💕Ocho.
—¿Me estás siguiendo mocoso? —fue la pregunta de un furioso alfa.
La mueca burlona del rubio solo le causaba irritación, el chiquillo insolente había olvidado su molestia inicial y ahora solo le veía con diversión ¿Qué le pasaba? Nada de aquella situación era divertido.
—¿Yo? —se apuntó a sí mismo luciendo inocente—. No señor, seguir ancianos no está en mis hobbies.
Una vena palpitó en la frente del pelinegro. —¿Podrías dejar de llamarme anciano? —gruñó colérico.
El omega parpadeó rápidamente haciendo ojitos adorables; ladeó su cabeza frunciendo el ceño en una confusión que el alfa no creía. El mocoso sabía muy bien que estaba jugando con su paciencia, y para su mayor irritación aquello le estaba gustando más de lo que debería al enano malcriado.
—Pero si eres un anciano —debatió con un puchero naciendo de sus pomposos labios, llevó uno de sus deditos a la frente fruncida del mayor y golpeó con algo de rudeza—. ¿Lo ves? Hasta arrugas tienes.
Yoongi le dio un manotazo para no seguir sintiendo aquel tacto. —No me toques —demandó con fastidio observando con disgusto el pequeño cuerpo que tenía frente a él—. ¿Qué haces aquí? ¿Sabías que es propiedad privada? Puedes tener serios problemas con la ley si te descubren husmeando como una rata.
Bien, eso ya no era divertido para el omega.
La mirada del chico se endureció en el mismo instante que aquellas palabras habían tomado sentido en su mente, su rostro se deformó en molestia ante las acusaciones absurdas que aquel estirado alfa le estaba dando; ¿Con que derecho lo hacía? Según tenía entendido aquella casa no pertenecía al anciano sino al señor Kim, entonces ¿Qué tanto hablaba aquel individuo?
—¿Esta casa es tuya? —preguntó con todo el irrespeto que podía, alzando el mentón en una postura arrogante.
Yoongi alzó una ceja. —No, pero-
—Entonces lo que tú digas u opines no me importa —interrumpió el chiquillo con insolencia.
El alfa se quedó observándolo detenidamente, percatándose hasta en ese momento que el mocoso tenía unos profundos ojos azules que desbordaban brillo, haciéndolos ver aún más hermosos; también pudo ver dolor en ellos y quizá un poco de miedo. Se sorprendió al saber que había podido descubrir aquellas emociones con suma facilidad, y creyó fielmente que solo se necesitaba verle a los ojos para saber lo que realmente sentía.
No es que se haya perdido en aquella mirada.
Por supuesto que no.
Carraspeó incómodo. —Como sea, esta propiedad pertenece a un gran amigo y no te ofendas, pero no te ves del tipo de persona que Namjoon frecuentaría —un atisbo de sonrisa quiso nacer de sus labios cuando observó el ceño fruncido del menor—. Así que no veo motivo lógico para que estés aquí.
—Los ricos como usted siempre van a ser cortos de cerebro —rió sin pizca de gracia—. Mire, no tengo por qué darle explicaciones; no lo conozco y tampoco me interesa conocerlo —se cruzó de brazos con gesto serio—. Solo le pido que deje de molestarme si no quiere verme enojado.
—¿Ahora me tratas de usted? —preguntó el pelinegro divertido.
Nuevamente la risa burlona nació en los labios del omega. —Mi madre me enseñó a respetar a mis mayores, aunque nunca me advirtió que habría algunos con los que perdería la paciencia —sonrió con veneno—. Aunque supongo que su comportamiento inadecuado debe ser por la difícil etapa que está viviendo —el alfa se mostró genuinamente confundido—. Después de todo, en la tercera edad los malestares siempre son peores.
Ahora sí, Yoongi tuvo suficiente.
—Mocoso malcriado —gruñó molesto acercándose de manera amenazante al pequeño omega. Jimin retrocedió sintiéndose intimidado ante el aura molesta que emanaba el alfa, imponiéndose ante su pequeño cuerpo.
—¿Qué crees que haces Yoongi? —una tercera voz cortó de tajo el tenso ambiente que habían creado aquellos dos.
Ambos observaron hacia la entrada de la casa donde un alto alfa estaba de pie, observando con reproche al pelinegro.
Los aromas de kiwi y guayaba con aquel toque de frutas que indicaba que ya estaba emparejado llegaron a las fosas nasales del pequeño omega; de manera increíble le hizo sentir seguro, el calor que desprendía el moreno era muy acogedor y hogareño, es por eso que poco a poco se fue acercando hasta situarse a su lado, en un pobre intento de ser protegido del gruñón pelinegro que lo había asustado.
El recién llegado encontró adorable el extraño comportamiento del omega, aunque pensaba comentarlo en voz alta. Namjoon le sonrió con amabilidad para brindarle la seguridad que sabía el rubio buscaba, mientras que regañaba con la mirada a su impulsivo amigo por haber asustado a una bolita de ternura tan pequeña y frágil.
—Disculpa a mi amigo, pequeño —volvió a hablar el moreno—. Socializar de manera amable no está en sus genes.
Yoongi gruñó descontento, sintiéndose muy defraudado por su amigo, quien sonreía burlón con las risas agudas del omega de fondo.
—Como sea —chasqueó la lengua, para empezar a caminar hacia el interior de la casa—. Te estaré esperando en la sala mientras te deshaces de la garrapata.
Jimin iba a decirle sus cuantas verdades sintiéndose harto de tanto insulto, pero el cuerpo del pelinegro desapareció rápidamente de su campo de visión, dejándole nuevamente con las palabras en la boca.
Eish. ¡Estúpido anciano!
—Jimin, ¿Cierto? —preguntó el amable alfa, el pequeño asintió—. El joven Jeon ya me había informado que estaría trabajando con él así que le doy la bienvenida a este equipo —sonrió estrechando las manos con el rubio—. Aquí tiene las primeras muestras, están revisadas y todas las observaciones van escritas a cada lado de las fotografías; por favor entrégueselas a Jeon esta misma tarde, ya que mañana iniciamos con la campaña.
El omega recibió una carpeta de color negro en sus manos. —Por supuesto que sí, señor —hizo una reverencia sonriendo radiante—. Puede confiar en mí.
—Muy bien —sonrió el peligris—. Cualquier duda que haya referente a las fotografías siempre puede contactarse conmigo, el numero va adjunto en la hoja de datos —dijo, señalando con su índice la carpeta.
—Entendido —asintió Jimin, para luego observar la enorme casa con una mueca—. Uh, señor Kim ¿Puedo hacerle una pregunta?
El alfa se cruzó de brazos y asintió, observando con curiosidad como el rubiecito jugaba con sus pequeños dedos mientras se debatía lo que iba a decir.
Jimin dejó escapar todo el aire que tenía retenido y finalmente lo soltó. —Ese señor —frunció el ceño, con su gordito índice apuntando el interior de la casa—. ¿Lo estaré viendo seguido?
A NamJoon le llevó pocos segundos comprender la situación, y cuando lo hizo no pudo evitar estallar en carcajadas no pudiendo más con la ternura del pequeño; pequeñas lágrimas salían de sus ojos producto de su risa, la cual trataba de controlar al ver el semblante entre molesto y confundido del menor. Tomó profundas bocanadas de aire y se obligó a tranquilizarse.
—Tranquilo Jimin —habló por fin—. Lo de hoy fue una desafortunada coincidencia, no lo verá seguido.
El rubio se tranquilizó y volvió a sonreír en grande cuando escuchó la respuesta que quería; agradeció la amabilidad con el tiempo brindado, y se marchó prometiendo entregar las muestras a tiempo.
Y solo cuando se marchó fue que NamJoon pudo respirar tranquilo, observando con duda su propia casa.
Nada malo podía pasar con aquella pequeña mentira ¿Verdad?
—Buenos días, soy el fotógrafo de la campaña Dreams Night y quisiera saber dónde está el estudio en el que voy a trabajar.
El beta de grandes lentes se sobresaltó con la repentina presencia del alfa, hizo cálculos en su mente y supo que tenía el tiempo suficiente para mostrarle el estudio al fotógrafo y regresar al laboratorio con el prototipo del producto principal de la campaña.
—Sígame por favor —indicó.
Jungkook agradeció con una leve venia y siguió al pequeño de caminado gracioso por los amplios pasillos de aquel enorme edificio; entraron al ascensor y el beta presionó el botón numero 13, el alfa trataba de memorizar el camino para no tener dificultades en los siguientes días; esa mañana había tenído suerte, pero Jeon sabía que no todos tendrían aquella dosis de amabilidad cada mañana que se perdiera en aquel gran edificio.
—Agradezco mucho que me ayudara —Jungkook rompió el silencio, asustando una vez más al beta—. Es mi primer día y realmente no quería llegar tarde.
Por primera vez el chico nervioso sonrió. —No es nada, mi camino al laboratorio está en el siguiente piso de todas formas así que no hay problema.
—¿Laboratorio? —preguntó interesado.
El chico ajustó sus grandes lentes, sintiendo como se sonrojaba al ser el centro de atención de aquel alfa tan apuesto. —Yo inventé la fórmula con la que se hizo el prototipo de la campaña —confesó en un pequeño susurro.
—Fascinante —dijo el alfa con sus grandes ojos denotando emoción—. Yo solo me encargaré de tomar las fotografías —rió entre dientes.
—Fotografías que serán vistas por todo el mundo —el beta le observó con admiración—. A mi parecer es más emocionante que estar envuelto entre químicos.
A ambos les hubiese encantado seguir charlando, pero las puertas del ascensor al abrirse les recordaron que cada uno tenía un camino y trabajo por realizar. Ambos jóvenes salieron en silencio, y cuando estuvieron en el pasillo el pequeño beta volvió a hablar.
—El estudio está por allá —indicó, señalando una puerta marrón al lado de una roja—. No entres en la roja, esa es la oficina del jefe y no le gusta que personas lleguen sin ser llamadas.
—Muchas gracias —hizo una reverencia que fue correspondida. Ambos se despidieron con una sonrisa y tomaron su propio camino.
El alfa estaba nervioso y emocionado, ese trabajo era la oportunidad que había estado esperando desde hace mucho tiempo y ahora que por fin lo había conseguido daría todo de él para que fuese un éxito.
Entró al estudio y quedó gratamente sorprendido por la estructura del lugar. Hermosas paredes lisas de color blanco y un piso tallado en madera, dándole el aspecto simple y sofisticado que él había pedido; las luces ya estaban colocadas correctamente en el escenario donde haría la primera toma, y en una de las esquinas estaba un minibar con diversidad de bebidas que le estaban tentando.
—¿Eres el fotógrafo? —dio un brinquito en su lugar cuando aquella voz desconocida se coló por sus oídos de manera repentina.
Volteó rápidamente y se encontró con una hermosa omega vestida tan solo con una bata de seda de color rosa y con el maquillaje de la campaña aplicado de manera perfecta en su rostro, Jungkook supuso que se trataba de la modelo principal.
—Es correcto —sonrió cortés.
La omega devolvió la sonrisa. —Es un placer, mi nombre es Suzy.
—El placer es mío —dijo el alfa, observando distraídamente a su alrededor—. Me habían comentado que eran dos los modelos que harían la sesión —murmuró pensativo por solo ver a la chica.
—¡AQUÍ ESTOY! —el gran grito aturdió por algunos segundos la paz que reinaba en el estudio.
Alfa y omega observaron anonadados a un agitado pelirrojo ingresar en el estudio, sus manos iban cargadas con una malteada de lo que parecía ser fresa y unas donas con glaseado de chocolate el cual había quedado impreso en la comisura de sus labios y dedos. El chico dejó su comida en la mesita del minibar y encaró con una sonrisa avergonzada a los demás.
—Perdón por llegar tarde —hizo una reverencia—. Mi nombre es Kim Taehyung y soy el modelo que faltaba.
Y Jungkook jura que aquella imagen había sido la más preciosa que sus ojos habían visto hasta ahora. El chico era el omega más hermoso que haya conocido, con su llamativo cabello rojo brillante y sus ojos de un precioso verde lograba crear un atractivo envidiable; sus labios rojizos y perfectos y las hermosas pecas que cubrían sus mejillas serían los nuevos causantes de los suspiros del alfa; sin contar con aquellos atrayentes y dulces aromas que habían removido a su lobo de una manera que nunca creyó posible sentir.
Coco y almendras, embriagando su parte interna y nublando sus sentidos sin darle tregua alguna, solo incrementando aquella extraña emoción que nació con aquel primer encuentro de tímidas miradas.
Jimin agradecía haber llegado a aquella empresa sin haberse perdido; Jungkook le había pedido amablemente que por favor fuera a su lugar de trabajo para entregarle las muestras que Namjoon tenía que evaluar el día anterior, así que solo dejó a sus hermanos en el colegio y se apresuró a llegar al lugar indicado.
Y cuando lo hizo quedó boquiabierto.
Un gigantesco edificio se imponía ante él haciéndole sentir más chiquito de lo que era.
Sí, Jimin era consciente de que su estatura era baja para su edad, y ahora aquel edificio se lo comprobaba.
Caminó con paso cauteloso por las instalaciones observando fascinado cada aspecto y persona, todos luciendo pulcros y profesionales. A un lado del ascensor pudo ver a una bonita mujer revisar algo en una computadora así que, con un poco de vergüenza se acercó hasta ella.
—Disculpe, ¿Podría indicarme donde queda el estudio de fotografía, por favor? —pidió con amabilidad.
Sus ojitos se detuvieron en una bonita cesta repleta de chocolates que le hizo babear, diferentes formas, sabores, y tamaños que le estaban tentando y adormeciendo a un punto de no prestar atención a las indicaciones que la chica le estaba dando.
Cuando volvió a su mundo se avergonzó en demasía al percatarse que había ignorado a la amable recepcionista que le había ayudado; agradeció con una venia, siendo incapaz de volver a preguntar la dirección por mera vergüenza, obligándose a ingresar al ascensor con los pequeños datos que su mente había guardado.
Piso trece, recordó con una sonrisa de suficiencia apresurándose a presionar dicho botón antes de olvidarlo.
Dio pequeños y constantes golpecitos con el pie en el suelo del ascensor, se mordía los labios insistentemente, tratando de recordar la dirección.
Piensa Jimin, ¡piensa! Gritaba en su mente, con un puchero de frustración en sus labios.
No fue hasta que...
¡Puerta roja! ¡Claro!, la mujer le había mencionado esa puerta así que seguramente era ahí donde tenía que ir; felicitó a su mente brillante, y ahora con una gran sonrisa adornando en su rostro esperó pacientemente que las puertas del ascensor se abrieran.
Cuando lo hicieron, el pequeño rubiecito salió y observó el elegante pasillo que lo había recibido, encontrando casi de manera inmediata la lujosa puerta roja.
Caminó apresurado sin detenerse, quería dar siempre lo mejor de si para que su Hyung no tuviese ningún retraso en su trabajo, es por eso que no quiso darse el lujo de admirar la decoración del lugar y solo se concentró en llegar al lugar donde sabía Jungkook le estaría esperando.
"Pequeño Minie, cuando llegues al estudio no toques y solo entra ¿sí? Recuerda que somos un equipo."
Recordando las palabras de su Hyung entró sin tocar, y con una brillante sonrisa en su rostro.
Sonrisa que se borró inmediatamente, siendo reemplazada por una mueca de horror, gritando sin contención ante la perturbadora escena.
Ahí estaba el anciano desplomado en una silla, dormido, con la boca abierta y llena de baba, mientras que en una gran pantalla situada en el rincón se reproducía un episodio de Pucca a todo volumen.
—¡AHHHHHH!
YOONGLH💕
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