minutos más, hasta que todos terminaron su alimento.

          —Así que estás buscando pistas para encontrar a esos bandidos y al parecer no tienes mucho tiempo —retomó Paimon el tema, aunque luego puso un rostro asustado—. Debiste pensar en ello antes de irte del viñedo sin avisar al Patrón Diluc, aunque seas su hermana, creo que te espera un regaño al volver.

         Tenía razón y eso deprimía a la joven notablemente.

          —Aunque no todo es tan malo, si realmente atrapas a los bandidos, él deberá tener piedad, después de todo también se guía siguiendo su orgullo —alentó el viajero.

          —Sobre los bandidos... —se unió el castaño, pensando sobre lo que iba a decir—. Me parece haber escuchado a la Geoarmada decir que se encontraban cerca de Nantianmen, pero que no podían atraparlos porque se escudaban entre campamentos de Hilichurls.

          Charlotte quiso arrodillarse al escucharlo. Le había dado la pista que necesitaba, una totalmente funcional.

         —Se lo agradezco, la verdad es que se me habían acabado las ideas razonables está mañana —confesó la joven apenada.

          —¿Irás? —preguntó el rubio, aunque sintiéndose negativo ante la idea.

        —Si la montaña está llena de Hilichurls, debe ser peligroso —advirtió la albina.

          —Iré, esos bandidos se burlaron de Barbatos y su gente, y fue por mi culpa, así que tengo que remendar mi error —expresó la muchacha, decidida a seguir avanzado.

          —Podríamos ayudar —propuso Zhongli conciso, entendiendo sus razones.

          —No podemos ahora, tenemos que reunirnos en la Sima con el encargado —negó el rubio, pero luego siguió—. Sin embargo, si esperas por nosotros, con gusto podemos acompañarte y patear algunos traseros.

         Era una excelente idea, que Charlotte sonrió y asintió de manera inmediata.

          —Claro, puedo esperar.

          No obstante, a pesar de decirlo, mintió al Caballero Honorario, porque no deseaba preocuparlo. Iría hasta la montaña, se encargaría y volvería a Mondstadt, porque no había tiempo suficiente y mucho menos cometería el error de darles los segundos para volver a escapar. No tierras de Sumeru, no tierras de Fontaine, debían ser atrapados justo allí, en Liyue, y ello incluso ya pesaba.

          No les tomó mucho despedirse, cada uno tomó su camino. Charlotte les dio el nombre de la posada donde se hospeda y de nuevo aseguró desear esperarlos, así, los otros se marcharon.

          Si no hubiese tenido un mapa en las manos, habría perdido el rumbo en la primera ocasión. Por supuesto, su sentido de la dirección no era el peor de los caballeros, pero en tierras nuevas poco se le podía hacer, sin contar el hecho de que al ser un territorio más extendido existían lugares tanto remotos como no, que estaban custodiados por monstruos, y pelear contra ellos era extenuante y comían mucho de su limitado tiempo.

          —Según la Geoarmada, debería encontrar el árbol gigante, y según las palabras del señor Zhongli, deberían haber campamentos de Hilichurls no muy lejos —dijo en aquella llanura, exactamente cuando el mapa cayó a la altura de sus piernas.

          La extranjera abrió bien los ojos y miró todo con atención, pues además de encontrar el gran árbol misterioso que emanaba energía elemental, campamentos destruidos y posesiones de los monstruos fue lo que no esperaba.

          —¿Qué demonios pasó aquí? —se preguntó avanzando, viendo como habían barrido el lugar de las amenazas que estaba buscando.

          Y fue más adelante, cerca de la gran atracción, que encontró a un grupo de personas que hacían una extraña rueda. Conocía sus uniformes, eran Fatuis, y no dudó en acercarse rápidamente.

          —Lamento interrumpir su conversación... —llamó nerviosa, realmente no esperaba que le hicieran caso, conociendo el orgullo de la organización, pero sorprendentemente, ellos le miraron enseguida.

          Eran recaudadores en su mayoría, cubiertos por sus particulares máscaras y capuchas con negro y rojo, que cuando se voltearon en sus lugares, dejaron a la vista lo que rodeaban.

          —¿Se le perdió algo, señorita? Le aconsejo que se vaya a un lugar más seguro. —Para ser un Fatui, fue bastante amable con ella.

          —Nada de eso, gracias por el aviso, pero mi objetivo eran los bandidos que mantienen justo allí —señaló, sin saber que hacer o que más decir. ¿No quería decir ello que sus esfuerzos habían sido en vano?

          —También eran el de nosotros —contestó otro, luego se acercó y la enfrentó—. ¿Qué asuntos tenía? ¿A dónde pertenece? ¿Acaso es una amenaza para nosotros?

          Mientras más decía, la joven negaba cada vez más rápido, lo menos que deseaba eran problemas con la organización, así que retrocedió de manera estratégica.

          —¿Qué eres? Un soldado de la Geoarmada hace menos preguntas —se burlaron detrás de él.

          Los recaudadores enseguida dieron un paso hacia atrás, y Charlotte entonces pudo mirar al dueño de aquella voz que reconoció después de pensarlo.

          El muchacho pelirrojo se levantó del suelo, aparentemente descansaba junto a las raíces del árbol, sin embargo, sus reclutas no hacían más que molestarlo; después, cuando observó a la que ya conocía, sonrió vivaz y se acercó.

          —¡Charlie! —exclamó contento—. Es una gran coincidencia y un gran placer verte de nuevo, ¿cómo está aquel chico albino? Bennett, creo...

          —Ah, Nobile, ¿cierto? —Fue educada, a pesar de que le incomodó que le llamara solo como sus cercanos hacían—. Bennett está bien, esta vez no me acompaña.

         —¿Estás sola entonces? —concluyó el ojiazul—. Este no es un buen lugar para unas vacaciones —dijo después de verla asentir en confirmación.

          —No estoy de vacaciones, he venido hasta acá para atrapar a esos bandidos en nombre de los Caballeros de Favonius, pero ya los has atrapado —dejó en claro el hecho, colocando un semblante resignando.

          El de las ropas grises y adornos elegantes miró hacia atrás para observar a los desventurados que antes habían recibido la paliza de su vida. Los cuatro hombres se asustaron y comenzaron a forcejar con las cuerdas que los rodeaban.

          —Si, bueno, ellos se metieron en nuestro camino, así que tuvimos que meterlos en la lista de no deseados —explicó sin entrar en más detalles—. Sin embargo, no soy un hombre que viva del crédito. Si gustas, puedes llevártelos —ofreció con gracia.

          La dama negó luego de su propuesta. No servía de nada robarse el crédito por más que se lo ofreciera; quería atraparlos, pero a final de cuentas, no importaba quien lo hiciera mientras no volvieran a hacer de las suyas.

          —No, está bien, yo solo volveré a Mondstadt y avisaré sobre lo que sucedió. Buen trabajo atrapándolos. —Estaba tan decepcionada, que no podía ocultarlo.

          —¿Te vas sola? —inquirió preocupado el muchacho, y luego de ver qué en efecto, estaba sola, siguió—: Seguro vuelves a Liyue antes, déjame acompañarte. Debes estar cansada por el viaje hasta la montaña y por lo que veo no tienes intenciones de acampar, a este paso la noche te atrapará antes de que llegues, así que yo puedo cuidarte.

          Charlotte agachó la cabeza. ¿Cómo iba a negarse? A pesar de ser un desconocido ya le había salvado la vida antes y nunca tuvo la oportunidad de recompensárselo como era debido. Decirle que no lo necesitaba era una falta de respeto entonces.

          —Será un placer, espero no estar interrumpiendo su trabajo —aceptó con ello, apenada.

          —Bien, está decidido —festejó el Fatui, después miró a sus subordinados y señaló—. Como Charlie no los quiere, pueden hacer lo que deseen con estos bandidos, no me sirven más.

          Su orden fue algo que todos tuvieron que acatar. Levantaron a los cuatro hombres que se negaban a ello y rápidamente se los llevaron hacia otra dirección.
          Ciertamente, aquello le produjo miedo a la dama, así que juró mantenerse alerta acerca de Nobile. No podía solo confiarle su vida a un Fatui de la nada.

          Avanzaron entonces, la joven acababa de llegar, pero ya se marchaba. En el camino, agotada pensaba en lo que estaba dejando detrás debido a la falta de tiempo. Estaba de vacaciones, no obstante, cierto era que no lo estaba como tal. Las tierras de Morax eran fascinantes, algo que le sorprendía y atraía como abeja a la miel, y al menos pudo disfrutar las vistas con Nobile a su lado manejando la conversación.

          Fue así, hasta que la luna cayó sobre ellos y el camino se hizo dificil de visualizar.

          —Acampemos —propuso el pelirrojo por ello, saliendo del camino para encontrar el mejor lugar posible.

          —No podemos —se negó ella, pero el otro continuó con su búsqueda.

          —Tus hermosos ojos se están cerrando, Charlie, viajar de la manera en que lo hiciste no está bien. —No perdió el tiempo, halagó cuando volteó a sonreírle.

          Ella casi pierde el sentido de la conversación al ponerse nerviosa.

          —Descansaré en la cuidad, no debe preocuparse... —justificó ella.

          —Y seguro nada más te deje en la posada, tomarás tus pertenencias y comenzarás tu viaje de vuelta a Mondstadt —adivinó, interrumpiendo sus palabras. Él era un hombre astuto y podía leerla fácilmente, exactamente porque poco le conocía—. No puedes engañarme, además, estamos ya cerca de la ciudad, al menos toma esto como si fuesen unas vacaciones reales. ¿Quién no desea acampar en un lugar como este? —terminó de decir, encontrando el lugar perfecto.

          La caballera en descanso le observó con pena, después de todo Nobile tenía razón. Deseaba recordar Liyue con cariño una vez volviese a la rutina, de preferencia al recordar momentos como aquellos en la naturaleza.

          Se dio por vencida entonces, quitándose la mochila de la espalda y obteniendo lo poco que llevaba para establecerse, de igual forma no hubo problema, pues el Fatui llevaba lo necesario, por lo que al sentirse con sueño, compartieron el mismo campamento, pero distintos lugares.

          —Que paz —expresó Charlotte. Se encontraba tendida sobre las mantas que hacían de cama y tenía una sobre ella.

          El clima era cálido, pero de vez de cuando el aire frío se colaba hasta ellos.

          —Deberías dormir —recomendó el muchacho, sin aquel saco gris, solo en su camisa guinda que llevaba debajo—. Si realmente quieres abandonar Liyue una vez recojas tus cosas, es mejor que descanses.

          Le conmovió el hecho, ya que era lo que tenía en mente. Tomaría todo y se iría, sin necesidad del encontrarse al Caballero Honorario y a su amiga voladora una vez más.

          —Nobile. —A diferencia de lo que esperaban los dos, ella le llamó con el tono suave—. ¿Crees que hice mal? El venir hasta aquí para buscar venganza sin decirle a nadie... ¿Qué es lo que piensas sobre ello?

          Tranquilo, el pelirrojo suspiró y miró el techo del campamento desde su lugar. Se sentó sobre las mantas y siguió en lo suyo.

          —Hiciste mal —respondió sincero—. No sé exactamente qué sucede, aunque por lo que dices queda bastante claro, así que creo que estás en descanso por fallar en una misión a la que tanto empeño le pusiste, porque creeme, también fallé muchas veces antes de estar justo en donde estoy, así que simple quieres remendar el error para ser reconocida. —De nuevo no ahondaba en lo que decía, aunque ella lo entendió.

          ¿Reconocida? La palabra se repitió en su mente una y otra vez, y no pudo negarlo, de hecho, no era la primera vez que pensaba en ello.

          —Creí que lo hacía por mi orgullo. Un caballero debería trabajar por su gente, sin embargo, solo he estado rogando por un mirada —aceptó decaída antes de darle la espalda al hombre y confiarle su vida en sueños.

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