𝟎𝟖: 𝓒𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓼𝓲𝓮𝓽𝓮.
Rosslenne se dejó caer en la cama para seguido tomar su almohada ahogando un grito.
De todas maneras posibles en su cabeza jamás se imaginó encontrarse con Senjuro, menos con su hermano y conocerlo el mismo día. No sabía si considerarlo suerte o tortura.
Quizás ambas.
No quitaba que fueron interrumpidos, casi que no compartieron en tranquila privacidad. Tantas personas en el mismo lugar eran similares a una familia grande que constantemente estaban presentes. Aunque no le molestaba, simplemente lo consideraba extraño ya que por los momentos solo tenía a Tamayo, pero a los que quería como hermanos sin duda alguna se trataba de los hermanos Daki y Gyutaro.
¿Qué procedía? ¿Hablarle primero o esperar el mensaje del joven Rengoku? Ni hablar, su cabeza representaba un caos.
Mejor centrarse en lo verdaderamente importante. No debía distraerse con dramas adolescentes, en ese momento tenía que hablar aunque no quisiera con su tía y ver en qué día iba a conocer a su pareja.
Evitando el tema amoroso y este le perseguía.
Al rato de hacer sus tareas escuchando música le parecía escuchar una canción afuera. De solo pegar el oído a la puerta se percató de que se trataba de nuevo de su vecino. Aunque el volumen no fuese alto pudo distinguir el estilo rockero.
—Quizás debería saludar... Después de todo nunca salgo de aquí además de estar en la escuela o cuando estoy con Daki o Gyutaro en otro sitio... ¿Y ahora por qué hablo sola?
Dio vueltas en la reducida habitación. Deteniéndose de vez en cuando levantando su mano pero volviendo a hacer una pose pensativa.
—¡Al diablo! Lo peor que puede pasar es que me cierren la puerta en la cara. —salió para dirigirse al apartamento.
Tocó con duda pero se mantuvo de pie mirando a su al rededor.
—¿Sí? —pero para su sorpresa un chico de cabello azabache le recibió. —¿Eh...? —se sonrojó por completo.
—Oh, hola.
Ambos no se esperaban la presencia del otro. Rosslenne sonrió un poco nerviosa.
—Soy una vecina, conozco a Sanemi.
—¿De verdad? Mi nombre es Genya, su hermano. —se tomaron de la mano.
—Rosslenne. Si no está puedo pasar en otro momento.
—¡No-no te preocupes! Puedes esperarlo si quieres.
La castaña se detuvo a meditarlo. Nunca entró a otro apartamento y estar con un chico de por si le causaba vergüenza.
—¿No hay problema con eso?
Aunque tenía sus riesgos estar a solas con alguien desconocido por alguna razón no notaba malas intenciones en Genya. Hasta le parecía tierno que se mantuviera tartamudeando en ocasiones.
Entró al lugar apenas este le asintió y se colocó a un lado. Al estar en la sala vio como este llamaba por teléfono.
—Hermano, Rosslenne está aquí para verte. —logró escuchar haciendo que se calmara. Mantuvo su mirada en las fotos familiares hasta que Genya regresó.
—Está en camino. ¿Qui-quieres algo? ¿Un té, tal vez?
—¡Claro! Gracias.
La música ya no opacaba el ruido natural del apartamento. El azabache sirvió la bebida para ambos mientras se sentaba al frente de la oji miel.
—¿Estás estudiando cerca de aquí? —Rosslenne probó el té.
—Sí, tengo poco tiempo tomando clases ya que el trabajo en una tienda era pesado. Tenía que levantarme desde muy temprano y quedarme hasta la noche. Sanemi dijo que lo dejara para centrarme en mis estudios aunque tuviera que trabajar el doble.
—Guao, me parece un acto muy lindo. —Genya sonrió.
—Puede tener un temperamento complicado pero mi hermano es alguien bueno.
Al terminar de hablar escucharon la puerta y un agitado rubio cenizo que hacía su aparición.
—¡Justo hablábamos de ti!
—¡¿Yo?! ¡Tonterías! —dijo con su tono habitual pero demostraba su cuerpo estar rígido como una piedra.
—Estás todo sudado... ¿Acaso corriste hasta aquí?
—¡Cla-claro que no, tenía mucho calor y por eso estoy así! ¡¿Qué no ves?!
Rosslenne siguió tomando de la taza mientras presenciaba la infantil discusión.
—¿Su apellido es Shinazugawa? Vaya, que trabalenguas... —volvió a quedarse con Genya mientras Sanemi tomaba un baño a regañadientes.
Continuaron viendo las fotos familiares que a Rosslenne le llamaban la atención. El azabache le mostró un álbum lleno de fotografías de Sanemi bebé.
—¿De verdad es él? Parece otro niño. —no podía creer la diferencia de rasgos al verlo sonreír y no con su acostumbrada cara de amargado.
—Enserio. Puedes confirmarlo si sigues.
Estaban en orden por edad. Sonreía al notar la escritura de sus padres en los lados celebrando cada logro o acontecimiento de la niñez, poco a poco la sonrisa se le borraba.
Hubiera deseado tener a sus padres presentes en esos momentos.
Al quedarse viendo a la nada Genya la volvió a traer a la realidad.
—¿Pasa algo? —negó al instante. Observó la fotografía de Sanemi en su cumpleaños sentado en las piernas de su mamá.
—¿Qué están haciendo? —la voz a sus espaldas les hizo sudar y sentirse más pequeños.
—¡Es culpa de Genya, él me convenció! —señaló dejándole el álbum en sus manos.
—¡Es mentira, no me abandones de esa manera!
Ambos recibieron un regaño bastante prolongado. Casi siendo un monólogo.
Después de aquello Rosslenne fue invitada a cenar con ellos viendo a Sanemi colocarse un delantal. Sin quererlo casi se le escapa una risita.
Mientras esperaba aunque se ofreció a ayudar y obviamente recibió otro pequeño grito del mayor, recibió un mensaje de Tamayo.
Iban a verse el día de mañana. Suspiró para responder, al menos saldría de eso pronto.
—Mi hermano cocina muy bien, estoy seguro que vendrás seguido por eso.
—Oh, no quiero abusar. Creo que es mucho que me dejara quedarme después de lo que paso. —susurró viendo hacia la cocina de manera poco disimulada.
—No te preocupes. Para que te hiciera caso la vez que se conocieron dice mucho.
—¡Dejen de susurras cosas, es molesto! —cambiaron su postura mirando a lados contrarios mientras Sanemi volteaba.
Cuando volvieron a verse compartieron una sonrisa cómplice.
Genya tenía razón, la comida de Sanemi era exquisita. Volvió a servirse más.
—¡Está delicioso! —dijo muy feliz con la boca llena.
No estaba dentro de sus planes pero sin duda disfrutó cada minuto.
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