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Bye, sweetie.
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Haewon se despertó sobresaltada por el insistente sonido de su celular. Se revolvió en la cama, sus ojos entrecerrados tratando de enfocarse en la pantalla brillante. Alguien la estaba llamando, y a esa hora de la madrugada, solo podía significar algo urgente.

Sentándose con cuidado, intentó no despertar a Lily, que dormía plácidamente a su lado, con el rostro sereno y relajado. Una sonrisa se formó en los labios de Haewon al observarla, sintiendo una calidez en su pecho que apenas podía contener.

Respondió a la llamada, manteniendo su voz baja para no romper la tranquilidad del momento.

—Hola, Haewon.

La voz familiar al otro lado de la línea hizo que su sonrisa se ampliara aún más.

—¡Sully! ¡Qué bueno escucharte de nuevo! Estos últimos días apenas hemos podido hablar más allá de unos cuantos mensajes. Incluso extraño tu compañía durante las actividades.

Haewon rió suavemente, tratando de no despertar a Lily. Se recostó contra el cabecero, sintiéndose repentinamente más alerta y contenta.

—¡Haewon! —La voz de Sully sonaba urgente, pero Haewon no captó la gravedad al principio.

—¡Tengo tantas cosas que contarte! Han pasado demasiadas que no sé por dónde empezar. Tal vez Bae pueda ayudarme luego, ¡aunque me encantaría contártelo todo ahora! Quizás podríamos ir a un restaurante y ponernos al día, aprovechar el momento y-...

La risa de Haewon resonaba en la habitación, pero fue interrumpida abruptamente.

—¡Haewon, escúchame, carajo!

El tono cortante de Sully la detuvo en seco, haciendo que su corazón diera un vuelco. El silencio que siguió fue tan abrumador que Haewon sintió cómo se le erizaba la piel. La alegría de unos momentos antes se desvaneció como humo.

—Te irás al otro lado del mundo. Vas a dejar todo.

Haewon se quedó inmóvil, su mente luchando por procesar las palabras. La realidad golpeó con fuerza, dejándola sin aliento. Su sonrisa desapareció por completo, reemplazada por una expresión de shock absoluto.

—¿Es una broma, verdad? —murmuró Haewon, mientras las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos.

El silencio de Sully al otro lado de la línea fue ensordecedor, confirmando el peor temor de Haewon.

—¡¿Sullyoon, es una puta broma?! —gritó, su voz quebrándose mientras las lágrimas caían libremente por su rostro.

—Lo siento, Haewon... —La voz de Sully se quebró con un tono de tristeza profunda.

Haewon miró a Lily, que seguía profundamente dormida, ajena a la tormenta que acababa de desatarse en el mundo de Haewon. Las lágrimas continuaron cayendo, mientras su mente intentaba asimilar lo que estaba por venir.

(...)

Haewon se encontraba en el departamento de Bae, sentada en el sofá con los ojos hinchados y el rostro empapado de lágrimas. Frente a ella, una mesa estaba llena de pañuelos usados, testigos silenciosos de su desesperación. Había llorado sin cesar desde que llegó, y Bae, fiel a su naturaleza, estaba a su lado, ofreciéndole el consuelo que tanto necesitaba.

—¡La amo, carajo! —exclamó Haewon de repente, su voz quebrada por la intensidad de sus emociones—. No la puedo dejar ir tan fácilmente, ni siquiera me declaré por miedo.

Bae se quedó sorprendida, sus ojos se abrieron con incredulidad. Jamás había escuchado a Haewon admitir algo así, hasta ahora.

—¿Ella sabe que te irás? —preguntó Bae con cautela.

Haewon negó con la cabeza, dejando escapar un suspiro tembloroso.

—No... Tampoco sabe que estoy aquí. Apagué mi teléfono.

Bae suspiró, tratando de mantener la calma para poder ayudar a su amiga en este momento tan complicado.

—Quizás lo mejor es pasar el tiempo que te queda con ella —recomendó con suavidad.

Haewon miró a Bae, sus ojos llenos de una mezcla de miedo y desesperación.

—¿Y qué hay de ti, Bae? Siempre estuviste para mí, tampoco te puedo dejar así.

Bae esbozó una pequeña sonrisa, acariciando el cabello de Haewon con ternura.

—Yo no importo, Haewon. Te acompañaré hasta el avión, y cada vez que pueda, iré a visitarte. Te llamaré, te enviaré mensajes, como debería hacer una buena amiga. Yo nunca te dejaré sola, y eso tenlo por seguro. —La seriedad en sus palabras dejaba claro que lo decía en serio—. El problema está en ustedes dos, nunca aclararon sus sentimientos y ahora eso hace que, probablemente, cuando te vayas, no vuelvan a hablar más en sus vidas. Tan sólo piensa cómo Lily se tomaría esto.

Haewon bajó la mirada, las lágrimas volviendo a inundar sus ojos.

—No puedo... No la puedo volver a mirar a los ojos, Bae. Tengo miedo, no quiero decírselo para no herir sus sentimientos...

Bae suspiró profundamente, entendiendo el peso que llevaba Haewon sobre sus hombros.

—Es difícil, lo sé... Pero tal vez ella necesita saberlo, Haewon. Tal vez ella también siente algo, y si te vas sin decirle la verdad, podrías arrepentirte para siempre.

Haewon apretó los puños, sintiéndose atrapada entre el miedo y la necesidad de ser honesta. Sabía que Bae tenía razón, pero enfrentar sus propios sentimientos era una tarea monumental, especialmente cuando sabía que el tiempo se acababa.

Los días pasaron en un estado de tensión creciente. Haewon se había sumido en un silencio ensordecedor, ignorando a Lily en cada oportunidad que tenía. Cada vez que sus caminos se cruzaban, Haewon encontraba una excusa para apartarse, para no tener que enfrentar la realidad de lo que estaba por venir. Los mensajes sin responder se acumulaban, y las miradas llenas de preguntas de Lily parecían perforarla cada vez más.

Mientras tanto, Jinsol, preocupada por la situación, no dejaba de insistirle a Haewon que debía hablar con Lily.

—No puedes seguir ignorándola así —le decía Jinsol, la preocupación evidente en su voz—. Estás haciendo que esto sea más difícil para ambas. Habla con ella, Haewon. Explícale lo que está pasando antes de que sea demasiado tarde.

Haewon apartaba la mirada cada vez que Jinsol mencionaba a Lily. Sentía una opresión constante en el pecho, una mezcla de miedo y culpa que la paralizaba.

—No es tan fácil, Jinsol —murmuraba Haewon, intentando justificar su comportamiento—. Si le hablo, todo se volverá real. Y no sé si estoy lista para eso.

—Pero lo es, Haewon. Ya es real. —Jinsol trataba de hacerle entender—. La única diferencia es que tú aún no lo has enfrentado.

Cada día que pasaba, Haewon se hundía más en su propia negación, sabiendo que el tiempo que le quedaba con Lily se estaba agotando, pero incapaz de encontrar la valentía para hacer lo que debía.

Haewon continuaba evitando a Lily, pero cada vez era más difícil. En cada rincón del departamento, sentía la presencia de Lily, aunque nunca se cruzaran. Las mañanas eran especialmente duras, cuando el lugar donde Lily solía estar se sentía vacío y frío. Haewon se sentaba en el sofá, su teléfono en la mano, con la pantalla apagada, sin el valor para encenderlo y enfrentarse a los mensajes que sabía que estaban allí, esperándola.

Jinsol no dejaba de insistirle. Su amiga la llamaba a diario, tratando de animarla a dar el paso que tanto temía.

—Estás haciendo más daño del que crees —le decía Jinsol en una de sus llamadas—. Lily no merece esto. No después de todo lo que han pasado juntas.

—Lo sé... pero no puedo —respondía Haewon, su voz cargada de angustia—. No sé cómo decirle que me voy, Jinsol. No sé cómo enfrentarme a esa conversación.

—Lo que no puedes es seguir así, ignorándola. Tienes que ser honesta con ella, Haewon. Es lo mínimo que merece.

Haewon cerró los ojos, sintiendo cómo la culpa la consumía. Sabía que Jinsol tenía razón, pero cada vez que intentaba acercarse a Lily, algo en su interior la detenía.

Días después, cuando ya casi no quedaba tiempo, Jinsol decidió visitarla en persona. Encontró a Haewon en el sofá, exactamente donde la había dejado la última vez, con una expresión de desolación en el rostro.

—Haewon, ya no puedes seguir huyendo —dijo Jinsol, firme pero con compasión—. No es justo ni para ti ni para Lily. Tienes que hablarle. Tienes que enfrentar esto.

Haewon miró a Jinsol, sus ojos llenos de dolor y arrepentimiento.

—Tengo miedo —confesó, su voz apenas un susurro—. No quiero perderla, y al mismo tiempo, no quiero herirla.

—Ya la estás perdiendo, Haewon. Pero aún tienes la oportunidad de hacerlo bien. —Jinsol se acercó y le puso una mano en el hombro—. No la dejes ir sin decirle lo que sientes. Porque si lo haces, te arrepentirás toda la vida.

Haewon asintió dudosamente.

(...)

Cinco malditos días habían pasado desde la última vez que Haewon y Lily cruzaron miradas o palabras. Haewon había hecho todo lo posible para evitar a Lily, aunque cada vez que lo hacía, sentía que su corazón se rompía un poco más. Bae había intentado razonar con ella en varias ocasiones, pero Haewon simplemente no encontraba el coraje para enfrentarse a Lily. No después de todo lo que había sucedido.

Hoy, Haewon estaba en la empresa, caminando al lado de Bae, quien parecía estar de un humor sorprendentemente bueno. Jinsol no dejaba de sonreír, algo que comenzaba a irritar a Haewon, quien se sentía cada vez más inquieta.

—Ven, Haewon, ayúdame a buscar algo—dijo Bae, guiándola por los pasillos.

—¿Qué cosa?—preguntó Haewon, frunciendo el ceño. La siguió hasta una habitación al final del pasillo, esperando encontrar alguna caja o papeleo olvidado.

Pero en lugar de eso, en cuanto Haewon cruzó el umbral, escuchó el sonido de la puerta cerrándose detrás de ella. Al voltear, se encontró atrapada en la habitación, sola… o al menos eso pensó hasta que sus ojos se encontraron con los de Lily, quien estaba de pie al otro lado de la habitación, mirándola con una mezcla de furia y decepción.

El corazón de Haewon se detuvo por un instante. Lily estaba ahí, y no había ninguna escapatoria. Las palabras de Bae, el constante recordatorio de que debía hablar con Lily, resonaron en su cabeza. Pero ahora, frente a ella, con todo lo que había pasado entre ambas, Haewon no sabía si sería capaz de decir algo.

Haewon, nerviosa y con las manos temblorosas, se abalanzó hacia la puerta, forcejeando con la manija en un intento desesperado de abrirla. Tiró con fuerza, empujó, pero la puerta no cedía ni un milímetro.

—Vamos, vamos...—murmuró entre dientes, sintiendo cómo el pánico comenzaba a apoderarse de ella.

La puerta estaba cerrada completamente, bloqueando cualquier posible escape. Haewon apretó los dientes, frustrada y desesperada.

Maldita Jinsol, pensó Haewon.

Estaba atrapada, y no tenía otra opción más que enfrentarse a Lily.

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