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End of contract.
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Haewon se sentía como un fantasma mientras recorría su apartamento en la tenue luz del amanecer. No había dormido en toda la noche, sus pensamientos girando en un ciclo interminable de arrepentimiento, confusión, y un dolor que no podía apaciguar. Su cuerpo se movía por inercia, tomando la ropa que había tirado en el suelo la noche anterior y vistiéndose sin prestar atención a qué se estaba poniendo.

Cada paso hacia la empresa se sentía pesado, como si llevara un peso invisible sobre sus hombros. La idea de firmar la terminación del contrato, de ponerle fin a todo, le revolvía el estómago. Pero más que nada, la idea de ver a Lily, después de la noche anterior, la aterrorizaba.

Llegó a la empresa mucho antes de lo necesario, como si retrasar lo inevitable pudiera cambiar algo. Se quedó fuera, mirando la entrada con una mezcla de desesperación y resignación, hasta que no tuvo más opción que entrar. La recepción estaba tranquila, como si el mundo entero ignorara el caos que se desarrollaba dentro de ella.

Algunas personas la guiaron hacia la sala de reuniones donde todo se llevaría a cabo. Cada paso resonaba en su cabeza como un latido constante, implacable. Cuando la puerta se abrió frente a ella, su corazón dio un vuelco al ver a Lily ya sentada en la mesa. Aunque Lily no dijo nada, su postura rígida y su mirada fija en el bolígrafo frente a ella hablaban por sí solas.

Haewon se sentó en el asiento que le indicaron, a una distancia segura de Lily. El director ya estaba allí, hablando sobre el procedimiento con una voz monótona que parecía carecer de emoción alguna. Cuando les entregó los bolígrafos, la realidad de lo que estaba sucediendo golpeó a Haewon como una ola fría.

Lily no perdió tiempo. Tomó el bolígrafo y firmó sin dudar, su rostro completamente neutral, aunque Haewon sabía que debía haber una tormenta bajo esa fachada. Cada segundo que pasaba mientras Lily firmaba se sentía como una eternidad, y cuando terminó, empujó el papel hacia el centro de la mesa sin siquiera mirar a Haewon.

Haewon sintió un nudo en la garganta al tomar su propio bolígrafo. Sus manos temblaban ligeramente mientras lo sostenía sobre la línea punteada. Durante un breve segundo, miró a Lily, esperando algún tipo de señal, una mirada, cualquier cosa que le diera el valor para detenerse. Pero Lily solo la miró con la misma frialdad.

Sin otra opción, Haewon firmó el contrato. Con cada trazo del bolígrafo, sentía que estaba sellando algo más que un documento: estaba sellando su propia derrota, aceptando que lo que había perdido ya no podría recuperarse.

El director les estrechó la mano con profesionalismo, felicitándolas por su trabajo durante todo el tiempo que habían estado bajo contrato. Pero las palabras eran huecas para Haewon. Cuando la reunión terminó, ambas se levantaron, evitando cruzar miradas.

Lily fue la primera en salir. Justo cuando Haewon pensó que quizás debería decir algo, aunque solo fuera un adiós, extendió la mano hacia Lily.

—Lily... —la llamó con la voz quebrada, pero lo único que recibió a cambio fue un empujón que la hizo tambalearse hacia atrás.

Lily salió rápidamente del lugar sin mirar atrás, y Haewon se quedó allí, mirando la puerta cerrarse tras ella. El silencio que siguió fue ensordecedor, y cuando finalmente logró moverse, todo lo que pudo hacer fue salir corriendo en la dirección opuesta, lejos de la empresa, de Lily, y de la dolorosa realidad que acababa de aceptar.

Mientras Haewon corría por los pasillos de la empresa, intentando escapar de sus propios pensamientos, giró una esquina y casi choca con alguien. Levantó la vista rápidamente, su corazón aún latiendo con fuerza, solo para encontrarse con Kyujin.

Kyujin estaba allí, con una sonrisa malvada curvando sus labios. Sus ojos reflejaban una mezcla de satisfacción y crueldad que hizo que Haewon se sintiera aún más incómoda.

—Vaya, Haewon —dijo Kyujin, su tono goteando con falsa amabilidad—. Parece que las cosas no han salido como esperabas, ¿verdad?

Haewon no respondió, todavía jadeando por la carrera y el torbellino de emociones que llevaba dentro. Intentó pasar junto a Kyujin, pero esta se interpuso en su camino, bloqueando su paso.

—¿Ya te vas tan rápido? —continuó Kyujin, disfrutando claramente de la situación—. Ni siquiera un adiós decente para Lily... Es una lástima, ¿no?

—Déjame en paz, Kyujin —logró decir Haewon, su voz apenas un susurro.

Kyujin dio un paso más cerca, su sonrisa maliciosa ampliándose.

—Siempre fuiste tan predecible, Haewon —dijo, casi riéndose—. Tan fácil de manipular. ¿Creíste que podrías mantener todo esto bajo control? Te has metido en una situación en la que nunca tuviste ninguna oportunidad.

Haewon apretó los puños, sintiendo la ira burbujear dentro de ella, pero al mismo tiempo, se sentía tan cansada, tan desgastada, que no tenía la energía para luchar. Kyujin vio su debilidad y se aprovechó de ella.

—Sabes, a veces es mejor admitir la derrota y seguir adelante —dijo Kyujin en tono condescendiente—. Pero claro, siempre fuiste demasiado testaruda para eso, ¿verdad?

Haewon suspiró.

—Apuesto a que ahora irás y le llorarás a la estúpida de Jinsol, ¿o me equivoco?

Haewon no podía soportar escuchar más. Con un esfuerzo, logró apartarse de Kyujin y se dirigió hacia la salida, sintiendo que cada paso la llevaba más lejos de lo que alguna vez fue su vida. Pero mientras se alejaba, las palabras de Kyujin seguían resonando en su cabeza, haciéndola sentir más perdida y sola que nunca.

(...)

El ruido de los aviones despegando y aterrizando resonaba en el aeropuerto, mezclándose con el murmullo constante de la gente que iba y venía, arrastrando maletas y diciendo sus últimas despedidas. Haewon estaba en la terminal, su corazón latiendo a un ritmo doloroso mientras observaba la multitud, buscando un rostro familiar entre los desconocidos.

A su lado, Jinsol estaba hablando por teléfono, confirmando los detalles del vuelo y asegurándose de que todo estuviera en orden. Pero Haewon apenas la escuchaba; su mente estaba en otro lugar, repasando los últimos días como si estuviera viendo una película a cámara lenta. La discusión con Lily, la despedida abrupta y la sensación opresiva de que todo estaba a punto de terminar.

Cuando Jinsol terminó la llamada, se volvió hacia Haewon, notando la expresión perdida en su rostro.

—¿Estás lista? —preguntó Jinsol, tratando de sonar optimista, pero el tono de preocupación era inconfundible.

Haewon asintió, pero no dijo nada. Sus ojos vagaron por la terminal una vez más, aún esperando, aún deseando que Lily apareciera, aunque sabía que era una esperanza inútil. Habían terminado mal, y ella no tenía derecho a esperar una despedida.

—Mira, sé que esto es difícil —continuó Jinsol, rompiendo el incómodo silencio—. Pero siempre estaré aquí para ti, ¿recuerdas? Y Lily... bueno, tal vez con el tiempo las cosas cambien.

Haewon no respondió, solo apretó los labios y bajó la mirada hacia el suelo, sintiendo un nudo en la garganta que no podía deshacer.

—Es hora de irnos, Haewon —dijo Jinsol suavemente, tocando su hombro.

Con un último vistazo a la terminal, Haewon tomó su equipaje y comenzó a caminar hacia la puerta de embarque. Cada paso se sentía como un adiós, no solo a Lily, sino a todo lo que habían compartido.

Mientras avanzaban hacia la puerta, Haewon sintió que las lágrimas amenazaban con escapar, pero las contuvo. No iba a llorar, no aquí, no ahora. Sabía que lo peor aún estaba por venir, cuando el avión despegara y el aeropuerto desapareciera en la distancia, llevándose con él todo lo que alguna vez había conocido.

Lily corría a través del aeropuerto, su respiración agitada y su corazón latiendo con fuerza. El enojo que había sentido antes se había desvanecido, reemplazado por una ansiedad desgarradora. No podía soportar la idea de dejar que Haewon se fuera sin una última despedida. Pero el reloj no se detenía, y los minutos parecían escaparse de sus manos.

Al llegar a la puerta de embarque, sus ojos buscaron desesperadamente entre la multitud, pero no pudo encontrar a Haewon. Se detuvo en seco, sintiendo como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Sus manos temblorosas agarraron con fuerza la correa de su bolso mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

Lily, sin dejar que el pánico la consumiera por completo, se acercó a una azafata que se encontraba cerca de la puerta de embarque. Con la voz entrecortada por la desesperación, le preguntó:

—Perdón... necesito saber si el vuelo de Haewon... ya partió.

La azafata, notando la urgencia en los ojos de Lily, revisó rápidamente la lista de vuelos. Su expresión cambió a una de compasión cuando respondió:

—El vuelo acaba de partir, lo siento mucho.

El mundo pareció detenerse para Lily en ese momento. Miró hacia el gran ventanal que daba al exterior del aeropuerto, y allí, en el cielo, vio el avión elevándose, alejándose más y más. Sus manos cayeron a sus costados, y una ola de tristeza la envolvió.

Había llegado tarde. No pudo despedirse el amor de su vida. La perdió, para siempre.

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