𝟎𝟏
La sangre cayó, como gotas de agua cristalina, de una intensa y tormentosa lluvia.
La brisa sacudía el polvo causado por los escombros de muros destruidos del lugar, mientras las hojas en la copas de los árboles cercanos danzaba también a su compás.
—Pensé que había desechado mi orgullo...
El silencio murmullo de aquella grave y cansada voz, abarcó el lugar siendo el único sonido además de sus respiraciones.
Aquellos ya oscuros orbes a punto de cerrarse, miraban un punto fijo mientras en realidad no veían nada. Pues en su cabeza, no había más que recuerdos de su esposa y aquella pequeña criatura que había llegado a la asquerosa cosa que llamaba vida.
—No me valore a mi mismo ni a los demás, supongo que esa vida es la que elegí.
Su rostro, con pigmentos de carmín y grave rasguños, fue iluminado por los débiles rayos del sol que se escapaban de las frías nubes que estaban por ocultar al claro y brillante cielo junto a su compañero de todos los días el sol.
Sus piernas aún lo mantenían de pie, quizás impulsadas por nada más que su fuerte orgullo de no doblegarse hasta el final. Mientras que la sangre que escurría cual cascada, marchaba sus pantalones holgados de tonos claro.
—Es hilarante... —su voz tuvo de compañera a una tos llena de aquel líquido con olor a hierro—. Esperanza... Seguridad...
Era gracioso como justo aquellas dos palabras habían llegado a su mente al mismo tiempo, mientras recordaba los nombres el cual representaban esas palabras.
Pero solo tuvo la oportunidad de elegir uno de entre ellas.
—¿Cuáles son tus últimas palabras?.
El joven de brillantes cabellos albinos habló, mientras el cielo que pigmentada sus orbes no se habían apartado ni un instante del mutilado cuerpo del hombre.
El hombre de la restricción celestial, no dijo nada por unos breves minutos. Hasta que de aquella sonrisa en sus labios pintados de sangre, por fin salió aquellas importantes palabras.
—Dentro de 2 a 3 años mi hijo será vendido al clan Zenin —murmuró, mientras aquellos oscuros ojos perdían el último brillo que le quedaban.
Para ya no volver más aquella diminuta persona que quizás se encontraba esperándolo en casa, junto a su esposa.
Al igual que recordaba, en el último instante de cerrar sus parpados.
A la pobre criatura que había dejado por sí sola...
—Has lo que...quieras...
En aquel cruel y solitario lugar, en el que él mismo había vivido su infancia.
—¿Qué pasará con Tsukimi, si voy allí podrá ser feliz? —habló el niño de primer grado, de cabellos oscuros y puntiagudos— Depende de eso...
El mayor, de mechones albinos y usando unos anteojos oscuros de forma circular, no dejo de observar al niño con una sonrisa.
—No, estoy seguro al 100% que no —respondió cuando su sonrisa se ensanchó mientras el menor comenzaba a fruncir el seño—. Eso te lo puedo asegurar.
El pequeño observó al albino con seriedad mientras pensaba en su respuesta.
Hasta oírlo reír con diversión y sentir con dejaba caer una de sus manos sobre su cabeza en un intento de caricia quizás.
—Yo me ocupo del resto, pero te voy a pedir que te esfuerces mucho, bien —habló el Hechizero más fuerte, mientras volteaba para alejarse del menor—. Da lo mejor de ti.
—Hazte fuerte, lo suficiente para que yo no te deje atrás...
En medio de un solitario y silencioso callejón, apartado de las calles llenas de personas, quienes iban y venían siguiendo sus cotidianas vidas.
Unos pasos lentos y quizás hasta perezosos se escucharon en dicho lugar.
—¡Todo listo Azumi-chan!.
Mientras la chillona voz de aquel joven de cabellos albinos eliminaba todo silencio, se detuvo para recostarse en una de las paredes.
Y sus brillantes orbes de cielo se posaban en quien se encontraba antes esperándolo.
Una pequeña niña, quizás uno o dos años mayor que el pequeño con el que había hablado antes...
—Te lo agradezco... —una suave pero tranquila voz salio de sus delgados labios, mientras daba unos pasos al frente para salir de las sombras que antes la acobijaban.
Para poder ser reflejada ahora por los últimos rayos del sol, que se despedían mientras hacían a las nubes sonrojarse por última vez, antes de que la fría noche las consumiera.
Dejando a la vista sus largos y oscuros mechones como la misma noche, en contraste con su piel lechosa y pálida.
Mientras que la última luz del sol, iluminaba aquellos hermosos orbes...
En donde se encontraba la misma noche cubierta de estrellas...
Así era Fushiguro Azumi.
Hermana mayor de Fushiguro Megumi, por parte de su padre.
—¿Estas segura sobre esto?.
Satoru deja a la pequeña niña en el suelo de aquella oscura y fría habitación.
Se había teletransportado en la zona donde las residencias del clan Zenin se encontraban situada. Más específicamente en una habitación algo lejos del edificio central. Una donde la noche cubría con sus penumbras.
El estudiante de hechicería frunció el ceño al ver el lugar al que la niña llamaba hogar. No estaba para nada de acuerdo en dejarla en aquel lugar, en manos de aquellos que estaba seguro no tenían buenas intenciones con ella.
—Sabes que puedo encargarme de esto, puedes estar con ellos. Yo me ocuparía de ti —dijo el albino no con su común carácter divertido, sino más bien con seriedad y seguridad.
Mientras a través de sus lentes observaba los bonitos orbes de la menor, recordándolo a la noche que había llegado hace ya unas horas.
La pequeña Zenin negó con la cabeza mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.
—Sabes que no se quedarán quietos al menos que consigan una parte de lo que quieren —dijo Azumi, mientras miraba hacia arriba, notando como el rostro del joven se descomponia—. Es la única forma en que Megumi-otōto y Tsukimi-chan puedan tener una infancia algo tranquila.
Gojo bufó de forma exagerada, mientras se arrodillada y posaba una mano en los mechones oscuros de la pequeña, viendo como ella cerraba uno de sus parpados y sonreía dulce hacia él.
Aquella sonrisa que desde que lo había visto, había decidió que protegería con todas sus fuerzas.
Y justo ahora debia dejarla en aquel asqueroso lugar.
—¿Es serio tan solo tienes 7 años? Cada ves que hablas creo que hay una anciana de 70 años escondida en alguna parte de tu interior —bromeó para tratar de hacer pasar su malestar—. ¡Bien, haré lo que quieras, pero eso si! —advirtió—. Vendré cada día o cada vez que pueda. Y más les vale a ese grupo de ancianos no tocarte ningún pelo.
El albino se sacó sus lentes oscuros dejando ver su mirada de tonos cielo, con un gesto de locura tatuada en ellos y acompañados con una sonrisa.
—Porque sino, este clan no será nada más que un cementerio.
Azumi sonrió divertida por las palabras del mayor y suspiró al saber que no podía hacerlo cambiar de opinión.
Satoru se despidió de la niña para luego desaparecer del lugar.
Así el frío cubrió aquella diminuta habitación, junto a las sombras de la noche.
Que no tardarían en rodearla y acobijarla para ser en ese día y durante varios años.
Su única compañía...
Un suspiro salió de sus labios mientras observaba aquella puerta corrediza frente a ella.
Con lentitud la deslizó hacia un lado, permitiendole observar el salón en donde a partir de ese momento estaría quizás la mayor parte del año.
—¡Ohh! Pensé no que llegarías tarde —una voz fuerte sonó desde un lado del salón.
La pelinegra se adentró y observó hacia ese lugar, encontrándose con una mirada tan oscura como la suya y unos mechones verdosos sujetos por una coleta.
—Casi llegas tarde Azumi —habló Zenin Maki, con una mano alzada en forma de saludo y una sonrisa de lado.
La nombrada se dirigió hacia dicha joven, dejándose caer a su lado y junto a la ventana.
—Toru no paraba de hablar sobre sus ideas para el diseño de mi uniforme —respondió con calma dejando caer su rostro en el pupitre y observarla.
Ambas se conocían desde la infancia, pues habían pertenecido al mismo clan. Habiendo compartido muchos momentos tanto amargos como dulces.
—Ese idiota, aun no se como lo soportas —habló la de lentes mientras gruñir al recordar al hechizero.
La pelinegra solo levantó los hombros, lo conocía desde que casi tenía memoria y se había acostumbrado a la presencia de ese alto albino de inmadura personalidad.
—Ohh, ya hay gente aquí...
Una voz llamó la atención de ambas, viendo como un panda entraba por la puerta seguido de un joven de cabellos albinos y cuello alto de tonos oscuros o quizás una bufanda no podía diferenciarse con claridad.
—¿Tu también lo ves no? —susurró Maki a su amiga quien la observó— ¿Ves al panda que habla?.
Azumi solo asintió y sonrió divertida por el rostro de su compañera. Quien observaba con él ceño fruncido al animal, como si fuera la cosa más rara del mundo. Y es que en verdad eso no veía todo los días.
—Soy un cuerpo maldito, pero prefiero el término de un adorable Panda —volvió a hablar levantando una pata y yendo a uno de los lugares, tratando se sentarse en la diminuta silla.
Maki siguió observando al animal tratar de sentarse, mientras la Fushiguro observaba al joven quien aún permanecía parado y en silencio.
—¿No vas a sentarte? —preguntó curiosa, mientras notaba al albino tan solo asentir y dirigirse al lugar junto a Panda.
Maki observó al albino con molestia por no haber respondido.
—¿Eres del Clan Inumaki, no? —volvió a hablar la pelinegra antes de que su amiga comenzará a maldecir.
El joven la observó por un momento hasta volver a asentir.
—Shake —murmuró el joven causando confusión en todos.
Tanto Maki como Panda no comprendieron sus palabras, pero la joven Fushiguro estaba al tanto del limitado vocabulario del Inumaki.
—Ya veo, un vocabulario basado estrictamente en ingredientes de onigiri —dijo con una pequeña sonrisa.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Zenin mientras dejaba descansar su cabeza en su mano.
Azumi se levantó con un papel y un bolígrafo en sus manos, mientras se dirigía al albino, quien la observaba curioso y algo preocupado pues temía que la técnica que había heredero pudiera lastimarla.
—El clan Inukami posee la técnica de Discurso Maldito —habló mientras escribía algo en el papel—. Le permite a su usuario que articula algún tipo de palabra, obligar a cualquiera que lo escuche a actuar sobre la base de esas palabras.
Explicó y dejó el papel en el pupitre de Inumaki mientras le daba una sonrisa.
—Quizás nos lleve tiempo entendernos y comunicarnos Inukami-san —volteó a ver también a Panda—. Pero espero que nos llevemos bien, soy Fushiguro Azumi.
Se presentó con tranquilidad mientras veía como Inumaki leía el papel y comenzaba a escribir en el.
"Inumaki Toge, un placer Fushiguro-san".
La nombrada sonrió y asintió en respuesta.
—Así será Azumi-chan —respondió esta vez el panda con una sonrisa.
A la pelinegra no le molestó que la llamara por su nombre de pila y solo le devolvió la sonrisa mientras decía el nombre de Toge en voz alta para también los demás lo supieran
En cambio Maki chasqueó la lengua, estaba acostumbrada a la personalidad sociable y amable de su mejor amiga. Pero aveces le parecía exagerado.
—Maki Zenin, y no me llamen por mi apellido —dijo simplemente la peliverde al ver a su amiga volver a su lugar.
Antes de que otro pudiera responder un alto hombre de cabellos albinos levantados hacia arriba apareció frente a ellos
—¡Buenos días querido estudiantes! ¿Como están esas ganas de querer aprender? —habló en voz alta el hechizero que llevaba vendas en los ojos.
Pero solo recibió una maldición por parte de la Zenin, quien rofeo los ojos al ver quien sería su maestro de primer año.
—Vaya, que actitudes más aburridas —suspiró dramático Gojo, pero al ver a su pequeña Azumi su sonrisa se iluminó—. ¡Azumi-chan!, ¿me extrañaste?.
La nombrada ocultó su rostro entre sus brazos y el pupitre al sentir las miradas de sus compañeros en ella.
Mataría a Satoru cuando tuviera oportunidad.
Así fue el primero día de clases de los alumnos de primer año, en la Preparatorpa Técnica de Magia Metropolitana de Tokio.
Así fue el primer día de clases de Fushiguro Azumi.
Nota de la Autora:
El apartado de Fushiguro Azumi está disponible en el inicio del libro —SHADOW—.
Gracias por leer!
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