【treinta y ocho】
ʟᴀs ᴛʀᴇs sᴏᴍʙʀᴀs ᴅᴇ ᴜɴ ғᴜᴛᴜʀᴏ
El soleado día desapareció en solo segundos, dejando a Liyue a la sombra de un nublado cielo que amenazaba con caer encima de la misma ciudad. El ensordecedor sonido de que algo estaba mal fue una alerta que nadie ignoró, y pronto reinó el caos en las calles, entonces comenzó a caer la lluvia con una estrepitosa fuerza imparable.
—No abandones la casa.
Xiao desapareció tras sus palabras, unas que no tenían ningún mensaje escondido ni nada que descifrar. Sin embargo, la curiosidad de Charlotte era inmensa. Se preguntó enseguida qué estaba sucediendo, si era algo muy malo o si solo era cuestión del demente clima; si era tan importante como para que Xiao bajara a la ciudad sin importarle estar cerca de las personas, o si era tan malo como para brindar su misma ayuda.
No abandonaría la casa, se dijo con insistencia.
Esperó intranquila, con aquella sensación de que había algo que no podía ignorar por más que quisiese hacer caso al Guardián, y escuchando como las gotas de lluvia atacaban el techo con la intención de atravesarlo. ¿Dónde estaba Zhongli? O mejor aún, ¿sus amigos? ¿Ellos estaban bien en la ciudad? Tanta preocupación, y solo los minutos comenzaron a transcurrir sin darle respuesta alguna.
De pronto, en medio de su silencio, escuchó algunos gritos provenientes de la ciudad, tan sonoros que escalaron la montaña y llegaron hasta sus oídos, entonces no pudo más, sabía que desobedecer a Xiao era como desobedecer a Arconte Geo, pero si algo terrible estaba sucediendo a sus pies, no había porqué pensar.
—No me odien por esto, no puedo quedarme aquí sin saber. Sé que si están en problemas puedo ser de ayuda. Lo sé... —se decía a sí misma, tratando de justificarse con alguien que no estaba presente.
Obtuvo su ropa de aventurera, la que solia usar en Mondstat y la que Hu Tao le habia rescatado de su lugar en la cuidad unos dias mas tarde de su primera visita, y no porque la eligiera, sino porque fue la primera que encontró. Apenas se colocó las botas en el recibidor con una rapidez increíble, jaló una capucha negra que descansaba en la pared y se la acomodó saliendo de la casa, cubriendo así su cabello y parte de su rostro. Nadie debía ser testigo de su contaminación.
Se encaminó a bajar la montaña de esa manera, tratando de mantenerse firme ante la lluvia y el viento.
Pero, ¿de verdad podía ayudar? Los gritos de pánico aumentaban cada que daba un paso, a ese punto le parecía que en realidad el sonido no llegaba hasta ese lugar, sino que resonaba en sus oídos por algún motivo desconocido. La desesperación incluso le atacó al no encontrar un camino correcto, como si no conociese aquel lugar después de haberlo recorrido en compañía del asesor durante algunas tardes.
—¡Charlotte! —Escuchó que alguien le llamaba, provocando que se detuviera en medio del camino.
Apenas reconoció la voz, se tomó la capucha y corrió en su dirección.
—Aether —llamó.
Se acercaron al mismo tiempo, y no fue tarde para cuando la dama notó lo cansado que se veía. El rubio estaba sucio, como si hubiese salido apenas de una pelea o dos, y por supuesto que le faltaba el aire. De esa manera, Charlotte no hizo más que preocuparse todavía peor.
—¿Qué sucede en la ciudad? —cuestionó ella, manteniendo la calma, porque aún con el viajero de frente, seguía escuchando los gritos.
—Liyue, no solo la ciudad, está siendo atacada por todo tipo de monstruos. —Fue entonces que le dijo, sin rodeos ni vacilación, pues habia tenido mucho trabajo—. Afortunadamente la mayoría de los ciudadanos fueron evacuados por alerta de Las Siete Estrellas, solo quedaron aquellos que pueden luchar.
La extranjera abrió bien sus orbes, llegando a la conclusión de que tanto Zhongli como sus amigos estaban en peligro en ese mismo momento.
—Necesito ir, y... Y, ¿dónde está Paimon? —apenas lo notó, miro hacia todos lados esperando encontrarla.
Aether solo negó y apretó sus ojos.
—Está herida, intentó proteger a unos niños y la lastimaron. La dejé con el doctor Baizhu para que pueda ayudarla, confío en él —contó afectado, era por ello que se veía tan desgastado esa tarde, aunque luego negó una vez más y señaló hacia atras—. Tienes que huir, Charlotte, el señor Zhongli me pidió que te encontrara y te llevara a un lugar seguro. Ellos van a estar bien.
Como si estuviese pasando un deja vú, Charlie se tomó la frente y sacudió la cabeza al conocer la información.
Su rubio amigo estaba ahí, frente a ella, buscando ponerla a salvo de quién sabe qué, aún cuando su amiguita estaba herida. Le pareció un acto tan egoísta de parte del asesor.
—¿Por qué siempre tiene que hacer lo que quiere? —masculló en bajo solo para ella, recordando el pasado no muy lejano donde ese mismo tema se convirtió en motivo de sus conflictos diarios.
—Porque intenta mantenerte ciega, tanto, hasta que no puedas observar absolutamente nada a tu alrededor, solo a él...
Cuando escuchó aquella respuesta que no vino del viajero, recordó que seguían en medio de la montaña con la lluvia y el viento, y cuando miró a su alrededor, descubrió que estaban cerca del manantial.
—No podemos quedarnos más aquí... —dijo de inmediato, sabiendo que no era bueno escucharlo, Xiao ya se lo había advertido esa tarde—. Yo. Volveré, creo que el lugar más seguro ahora es la casa del señor Zhongli, así que...
Justo cuando terminaba de decir, guiada por la razón, algún tipo de interferencia sustituyó los gritos en sus oídos, provocando que se llevara las manos a ellos escondidos debajo de su capucha. Aether le observó entonces, notando como negaba y sacudía la cabeza sin entender el por qué.
—¿Uh? —Y cuando la señorita Ragvindr volvió a abrir los ojos, el rubio no estaba más con ella y la oscuridad no le permitía ver el el camino—. ¿A-aether? —volvió a llamar asustada.
La lluvia se volvió silenciosa, no había más viento, y detrás de ella, cuando menos lo esperó, una figura bien conocida intentó atraparle con sus brazos, sin embargo, de pronto fue tomada de la mano y obligada a seguir su camino cuesta abajo. Al levantar la mirada, encontró a una mujer de cabellos cafés y destellos anaranjados, mas no pudo verle el rostro nunca y solo siguió corriendo detrás de ella; en un momento, la dama le soltaba la mano en medio de la bruma y desaparecía, dejándole sin lugar al que avanzar.
—¿Te alejan de mí? Amada, Charlotte, después de todo, ¿quién iba a pensar que ellos me traicionarían?...
La voz volvió a resonar en medio de la confusión que se había creado, pero una vez más, en ese lugar aparecía un muchacho de apariencia joven que señalaba con su mano el camino, solo que está vez sin acercarse, por lo cual Charlie comenzó a correr una vez más. Nunca pudo verle el rostro igual que a la mujer, y esos cabellos cortos se le hicieron tan familiares, que los observó y siguió hasta que desapareció, dejándole nuevamente sola.
—Ah, es divertido, como en los viejos tiempos. Tarde o temprano te alcanzaré...
Una mano le tocó el hombro, y sin duda alguna tenía malas intenciones, aún así, sus piernas se movieron solas al sentir la hostilidad, alejándose del mismo que llevaba ropajes blancos. Era él, lo sabía...
—Por aquí, por aquí... Estás cerca, tan cerca... Pronto estarás a salvo...
Siguió el canto de la armoniosa voz, está vez sin ver quien estaba detrás de su escape; fue que se tropezó con una raíz de algún árbol y cayó con las manos hacia adelante, y así, de pronto el sonido de la lluvia volvió a dejarle sorda mientras las fuertes gotas le golpeaban la cabeza, los gritos no se escuchaban más, a cambio, observó a sus pies unos zapatos negros manchados barro.
—¿Qué haces aquí? Deberías estar segura, no... Charlotte —dijo apenas el hombre. Su tono sorprendido y preocupado hicieron que Charlie temblara de frío.
Reconoció la voz, era la misma de antes, esa que jugaba con ella, pero al mismo tiempo, no eran iguales.
Zhongli estaba frente a ella, o más bien, ella estaba frente al asesor sin saber cómo había llegado hasta los inicios de la ciudad, aquel lugar que estaba protegiendo a lado de sus amigos y la Geoarmada. Y, cuando levantó la mirada, sus orbes desiguales derramaron lágrimas sin saber por qué.
Hu Tao, que estaba cerca, notó la presencia de su amiga que aún seguía sobre el suelo, por ello corrió junto a ella sin pensarlo dos veces y le ayudó a ponerse de pie a la mirada incrédula del Arconte.
Aether, que buscaba cumplir con su palabra, llegó a encontrarlos más cansado que antes, pues solo pudo bajar gritando su nombre y buscando por todo lugar, mas nunca le miró la espalda en la montaña, lo cual fue muy extraño hasta para él.
—Ahí estás. De pronto desapareciste y ahora... —Al final, nadie podía terminar sus oraciones de la manera correcta, estas nunca concluían.
Frente a todos los demás, inimaginable fue que Zhongli extendiera las manos hacia la encapuchada, y de un segundo a otro, ya le abrazaba con tanta fuerza que la dama sintió que le faltaba el aire. No obstante, se sintió consolada de manera instantanea al sentir la calidez del hombre, ese que solo buscaba protegerle. También lo abrazó, tan fuerte como pudo, y dejó que las lágrimas siguieran fluyendo. Por algún motivo, sentía que había un detalle al que no podía darle un nombre, entonces pronunció:
—Lo intenté... intenté hacerle caso, sin embargo, parece que entre más deseo complacerlo, todo sale mal. Y ahora estoy aquí, estorbando. —Lamentó. Nunca en su vida estuvo tan arrepentida de ser temeraria, sin embargo, aquel no había sido el problema en esa víspera de guerra.
—No, aunque te dije que te quedaras en casa siempre, lo cierto es que comenzaba a impacientarme —confesó el hombre, dando un tierno beso sobre si coronilla.
No mentía, observarle con bien le había relajado, incluso Charlotte comenzaba a sentirse mejor, consecuencia de los sentimientos compartidos.
—Tu ropa se ensució, el abrigo blanco será difícil de limpiar —se quejó la Directora al mirarlos. Hu Tao estaba feliz de observarlos sin entrar en ningún tipo de discusión, pero al final, las cosas simplemente no le cuadraban cuando se trataba de Zhongli.
—¿Dónde están los demás? —cuestionó la de hebras claras cuando el otro le dejó libre. Cuando se refería a los demás, claramente se refería a sus amigos, Xingqui, Chonyung y Xiangling.
—En la ciudad, protegiendo a los que quedaron. Actualmente estamos protegiendo esta entrada para que no corran peligro —informó el castaño.
—Se encuentran bien, pero ahora nosotros debemos ser el último bastión de defensa. Baizhu y los heridos también se encuentran dentro de la ciudad —mencionó la del sombrero.
—No debemos rendirnos —apoyó el rubio, y cuando algunos de los soldados le escucharon, alzaron un grito para motivarse.
No había monstruos por ahí, mas era evidentemente que antes habían defendido la entrada, se notaba por lo cansados y sucios que se veían, después de todo, la lluvia no ayudaba. Aún con ello, no saltaba a la vista la situación en la que se encontraban; ¿un ataque directo a la ciudad? ¿Por qué lo harían? Ni siquiera los Fatui estaban detrás de ellos.
—Vienen por tí, Charlotte —confesó Zhongli de forma inesperada, pues entendía que esa pregunta se había formulado en su cabeza—. Siguen la contaminación, no saben con certeza qué es, pero están siendo atraídos.
La señorita se separó un poco más y le observó con terror por unos segundos, luego bajó la mirada.
—Volveré a la casa —clamó de pronto, sin mostrar abiertamente sus pensamientos de culpa—. No deseo ser un estorbo, volveré y me esconderé.
—No —Hu Tao interrumpió—. No puedes irte ahora. El bosque, la montaña... —se interrumpió, volteando su cuerpo en dirección del camino por el que antes había venido la más joven.
No debía decirlo, no deseaba asustar a su amiga, pero Aether, que también estuvo ahí, inmediatamente saltó a mostrar la verdad.
—Es un laberinto, dudo que alguien pueda salir una vez más. Está contaminado, me atrevería a decir que la corrupción pertenece a un dios caído —advirtió. Dejando a todos presos de un fuerte escalofrío.
—No es tu imaginación, camarada...
Alguien más se unía, un impostor, sin previo aviso, moviendo con su presencia las fichas al inicio de la partida.
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