【cuatro】

ᴠɪᴠᴇ ʙɪᴇɴ, ʀᴇᴄᴜᴇʀᴅᴀ ʙɪᴇɴ

          La luz del intenso sol despertó a Charlotte en el campamento, y por un momento no supo donde se encontraba, hasta que junto a ella no muy lejos notó un lugar vacío en las mantas.

          —¿Nobile? —le llamó preocupada, pero este no asomó la cabeza por ninguna parte—. ¿A eso le llama "cuidados"? La próxima vez tal vez duerma sobre un árbol.

          Le dolía la espalda por estar recostada sobre ella, así que se levantó con cuidado y comenzó a recoger con calma. Una vez sus cosas volvieron a la mochila, asomó la mirada hacia el nuevo día, y para su sorpresa, encontró al pelirrojo recogiendo ballas amarillas ya con su sacó de vestir puesto.

          —Pensé que ibas a dormir hasta tarde —confesó al acercarse y darle unas cuantas frutas en las manos—. Estabas muy cansada.

          El sueño le ganó enseguida por la noche, así que ella no pudo negar el hecho. De igual forma, se sintió avergonzada y cambió el tema.

          —¿Podemos seguir yendo a la ciudad? —pidió, ignorando egoista el hecho. Acababa de recordar como le había contado sobre sus sentimientos al ir hasta ahí en busca de los bandidos, a él, un desconocido y además uno peligroso en cierta forma.

          —Claro, podemos desayunar en algún lugar que se vea bien —dijo, aunque no perdió el tiempo una vez más.

          La joven le ayudó a recoger lo que quedaba en el campamento para ir más deprisa. En silencio, sospesaba la idea del desayuno, buscando la manera de decirle que no podía perder más tiempo, antes bien, el hecho de que le debía la vida todavía estaba presente y no se iría.

          —¿Por qué eres tan amable? —cuestionó la de azulinos cabellos cuando retomaron el camino.

          Nobile rio suave, haciendo que ella lo encontrara lo más similar a una melodía en medio de aquella hermosa naturaleza.

         —Me gustas, Charlie, es todo —confesó el muchacho sin perder su tono confianzudo.

          —¿Ah? —Las mejillas rojas no tardaron en aparecer en ese semblante abochornado. Se preguntó enseguida si él conocía la palabra "vergüenza" o "sutileza"—. ¿Qué se supone que significa eso?

          Sabía que su pregunta era tonta, en realidad, buscaba el sentido de aquello. En ese mundo un "me gustas" podía tener un sin fin de significados.

          Nobile volvió a reír y adelantó el paso con la mirada fija en una estatua de Rex Lapis.

          —Me alegro de haberte salvado en Mondstadt aquella vez, quiero decir, eres una persona muy interesante —expresó, deteniéndose frente a la figura de piedra—. Me gustas en ese sentido, siento que incluso aburrirme a tu lado podría ser algo bueno.

          Apenas se conocían, por lo que decirle algo como aquello era extraño para la dama, aún así, apreciaba que fuese sincero sobre sus sentimientos, después de todo, a Charlotte también le agradaba como persona.

          —Estás equivocado, no soy interesante, lo único que hago día a día es trabajar hasta caer rendida; incluso cuando tuve la oportunidad de cambiar la rutina, no fui valiente —confesó, refiriéndose a cuando rechazó la oferta del viajero para iniciar un viaje, pero claro, eso el joven no lo sabía.

          Los dos se mantuvieron observando al Rey Geo, Nobile con la cabeza en alto y Charlotte entrecerrando sus orbes para ver la figura con la debida atención que necesitaba, pues algo en la piedra le pareció familiar de pronto.

          —¿Por qué no solo disfrutas tus vacaciones? Se valiente —señaló por sus anteriores palabras.

          —No creo que eso sea posible, Liyue es hermoso, pero no me siento igual de cómoda que en Mondstadt —atinó a decir, bajando la mirada hasta el césped, suponiendo que decirlo mirando al Dios de esas tierras era una falta de respeto.

          —Claro, de igual manera extraño Snezhnaya, mas, Liyue es el lugar perfecto para conocer extraños —señaló el hecho, sonriendo vivaz al ver como ella le observaba.

          Él tenía entera razón, escapar de su tiempo libre era una tontería, más cuando había viajado hasta la cuidad del comercio. Las posibilidades eran infinitas y deseaba conocerlas, aun si su deber no le permitía el capricho.

          —Agradezco que me hayas salvado, Nobile, realmente lo aprecio —comenzó a hablarle desde su corazón, tan agradecida porque gracias a él estaba justo allí y podía seguir llamándose Caballera de Favonius—. Me quedaré hasta mañana, tal vez podamos compartir una comida y un paseo por el puerto, pero yo invito, al menos de esa manera puedo pagarte hasta que encuentre como devolverte el favor apropiadamente.

          El muchacho de las ropas elegantes celebró en silencio, sonriendo de oreja a oreja por haberle inducido la idea.

          —No vas a arrepentirte, Charlie, soy el mejor acompañante que existe ahora mismo en estas tierras —aseguró contento.

          Como había prometido Charlotte, al llegar a la cuidad se lo tomaron con calma. Primero separaron caminos para tomar un baño y cambiarse las ropas sucias del viaje, y una hora más tarde, randiantes volvieron a encontrarse en el centro de Liyue, totalmente listos para compartir su tarde en compañía del otro.

          Nobile era tal como había asegurado, un verdadero sueño de persona. Llevaba la conversación por los lugares más interesantes, haciendo los momentos nada incómodos, además, no tenía miedo de conocer tanto lugares como situaciones nuevas, así que una vez con el estómago lleno, llevó a la dama a pasear no solo por el puerto, sino que por toda la elegante cuidad de tonos anaranjados, dejando este último para el final.

          —Fue muy divertido, no recuerdo cuando fue la última vez que dejé tan de lado mis obligaciones —comentó la de ojos claros cuando paseaban por la noche cerca de la orilla.

          —Un respiro nunca viene mal, sobre todo cuando el estrés del trabajo es extremo. —El Fatui sabía lo que decía, no por nada ocupaba esos momentos tal como ella.

          El sonido del mar era como una canción de cuna para la chica, que en paz siguió su camino. Los dos terminaron en un atraque vacío que les permitió sentarse con los piernas sin apoyo directo al agua.

          —Ojalá todos los días fuesen como hoy —deseó el pelirrojo con la mirada en el cielo estrellado.

          Charlotte también miró, sintiendo ternura al saber que su deseo se lo contaba a las estrellas, aunque no sabía si lo hacía de manera consciente o inconsciente como una manía.

          —La Gran Maestra Intendente me envió a un descanso por fallar en mi encomienda, e injustificadamente me molesté, incluso me guardé el enojo pensando en que no tenía remedio —explicó, cosa que no había hecho y él solo había adivinado el porqué estaba allí—. Creo que ahora entiendo para que sirven las vacaciones, en realidad, nadie me deseaba ningún mal.

          Concluyó. No había mostrado como se sentía, ni siquiera a su hermano por el miedo de ser relevada con justificación, y como decía, tomó las palabras de la rubia mujer como si hubiesen sido el peor castigo de la historia, sin embargo, allí, después de un grandioso día, comprendía que la decisión había sido necesaria.

          —Estoy contenta de haber venido a Liyue, y también de haberte conocido, Nobile —confesó al final, tranquila con su mismo ser.

          —Me alegra que pienses eso, mi trabajo como guía turístico por fin dio frutos —se burló, riendo después para amenizar el ambiente—. También estoy contento de haberte conocido, Charlie.

          Cómo cualquier momento, tuvo que dar fin con la noche tardía. Al volver a la posada, muchos de los civiles ya estaban en sus casas, y a pesar de ser un lugar seguro, el Fatui le acompañó hasta la puerta del inmueble y ella agradeció su compañía cuando tuvieron que despedirse. Así, la de cabellos claros volvió a su habitación en la posada y Nobile al edificio del Banco del Reino del Norte.

          —Amable, con sentido de la responsabilidad y muy apuesto —numeró cuando se preparaba para dormir, colocando el pijama en su lugar—. Es una lastima que tengamos que separarnos.

          Al final del día, de verdad había encontrado el aprecio que aparentemente Nobile merecía, pues el encanto que le mostró durante todo su paseo era digno de recordar, y por supuesto, no se podía dejar de lado que Charlotte era una jovencita, que si bien no mostraba a menudo interés en el sexo opuesto, no significaba que este no existiera en su vida.

          A la mañana siguiente, la dama de Favonius no despertó hasta tarde, y tal vez le hubiese gustado hacerlo por su cuenta, pero los toques insensibles a su puerta le obligaron a levantarse.

          —¡Dios mío, estás bien! —Aliviado fue el tono del chico rubio detrás de la madera, que inquieto a lado de su compañerita de viaje entraron enseguida en la habitación.

          —Aether... Paimon... —Lo había olvidado por completo, el como mintió para no preocuparlos.

          —¡Nada de Aether y Paimon! —renegó la última mencionada, volando hasta ella para señalar su nariz—. ¡Fuiste a Nantianmen sola, quien sabe que pudo haberte pasado!

          —Paimon tiene razón, no sabes lo preocupados que estábamos. El señor Zhongli y nosotros fuimos a buscarte en cuanto nos dimos cuenta, pero no había nadie cuando llegamos. Ten cuidado con lo que haces, Charlotte, ¿de verdad quieres que tu hermano me mate? —terminó su discurso con el tono asustado por las consecuencias que mencionaba.

          —Lo siento tanto... —apenas pudo decir, porque en realidad lamentar el hecho era egoísta sabiendo cuánta incertidumbre había provocado desde que se fue de Mondstadt sin permiso alguno.

          —Fue imprudente, sin embargo, se encuentra bien y eso es lo que cuenta —mencionó el mayor, entrando a la habitación con cuidado.

          Zhongli estaba tan perfecto como ella le recordaba del día anterior, que creyó que eso era imposible, no obstante, su vergüenza creció cuando se encontró a ella misma en bata para dormir frente a él.

          —El señor Zhongli tiene razón, solo demuestra que Charlie puede hacer las cosas por su cuenta —acató la niña, aunque contrariando sus iniciales palabras.

          A diferencia, Aether no encontraba que decirle. Había estado tan preocupado, pero cuando la vio con bien su mente regresó a su cuerpo. En otras palabras, no sabía si seguirle regañando o felicitarla por se tan intrépida.

          —Aunque no estuve sola totalmente —comenzó a decirles en modo de excusa—. En Mondstadt un muchacho llamado Nobile nos salvó la vida a Bennett y a mi, y de casualidad volví a encontrármelo. Él solucionó el tema de los bandidos y yo ya no tengo nada que hacer en Liyue.

          —Un... ¿Muchacho? ¿Nobile? —Al escucharla, Aether no se pudo quedar callado—. Me preguntó que dirían Diluc y Kaeya al enterarse.

          Que no invocaran la lluvia, quiso pedírselos abiertamente la chica, pues no solo era el hecho de que había salido con un muchacho, sino con uno que tenía mala fama en casa, es decir, con un Fatui.

          —Ellos no tienen que saberlo —dijo, riendo nerviosa y al mismo tiempo para que el rubio entendiera que no debía decir una sola palabra.

          Y se miraron fijamente después, sin saber que más decir o hacer. Paimon revoloteó toda la habitación mientras el viajero desviaba la mirada, incapaz de saber cuanto podía quedarse callado ante el Capitán de los Caballeros de Favonius y el patrón del Viñedo Amanecer, aunque ello no iba a decírselo a Charlotte, o ella le amanenzaría peor.

          —Ya que está todo solucionado, ¿por qué no vamos a desayunar? Estoy seguro de que la señorita Charlotte elogiará el pabellón que hemos elegido está mañana —ofreció el castaño, sin contratiempo. Era directo, además tenía hambre como Paimon.

          —Claro, es lo menos que puedo hacer después de preocuparlos tanto, solo permítanme cambiarme —accedió con facilidad la joven, pues deseaba disculparse como era debido.

          Al terminar de decir, observó al alto hombre como normalmente haría cuando le dirigen la palabra, sin embargo, la extraña manera en que lo hizo segundos después fue algo notorio. Ni siquiera ella fue consiente de lo que pensaba, solo, la palabra "familiaridad" estaba presente en su cabeza.

          —¡Rápido, señorita Ragvindr, la reserva se perderá! —Al final, fue Paimon quien deshizo aquel embrollo.

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