【cuarenta y dos】

ᴜɴ ᴍɪsᴛᴇʀɪᴏ ʀᴇsᴜᴇʟᴛᴏ ᴀ ʟᴀ ᴠᴇᴢ

          Los pies descalzos tocaron el suelo de piedra y observó el camino hacia el puerto, uno que recordaba, era diferente. Había más edificios, más adornos, y sobre todo, lo moderno le era incomprensible; ¿dónde habían quedado aquellas paredes de piedra sin color? ¿Las torres del puerto realmente eran necesarias? No lo eran, le arrebataba su escencia como la aclamada ciudad de piedra y amenazaba con la función principal de una obra necesitada para sobrevivir.
          Ignoró, a consciencia, a los enemigos frente a su persona de primera mano, sin embargo, cuando la lluvia y el viento dejaron de sentirse, levantó su mano izquierda, chasqueó los dedos y los restantes cayeron sobre el suelo sin emitir ningún sonido; apenas sobrevivieron los emisarios, sacerdotes y algunos magos del abismo, los demás, solo dejaron ese mundo.

          —Teyvat sigue siendo, como de costumbre, un terrible nido de débiles criaturas. —Su presuntuoso tono se extendió, así como su mirada que barrió una vez más los alrededores.

           Entonces, sobre el cielo apareció la silueta de una lanza similar a la Perforanubes y cayó con fuerza sobre un edificio cercano, destruyendo en consecuencia más allá de la fachada; sin embargo, su objetivo no fue destruir el edificio, porque al dirigirse hacia allá, provocó que Xiao, Charlotte y Tartaglia abandonaran su escondite y se dejaran ver. Por supuesto que Morax podía saber que estaban cerca, y eso el Yaksha lo sabía, solo quería ganar tiempo para que más enemigos del abismo aparecieran y la señorita en sus brazos pudiese retomar su calma y lógica, porque ser un peso muerto no les llevaba ventaja.

          Terminaron sobre una tejado, en donde la dama pudo apoyar sus piernas.

          —Ah, Xiao, Charlotte, y... compañía —se dirigió hacia ellos, mostrando una faceta alegre que escondía su real molestia.

         Cuando Nobile escuchó la manera en como se dirigía a él, frunció el ceño y un escalofrío le recorrió de pies a cabeza. Había algo mal, se dijo, y lo comprobó cuando Charlotte se puso de pie y le miró de una extraña manera, para luego pronunciar:

         —Es la entidad del manantial. —Estaba segura, tanto que el solo mirarle traía a su mente los encuentros que tuvieron en sus sueños y en el mismo lugar que mencionaba, pues no solo una vez intentó arrastrarle.

         —Es Morax, venerado Arconte y el Rey Geo de esta nación —respondió a modo de confirmación el guardián—. Resurgió, rompiendo la maldición que en algún momento del pasado él mismo se atribuyó. Lo sé, porque también lo olvidé, mi señora. Es usted la verdadera dueña de la Perforahielos —se dirigió a la dama.

         Tanto la mujer como el heraldo quedaron petrificados al escuchar lo que Xiao mencionaba, en otra situación, quizá hubiesen pesando que se estaba volviendo loco por el karma, pero en esa, al observar al Arconte y luego el panorama, se sintieron confundidos al no entender nada, aunque no era momento para ello.

         —¿Por qué no bajan y conversamos? Es un magnífico reencuentro, no querrán esconderse de mi toda la vida —ofreció el mayor, señalándo el suelo con sus dos manos.

          —Este Morax, mi señora, no es Zhongli, pero tampoco es el Morax que liberó y fundó Liyue —comenzó a aclarar el Yaksha sin bajar la guardia—. Es un remanente del que perdió la cordura en el pasado, él último Patrono de los Contratos que conoció esta nación antes de que Zhongli apareciera. Él tuvo que obligarse a olvidar la tragedia que lo corrompió y lo volvió corrupto...

         —Uh, mi historia transmitida de esa manera suena un poco desalentadora...

         En un segundo, lo observaban en la plaza y después estaba detrás de ellos escuchando con atención las palabras del más bajo, por último no esperó, solo sacó su lanza y los atacó por la espalda. Ataque que, sorpresivamente fue detenido por Tartaglia y Charlotte, quien por fin pudo despertar a la Perforahielos sin siquiera pedirlo, pues significaba que estaba en un terrible peligro de muerte, aunque ello no quería decir que fuese más fuerte, porque incluso con la fuerza del Heraldo, los dos se vieron amenazados, reteniendo solo por inercia el arma del contrario.

          —Mi amada Charlotte, mi bella y amada dama. He añorado este momento desde que te perdí, sin embargo, ¿por qué mis extremidades solo desean apretar ese hermoso cuello? He perdido la razón una vez más —confesó intranquilo, pero sonriendo como nunca antes.

         Con la ayuda de Xiao se deshicieron de la amenaza, cayendo a propósito del tejado y aterrizando una vez más en la plaza, cambiando los lugares como si fuese un juego.

         —¿Perdido? ¿De que está hablando? ¿Charlotte qué tiene que ver en todo esto? —cuestionó el pelirrojo al escuchar las carcajadas del Arconte.

         —Tiene que ver en todo. Charlotte es su concubina, o al menos lo era en el pasado. —El enredoso cuento los sacó, por si fuese poco, de sus cabales—. La perdió en una guerra de una manera misteriosa. Después de eso no pudo volver a ser como era, y la nación como Teyvat fueron amenazados sin importar el Orden Celestial.

         No hubo tiempo para más explicaciones, el venerado se lanzó hacia ellos una vez más y tuvieron que defenderse dentro de una pelea de tres contra uno, en la que los niveles de fuerza no era para nada justos. Xiao y Tartaglia defendieron a la antes caballera, pues era el núcleo de ese enfrentamiento, pero no significó que ella no peleara, pues al menos así pudo seguir con vida durante los segundos de intenso forcejeo.
         Sin embargo, poco después fueron vencidos; el Arconte mostró sus colmillos filosos detrás de una macabra sonrisa y los golpeó de manera humillante con el mango de la Perfonubes, separando por fin a esos tres y dejándolos adoloridos sobre la superficie de piedra. Charlie, al ser más débil, terminó por vomitar saliva de forma dramática y no pudo ni siquiera posarse sobre sus rodillas.

         —Es divertido —mencionó, utilizando la palabra que Zhongli jamás hubiese dicho en un momento como aquel—. Este mundo, esta época, no soy un desentendido, sé que no estoy en donde me quedé, así que,  Charlotte, ¿qué haces en este lugar?

         La tomo de los cabellos y le obligó a levantar el rostro adolorido. No parecía importarle al hombre cuánto le estaba lastimando, así que intentó defenderse volviendo a sacar su lanza, tratando al menos de hacerlo lo menos notable posible, pero no pudo hacerlo. Cuando Perforahielos apareció y se dirigió a atacarlo, él la tomó directamente del filo congelado con su mano desocupada, y así, quebró el fuerte hielo haciéndola pedazos a la mirada perturbada de su dueña.

         —Eres terrible, intentar atacarme con el arma que te obsequié hace que mi corazón se rompa —se burló, observando el rostro intranquilo de la dama, que, incluso si antes Zhongli ya había hecho lo mismo, sintió que en esta ocasión, la lanza no volvería a ser igual, y lo comprobó cuando intentó volver a materializarla y no lo logró.

La rompió definitivamente.

          —N-no soy esa Charlotte —respondió la antes caballera, seguía con un afligido rostro, apretando las cejas, los labios y de poco a poco los ojos—. No soy ella, a-así que no sé de qué me está hablando.

         Creía que había un error en todo aquello, pues no recordaba conocer a Zhongli, o a Morax, anteriormente. En ningún momento de su vida, salvo en aquel tiempo de pena donde tuvo que cumplir su condena, tuvo contacto con el Arconte.

         —Duele escuchar esas palabras. Me abandonaste y ahora no conoces quién fui, sin embargo, yo si te recuerdo, como ellos también lo hacen...

          La cínica sonrisa que Morax puso después le causó escalofríos, porque al mencionar aquello no la estaba mirando a ella, sino detrás de ella, exactamente del lugar de donde poco después, vino una lanza a una velocidad increíble que rozó la mejilla del Arconte y le hizo soltarla para retroceder. Sus orbes, impresionados, poco después fueron testigos de tres siluetas que aparecieron de la nada, portando ropas cafés y doradas; su porte y su apariencia le llevaron a retroceder en el tiempo, en el momento en que llegó a la primera estatua de Los Siete en Liyue, al tablero de empleos en la plaza, y a la misma plaza llena gente.

          Una mujer de hebras tan largas como su cuerpo y de apariencia joven, un hombre de cabellos largos y de mirada serena, y un joven de cortos cabellos con una energía vivaz. A la viva imagen del Arconte que tenían de frente, se presentaron sin temor.

          Eran ellos, las siluetas que en su momento le dejaron con la incógnita.

          —Es hora de irnos. —Xiao apareció junto a Charlotte y le ayudó a levantarse ya que tenían una brecha—. Ellos se van a encargar de todo.

          —¿Quiénes son? —cuestionó la joven. Apenas andaba, pero no quitaba la mirada de los cuatro enfrentados.

          Tartaglia, a unos pasos, también observaba a los recién llegados, no obstante, la similitud le parecía tan abrumante, que también deseaba saber la identidad de los desconocidos. Tanto con él, como Charlotte, tenían una idea en mente, pero ninguno se atrevió a decirlo, en cambio, Xiao lo sabía.

         En medio del conflicto, el que parecía el mayor de ellos adelantó un paso y agachó la cabeza.

          —Lamentamos, desde el fondo de nuestro corazón, que hayas despertado. Liyue, tanto como Teyvat, se encontraban en paz con tu descanso, mas ahora no es así, por ello, nos encomendados a ponerte un alto, aún sí ello significa irrespetar a nuestra figura paterna, Arconte y Rey Geo, Morax. —Fueron sus palabras, luego sacó su lanza: otra Perforanubes.

          Es su padre. Concluyó Charlotte, confundida por la revelación. Así como una vez Nobile pensó, nunca hubiese imaginado que Zhongli buscaba pareja, ella tampoco creía que fuese un hombre con hijos, pero ahí estaban, hechos del mismo material, a su imagen y semejanza como una vez ella casi fue.

          —Quizá sea más difícil obtener ventaja que en nuestra infancia —mencionó la joven mujer y luego rio con elegancia, cubriéndose la boca con un abanico que obtuvo, el que al parecer era su arma.

          —Nunca es fácil con el viejo loco, apenas bajaba la guardia cuando mamá aparecía... —El más joven se interrumpió y observó de soslayo a Charlotte, luego negó obteniendo en sus manos otra Perforahielos—. Pero ahora eso no parece ser posible.

          Dos Perforanubes y dos Perforahielos en el mismo sitio, aquello solo podía significar que, si Morax era su padre, su madre era...

          —Es una bonita reunión familiar, ¿no es así, Charlotte? —inquirió con burla el Arconte, que pese a estar rodeado, no se le veía amenazado—. Han estado interrumpiendo en cada ocasión, en cada oportunidad, y hoy... Hoy no será así.

          Comenzó la batalla, tan abruptamente, que el destello del enfrentamiento hizo a Charlotte apartar la mirada. La lanzas chocaron, el abanico evitó heridas, y el nivel aumentó casi de inmediato, dejando a Tartaglia y a Xiao la oportunidad de escapar con Charlotte, pues los enemigos se escondieron por puro instinto de supervivencia.

          —La niebla se fue, ahora será más fácil encontrar a los demás en el bosque. Aether debe estar muy confundido —mencionó la joven, tomando paso sin ver hacia atrás, pues sentía que ese era el objetivo de la presencia de aquellos tres y no dudaría, quedarse era peligroso.

         —Esos monstruos, unirse a esa pelea debe ser lo mejor, pero no estoy demente para morir hoy —dijo el Heraldo, aguantando para no volver sobre sus pies.

          —Andando, ahora mismo, tal como dijo el señor Zhongli, su casa es la más segura.

          Subieron la montaña, de esa misma de la que habían escapado no hacía mucho dos de ellos, con la idea de reunirse con los demás, puesto que al verse amenazados, los heridos y los demás civiles habían evacuado hacia ella una vez tuvieron el camino, exactamente cuando Xiao apareció para ayudar a Charlie y a Nobile frente a la estatua de cor lapis. Siendo el caso, Aether, Baizhu, Qiqi, Hu Tao, Xingqiu, Chongyun, Xiangling, Ninguang, las Siete estrellas y demás, se encontraban resguardados en ese mismo lugar seguro, y a la espera de buenas noticias, sin embargo, no hubo nada parecido.

          En medio de su carrera, aquellos tres se encontraron con el manantial que reflejaba el pronto atardecer.

          —Estoy casi segura de que este manantial tiene algo que ver con todo esto. Quizá si lo descubrimos... —La dama se detuvo, cometiendo el error de acercarse a la orilla.

          Sin embargo, para cuando Xiao lo recordó, y para cuando Tartaglia corrió, Charlotte ya había sido tragada de una manera increíblemente rápida, pero está vez no por las manos de siempre, sino, por las de ella misma y su mismo reflejo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top