【diecinueve】

ᴘᴇsᴀᴅɪʟʟᴀs ʀᴇᴀʟᴇs, ᴄᴏᴍᴏ ᴜɴᴀ ᴍᴀʟᴅɪᴄɪᴏ́ɴ

          —¿Vacaciones? —Fue lo primero que Charlotte preguntó cuando la portadora de la visión pyro explicó porqué el asesor no estaba presente en la funeraria.

          Ciertamente, buscaba agradecerle por haberle llevado a un lugar seguro la tarde del día anterior, pues gracias a él no corrió ningún tipo de peligro y además le dejó en buenas manos con Hu Tao, sin embargo, temía verle al rostro después de la discusión que tuvieron. Al final lograron entenderse, pero algo estaba fuera de lugar, y ella lo sentía, pues era extraña la manera en que había perdido el conocimiento. Cómo si la singular relajación que sintió a través de su toque hubiese sido la culpable.

          —Al parecer necesitaba un buen descanso, y sinceramente no deseaba meterme en problemas con Yan Fei por el derecho que le corresponde, así que le di una semana —negó juguetona, como si mencionar aquel nombre trajera mala vibra a la ya extraña funeraria.

          —Ah, la señorita Yan Fei, ahora que lo recuerdo estuvo fuera de Liyue casi desde que llegué a la cuidad. Aether quiso contactar con ella para tener una buena defensa, pero al final no entendí muy bien que sucedió, solo que las Estrellas no me lo permitieron —explicó, pensativa del hecho que acababa de contar.

          Estuvo en desventaja desde el inicio, que si no hubiese sido por la amabilidad de Ninguang por el favor que le debía a su amigo viajero, posible era que en ese momento estuviese ya hecha sopa para moscas en el calabozo; en fin, si volvía al tema de la abogada iluminada, le entró una curiosidad por conocerla, ya que como nunca le había visto, tenía curiosidad por saber cómo lucía y se comportaba.

          —De igual forma, eso ya no importa ahora, lo que deseo saber es si el maestro Zhongli se encuentra bien —inquirió, preocupada quisiese o no por el mayor.

          —Solo dijo que descansar era lo que necesitaba, así que estaría en su casa todo el tiempo, por si lo necesitaba para una emergencia solo tenía que llamarlo. —Se mantuvo detrás de la recepción con los hombros hacia arriba, para nada entendiendo como de pronto el hombre le pidió un descanso cuando nunca antes lo había hecho.

          El turno laboral corrió normal a partir de ese momento. La dama de Favonius hizo sus tareas acorde a las palabras de la jefa, avanzando con cada segundo un poco más con aquellos libreros empolvados que le consumían horas y horas de esfuerzo, pero que sin duda quedaban mejor cada vez que los observaba. No importaba que al final, una vez terminada la última estantería la primera recuperara todo el polvo, siempre habría una manera de volver a comenzar, o en su caso, dejarle la tarea a alguien que quisiese encargarse.
          En cuanto a sus pensamientos, no era una sorpresa saber que estaban tranquilos y que al mismo tiempo le seguían la pista al asesor de aquella funeraria; todo era terriblemente confuso para ella, porque recordar su acercamiento le ocasionaba una vergüenza increíble y una emoción que no sabía de dónde la obtenía. Acaso, ¿el hombre le atraía? ¿De verdad podía verlo con esos ojos? O era, que simplemente estaba confundiendo su empatía con un romance forzado, sabiendo de antemano que cargaba con la joya del Fatui todavía.

          Zhongli estaba allí, y por infortunio, también Tartaglia seguía pesando en su cabeza a cada momento.

          —Direc... Hu Tao —se corrigió mientras bajaba con cuidado la escalerilla, negó también con la cabeza en un gesto correctivo—. Me gustaría saber que piensa acerca del Maestro Zhongli; ayer mencionó que sentía que existía algo entre nosotros, así que me gustaría saber sus motivos.—Fue directa, con un poco de vergüenza, pero podía más la curiosidad.

          La castaña, que resolvía algunos pendientes en la salita dejó todo lo que hacía y señaló hacia el frente, aunque le daba la espalda en aquel sillón y señaló a nadie.

          —Es una buena pregunta. —Subió las rodillas al sillón para darle la cara y recargar las manos en el respaldar, luego sonrió—. Porque en realidad no tengo idea.

          Tras la confesión, Charlie levantó las cejas y detuvo su tarea por un segundo para luego seguir, aunque muy confundida.

         —Puedo estar más tranquila entonces...

         —Oh, no, no quise decir eso. Mis palabras tienen otro significado —interrumpió la otra, pareciendo muy seria al respecto, pero con aquel tono juguetón que le caracterizaba—. No tengo idea, porque no hay una razón específica, solo, ustedes se sienten muy cercanos. Quizá sea porque tengo la oportunidad de verlos todos los días, o quizá solo sea que exista algún tipo de chispa entre los dos.

          En realidad, Hu Tao todavía recordaba el rostro preocupado de su asesor y las palabras acerca de la contaminación de su empleada, y decirle que sospechaba de algo más grande no estaba en sus planes, o al menos no ese día, pues el otro había estado dispuesta a contarle, mas ahora temía equivocarse.

          —Es muy extraño, yo no creo ser cercana a él, pero a veces... —se interrumpió, pensando bien en lo que iba a decir.

         Pero a veces se sentía extraña a su lado, trató de contar.

         —Bien, en realidad no somos cercanos —concluyó para dejar atrás ese tema. Aun si ella había preguntado primero, le causaba algún tipo de temor irreconocible, y arrepentirse era válido en aquel juego.

          La directora asintió, respetando sus palabras, aunque no estando de acuerdo en su totalidad.

         Pese a saber sobre las vacaciones del castaño, aquella tarde la extranjera volvió al lugar que habían escogido para entrenar, y como pensó en su camino cuesta arriba, no había ni un alma presente. El pequeño y reconfortante manantial estaba tranquilo y las hojas de los árboles apenas se movían por el ligero viento; era pacífico, pero a fin de cuentas solitario, causando en la mujer un suspiro pesado que no fue escuchado por nadie.

         —Dijo que necesitaba un descanso, tal vez pueda encontrarle el truco a la Perforahielos mientras tanto —se convenció, obteniendo la lanza entre sus manos.

          El fino bastón seguía sin mostrar cambios, y el hecho le bajaba los ánimos. Podía apreciarse en sus orbes claros cuanto le decepcionaba no haber avanzado, lo que le llevaba a recordar el motivo de la discusión que tuvo con el mayor la última vez que estuvo ahí, y en como habían pasado días en que se alejó totalmente de su objetivo. Buscar pistas le aterraba, no quería encontrar más preguntas que respuestas por segunda ocasión, e ir a mostrarle los resultados al Equilibrio Celestial no le apetecía, después de todo no deseaba involucrar a Zhongli en su historia, a pesar de que ya estaba más involucrado de lo que pensaba.

          —Bien, aquí vamos. —Se sentó sobre el césped y dejó la lanza frente a ella, cerró los ojos y trató de encontrar su voluntad, aunque no sabía con exactitud cómo hacerlo.

          Sin embargo, necesitada de recoger toda la concentración que poseía, el viento se intensificó luego de unos minutos. Le revolvió el cabello y las hojas amarillentas comenzaron a desprenderse, pero con todo eso no desistió, hasta que a sus oídos llegó el sonido de una gota de agua chocar contra el suelo.

          —¿Lloviendo? ¿Justo ahora? Nada más eso me faltaba —se quejó volviendo a la realidad, y esta era diferente a la que percibió antes, pues el cielo seguía despejado y no existía amenaza alguna.

          De alguna parte tuvo que salir aquel inconfundible sonido, y como si fuese la respuesta más evidente, sus ojos corrieron a posarse en el manantial apenas hondo. Su cuerpo se movió así, yendo hasta el sitio para encontrar una respuesta, no obstante, cuando colocó las manos fuera y la mirada en el agua, su reflejo no fue lo encontró.

          No había nada, solo cristalina agua.

          —A menos de que vaya en contra de lo natural, debería reflejarme —dijo, pasando su mano por el agua para removerla.

          No le daba miedo, solo curiosidad tal como siempre, por lo que no tardó en levantar la cabeza cuando no encontró una explicación coherente. Estuvo a punto de marcharse a su lugar, pero de reojo, cuando se volteó, pudo ver algo en el agua. Un reflejo difuminado de lo que no entendió nada, obligándose a mirar por segunda vez en esta ocasión más de cerca, y como en sus más grandes pesadillas, resbaló con una mano y cayó de frente.

          —¡No! —alcanzó a exclamar.

          De pronto estaba cayendo de espaldas, tan asustada por la fuerza en que lo hacía en ese cielo despejado. Trató de aferrarse a algo, a lo que sea, pero no existía en ese lugar algo para hacerlo, y no fue todo, después de los interminables segundos a la deriva, su espalda chocó de lleno contra el mar, sumergiéndola en oscuridad apenas se sintió sin aire y adolorida.

          —¿Qué interés tiene un individuo liderado por la máxima Shogun en las tierras que me pertenecen? Si atenta en contra de los intereses del contrato que hemos pactado, no tendré piedad, incluso si tú, siendo una persona, no representas una amenaza para mi paz.

          La voz lejana y apenas perceptible vino del agua, y con esfuerzo Charlotte logró encontrar una figura muy a lo lejos.
          Un hombre estaba de espaldas, su cabeza estaba cubierta por una capucha, y en su totalidad brillaba al son del cor lapis.

          —¿R-Rex Lapis? —mencionó apenas, tragando agua y haciéndole desesperar.

          —Es amargo, es así como es, pero... Me encargaré de protegerte, como tú lo harías si nuestra posición fuese invertida, porque veo la bondad en esos ojos, tan clara, pese a tu origen.

          La voz de una mujer interrumpió su visión y a lo lejos también pudo apreciar su figura, antes bien, no pudo distinguir nada más. Se ahogó, tan dramáticamente, que cuando despertó sobre el manantial tuvo que aspirar con fuerza para recuperarse.
          Estaba empapada, pese a que el manantial apenas cubría la mitad de su cuerpo recostado, y no tenía un solo gramo de idea de lo que había sucedido.

          —Pensé que las pesadillas habían terminado —lamentó, llevándose una mano a la frente para frotarse, pero por lo ya sabido no cayó más que más agua en su rostro asustado.

          Fue una experiencia diferente a una de las tantas pesadillas que había tenido antes, aún así quiso convencerse de que la respuesta era una de ellas. No obstante, recordaba con claridad todo, y gracias a ello pudo ser consiente de que aquella mujer y el Arconte Geo estuvieron presentes en la mayoría de sus malos sueños.

          —Me maldices, Rex Lapis, por tratar de irme y aferrarme a mis sueños. ¡No fui yo quien te asesinó! —gritó, un tanto desesperada por lo que decía.

          Incluso con su respuesta retadora hacia el fallecido Arconte, tenía miedo de lo que sucedía, porque si sus pesadillas comenzaban a hacerse una realidad como en unos momentos atrás, no duraría mucho sin volverse completamente demente,  ya que siendo sincera, las pesadillas en sí ya eran suficiente para descolocarla.

          Dejando de lado todo aquello, se levantó, exprimió su ropa lo más que pudo y esperó a secarse mientras se recargaba en un tronco de árbol, ya que no tenía más ganas de seguir "buscando su voluntad", no cuando estaba tan asustada y confundida.
Más tarde, volvió a la cuidad parcialmente seca y no perdió minutos para volver a casa, lastimosamente, Keqing le estaba esperando en la entrada, ya no en la escalera, sino temeraria y con los brazos cruzados al bloquearle la puerta.

          —¿Y ahora qué hice? —fue la primera en hablar, desganada por su presencia, que definitivamente no necesitaba por el momento.

         —Estoy aquí por órdenes del Equilibrio Celestial —dijo la del vestido rápidamente.

          Al menos así, Charlie tuvo que ponerle atención, aunque no lo deseaba.

          —Quiere saber por qué no has ido a contarle sobre tus descubrimientos. O, ¿es qué no has encontrado ninguno? —se burló, haciendo un ademán cansado con la mano y cerrando sus orbes lilas—. No me sorprendería, ya deberías aceptar tu culpa y hacerlo más fácil para todos.

         Hizo enrojecer a la extranjera casi enseguida, que apretó su ropa semi seca entre sus manos. Estaba muy molesta, pero en lugar de contestarle, mágicamente las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas cuando agachó la cabeza.

          —¿Qué sucede? ¿Estás de acuerdo conmigo? Podrías haberlo hecho desde el inicio y tal vez tu condena hubiese sido pidosa, pero a este nivel de obstinación, además de la señora Ninguang, nadie cree en ti —soltó, insensible y muy aburrida de verle.

          —No he terminado todavía —aclaró apenas la antes caballera con la voz entrecortada, pero decidida—. Al final, aunque nadie me crea, seguiré yendo hacia la libertad que me merezco, esa que Barbatos me concedió y que tu Dios jamás podrá arrebatarme.

          Y volvía a comenzar el ciclo, se dijo cuando con rapidez empujó a la joven de su puerta y entró a su habitación limpiándose la cara. Otra vez volvía a comenzar, y otra vez tendría que volver a caer en desesperación, sin embargo, mientras hubiese otro comienzo, no habría porqué rendirse.

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