【once】
ᴇʟ ᴇɴᴄᴀɴᴛᴏ ᴅᴇ ʟᴀ ᴊᴏʏᴀ ʏ ᴇʟ ᴅʀᴀɢᴏ́ɴ
—Por supuesto, Xiangling, cuenta conmigo —se despedía muy animada después de cenar y aceptar escribir para la cocinera algunas recetas de tradicionales de Mondstadt.
Charlotte volvía a casa muy tarde por ese día, pues sin duda hablar con la de cabellos azules le era muy entretenido, a pesar de apenas conocerse. Sin embargo, se regañaba por lo irresponsable que había sido; tenía la tarea arribar temprano a la funeraria tal como la directora le había encomendado, y ya iba tarde a su hogar para descansar de su ajetreado día.
—No volveré a hablar tanto si tengo trabajo que hacer —murmuró, suspirando poco después de contar las horas que dormiría como consecuencia.
Caminaba entre las calles iluminadas, aunque ya con pocos ciudadanos dando la vuelta por la noche tan oscura. Por suerte, la habitación nueva se encontraba en un buen lugar y no le tomó mucho llegar a ella, no obstante, una persona le esperaba recargada en el barandal de la escalera que debía subir, así que, pese a que intentó evitar el contacto, al final fue imposible.
—Ten cuidado con lo que haces —amenazó la dama del vestido lila, cruzada de brazos y con un mal gesto.
—¿En qué sentido? —contestó por primera vez al Equilibrio Terrenal después de todo ese tiempo en silencio.
Ella era inocente a fin de cuentas, así que no debía agachar la mirada frente a las acusaciones. Keching no sabía nada de lo que había enfrentado en la Casa Dorada y tenía el descaro de culparla con mentiras.
—No intentes amenazar Liyue como lo hizo aquel diplomático de Snezhnaya, porque te detendré. —Su tono era tranquilo y muy presuntuoso, diferente al qué utilizó cuando Ninguang le dejó libre.
—Veo que estás muy confiada —atinó a decir la del uniforme al poner un pie sobre el primer escalón—. Pero no debes preocuparte, te demostraré que soy inocente, aún si tengo que traer de vuelta a Tartaglia para ello.
Entonces siguió su camino, dejándola atrás, y una vez entró en su apartamento, se tomó las mejillas con las manos y las resbaló.
No estaba avergonzada, pero en realidad no deseaba actuar de esa manera frente a Keqing, además, en su lugar tan necesitada de pruebas, no estaba en posición de presumir que podía traer de vuelta al Fatui para obligarlo a decir la verdad.
—¿Qué demonios les dijiste, Nobile? —Intranquila, se tocó el pendiente rojo que aún llevaba encima, culpándose por haber sido tan ingenua.
Barría con cuidado la entrada del inmueble como había acostumbrado hacer por esos días, pues aún no era hora de que abrieran la funeraria, pero se tomó su tiempo para hacer sus tareas antes de que el asesor llegara, y este no tardó mucho.
—Buenos días, señorita Charlotte —saludó el mayor, acercándose con sus pasos tranquilos hasta ella, quien dejó de lado la escoba cuando le observó.
—Buenos días, maestro Zhongli —devolvió contenta, dirigiéndose a la puerta del lugar.
—Veo que no descansó como es debido —presumió saber el castaño, señalando sus ojeras cuando ella se vio sorprendida de que lo notara.
—La verdad es que me quedé más de lo debido en el restaurante Wanmin hablando con Xiangling, pero no volverá a pasar, lo prometo —dijo la verdad en parte, muy avergonzada, ya que su cansancio también se debía a sus pensamientos.
Después de la visita de Keqing, era evidente que la presión sobre su condena debía subir, porque la misma jovencita lo estaba incitando con esas acciones, y al final lo consiguió. La extranjera casi no pegó el ojo en toda la noche.
—Mientras sepa lo que hace, no veo el problema —consoló el mayor al abrir la puerta—. Adelante —luegó señaló.
Charlotte agradeció el gesto caballeroso y entró en el inmueble primero, luego se mantuvo de pie a unos pasos de la recepción a esperar indicaciones del asesor.
—Como ha dicho la directora antes, es un trabajo nada complicado, por el momento puede echarle la vista a algunos libros como le prometió; cuando un cliente venga, entonces le explicaré con detalle qué debe hacer —explicó despreocupado el castaño, avanzando hasta la cómoda salita detrás de una barra que separaba la recepción de lo demás. Entonces se sentó y tomó el primer libro que encontró en una mesita junto a él.
El hecho dejó a Charlie con los pies bien plantados sobre el suelo, ya que no esperó tanta despreocupación de parte del otro uniformado. Sin embargo, Zhongli tenía razón y motivos para actuar de aquella manera, puesto que en efecto, la directora Hu Tao mencionó casi lo mismo antes de marcharse un día antes, y era de esa manera como pasaba sus días normales trabajando para la funeraria.
Pocos clientes, mantener el orden y desempolvar los libros con una buena lectura... Habían sido básicamente las últimas órdenes de la animada castaña de hebras largas.
—Mmm, supongo que puedo ordenar los libreros —se mandó al no sentirse cómoda sin tener mucho que hacer, ya que no estaba acostumbrada a holgazanear.
El castaño enfocó sus exóticos orbes en su libro, y de esa manera Charlotte aprovechó el momento para acercar la escalerilla hasta los muebles, ya que eran demasiado altos y estaban rellenos al punto de reventar, por no decir que algunos de ellos muy mal acomodados por las prisas.
Se llevó consigo un plumero, comenzando primero con el más alejado de la puerta de entrada, no obstante, cuando tomó un empolvado libro y leyó por encima el título, no hubo marcha atrás, y sentada sobre el soporte más alto de la escalerilla comenzó a revisar el texto cuando su curiosidad por él llegó al límite en tan solo un segundo.
Así, la funeraria se tornó más silenciosa que de costumbre mientras ella leía cuando algo llamaba atención y luego limpiaba cada que dejaba un ejemplar por su propio bien.
No fue hasta que unos clientes por fin entraron cerca de una hora después, justo cuando la joven de la visión cryo se enganchaba con la historia general de Liyue.
—Buenos días, bienvenidos a la funeraria "El Camino". Estamos dispuestos a ayudarles —saludó cuando arribó a la recepción lo más rápido que pudo, sintiendo después como el castaño se situaba detrás de ella.
Las personas que entraron no se veían tan bien como deberían, ya que por desgracia tenían un familiar muy enfermo, tanto, que ya estaban buscando recursos para su entierro. Debido a ello los dos empleados fueron muy empáticos, en especial Zhongli que explicaba a la joven lo que debía hacer al pie de la letra.
—Gracias, volveremos, aunque realmente no lo esperamos —se despidieron, optimistas al menos.
—También espero que no vuelvan... —murmuró la extranjera con el semblante decaído por la historia que acababa de escuchar.
Era comprensible que siendo ese su primer cliente no estuviera contenta por obtener una venta casi asegurada, porque a fin de cuentas ellos ganaban cuando los otros perdían, y Zhongli entendió de inmediato como se sentía por ello.
—La muerte es inevitable, la corrosión alcanza a cualquiera. Lo menos que se puede hacer, es obtener una despedida que valga la pena, miralo de esa manera —aconsejó cruzando los brazos frente a ella, provocando que alzara la mirada—. Encontrarás la misma historia una y otra vez, no importa si no trabajas en una funeraria.
—Aun así es triste —suspiró la dama—. Pero entiendo, me limitaré a hacer mi trabajo solamente —prometió, porque los dos sabían que preocuparse no le traería nada bueno, incluso si la historia fuese la más fatal que alguna vez escuchó.
Continuaron con su día de trabajo, solo que en esa ocasión el asesor trajo el juego de té y ofreció a la joven, pero ella negó con educación, porque a pesar de tener un tiempo en Liyue seguía acostumbrada al sabor del jugo del viñedo.
—Uh, pero no es que no me guste, tan solo es que no me puedo acostumbrar al sabor —justificó, caminando hasta el librero que acomodaba.
—Entiendo —aceptó el hombre.
Por lo que, sentado en aquel mismo lugar, el castaño comenzó a tomar de su vaso de una manera pacífica mientras observaba trabajar a la joven, lo cual no fue incómodo, porque era muy discreto. A su vez, Charlotte siguió con su trabajo, desviando su atención una y otra vez entre las letras.
Como los muebles eran inmensos y los libros difíciles de contar, era evidente que le llevaría bastante tiempo y le consumirían las energías. Ya para concluir su horario apenas llevaba la mitad de uno y tres clientes atendidos.
—Ten cuidado con la escalerilla —mencionó Zhongli del otro lado de la sala mientras acomodaba en su lugar el libro que antes leía.
—Lo tendré —atendió enseguida la otra.
La de orbes claros le miró desde su lugar en lo alto, un poco confundida de su advertencia cuando había estado todo el día subiendo y bajando. Le pareció que el comentario estaba de más, después de todo era muy cuidadosa, aunque agradeció de igual forma su preocupación.
Y, mientras pensaba en ello dejó en paz la parte superior de una vez por todas, desendiendo escalón por escalón, antes bien, una de sus manos se resbaló del agarre por la fuerza mal empleada, y su cuerpo, en consecuencia, tambaleó y terminó por caer.
—No es cierto... —soltó como lamento cuando comprendió la advertencia del mayor, justo en el momento en que se sintió víctima de la gravedad.
Sin embargo, su error no pasó a mayores, pues antes de tocar el suelo fue atrapada con agilidad por Zhongli. Cayó en sus brazos con fuerza y él pudo sostenerla con facilidad.
—Pero usted... ¡Estaba allá! —exclamó y señaló muy sorprendida cuando levantó la mirada y lo observó. Aunque fue su primer reacción del movimiento, luego se avergonzó—. Quise decir, gracias —corrigió entonces.
Él le observó de vuelta y asintió serio, para luego bajarla con cuidado hasta que sus zapatos volvieron a tocar el suelo.
—No es nada, y estaba más cerca cuando vi que iba a caer, solo que usted no lo notó —explicó despreocupado.
Charlotte quiso decirle que estaba mintiendo, porque ella lo había observado del otro lado de la gran estancia, y aún así, en apenas unos segundos la había cruzado para atraparle, pero no ganaría nada con ello, así que se disculpó por su error y volvió a agradecer.
—Bien, es hora de cerrar —dijo el asesor una vez dejaron de lado el tema.
—Claro, solo déjeme mover la escalerilla a su lugar —habló ella, dispuesta a hacer lo dicho.
—Le ayudaré, vaya por las llaves y espéreme en la puerta —mandó antes de tomar el mismo camino que la joven señaló.
Aceptó su ayuda, aunque exactamente no pudo negarse, así que hizo lo que le dijo. Tomó las llaves y le esperó en la salida, y una vez volvió, los dos salieron y terminaron cerrando con llave el lugar. Entonces se despidieron y tomaron caminos separados.
Cerca del atardecer y después de comer, la de las hebras azulinas terminó paseando por el muelle en busca de pistas que comprobaran su inocencia, pues al no tener otro punto de partida, le pareció que estaba bien visitar los lugares en los que una vez Tartaglia y ella estuvieron conviviendo.
—Nada... A este paso... —susurró en la orilla de un embarque solitario. Tenía una estupenda vista por delante, pero ella miraba el suelo.
Era más difícil de lo que incluso ella pensaba que era, porque el Fatui no era un estúpido para dejar cabos sueltos, y aún si los hubiese dejado, ¿qué tipo de pista sería aquella que solo le mostraba cuánto se había divertido en su compañía?
Tocó el pendiente y suspiró, intranquila por lo que le hacía sentir el muchacho traicionero incluso sin estar presente.
—Siempre te llevaré conmigo... —resopló, molestándose al instante en que recordó sus palabras en el Rito de la Linterna, ya que a pesar de ello esperaba una justificación por los actos que cometió, y quisiese o no, le era imposible quitarse la joya y lanzarla al mar.
Fue así que de manera espontánea pensó en el asesor de la funeraria, en específico, avergonzada de haberse casi lastimado el primer día que estuvieron a solas, y con ello, vino la gran atrapada del mismo.
Había estado en sus brazos y por distraída no lo notó en su momento; Zhongli era alto, y aunque no parecía muy fuerte de vista lo demostró aquel día, además, por supuesto que aceptaba desde el primer momento el encanto de su apariencia, pero en esa ocasión, algo en su rostro serio le hizo ponerse incómoda en el sentido de su corazón latiendo con fuerza.
—Debo tener más cuidado —se advirtió por último, antes de abandonar el lugar para ir a descansar.
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