【catorce】
ɪʟᴜsᴏʀɪᴀ ʟɪʙᴇʀᴛᴀᴅ
Charlotte bostezaba aquella mañana con la escoba en mano, cuando Hu Tao le saludó y sorprendió en consecuencia de su distracción, aunque no tardó en dejar la herramienta de limpieza en su lugar para acercarse y saludar de la misma manera.
—¿No dormiste bien? —cuestionó la directora al adentrarse en la funeraria con la extranjera siguiéndole el paso.
—No, pensé que el entrenamiento con el maestro Zhongli me haría dormir corrido hasta el amanecer, pero tuve algunas pesadillas. —No entró en detalle sobre sus malos sueños, pero al acordarse del mayor echó la vista hacia fuera antes de cerrar la puerta, aunque no lo encontró.
Le extrañaba el hecho acerca de que los dos no habían llegado juntos por esa víspera, estando acostumbrada a recibirlos al mismo tiempo; claro que ello sin contar los días en que estuvieron a solas en el inmueble.
—Tienes que marcharte... No te estoy arrebatando la libertad...
—Debió ser muy cansado —aceptó la de cabellos cafés.
La otra asintió y cerró sus orbes claros, muy triste de su mala noche, entonces se dispuso a cerrar la puerta, aunque antes de ello Zhongli apareció y le hizo retroceder algunos pasos al asustarse con su presencia.
—Buen día. Siento llegar tarde, tuve algunos contratiempos está mañana —habló, sereno, sin embargo, Charlotte pudo encontrar en su voz algún tipo de desespero que no dejó notar.
—No hay problema, apenas pasaron unos minutos de la hora —disculpó Hu Tao detrás de la recepción, ya se encontraba revisando unos documentos cuando levantó la cabeza y señaló—: Es curioso ver como los dos parecen un tanto descuidados. Una coincidencia bastante peculiar.
Con sus palabras, la de la visión cryo levantó las cejas, no entendiendo del todo su punto. Era cierto que los dos se habían quedado, por así decirlo, "dormidos" aquel día, pero Zhongli seguía viéndose igual de inalcanzable como todos los pasados, en cambió ella, apenas pudo peinarse correctamente.
—No nos meta en el mismo saco, por favor, el maestro Zhongli no tiene la culpa —rogó la extranjera al sentirse avergonzada, aunque enseguida el mayor habló:
—No volverá a pasar —prometió, cerrando la puerta tras de sí para dirigirse hacia la barra de la recepción y comenzar con sus tareas.
Y así como ignoró el comentario de Charlie siendo condescendiente, al avanzar muy cerca de su lugar cruzó como si no estuviera presente, ni siquiera le dirigió una mirada de soslayo. Por lo que sacada de su sitio, lo primero que pensó la víctima de aquella ley del hielo era en la palabra "rechazo", como si antes también lo hubiese sentido tan en el fondo, que incluso tuvo que llevarse una mano sobre la tela del uniforme café para tranquilizarse.
¿Existía algún problema? ¿Acaso él ya no tenía la misma confianza sobre su inocencia? ¿De verdad Zhongli comenzaba a pensar que ella asesinó a Rex Lapis? O, acaso, ¿creía ahora en las palabras del heraldo y le culpaba de robar la gnosis?
No, no, no, no y no. Charlotte no creía que las respuestas a esas preguntas fueran un absoluto sí, no obstante, tampoco le pedía que confiara en ella ciegamente, porque al final del día, como individuos de diferentes creencias lo mismo sucedía con su manera de pensar.
—Puedes ayudarme con los libreros, no hay problema si sigues leyendo tanto como gustes —mandó Hu Tao de pronto al verla distraída con la vista en el suelo.
—A la orden, prometo no desviarme tanto de mi tarea. —Colocó una mano en su frente, volviendo en sí y mostrándose entusiasmada de continuar con sus labores.
Trataba de mejorar su postura y obtener fuerza necesaria en sus manos para dar los estoques perfectos, o en su defecto, mejor que los que ya hacía, antes bien, cada movimiento que lograba era más lento, y junto con ello era incapaz de reconocer sus errores para corregirlos.
—Mal, no se distraiga —regañó Zhongli, rodeando con pasos lentos el lugar en que entrenaba. Era evidente que iba a notar su desgano.
Pese a su actitud en el trabajo en donde la ignoró, no pasó mucho para que las cosas volviesen a la normalidad, y tres días después se encontraban justo ahí; ella estuvo leyendo y acomodando los libreros, mientras Hu Tao recibía a los clientes y Zhongli preparaba las peticiones de los mismos, puesto que era él un asesor. Y así, por las tardes pudieron tomarse el tiempo de volver al entrenamiento en ese lugar tranquilo, aun cuando Charlotte concluyó que el de la coleta baja se había arrepentido de haber accedido a su deseo de mejorar.
—Necesito que se concentre, señorita —regañó por segunda vez.
Quizo decirle que lo estaba haciendo, que incluso el cansancio no era nada para ella, pues mucho antes se había sometido a horas de entrenamiento gracias a la casa Ragvindr, pero no estaba segura. Era un libro abierto para el de los orbes amarillos, tan transparente que incluso se daba cuenta de sus pensamientos, así que le daba vergüenza admitir que tenía razón.
Con todo ello encima, siguió el entrenamiento al pie de la letra, o al menos lo que pudo, tratando de hacer aun lado cada pensamiento que le consumía el raciocinio, hasta que al dar fin, cayó de rodillas sobre el manantial sin importarle mojar su ropa, lanzándose agua al rostro enseguida.
—Lo siento tanto —se disculpó como mal hábito y trató de recuperar su respiración normal—. No estaba cien por ciento concentrada.
Sabía que él estaba detrás de ella, y para ser sincera, no deseaba verle el rostro, porque hacerle perder el tiempo de esa manera era humillante para su persona. Tanto talento, pensaba, y lo estaba desperdiciando de esa manera cuando se comprometió a darlo todo.
—Es el segundo día apenas, ayer estaba muy motivada, tal vez por ello no sintió el peso del entrenamiento, así que es normal que se sienta un poco abatida —justificó el mayor, observando como se refrescaba el rostro.
—Tal vez... —apenas susurró de vuelta la dama.
—Se acostumbrará con el tiempo, y mejorará, es seguro —prometió entonces, dándole la espalda—. Hoy hemos terminado, nos veremos mañana en el trabajo.
Cuando escuchó sus pasos alejarse, Charlie apenas miró en su dirección para verle, sintiéndose confundida por sus palabras y acciones.
Era tan enigmático, y Aether nunca avisó sobre ello, incluso, jamás mencionó algo negativo sobre Zhongli y todo lo contrario se le notaba el estima que sentía por él. En consecuencia ella quería entenderlo, sin embargo, volvía al mismo punto de antes: era una buena persona, pero le estaba poniendo las cosas difíciles últimamente.
—Solo soy yo volviéndome loca... —susurró y alejó los pensamientos volviendo a mojar su rostro con el agua cristalina y fría.
Las pesadillas eran recurrentes, ya ni siquiera podía dormir de corrido por horas, puesto que por las noches solía despertar alarmada en su habitación pensando que alguien le estaba observando. Se convenció de que era pura y estúpida paranoia, porque al abrir los ojos nunca encontraba nada en su lugar y recordaba apenas el sueño dónde se veía siendo perseguida por algo que todavía desconocía.
Se levantó con lentitud, suspirando y sacudiéndose, aunque lo mojado era algo de lo que no podía deshacerse fácilmente, por lo que tranquila caminó hasta su habitación.
Liyue como siempre, estaba repleto de gente, tanto de residentes como de visitantes, y allí estaba ella, condeanda a quedarse en un lugar que no era su hogar; al pensar en ello, se sintió desubicada y se detuvo frente al edificio del Ministerio de Asuntos Civiles, justo donde el tablero de anuncios y más se ubicaba. Ahí, tenía la manera de ver hacia al mar, al menos a lo lejos, y entonces, de pronto unas terribles ganas por comprobar su inocencia le atacaron, haciéndole volver por el mismo camino de antes.
Pese a ello, razonó a tiempo, y solo volvió al mismo lugar del entrenamiento y siguió en solitario.
—Es absurdo, en absoluto una injusticia. ¿Por qué debería hacer caso? Quiero decir, Barbatos fue quien me concedió la libertad y las leyes de Rex Lapis me la están arrebatando—se quejaba, por una vez sentada en la salita de la funeraria con un té en la mano izquierda y alegando con la otra.
Había comenzado con una simple pregunta de la directora acerca de su situación ya muy conocida, y harta, incapaz de conciliar el sueño y estresada, se expresó de aquella manera frente a ella y el asesor de uniforme café.
—Entiendo como te sientes y lo lamento mucho, pero ahora lo esencial es esperar si no deseas más problemas. Mientras Keqing te siga los pasos y las otras estrellas no den su brazo a torcer, hacer algo prohibido no te llevara a ningún lugar —aconsejó la menor de todos, sin nada más que aportar a la difícil situación de su empleada. Claro que quería ayudarle, pero ni ella misma podía hacerlo.
A su lado, Zhongli asintió. Había estado todo el rato en silencio, solo escuchando, y esa actitud le estaba cobrando factura a la caballera, porque antes, él hubiese lanzado un consejo que le hubiese hecho sentir mejor.
—Siento tanto quejarme. —Suspiró al comprender que estaba al límite en tan poco tiempo—. Antes de esto solía vivir en paz pese a mi trabajo como caballera; esta condena me está consumiendo, realmente no creí que fuese tan difícil sobrellevarla —aceptó, sonriendo a medias con el gesto resignado.
A veces era optimista, muchas otras veces no lo era, y aquel era el mejor momento para sentirse acorralada, porque, ¿quién no lo estaría?
—Tengo la culpa... por haberme enamorado de uno de Los Once... —susurró, aceptando con ello el hecho innegable; bajó después la vista hacia el suelo, con vergüenza por haber sido escuchada.
—No es tu culpa, fuese lo que fuese. —Para su fortuna, Hu Tao apenas alcanzó a escuchar la primera oración—. Apostaría mi testimonio por ti, Charlie, así que ve a casa por hoy, descansa y vuelve mañana a buscar las pistas de tu inocencia, seguro deben estar por ahí —mandó al final, apoyándola sinceramente.
La mencionada asintió, y tomando la oportunidad sin que se lo dijeran dos veces se despidió pronto y trató de avanzar hacia la salida, pero para su sorpresa, Zhongli también se puso de pie y le miró, casi como si reclamara su entera atención por su postura, entonces dijo:
—Es su responsabilidad llevar esa joya, ya que no desea deshacerse de ella. Aún así, tengo fé en usted. Tomara la mejor decisión cuando sea necesario —terminó, y antes de recibir una respuesta, se perdió en la puerta que llevaba hacia la otra habitación de la funeraria.
El ambiente se tornó más extraño que de costumbre entre esas paredes, pues aparentemente el comentario no tuvo sentido.
—Si iba a decir eso, mejor hubiese sido que se quedara callado —bufó la joven directora para romper la burbuja que se había creado justo en medio.
Pero Charlotte se tocó el pendiente, inundada por sus palabras, y aunque quiso, no pudo quitarse la joya del Fatui justo en ese momento sabiendo lo que conllevaba conservarla, incluso comprendiéndolo desde el mismo inicio.
—Lo entiendo, él tiene razón, y tiene todo el derecho de decirlo, porque en primera fui yo la que me quejé abiertamente con ustedes —suspiró la joven al entrar en razón y jugueteó al mismo tiempo con el objeto, aunque luego torció el gesto y bajó las cejas—. Pero está joya... Me pertenece.
Se despidió por fin de la joven castaña y abandonó el lugar. Hizo caso, y más temprano que tarde, volvió a su habitación para descansar. Sin embargo, una terrible fiebre la tumbó en cama después del almuerzo y durmió más horas de las acostumbradas.
—No debí lanzarme al agua de esa manera —se quejó antes de poder hacer sus deberes.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top