💕Trece.
—Buenos días, señora Min —saludó un alegre rubiecito en su primer día de trabajo.
Esa mañana Jimin la sentía diferente; una extraña sensación de ansiedad se había alojado en su pecho desde la noche anterior imposibilitándole dormir, el omega creía firmemente que era producto de los nervios por las grandes expectativas de su nuevo trabajo. Sin embargo, sabía que existía algo más, lo cual era el principal desencadenante a su nerviosismo y ansiedad.
—Buenos días, Jimin —saludó la mayor con una cálida sonrisa, para luego observar su reloj de mano—. Vaya, sí que eres puntual.
El menor mostró expresión orgullosa; estaba siendo halagado en su primer día de trabajo y eso era suficiente motivo para sentirse motivado y lleno de entusiasmo.
—Mi hijo aún duerme, pero podemos aprovechar este momento para instruirte en lo que harás en el día a día y así no te sientas tan perdido —propuso Chaerin, manteniendo su sonrisa.
Jimin hizo una leve mueca; por un momento se había dado el lujo de olvidar quien era su verdadero jefe, mas sabía que tenía que irse acostumbrando ya que lo vería todos los días en su nuevo trabajo.
Suspiró, después de todo nada podía ser completamente perfecto.
Ingresó a la mansión con pasos cautelosos. La señora Min lucía fresca y radiante, y era en esos momentos cuando Jimin se volvía a preguntar el cómo era posible que aquella mujer fuese la madre del anciano.
—Bien Jimin —ella lo encaró, provocado un sobresalto en el pequeño. La omega soltó una risita tierna—. Debes saber que Yoongi despierta a las siete con cincuenta minutos de la mañana, por ende lo más probable es que lo encuentres despierto a la hora que ingreses a trabajar —el omega asintió—. No sale de su habitación hasta que está completamente listo, así que tú dispones de ese tiempo para preparar dos tostadas con queso y una taza de café cargado sin azúcar —la mayor caminó a través del amplio salón—. Por favor asegúrate de que lo coma todo y no solo el café —puntualizó, el menor volvió a asentir—. Cuando Yoongi se vaya al trabajo tus deberes serán prepararle la merienda y llevársela hasta su oficina; no te preocupes que el chofer te llevará —tranquilizó ella—. Con eso resuelto, regresas a casa y limpias la piscina y la habitación de mi hijo. Son los únicos lugares que limpiarás —Jimin volvió a asentir—. Preparas el almuerzo y esperas por él y nuevamente te aseguras que coma —ambos hicieron una mueca—. Cuando cae la tarde Yoongi se encierra en su oficina así que básicamente eres libre, a menos que él necesite algo —hizo una breve pausa—. En ese tiempo puedes hacer lo que desees, mientras esperas tu hora de salida.
Niñero. A esa conclusión llegó Jimin.
—¿Sigue durmiendo? —preguntó con el ceño fruncido, arrepintiéndose al instante al notar su evidente tono de reproche.
Ella rió divertida. —Así es, hoy es viernes y los detalles de la última campaña están casi terminados —contó con entusiasmo aunque Jimin no comprendiera del todo—; Yoongi ha pasado largas noches de desvelo, es por eso que me tranquiliza el hecho de que no vaya a trabajar el día de hoy.
—¿Y usted vive aquí? —sacó otra de sus inquietudes.
—No —respondió con un suspiro—. Yoongi prefiere la soledad; desde que tenía dieciocho se independizó, y ahora si yo no vengo no me es posible verlo.
El menor frunció el ceño con evidente disgusto; la pequeña naricita se había arrugado a juego, mientras que las voluminosas mejillas tomaban un suave carmín producto del descontento.
—¿Algo anda mal? —inquirió la mayor, ante la evidente molestia del omega.
Jimin la miró con un involuntario puchero mientras se debatía entre responder con la verdad o no.
—¿Puedo guardármelo? —preguntó con ojitos brillantes, provocando que el corazón de la omega se derritiera por tanta ternura.
—Por supuesto —accedió, y su respuesta provocó una resplandeciente sonrisa en el rubiecito—. ¿Te parece si continuamos?
El menor asintió con energía, no todas las veces tendría la instrucción de alguien y quería aprovechar al máximo todo lo que la señora Min tuviera que decirle para que su primer día de trabajo fuese más llevadero.
Caminaron en silencio hasta que llegaron a la amplia cocina; a Jimin le gustó el hecho de que estuviera compuesta en su totalidad de madera, sentía que de aquel modo tenía el toque hogareño que él tanto amaba.
—La alacena se llena todos los sábados —informó la mayor—. No es parte de tu trabajo, por lo general es la señora Lee quien se encarga —ella lo miró—. Tú te encargarás de los pedidos de frutas —Jimin asintió—; todos los miércoles harás el pedido, me aseguré de dejártelo anotado en la tablet que está en la isla —apuntó hacia el aparato ubicado en el gran mesón de madera—. Si lo haces temprano, por la tarde ya estaría el camión dejando frutas frescas. Lo mismo con las carnes —sonrió—; como ves, no tendrás la necesidad de salir a hacer las compras.
A Jimin le parecía genial porque siempre le dió un toque de flojera el ir de compras.
Frunció el ceño con duda. —Señora Min —llamó quedito, obteniendo la inmediata atención de la mayor—. Si su hijo se molesta por mi presencia, ¿Qué hago?
A ella le pareció extremadamente tierno el puchero y ceño fruncido del menor. Un suspiro abandonó sus labios porque sabía que lo más seguro era una mala reacción de su hijo, y aquel pequeño omega no merecía aquel tipo de trato. Pensó que lo mejor sería mentirle, pero luego se convenció de que el menor merecía la verdad y solamente la verdad.
—Ven aquí —llamó con una sonrisa, Jimin se sentó a su lado en el comedor—. No te voy a mentir, Yoongi desde un principio no quería que buscara a alguien para que le ayudara; es más que obvio que se molestará, y estoy segura que hará todo lo posible para que tú mismo quieras irte —el menor frunció el ceño y Chaerin le tomó de ambas manos—. Es por eso que me atrevo a pedirte que resistas y le tengas un poquito de paciencia —pidió—. Mi hijo es muy serio y sus palabras pueden llegar a ser crueles en algunas ocasiones, pero en el fondo es una buena persona que ha vivido solo por mucho tiempo —le sonrió, contagiando al omega—. Solo te pido paciencia, Jimin —el rubiecito asintió—. Sin embargo, si él llega a actuar demasiado rudo o se sobrepasa contigo de alguna manera, no dudes en decírmelo. No estás solo.
Al omega no le sorprendió nada de lo que la señora Min le dijo, pues había tenido la desdicha de conocer el carácter del mayor. Una pequeña sonrisa traviesa surcó sus labios regordetes, ¿Sería buena idea contarle que él también tenía un carácter explosivo?
—No se preocupe —sonrió con aires de inocencia—. Tendré mucha paciencia y no prestaré atención a sus palabras.
Decidió guardar silencio.
—Te lo agradezco —la sonrisa de la mayor le parecía tan bonita que no podía el no corresponderla—. No te preocupes que cuando pueda vendré a verte para ver cómo van las cosas, además de que tengo que traer el contrato de trabajo para hacerlo de manera oficial.
Jimin le mostró una sonrisa agradecida, así no se sentiría tan solo en aquel enorme lugar.
—Nuevamente le agradezco por la oportunidad —dijo él con sinceridad—. La confianza que me ha dado la atesoraré por siempre.
Ella le acarició los cabellos con cariño y el omega no pudo evitar el cerrar los ojos.
Chaerin observó el reloj de pared y suspiró. —Debo irme —anunció mientras se ponía de pie, el rubiecito sintió una leve sensación de terror, pero pudo controlarla casi de inmediato—. Mucha suerte, pequeño Jimin.
El menor agradeció con una pequeña venia y acompañó a la señora Min a la salida. Se quedó en la entrada por un par de minutos y un pequeño suspiro abandonó sus labios cuando su mirada se dirigió al interior de la mansión.
—Bien, aquí vamos —susurró para sí, mientras entraba.
El pequeño rubiecito estaba a poco de ponerse a llorar.
Hacía menos de una hora que había empezado a realizar sus deberes, decidiendo que lo mejor era iniciar con preparar el desayuno del alfa holgazán. Sin embargo, nunca imaginó que los electrodomésticos de aquella mansión fueran tan ridículamente modernos, provocando que su poco dominio sobre ellos fuese nulo.
¿Qué diablos era aquello? Porque cara de cafetera no tenía; Jimin estaba seguro de que se trataba de algún aparato de tortura que el anciano implementaba en sus víctimas.
Lo más lamentable del asunto era que él estudió gastronomía, pero se sentía completamente fuera de lugar. ¿Qué andaba mal? ¿Era porque no había terminado la carrera, cierto?
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando escuchó la melodía de un piano en la planta de arriba; aquello solo podía significar una cosa. El anciano había despertado, a las ocho con cuarenta y cinco de la mañana.
El rubio observó lo que tenía hasta ahora y su rostro se puso pálido. Había logrado tener las tostadas listas, pero no había esperanza alguna para el café.
Listo, estaba muerto.
Corrió hacia la nevera en búsqueda del queso bajo en grasas que la señora Min le dijo el alfa consumía; abrió el aparato con rapidez y sus ojitos empezaron a escanear, moviéndose con rapidez de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo.
—Queso, queso, queso, queso... —repetía constantemente, tratando de que su aroma no saliera a flote producto de sus nervios.
Sonrió con triunfo cuando lo encontró, con velocidad y destreza terminó con la parte entretenida del desayuno, dándole una presentación adecuada en el plato.
—Me falta el café —comentó, mientras revisaba en la tablet el tipo de café que le correspondía tomar al señorito Min.
Café colombiano, nicaragüense, español, peruano, mexicano, y muchos más que no pudo terminar de ver al encontrar el respectivo de ese día.
Bufó con el ceño fruncido buscando en el depósito el café peruano, preguntándose que otras manías tendría aquel alfa. Diferentes cafés para diferentes días, ¿No era lo mismo?, en fin; nunca podría entender con profundidad la mente de los ricos.
Encontró el famoso café en uno de los estantes del fondo; nuevamente regresó a su lugar de trabajo y se negó rotundamente a utilizar aquel aparato de tortura. No, Jimin haría el café tal y como sabía que le quedaba delicioso.
Colocó una pequeña olla en la estufa con la porción de agua indicada, espero que el agua hirviera lo suficiente y luego agregó dos cucharadas del polvo marrón oscuro y lo dejó hervir por tres minutos exactos. En las indicaciones decía que estaba estrictamente prohibido el utilizar azúcar o cualquier otra sustancia endulzante, el rubiecito obedeció encarecidamente todo lo estipulado y realmente rezaba para que los resultados fuesen favorables.
Sirvió el café en una bonita taza de porcelana blanca; el omega se dio cuenta de que había sobrado un poco del líquido, quizá un pequeño sorbo y fue ahí cuando el deseo de probarlo lo envolvió.
Guiado por su curiosidad probó del oscuro líquido, escupiéndolo al instante mientras su carita se contraía en una mueca graciosa producto del amargo sabor.
—Feo, feo, feo, feo —repetía con ojitos llorosos mientras escupía con fuerza en el lavabo.
Aquello no era café, sino más bien un menjugre que tenía como fin el provocar náuseas.
Ahora entendía de donde provenía la cara tan amargada que se cargaba el anciano.
Llevó el plato de comida y la taza de café a la mesa del comedor, sirvió y decoró acorde a las indicaciones establecidas.
Le llevó un poquito más de tiempo buscar la playlist que el alfa prefería al momento de desayunar, pero Jimin pudo con ello y fue muy puntual al momento de cumplir con cada uno de los requisitos requeridos para el desayuno.
Con eso resuelto, volvió a la cocina para tratar de encontrar un delantal que le ayudase a proteger su overol, ignorando completamente las pisadas desnudas que se empezaban a escuchar por las escaleras.
Increíblemente, Yoongi había despertado de buen humor.
No sabía si fue porque por fin había podido dormir ocho horas seguidas, o por el hecho de haber terminado con los preparativos de la campaña en tiempo récord. Sea como sea, el alfa estaba de excelente humor en aquella mañana.
Tanto así que después de mucho tiempo se había animado a poner una suave y romántica melodía de piano mientras tomaba una ducha, aprovechando de paso para tararear en ella.
Salió del baño sin molestarse en apagar la melodía, pues descubrió que le había ayudado a relajarse mucho más de lo que pretendía en un principio.
Observó la hora y supo que había llegado el momento para un buen café; pensó en buscar algo para cubrirse, pero luego descartó la idea al recordar que ese día la señora Lee no asistiría.
Así que, salió desnudo.
Caminó por el pasillo a paso tranquilo bostezando de vez en vez; cuando llegó a las escaleras frunció el ceño al sentir el aroma a café, preguntándose si es que quizá su madre estaría por ahí.
Descartó la idea; si la mayor estuviese, lo más probable es que haya llegado hasta su habitación para levantarlo.
Sabiendo que sus pensamientos no podían equivocarse bajó las escaleras con paso tranquilo, ignorando todo lo que sucedía a su alrededor.
Ignoró el sonido de la loza al ser lavada; también ignoró la aguda voz que cantaba en algún lugar de la cocina, como también ignoró el sonido que el grifo provocaba ante la salida del agua cristalina.
Y cuando notó todos aquellos detalles, fue demasiado tarde.
—¡AHHHHHHHHHHHHH!
Gritaron ambos al unísono, sin saber que más hacer.
Yoongi observó aquel par de ojos azules mirarle con temor, la mirada del omega bajó por su cuerpo enrojeciendo de una manera tan furiosa que el alfa temió quedara sin aire.
—¡Cúbrete, baboso! —chilló Jimin, mientras cerraba sus ojitos con fuerza.
El alfa observó su cuerpo y gritó sorprendido, rápidamente cubrió con sus manos su entrepierna mientras caminaba hacia el sofá de la sala para utilizar un cojín como escudo.
Cuando se sintió medianamente cubierto se volteó y observó enfurecido a un sonrojado rubio.
—¡Qué mierda! —maldijo entre dientes—. ¡¿Qué diablos haces en mi casa?!
—¡No pienso responderle nada hasta que se cubra! —exclamó el menor, con sus manitas sobre sus ojos.
Yoongi no necesitó de respuesta; el omega llevaba un delantal de servicio y su madre le había dicho que había encontrado a la persona indicada que "cuidaría" de él. Claro que, nunca le informó que llegaría justamente ese día.
Maldijo en incontables ocasiones mientras observaba el pequeño cuerpo frente a él. Todo era una mierda; desde la idea absurda de su madre hasta aquel chiquillo, porque ¡Por Dios! ¿Cuantos años tenía aquella garrapata?, ¿Algunos 12 años? ¿O quizá 11?
Apretó el puente de su nariz mientras tomaba profundas respiraciones, en aquel momento no le interesaba el hecho de que solo un cojín cubría su cuerpo; había cosas más importantes y quería respuestas.
—No me has respondido —dijo el pelinegro en tono bajo—. ¿Qué haces aquí?
Jimin seguía cubriendo sus ojos. —Trabajo aquí.
—¿Cuando te contraté?
—Usted no lo hizo —respondió el pequeño—. Su madre fue quien me contrató.
Yoongi rodó los ojos. —Deja de cubrirte, me gusta que me vean a los ojos cuando hablo.
—Está desnudo. No puedo tomar en serio esta conversación con un alfa desnudo.
—¿En serio te dejas impresionar por eso?
Jimin apartó una de sus pequeñas manos para ver al hombre frente a él; tan solo fue cuestión de segundos cuando un nuevo chillido abandonó los labios del menor, seguido de un potente sonrojo que se extendió hasta las orejas y gran parte del cuello del rubiecito.
—¡¿Y ahora qué te pasa?! —preguntó Yoongi con el ceño fruncido.
—¡Le dije que se cubriera!
—¡Estoy cubierto!
—¡Mentira! —la voz del menor se escuchaba en extremo aguda—. ¡¿Como puede andar tan libremente en esas fachas?!
Yoongi se sintió indignadísimo.
—¡¿Fachas?! —gritó con incredulidad, el menor asintió fervientemente—. Primero que nada, esta es MI casa y hago en ella lo que quiera —aclaró—. Si quiero andar en bolas es MI puto problema, y si quieres evitarte este tipo de escenas la puerta es bien grandota para que salgas por ella.
El alfa alzó el mentón cuando notó el cuerpo tenso de la garrapata. En un momento dado, el pequeño rubiecito dejó de cubrir sus ojos y abrió los ojos con lentitud.
Con una tranquilidad escalofriante, el omega se acercó hasta donde él estaba, con sus profundos ojos azules fijos en los oscuros del mayor.
—Escúcheme bien, señor Min —dijo—. Usted no es más que un hombre sin conocimientos acerca del verdadero mundo —aseguró, Yoongi iba a refutar, pero fue detenido por las palabras del menor—. No me interesa si le caigo bien o mal, estoy aquí para trabajar y eso es todo —hizo una pausa—. ¿Usted cree que soy feliz al saber que tengo que verlo todos los días? —preguntó con una ceja alzada, el pelinegro guardó silencio—. No me hizo gracia enterarme, pero tampoco puedo tener el lujo de esperar por otro trabajo cuando personas dependen de mí —el alfa frunció el ceño—. Así que, le pido encarecidamente que se comporte acorde a su edad, el comportamiento que ha demostrado es penoso —negó con la cabeza—. Déjeme trabajar y listo; por mi parte no se preocupe que no pienso meterme en sus asuntos. Siempre y cuando no me provoque problemas, ¿Estamos?
Yoongi quería responder algo coherente, pero nada llegaba a su mente. Maldijo una vez más en aquella mañana, decidiendo que su madre se lo pagaría muy caro.
—Estamos —accedió con expresión seria—. Solo te advierto que mi carácter es un tanto difícil. No me agrada que invadan mi espacio personal. No me agrada el ruido. No me agradas tú.
El menor sonrió con inocencia. —No se preocupe por eso, estoy acostumbrado a tratar con los de su especie.
—¿Con los de mi especie? —interrogó Yoongi con una ceja alzada, estando completamente sorprendido del irrespeto del menor.
—Usted me entendió, así que no pregunte —dijo Jimin restándole importancia—. Ahora vaya a vestirse para que tome su desayuno.
—Estoy en mi casa —respondió el alfa, negándose a obedecer la orden del omega.
Jimin entrecerró los ojos. —Si no lo hace, quitaré el café de sus próximos desayunos del mes —amenazó, provocando que Yoongi ampliara los ojos—. Tengo el total permiso de la señora Min para hacerlo.
—Eres tan patético como mi madre —soltó con enojo. Luego se retiró a su habitación.
El mayor gruñó mientras a regañadientes subía por las escaleras para llegar a su habitación y vestirse; aquel omega era un completo salvaje, y Yoongi sentía que si no cooperaba terminaría con más de un rasguño en su rostro.
Mientras tanto, Jimin se permitió respirar tranquilo en lo que esperaba que el anciano volviera. Ciertamente había esperado una reacción peor a la que tuvo, así que no pudo evitar sonreír un poco al saber que no había sido tan malo.
<<Estaba desnudo>> sintió sus mejillas calientes ante sus pensamientos, así que llevó ambas manos y palmeó con un poco de fuerza en su rostro.
Solo esperaba que las cosas no se pusieran tan incómodas con el alfa; necesitaba el trabajo, pero también estaba seguro de su baja tolerancia al carácter engreído, y eso ya era una clara desventaja para él.
Paciencia, paciencia, paciencia. Una dosis pequeña de paciencia y todo iría bien.
O eso quería creer.
¡Junio de quiéreme bonito ya está aquí!
Habrán actualizaciones diarias durante todo este mes. Quizá haya días en los que sean capítulos dobles, todo depende de mi tiempo e inspiración.
Si un día no hay actualización es porque me quedé sin internet o por algún problema personal. Sin embargo, quiero que sepan que los días que falle (si llega a haber) serán repuestos. Así que siempre tendrán sus capítulos.
Los amo mucho, familia Yoon. 💞
Muchas Gracias por leer~ 💞
💕YOONGLH.
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