【treinta】

ʟᴏs ᴅᴇsᴇᴏs ᴅᴇʟ ʀᴇʏ ʟᴇ ʟʟᴇᴠᴀʀᴀ́ɴ ᴀ ʟᴀ ʀᴜɪɴᴀ


        A pocos días del Rito de la Linterna, seguían sin venir buenas noticias; Charlotte moría con cada segundo y Zhongli desapareció más tarde.

          Ni trabajar, ni ayudar con los eventos del rito. A la extranjera le había salido todo al revés, y por supuesto, no era momento de pensar en volver a casa, sin embargo, incluso en su inconsciencia, se soñaba a lado de Diluc y Kaeya, siendo elogiada por Jean, y recibida con los brazos abiertos por Bennett, Albedo y Bárbara.

          Eran buenos sueños, más que dulces.

          Dicho de esa manera, de igual forma el mundo no podía detenerse para los demás; Ninguang fue informada y comprobó los hechos para tranquilizar a Las Estrellas que todavía carecían de confianza, en especial a Keqing, no obstante, quedó genuinamente preocupada como todas aquellas veces en que Charlotte enfermaba o se metía en problemas. La verdad era que deseó quedarse a su lado, pero sus obligaciones se lo impidieron; por mucho podía enviar una carta a Diluc Ragvindr para informarle sobre la situación, que a diferencia de otras, ya comenzaba a ser distinta.

          Xiangling siguió cocinando, Xingqiu leyendo y Chongyun trabajando, mas en ningún momento dejaron de hacerle saber a Hu Tao que estaban al pendiente, porque además de extraño el suceso en dónde su amiga no despertaba, lo era más que no se les permitiera verla hasta que estuviera mejor.

         —El delineado no desaparece y cada que abre los ojos son iguales a los de él... —lamentaba la joven castaña. Por el momento la única persona en la habitación, ya que siendo un doctor muy ocupado, Baizhu no podía quedarse todo el tiempo.

          La funeraria estaba cerrada por días indefinidos, pese a que eran fechas de negocio próspero. Ciertamente la septuagésima séptima directora lo sentía tanto por sus antecesores, porque no estaba cumpliendo con su deber, antes bien, comprendía que si volvía y dejaba sola a su amiga se sentiría peor. Así que se mantuvo a su lado por esos días, cuidando y acercándole la hierba para dormir cada que repetía sentir dolor, lo que básicamente había sido siempre, pues no podía recuperar la consciencia y expresar algo más.

          Por otro lado, el mayor no aparecía por ninguna parte, una razón más para decir que la funeraria tenía las puertas selladas. Después de confrontarlo, Hu Tao volvió donde su amiga creyendo ciegamente en qué, incluso por sus palabras, Zhongli le ayudaría. Pero no fue así, él se marchó y no había rastro ni pista de su paradero.

          —Como deseo que Aether esté aquí —pronunció la castaña en aquel lugar junto a la cama, casi rogando con las manos hacia el cielo—. Te conoce mejor que yo, y siempre encuentra una solución para todo.

          Posible era que estando el viajero y su amiga flotante en Liyue, Charlotte hubiese vuelto a casa antes de tiempo al encontrar la manera de quitarle la culpa de los hombros, y lo mismo hubiese sucedido con el tema de la contaminación y de quién venía, sin embargo, debía aceptar que el rubio no le debía a nada a nadie, es más, las personas cercanas a él le debían su paz. Así que, incluso egoísta, pensó que era suficiente, que ella no podía arreglar el desperfecto y la extranjera de hebras claras pagaría más tarde si la ayuda no llegaba.

          —Hu... —se escuchó el murmullo en la habitación, y la llamada que descansaba cerca levantó el rostro.

          Charlotte comenzaba a despertar mejor que las anteriores veces, teniendo en cuenta que en esas otras ocasiones ni siquiera tuvo la oportunidad de abrir sus orbes por el dolor que clamaba sentir con mucho pesar. Dejó ver su mirada que quedó atascada en el techo, una que era totalmente de ella y de nadie más, olvidando así el delineado.

          —Aquí estoy, aquí estoy —repitió aliviada la castaña al acercarse—. Te sientes mejor, ¿ya no sientes dolor como antes? Puedo llamar a Baizhu...

           —No... Dolor... —No supo que estaba diciendo, y cuando por fin pudo entender que sucedida, se sentó en la cama de un tirón, lo que le causó un mareo—. ¿Qué sucedió? Yo estaba en el restaurante y...

          —Tranquila, te diré todo lo que sé, pero rescuestate. Todavía no puedes levantarte —advirtió la otra ayudándole a qué nuevamente recargara la espalda sobre el colchón.

           Su cabeza estaba hecha un desastre, porque además de no recordar con exactitud que le había llevado hasta ahí, sentía que algo simplemente no estaba bien y quería responder las miles de preguntas que se generaron en su cabeza nada más abrió los ojos.

           —No, yo... No recuerdo haber despertado. —Fue su respuesta después de escuchar como había llegado ahí y como la había pasado.

          Preocupó más a la directora, pues a diferencia de la tarde en dónde quiso revelarle algo importante, en esa ocasión no parecía que Charlotte quisiese hacerlo, ni siquiera escuchando el nombre del asesor en la historia que acababa de contarle.

           —Uh, estaba tan preocupada esta vez, pero parece que todo vuelve a la normalidad. —En realidad, las palabras de la poseedora de la visión pyro fueron puro teatro. Seguía preocupada, pero para no molestar a la extranjera decidió que actuaría—. Llamaré a Baizhu, ¿bien? Quiero que te revise antes de concluir que estás bien.

          —Bien, esperaré aquí —accedió sin más la otra, observando atentamente como su amiga salía de la habitación tras darle una sonrisa amable—. Está vez... es diferente —se dijo cuando se quedó sola.

         Segundos después se llevaba las manos a la cabeza y apretaba mientras pensaba, porque estaba segura de que olvidaba algo. La sensación era tan intensa que le llevó a tratar de conseguir lo que buscaba, llegando al punto de murmurar como un espíritu en pena.

          —Es imposible. —Se rindió dejando caer las manos sobre las sábanas.

          Intentó levantarse de cama para estirar el cuerpo de una manera más correcta. Primero se quitó de encima las mantas y luego se puso de pie lentamente para no marearse en el proceso, sin embargo, justo cuando miró sus descalzos pies, alguien susurró en su oído:

           —Si te vas...

          —Prefiero verte perecer —terminó ella misma la frase, abriendo bien sus orbes claros y colocando un semblante asustadizo.

           La imagen del asesor tomando la mano de Marilyn se instaló en su cabeza, y segundos después la mirada que este le había dado una vez escapó del restaurante.
           De pronto, estaba en el suelo de rodillas y con las manos en el pecho con la sensación de vértigo extrema que le hizo temblar. Su estómago revuelto amenazó con devolver todo lo que no había comido en días, es decir, nada, pero la insistencia provocó que la saliva escurriera de su boca.

           Luego vomitó líquido dorado.

           —Es cierto, él me contaminó... —aceptó por fin, dándole la cara a sus problemas, y, por supuesto, recordando todo.

          Levantándose a duras penas colocó los primeros zapatos que encontró por ahí y su gabardina blanca sobre la ropa para dormir, después fue a lavarse un poco la cara y las manos con insistencia, porque además el cuerpo comenzó a picarle; con ello abandonó su casa y comenzó a correr por las calles de la cuidad portuaria sin hacer caso a las miradas de los ajenos.
Sabía que debía hacerle caso a Hu Tao, aunque ciertamente, una vez comenzó su carrera la racionalidad le abandonó.

           Iba en busca, indiscutible, de aquel Dios que le estuvo viendo durante todo ese tiempo. E iba a escucharla quisiera o no, porque lo sabía, era posible que aquella fuese su última voluntad.

          El jardín era espacioso y muy elegante; era posible que nadie en Liyue atribuyera tan bien cuidado lugar al estoico asesor de la funeraria, pero la verdad era, que este cuidaba y daba atención suficiente a las flores y plantas que le llevaban paz en los momentos en que más la necesitaba.
          Sentado sobre una piedra que bien simulaba un banquillo y junto al lirio de cristal que tanto adoraba, el único que adornaba su jardín, se mantenía con un libro en las manos; no llevaba la ropa de trabajo y tampoco la de sus días libres, en cambio, la bata café cubría su cuerpo y al mismo tiempo los largos cabellos lacios caían sobre la tela, dándole un aura tranquila, pero al mismo tiempo inusual.

          Zhongli no hablaba solo, ni pensaba, solo se concentraba en la lectura, sin embargo, ¿qué explicación le daría a la primera persona que por imprevisto o accidente entrara por las grandes puertas, que en ese momento se encontraban abiertas?
          La cola de dragón golpeaba el suelo, sus cuernos sobresalían y las marcas en su rostro, brazos, manos y piernas eran ciertamente visibles. Mientras Charlotte siguiese existiendo, él tendría que esconderse, era una de las tantas razones por las cuales no asomó el rostro por la ciudad en unos días.

          Pasaba las horas sentado, otras veces paseaba por el mismo jardín, y de manera cuidadosa partía a las montañas desabitadas cuando era de noche y recordaba sin quererlo, los viejos tiempos. No obstante, la noche caía una vez más sobre aquellas tierras cuando él todavía leía, iluminando el lugar con variadas lámparas anaranjosas.

           —M-maestro...

          La cansada e impresionada voz no le hicieron apartar la vista de las letras, porque incluso en sueños podía reconocerla. Charlotte había llegado, tardando más de lo deseado por su estado deplorable; se perdió entre el bosque por olvidar en fragmentos de segundo qué era lo que estaba haciendo, se dañó el cuerpo al caer un sin fin de veces sobre el pasto y sobre las rocas, pero al encontrar aquel manantial, supo exactamente a dónde debía ir y porqué debía hacerlo.

          Lo que no esperó fue encontrarlo luciendo diferente a como le recordaba.

          —Ha insistido y perdurado, en consecuencia, mirenos —señaló el asesor cuando escuchó los pasos acercarse sin cautela.

          Por fortuna, la joven extranjera comprendió lo que quería decirle y se detuvo a unos pasos. Entonces le observó y luego a ella mismo, aunque solamente extendió las manos y dobló las mangas de la gabardina, exactamente para ver que las líneas doradas comenzaban a extenderse también a todo su cuerpo.

          —¿Hasta cuándo iba a mantener esto? ¿Cuando iba a decírmelo? ¿Hasta que punto estaba dispuesto a llegar si no lo descubría? —reclamó, manteniendo su voz baja—. Está en mi cabeza, no puedo dormir por las noches, y mis manos, mis piernas, mi cuerpo entero...

          No terminó, en cambio recordó todo. Las pesadillas eran crudas, fueron de atormentarle con una siemple persecusión por el bosque, hasta él atrapándole y quitándole la vida con sus propias manos; después las pesadillas se volvían realidad.

          —No distingo qué es verdad y qué es un sueño, porque al menor momento de descuido lo olvido todo. Pero sé que aquello que sale del manantial es real, y que no solo pasó una vez... —Trató de llevarla consigo quizá infinidad de veces durante todo ese tiempo, y Zhongli siempre le sacaba del agua en peor estado que el anterior, y luego, todo desaparecía sin explicación—. Sé que me besó sobre el manantial la primera vez, y que no lo ha vuelto a hacer porque asegura que mis deseos son falsos. Y yo, ¿entonces qué es todo esto que siento cuando está cerca? Si es falso, entonces porqué no puedo evitarlo.

           —Creo que, mis deseos han manchado tu existencia... Fui ingenuo —aceptó de pronto, pero su mirada no cayó al suelo como Charlotte estuvo esperando.

          No se estaba arrepintiendo, ni mucho menos lamentando.

          —¿E-es todo lo que va a decir? —cuestionó luego de ello, porque al parecer aquel hombre no seguiría hablando después de aquella excusa.

          Zhongli negó, dejó de lado el libro que leía y levantó la mirada hasta ella. La verdad era, que no sabía que decirle; estaba frente a él, la contaminación estaba a punto de arrancarle la vida, y no entendía cuál era la razón.

          —Advertí que tenías que ir a casa, y me advertí a mi mismo que no debía mirarte. Así que al final, poseo la culpa —comenzó, extendiendo la mano como un ademán, la misma que se llevó al pecho segundos después—. Sin embargo, hay algo que debes saber; no está en mis manos controlar la presencia del manantial, como no me es posible controlar ahora mismo mi existencia como Dios. Fui el primero en contaminarme, tú lo hiciste aquella primera vez que me diste la mano, y desde entonces tampoco puedo mantener a raya mis deseos inconscientes.

          Por algún motivo que desconocía, le deseaba. Monopolizarla era tal vez el más grande deseo que opacaba la existencia de Charlotte en ese momento, situación que le abrumaba de vez en cuando.

          —De nuevo lo está haciendo... —señaló la dama. Su rostro se volvió asustadizo una vez más en ese día, pues el dolor comenzó a recorrerle de pie a cabeza.

           El cuerpo cayó sobre el suelo, primero de rodillas y no faltó mucho para que su rostro tocara el verdoso pasto. Era tal como en sus pesadillas, aquellas en donde no podía moverse por más que lo quisiese; luego perdería la vida.

          —No es lo que deseo, hacerte daño solo es una consecuencia del rechazo. —Se levantó de la piedra y avanzó, pronto sus pies estuvieron al alcance de las manos contrarias—. Charlotte, lo lamento. Dejarte morir es una forma de expiar mis errores, de lo contrario, sufrirás las consecuencias de ser un mortal deseado por un Dios.

          Por un momento, su mente quedó en blanco y solo pudo pensar, que en efecto, ahí era donde terminaban todos sus sueños.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top