【quince】

ᴘᴇʀғᴏʀᴀʜɪᴇʟᴏs 

          En el momento en que Hu Tao no encontró rastro de su empleada barriendo la entrada de la funeraria, encargó el lugar al asesor y fue rumbo a su habitación para confirmar que todo estaba bien, o en caso contrario, esperaba ver en qué problema se había metido, considerando que el día anterior se quejó de su condena y expresó no estar de acuerdo con el Rey Geo y sus leyes, sin embargo, cuando arribó al lugar, Charlotte estaba tirada en su cama y sudaba mientras trataba de dormir con el clima templado de Liyue.

          —Oh, no —susurró la castaña.

          —Oh, sí —respondió sorpresivamente, llena de gracia cuando en definitiva no era el mejor momento.

          Por lo que, impensable le fue a la más joven dejarla a su suerte; le acomodó la cama, abrió las ventanas, sacudió el polvo y colocó un trapo húmedo en su frente, así, también preparó un poco de comida a sabiendas de que su empleada no podía poner un pie en el suelo por esos momentos.

         —¿Cómo te encuentras? —cuestionó después de ayudarle a desayunar.

          —Con ganas de ya no vivir —expresó la enferma.

La otra levantó los platos y rio mientras tanto, negando su deseo, el que era evidente, no era serio. Lo que no sabía era que parte de su comentario tenía razón; Charlie cayó repentinamente en cama, pues no era una novedad el verse estresada y cansada en su Mondstadt, y si no mentía, era aún más agotador tener que ser un Caballero de Favonius, en cambio la condena no se comparaba. Quería autoconvencerse de que era el estrés lo que le había cobrado caro, pero ahí estaba, mal y con terribles pensamientos.

          —No soy yo, algo me está consumiendo —confesó cuando su cabeza comenzó a dar vueltas una vez más, en consecuencia balbuceando cosas que no hubiese querido decir el voz alta—. Rechazo... Algo me está contaminando...

          Se desmayó de pronto de una manera pacífica, aunque lo que no fue desapercibido por la directora, fue como se llevaba la mano al pecho y estrechaba la tela de la bata para dormir, tal como si le doliese el lugar. 

          —No quiero un cliente nuevo ahora, descansa, te cuídaré mientras tanto —apoyó Hu Tao, tratando de mantenerse tranquila para ser de ayuda y no estorbar.

          Y, por supuesto que ella no era ninguna doctora para dignosticarla y el hecho del desmayó le causó incertidumbre, así que llamó al que sí lo era. Baizhu, el dependiente de la Farmacia Bubu arribó temprano ya que no estaba atareado, llevando consigo a su pequeña ayudante de nombre Qiqi, sin embargo, no contó con la respuesta del joven hombre de gafas y visión dendro.

          —Charlotte está bien físicamente, tampoco parece tener una enfermedad contagiosa como un resfriado, aunque los síntomas estén presentes —explicaba una vez terminado su trabajo, de pie y observando a la que aún sufría sobre la cama con el rostro confundido—. Si le soy sincero, la verdad es que su salud es envidiable.

          Se marchó poco después, cobrando sus honorarios y llevándose a una inquieta niña zombie.

           —Asi que, algo te está contaminando —murmuró pensativa la castaña, creyendo entonces que no eran un sin sentido sus últimas palabras.

          Cuando Charlie estuvo despierta algunas horas después, todo malestar se había marchado por la puerta, o quizá por la ventana, y ello, aunque debía alegrar a su cuidadora, le mantuvo en constante alerta.

         —Antes de quedarte dormida dijiste algo que no entendí muy bien —cuestionó cuando cenaban en el restaurante Wanmin, metiendo la pregunta cómo la humedad entre medio de su conversación.

         Pero la condenada parpadeó un par de veces, no entendiendo lo que le pedía. Negó después, dejando los palillos en su lugar para pensar con cuidado.

          —¿Dije algo? —preguntó, más para ella que para Hu Tao—. No lo recuerdo, quizá solo hayan sido estupideces, no estaba cien por ciento consiente. Lo siento. —Se llevó una mano a la cabeza, mostrando estar apenada por no poder responder.

          —Tranquila, no hay problema, ahora que estás mejor, supongo que eso ya no importa —se convenció, casi terminando su alimento.

          Justo en ese momento, Xiangling apareció con otros platos, sonriendo como si hubiese recibido la mejor noticia de su vida, pero solo eran recetas nuevas que había ideado con su esfuerzo.

          —Necesito que prueben estos platillos, dependiendo de su respuesta, los meteremos al menú, así que no importa que sean sinceras conmigo —explicó y colocó los platos en la barra de madera.

          —¿¡Más comida!? —exclamó la extranjera, cubriéndose la boca, puesto que debido a su recaída por ese día la castaña directora le había hecho enguir mucho alimento para recuperar sus fuerzas.

         —Cómete todo —amenazó la menor entonces, con una sonrisa que podía malinterpretarse como malvada.

          Un favor era un favor, además, no era como si se negara a la peculiar cocinera, pues ella antes le había hecho favores que debía con su vida, así que un platillo más o un platillo menos no harían la diferencia, no cuando su cocina era espectacular.
          Por lo que gracias a ello, Charlie volvió a comer y retomó la conversación con su jefa, está vez dejando de lado su repentino bajón y situaciones de trabajo; dos platillos más comió y dio su opinión a la de cabellos azules, y de esa manera, pronto estuvo volviendo a casa.

          —Me pasé toda la tarde dormida, ¿cómo se supone que voy a pegar el ojo ahora? —se cuestionó mientras avanzaba hasta su lugar después de despedirse alegremente de Hu Tao.

          Apenas levantaba los pies viéndose floja en su andar, porque no deseaba llegar a su habitación y tener que volver a dormir, o al menos intentarlo. Debido a ello tardó más de lo acostumbrado en arribar, cuando la noche en Liyue ya era oscura y los civiles estaban dentro de sus casas. Claro que se desvió de su camino antes, primero al muelle y luego a los puestos nocturnos que por ahí existían, mas aquello no le quitó tanto tiempo como hubiese deseado, y pronto se vio caminando por la avenida principal una vez más.

          —Otra vez... —Se detuvo en medio del camino al pronunciar, observando la no muy alejada entrada y salida de la cuidad.

           Justo ahí, marchaba una silueta alta, lo que le hizo recordar al instante aquellas tres que había encontrado antes. El hombre de pie junto a la estatua, la mujer de cabellos largos y el joven de apariencia conocida; esa noche se le sumó una más, una que si no erraba, sabía de quién de se trataba, por ello, no dudó como siempre y corrió detrás de ella para aliviar aquella confusión que la venía siguiendo desde sus primeros días en la cuidad de la piedra.

          —Salió del camino y... —murmuró, deteniéndose debajo del arco decorativo que separaba lo exterior de lo interior, pues perdió de vista su objetivo en un segundo.

          Pero no iba a rendirse, y rompió las reglas una vez más tal como una hipnotizada al caminar por la vereda y alejarse de los suburbios, antes bien, buscó por todos lados, antes de que un peculiar sonido revelará la ubicación del desconocido. Subió una pendiente al alejarse del camino principal y luego una pequeña montaña que formaba parte de otra más grande, y allí, lo único que alcanzó a observar fue una brisa oscura y verdosa, dejada fugazmente por alguien que acababa de marcharse.

          —No debió seguirme hasta aquí, señorita Charlotte.

          Le sorprendieron desde atrás, provocando que diera la media vuelta enseguida para encontrar al que seguía antes.

          —Maestro Zhongli —mencionó apenas sus nombre, y luego lo observó acercarse, pero no a ella, sino hasta la orilla de la montaña para echar la vista hacia abajo con las manos detrás de la espalda—. Lo siento mucho, me iré ahora...

          No se sintió con el derecho de cuestionar que hacía allí solo en plena noche, ni tampoco algo acerca de la brisa que había notado al llegar, puesto que no deseaba molestarlo. En primera, ella había ido hasta allí sin permiso de nadie, sin embargo, la siguiente respuesta del mayor le hizo afianzar los pies sobre el suelo.

          —No, quédese —pidió, dándole la espalda aún—. No parece que alguien haya notado su ausencia. —Se refería a Keqing y a la Geoarmada.

          —Bien, es un buen lugar para perder el tiempo —aceptó la joven, obteniendo fuerzas para alcanzarle y admirar también la vista, aunque de forma más curiosa y extendiendo la vista más lejos.

          —La directora me dijo que estaba totalmente indispuesta, ¿cómo se encuentra ahora? —preguntó, apenas mirándole de soslayo.

          —Estuve en cama toda la mañana y tarde, pero ahora ya estoy mejor. No me siento para nada mal —confesó, diciendo la verdad—. ¿No me diga? ¿Acaso me extranó hoy? A pesar de que siempre hago tonterías.

          Burlona inquirió al ver que él no iba a decir otra cosa, así que su pregunta más bien nació del nerviosismo.

         —Es poco tiempo para mí, pero me he acostumbrado a su presencia. No tenerla por ahí leyendo libro tras libro vuelve el ambiente más deprimente, considerando que estamos hablando de una funeraria. —Rio con discreción al final.

          Con lo dicho, Charlie dirigió su mirada hasta su rostro, teniendo que levantar el mentón para alcanzar a apreciar su gesto tranquilo. Le pareció tierno el hecho y sonrió, pues también le había hecho gracia su comentario.

          —Prometo ir mañana, y tampoco faltar al entrenamiento —dijo decidida.

         —Lo mejor sería suspenderlo, no quiero que se haga daño con el esfuerzo. Puede recaer —advirtió el contrario, siendo objetivo.

          —No lo creo. —Pero ella negó—. De verdad no deseo perder otro día. Entrenar con usted me distrae de mi condena, ya que no he podido salir de Liyue y en las cercanías busqué todo lo que tenía que buscar; si dejo el entrenamiento ahora, cuando salga no podré defenderme.

          Había perdido toda la confianza que tenía en sí misma, pues podía sobrevivir en Teyvat, pero después de perder de aquella manera tan humillante frente a Tartaglia, se dio cuenta que existían cosas más horrorosas fuera de su alcance, tal como Los Once.

       —Debería estar orgullosa de sus habilidades, no cualquiera las posee, sin embargo, no cederé ante su inquietud y apresuramiento —dejó en claro.

         Charlotte suspiró y bufó como una infante a su lado, luego tomó en un movimiento rápido la visión que le acompañaba en todo momento.

         —Sabe, desde que tengo memoria está visión siempre ha estado conmigo, quizá la tengo desde que nací, y pese a ello, soy más débil que muchos otros que apenas se les fue concedida. —Mostró el redondo artefacto, haciendo énfasis en ella, por lo que Zhongli miró en su dirección no mucho después.

          —Quiza sirvió para un propósito en específico, recuerde que las visiones vienen de la voluntad del portador. Si un dios se fija en usted, no siempre quiere decir que deba ser la persona más fuerte de Teyvat —explicó sereno, como si supiera exactamente de que estaba hablando.

         No obstante, lastimó sin querer a la joven, que apretó la visión en su mano y retrocedió observando el suelo. Estuvo a punto de decirle algo, pero movió la cabeza hacia los lados y dijo:

         —Tiene razón. Creo que debo ir a descansar.

Se apresuró a dar la media vuelta para marcharse, antes bien, el castaño la detuvo con sus palabras.

         —He notado como observa a la Perforanubes. —El lugar quedó en silencio después de ello—. Cree que el arma adecuada para usted le haría más fuerte, y no está del todo equivocada.

En el momento en que ella volvió a darle la cara, Zhongli obtuvo un arma totalmente distinta a la suya. Una bella lanza de plata azul, que a diferencia de la suya, parecía más un bastón que una lanza convencional.

          —Su nombre es Perforahielos —dijo, mostrando ante los ojos brillantes de la dama el objeto—. Perteneció a alguien muy importante para mí en el pasado, pero ahora te pertenece a ti...

         Al mencionar lo último, le miró fijamente mientras se la extendía, a lo que ella negó impresionada, sin poder aceptar el regalo. Aunque tarde fue, cuando el mayor se acercó tanto y tomó una de sus manos, para luego dejar la lanza sobre ella.

         —Pero, maestro Zhongli... —quizo refutar, pero se lo impidió.

         Con delicadeza posó su mano enguantada sobre su mejilla en un movimiento bastante comprometedor, luego acercó el rostro hasta que sus frentes estuvieron unidas, obligándola a parpadear varias veces seguidas al notar como él cerraba sus exóticos orbes amarillos.

        —Hoy, incluso parece que vuelve a su dueña —susurró, sintiendo paz al entregarle uno de los objetos más valiosos que poseía.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top