【nueve】
ʙᴜᴇɴᴀ ғᴀᴍᴀ, ᴍᴀʟᴀ ғᴀᴍᴀ
Después de algunos días aprendiendo de su nueva rutina, Charlotte comenzó a acostumbrarse. Barrer era su nuevo oficio, al menos por el momento, y tranquila, aquella mañana se encargaba de aquello mismo a las afueras del inmueble.
—Que buen clima hace... —expresó al detenerse frente a la barandilla, junto al tablero de anuncios que acomodaba a diario.
Observaba con gracia el árbol de hojas amarillentas cerca de ella, llevaba encima la escoba, y entonces sus cejas se bajaron repentinamente remplazando su serenidad.
—Nada de buen clima... —masculló, aunque mentía, por supuesto que hacía un buen clima aquel día.
El motivo de su bipolar cambio, no fue otro que darse cuenta de que no estaba consiguiendo nada a pesar del tiempo que había transcurrido. Una semana desde que comenzó a barrer, y no había tenido un solo momento para comprobar su inocencia, cuando este, evidentemente, era su objetivo.
—No puedo quedarme estancada.
Comenzaba a sentir la presión de ser limitada por algo que no hizo, y al mismo tiempo, se negaba a resolver su conflicto de la manera más convencional que tenía a la mano.
Sabía que estaba exagerando, pero no podía hacer nada con ello, incluso el hecho acerca de que Aether y Paimon aún no regresaban le mantenía con los pelos de punta en todo momento.
—Buenos días —saludaron a su espalda.
—Buenos días, señor Zhongli. Dentro está todo listo, puede pasar —saludó ella con cortesía. Dio la media vuelta y le observó acercarse hasta su lugar.
—Gracias, pero esperaré a la directora —contó. Se le veía muy sereno, y era una muy buena combinación con el ambiente, incluso la joven se relajó solo de verlo colocarse las manos detrás de la espalda cuando también echó el ojo fuera de la barandilla.
Era un poco más temprano de lo habitual, Charlie solía llegar antes de que la funeraria fuese abierta, entonces limpiaba el lugar. Primero ordenaba dentro y luego fuera para recibir a la directora y al asesor, así que le tomó por sorpresa que él llegara antes.
—Hoy hace un buen día, ¿n-no lo cree? —comentó algunos segundos después cuando el mayor se mantuvo en silencio, junto con ello, dejó la escoba de lado para no levantar molesto polvo.
—Sí, es un buen día —contestó el contrario.
Al no saber que más decirle, volvió a recargarse en la barandilla, a solo unos cuantos pasos de él, así, observó de nuevo el mismo árbol de antes.
—Veo que se ha acostumbrado al uniforme de la funeraria —señaló el hombre, aunque sin verle.
Charlotte asintió casi enseguida, bajando la mirada hasta sus prendas. No era complicado, solo eran unas ropas en colores oscuros similares a las de uso diario en Liyue, sin embargo, no se vio muy contenta al recibirlas en su segundo día de trabajo y Zhongli pudo notarlo; pese a eso, la daba ventaja al pasearse por las calles, pues así no parecía exactamente una extranjera.
—La falda es cómoda y es mejor que trabajar con mi ropa —aceptó la joven, haciendo un ligero movimiento para presumir su esbelta figura.
—Me alegra escuchar eso. —A pesar de lo dicho, su mirada se clavó nuevamente en aquella joya rojiza que la joven no estaba dispuesta a quitarse.
Antes bien, el asesor alzó la mirada hasta el cielo segundos después, lo cual fue un hecho que la caballera no pudo ignorar. A su lado, tuvo la oportunidad de admirar su perfil, uno elegante y al mismo tiempo intimidante. Se dijo, de no conocerle, tal vez acercarse a él contaría como una mala idea.
—Ah, por cierto, ¿ha escuchado algo de Aether y Paimon? —inquirió, interesada, aunque él negó con un movimiento de cabeza ligero.
—Por infortunio no he tenido noticias —dijo y le miró, pero enseguida ella desvió su atención.
—Siento que podrían estar en problemas por mi culpa —confesó la dama, intranquila.
—Bueno, podrían haber encontrado en su camino algún obstáculo, pero son capaces de solucionar sus propios conflictos, así que no debe preocuparse —aconsejó el mayor, conociendo como trabajaba el viajero, pero al escucharla suspirar, le dió la cara al voltear un poco el cuerpo hacia su dirección—. ¿Sucede algo malo?
Con la cuestión, ella le miró por un segundo, y tal como él antes, alzó la mirada hacia el cielo después.
—Estuve pensando, en realidad ni siquiera sé por donde comenzar. Necesito comprobar mi inocencia, pero al final del día, el único que puede hacerlo es Aether —concluyó, aturdida—. Él solo sabe que sucedió después de que Tartaglia me dejara fuera de juego, como también sus verdaderos intereses, sabe de igual forma mi procedencia y objetivos, además las personas confían en él, incluso el Equilibrio Terrenal que me mantiene vigilada el día entero.
Quejarse no servía de nada, sin embargo, tenía razón. El rubio era una pieza clave para ayudarle.
—No necesita apresurarse, señorita Charlotte, si es inocente tal como sé, entonces podrá encontrar una manera de afirmarlo. —Él creía en su persona, y el hecho le daba confianza.
—Necesito apresurarme, no estaré en Liyue toda mi vida —volvió a quejarse.
—¿Tiene algo de malo? —preguntó el castaño, está vez observando el mismo árbol que ella.
—Oh, no, Rex Lapis, por favor discúlpeme... —susurró al cielo en cuanto escuchó su cuestión, provocando que el hombre riera con gracia de forma disimulada—. Liyue es un lugar hermoso, pero sabe a lo que me refiero; debo volver a casa, con la gente que me necesita, y cuando antes sea, mucho mejor.
Conmovió al mayor, que sin duda entendía su punto desde siempre, así que en consecuencia, sonrió levemente al cerrar sus extravagantes orbes.
—Volverá a casa, tenga paciencia —aseguró, y con solo unas palabras, hizo tranquilizar a la dama.
Tenía razón. Una de las cosas que nunca debía hacer era actuar con imprudencia ante las adversidades, bien se lo había dejado en claro el tema de los bandidos. Por lo que, al escuchar el saludo de la directora Hu Tao, volvió a tomar la escoba decidida.
—Gracias por sus consejos, Maestro Zhongli, los tendré en cuenta.
En consecuencia, eligió llamarle como todos por ahí hacían, sabiendo que se lo tenía bien merecido.
Sentada frente a la barra del restaurante Wanmin junto a dos comensales más, Charlotte esperaba su ya ordenada cena mientras su atención se pegaba a un folleto encontrado en el tablero frente al Ministerio.
—¿Ah? ¿Planeas vivir en Liyue? ¡Qué buena idea, ciertamente es el mejor lugar para una mudanza! —celebró la cocinera que estaba de turno esa noche. Una linda jovencita de cabellos azules y ropas en colores rojos y amarillos.
Cuando la extranjera levantó la cabeza, negó avergonzada hacia Xiangling, la hija del dueño de aquel negocio y afamada chef.
—No es eso —negó, recibiendo y agradeciendo el plato que se le fue arrimado en la barra—. Bueno, en realidad si es eso, pero al final no lo es —se corrigió, sin saber cómo explicarlo y poniendo en una encrucijada a la contraria.
—Entiendo, entiendo, es por tu problema con el Equilibrio Terrenal, ¿no es así? —presumió saber la de las trenzas.
Era la primera vez que Charlotte hablaba con la señorita del Wanmin, pero ella ya sabía su historia. Se preguntó enseguida si acaso toda la cuidad se había enterado, si incluso la verdad había corrido hacia Mondstadt antes de que el viajero entregara su carta. De ser ese el caso, era evidente que se sentía muy avergonzada por la calumnia sobre su culpabilidad, aunque poco podía hacer por ello.
—Tranquila —calmó cocinera al ver su pálido rostro tornarse aún más invisible—. Soy Xiangling, amiga del viajero, así que si tu pregunta es cómo sé tu historia, es porque él me la contó y me pidió que te ayudara si fuese necesario —explicó.
Aether tan considerado como siempre; sin duda, Charlotte deseó golpearlo con amabilidad una vez volviese a verlo.
—Le dije que no era necesario, pero él, supongo que también habrá dicho a más de sus amigos de viaje —lamentó la joven de cabellos claros.
Era una verdad, aunque no lo comprobaría hasta encontrar a los demás afortunados, y como si fuese aquello una terrible coincidencia, por primera vez en su estadía notó la atención que le daban los que allí comían antes de que ella llegara. Un muchacho de cabellos azul claro y ropa del mismo color, y otro de un tono más concentrado, vestido con ropas elegantes.
Chongyun y Xingqiu le miraron entonces, sonriendo por la extraña situación.
—Sobre eso, cuenta con nosotros de ahora en adelante —atendió el de los orbes castaños, con una voz llena de gracia—. Soy Xingqiu, un gusto.
—Mi nombre es Chongyun, un gusto de igual manera, y sobre lo del viajero, Xiangling tiene razón. Te ayudaremos si es necesario —afirmó, un poco avergonzado por hablarle tan confiado.
La caballera suspiró.
—Siento mucho las molestias, en realidad no es necesario que me ayuden... —negó al mirarlos, pero fue interrumpida casi enseguida.
—Queremos hacerlo, ¡un amigo de Aether es nuestro amigo también! —clamó la muchacha, con aquel tono feliz que le caracterizaba—. Además, enseguida podemos ver que los rumores sobre tu posición no son ciertos, y que eres más bonita de lo que pensaba.
Un signo de duda llenó la cabeza de la extranjera al escuchar su última oración, y claro, eso fue evidente para la otra, que sonreía, como si aquello no pudiese ser malinterpretado.
—Tienes cerca de dos meses en esta ciudad, no es la primera vez que alguno de nosotros te ve, pero con ese Fatui en la espalda nunca tuvimos la oportunidad de hablarte —mencionó el del corte refinado, haciendo un gesto de aversión cuando nombró a Tartaglia—. Los aventureros siempre relucen, y personas como yo, Xianling y Chongyun les damos una buena bienvenida, aunque en esta ocasión parecías muy bien acompañada.
—Sobre todo, ahora que ese Fatui no está, podemos acercarnos —recalcó la cocinera.
—Sí, no es tan malo como pensábamos, al menos ahora no tenemos su mirada amenazante sobre nosotros —concluyó el exorcista.
Con sus palabras, Charlie enseguida comprendió a qué se referían, y ciertamente, sintió un malestar que no pudo controlar.
Al inicio de su viaje se preguntó en dónde estaban los personajes que destacaban solo con su andar al igual que Aether, mas, con el paso del tiempo lo fue olvidando. Resultó que aquellos siempre habían estado frente a su nariz, pero había estado tan ciega que no lo notó jamás y siguió tomando la mano del joven que se la brindó hasta el momento de traicionarla.
Por lo que decían, al parecer Nobile le dio mala fama mientras estuvieron juntos, y al mismo tiempo, este fue un impedimento a consciencia para que ella hiciera nuevos amigos, pues recordaba, ya en todos sus sentidos, haber sido manipulada, y no era la primera vez que lo aceptaba frente a alguien más.
Quiso disculparse por ello, aunque luego se dijo, ya no valía pena.
—Entiendo, de ahora en adelante pueden acercarse cuando lo deseen. Podemos ser amigos —ofreció contenta, con una sonrisa para nada superficial.
—¡Por supuesto! —celebró Xiangling de manera inmediata.
Aquella noche, no cenó sola una vez más, y gracias a la joven detrás del mostrador pudo probar platillos muy especiales, todo, en compañía de sus nuevos amigos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top