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JiMin se mantuvo en silencio durante el regreso, había entendido bien la insinuación, pero la actitud y mirada de YoonGi lo dejaron aturdido porque parecía un hombre distinto al que se estaba imaginando. No fue desagradable y tampoco le molestó, simplemente estaba asombrado de que pasara de ser alguien tierno y cohibido a un coqueto y directo.

YoonGi era en realidad así, pero con JiMin parecía ser complicado porque lo ponía todo ansioso y distraído con su extraordinaria belleza. Haberle dicho eso fue más difícil de lo que le gustaría aceptar, aunque estaba orgulloso de ser él quien esta vez causo un sonrojo en el contrario.

Regresaron al ranchito, aun juntos y encima del caballo, en una velocidad lenta por la vaca que venía atada a ellos para qué los siguiera. Estaba anocheciendo y ya se podía ver una que otra estrella en el cielo, YoonGi disfruto el paisaje y continuó rodeando las caderas de JiMin. Desde que le hizo esa proposición ha estado dejando caricias circulares con sus pulgares y el vaquerito no parecía incómodo, en cambio, estaba gustoso con su tacto.

YoonGi únicamente podía sonreír y sentir una calidez en su interior, la cual crecía cada vez un poco más con la idea de llegar ya a su vivienda. Esperaba que JiMin tomará una decisión, pues no quería asustarlo ni tampoco presionarlo.

Podría ser un narcotraficante, pero eso no quitaba que tuviera sentimientos como cualquier otra persona y no tomaría a alguien por la fuerza. En dado caso de que el vaquerito lo rechazara, no se molestaría y simplemente le diría que sean amigos, así tendría alguien con quien charlar estos meses que se quedaría.

YoonGi había matado, robado y hecho muchas cosas malas, pero no era un despiadado y llevaba esta vida porque fue el único camino que pudo tomar.

Mientras tanto, JiMin estaba ansioso, ya solo faltaban unos metros para llegar al rancho y tendría que afrontar sus propias palabras. Pensaba en qué decir y cómo llevar la situación porque él lo inició y claro que le gusta YoonGi, pero no buscaba tener algo serio.

—Mañana puedo enseñarte a montar...— comenzó JiMin a decir, deteniendo al pinto por las riendas y lanzó una pregunta —¿Quisieras venir a mi granja?

YoonGi dejó las caderas en paz, estaba un poco confundido porque no sabía que significaba que lo invitara. Podría ser que no entendió bien su indirecta y le enseñara realmente a montar caballo o posiblemente lo estuviera rechazando.

No importaba, estaba bien con lo que JiMin eligiera, por lo que YoonGi bajó solo de la silla, pero fue muy torpe y se notaba nervioso. Ambos podían sentir una tensión palpable entre ellos, más no estaban comentando nada en absoluto.

YoonGi ya estaba con los pies sobre la tierra, mirando hacia arriba para poder ver a JiMin sobre su caballo y el fondo del anochecer detrás de él.

—Por mí bien, espero no estorbarte en tus actividades y agradezco que me enseñes.— correspondió YoonGi, asintiendo con una sonrisa en sus finos labios.

JiMin se sonrojó nuevamente y considero que YoonGi se veía muy hermoso con la luz de la luna, su piel blanca resaltaba mucho más y había un brillo en sus ojos que no pudo ignorar.

—Entonces a las siete de la mañana te veo en mi granja, solo sigues el sendero que hay detrás de estos árboles y llegarás directo, no es mucha distancia a pie.— aseguró JiMin con emoción, apuntando con su dedito a donde antes había amarrado a pinto y YoonGi comprendió.

Se despidieron con un movimiento de cabezas, aun cuando sus manos picaban por abrazarse o sus cuerpos pedían la calidez del otro, tuvieron que soportarlo. JiMin se desvaneció en la oscuridad de la noche con sus animales y YoonGi se quedó en el patio de su ranchito hasta que perdió su imagen en las sombras.

JiMin, personalmente, estaba aceptando la idea de montar con YoonGi, o más bien, montar a YoonGi. Aunque primero quería hablarlo bien porque no quería una relación y optaba por algo casual. Sabía que su respuesta fue muy abierta a las posibilidades y lo había hecho adrede para poder dar su propia proposición.

YoonGi se imaginaba algo distinto y se sentía mal porque le gustaba mucho, estaba excitado por lo sucedido y frustrado. Sin muchas opciones se adentró a su vivienda, encendió las luces y se metió a bañar porque apestaba a sudor.

Estando bajo el chorro de agua, su mente estaba en el roce de sus cuerpos cuando montaban, la forma en que la pequeña cintura y estrechas caderas se sentían. Poco a poco empezó a agitarse, su miembro se endureció de solo recordarlo y se maldijo por estar tan malditamente necesitado de contacto.

No quería sexo en sí, para eso solía masturbarse porque odiaba enrollarse con gente de una noche. Todos decían ser pasajeros, pero al final buscaban algo más y al ser un narcotraficante no podía tener más. Cualquier persona que fuera su pareja sería vista como un punto de debilidad y los expondría a peligros. Por eso evitaba relacionarse seriamente y se ahorraba problemas al usar sus manos.

No obstante, no era capaz de ver a JiMin como nada más algo pasajero o un juguete que utilizar y desechar. Pensaba que eso era una falta de respeto para alguien tan puro y hermoso, eso era justamente lo que lo hacía sentir un fracaso.

Aun así tuvo que atender su erección porque dolía y era mejor eso que insistir en algo imposible de obtener, así que se dejó llevar secretamente por su deseo. Envolvió su eje con una mano y la movió de arriba hacia abajo, echó su cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y mordió su labio inferior por placer.

—Mierda.— balbuceó, sintiendo el orgasmo tan cerca y apretó con más fuerza.

Tocarse a sí mismo no era nada nuevo, pero con la imagen de JiMin en su mente era algo casi celestial y pronto tuvo una gran porción de su semen ensuciándolo. Se sentía satisfecho de cierta manera, aunque no del todo porque solo fue su imaginación y se reprochó por anhelar algo más que eso.

JiMin no le daría lo que necesitaba y era mejor así para los dos, pero su cuerpo y mente ya estaban demasiado inundados del chico para aceptarlo. Eso lo hizo burlarse de sí mismo, nunca fue tan complicado y ahora su cabeza era un lío.

—¿Podría obtener siquiera un beso?— dudo, limpiándose con el chorro de agua y salió con una toalla en sus caderas —Lo que daría por tener únicamente un beso...— se respondió y una sonrisa a medias se formó en su rostro.

Si tan solo supiera que JiMin también lo deseaba, que no era el ser puro que se imaginaba y que incluso él llegando a su casa se tocó pensando en su imagen. Porque sí, el vaquerito había sacado una caja con sus juguetes del armario y tuvo una noche divertida, metiéndose un dildo y un vibrador en el culo.

Oh, YoonGi, no sabía ni conocía la décima parte de lo que JiMin quería y era capaz, pero ingenuamente se dejó llevar por su apariencia. Ambos habían cometido ese error, ideando sus personalidades con una mirada y unas cuantas palabras intercambiadas.

YoonGi no era un hombre tierno como JiMin imaginaba, sino que era un peligroso narcotraficante que era buscado por sus actos ilegales.

JiMin no era un hombre inocente como YoonGi imaginaba, sino que era un vaquerito fetichista de mente abierta que no era fácil de satisfacer.

¿Qué pasará mañana, cuando descubran la verdad sobre el otro?

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