💕Diez.
—¡Bien! Tenemos harina, leche, huevos, vainilla... —detuvo su pequeño análisis y observó a su hermana mayor—. ¿Qué falta?
Jiwoo frunció el ceño, pensativa. —¿Margarina?
El pequeño Hoseok asintió con vehemencia, mientras con ayuda de su banquito buscaba en la alacena el último ingrediente que necesitaba para la sorpresa que ambos menores estaban preparando para su Minie.
Habían pasado un par de horas aproximadamente desde que el mayor de los hermanos llegó a su pequeño hogar; su aspecto era apagado, y su aroma tenía el tinte amargo de la tristeza impreso en cada dulce feromona. Los pequeños hermanos odiaron ver a su mayor de aquella manera; y como ya habían terminado con sus deberes del colegio, pensaron que sería buena idea cocinarle unos deliciosos panqueques que seguramente mejorarían su estado de ánimo.
Es por eso que ambos se encontraban internados en la cocina, con la ferviente misión de poder cocinar algo medianamente comestible.
El pequeño lloriqueó, sus bracitos apenas y rozaban la caja de cartón que contenía el tan deseado ingrediente, pero no era capaz de alcanzarlo. Al cabo de unos segundos de fallidos intentos, decidió arriesgarse pegando un saltito en su lugar, obteniendo con éxito la margarina, pero cayendo inevitablemente al suelo.
—¡Hoseok! —exclamó su hermana asustada—. ¡¿Te encuentras bien?!
El niño sonrió desde su lugar y extendió la pequeña caja con aire orgulloso, mostrándole a su hermana su valiente hazaña.
—¡La tengo!
La pequeña omega suspiró aliviada; ayudó a su hermano a levantarse, y cuando se aseguró que estaba en perfectas condiciones le llenó de coscorrones por ser tan cabezota.
—¡Eres un tonto, Hoseok! ¡Pudiste lastimarte! —regañaba histérica, sintiendo el latir desenfrenado de su corazón por semejante susto.
—Basta, Noona —suplicaba el pequeño con una sonrisita traviesa en su rechonchito rostro.
La mayor lo soltó a regañadientes. —No vuelvas a hacer algo así.
—¡Promesa! —exclamó, extendiéndole el pequeño meñique a su hermana.
Jiwoo ya no pudo seguir continuando con aquella expresión seria; su hermano menor era una bolita de ternura andante que siempre le hacía sonreír, travieso e hiperactivo que lograba marearla en ocasiones, pero, ¿Qué podía hacer? Así lo amaba.
Decidieron poner un poco de seriedad en el asunto, y ambos se pusieron manos a la obra. Su hermano necesitaba de ellos y una dosis de amor, y aunque no sabían con exactitud lo que había pasado, sí tenían presente que había sido lo suficientemente serio como para lograr apagar esa chispa brillante que siempre resplandecía en los hermosos ojitos de su Minie.
Debían estar con él y hacerle ver que no estaba solo.
El pequeño rubiecito sollozaba ahogando su lamento en la húmeda almohada que había tenido la ardua tarea de recibir cada una de sus lágrimas.
Todo había sido un desastre, y no sabía como podría ver a Jungkook nuevamente a la cara después de todo el revuelo que se había creado en la lujosa empresa por su culpa.
Luego del pequeño encuentro que había tenido con el anciano, Jimin descubrió que se trataba de Min Yoongi; un prestigioso empresario que, para empeorar la situación, había resultado ser el jefe del jefe de su jefe.
Ciertamente ese no era el problema; el alfa a pesar de no tolerarlo no lo echó a la calle como el omega estuvo esperando. Sí, era verdad que recibía miradas irritadas y un par de indirectas mordaces, pero no era nada con lo que el omega no pudiera lidiar.
No, el problema fue con ella.
Jimin nunca imaginó que una persona tan hermosa por fuera, estuviese tan podrida por dentro.
Flashback.
Apenas pudo huyó de las garras de un furioso pelinegro para volver a internarse en las delicias de los bocadillos que le habían sido ofrecidos cuando llegó.
Sin embargo, cuando estuvo a punto de tomar un panecillo de canela, una omega muy hermosa se interpuso en su camino con una sonrisa que le dio mala espina.
—¿Sabes donde estas? —la pregunta de la mujer lo desconcertó.
—Eh... ¿sí? —respondió inseguro.
La chica lo miró con rechazo. —Esta es una prestigiosa empresa, no un centro de caridad para personas miserables como tú —dijo con molestia—. ¿No tienes modales?
La cien de Jimin palpitó en naciente furia. —Solo los tengo con personas educadas y que merecen la pena —respondió con el mismo veneno con el que fue atacado.
La mujer rió sin gracia. —Pues no lo parece, durante toda la sesión no has parado de comer y me es desagradable observarte.
—Entonces arráncate los ojos —respondió el rubio con una sonrisa encantadora.
El sonido aplastante de la cachetada resonó por todo el lugar, el omega sintió un ardor abrasador extenderse por toda su mejilla izquierda, mientras el sentimiento de la vergüenza carcomía en su interior cuando fue consciente de que todos los presentes le observaban en silencio.
Por el rabillo del ojo vio el desconcierto de Jungkook y se sintió tan miserable y culpable.
El alfa le había dado una oportunidad y Jimin lo arruinó por completo por no saber comportarse.
—¡Eres un ignorante! —bramó la mujer armando más escándalo—. No pienso continuar con esta campaña mientras esta escoria esté aquí —anunció, ocasionando un jadeo colectivo de todo el equipo—. ¡Es maleducado, igualado y sin educación! Así que o lo echan a él, o me voy yo.
Fin del flashback.
Y bueno, Jimin decidió salir corriendo antes de que lo echaran a la calle.
Sus ojitos ardían a causa del llanto que parecía no querer parar; se sentía un estúpido por haberlo echado todo a perder, pero, sobre todo, sumamente culpable porque sabía que también había afectado a su Hyung, quien había confiado en él y le había ayudado tanto.
Pequeños toquecitos en la puerta le hicieron limpiarse las lágrimas con rapidez, justo a tiempo para recibir a dos pequeños con mirada sospechosa.
—Oppa, ¿Quieres hablar? —preguntó su hermana, sentándose a su lado.
Jimin tomó al pequeño Hoseok y lo colocó en su regazo, regalándole caricias en sus suaves cabellos que lo hicieron ronronear.
—Estoy bien —respondió con una sonrisa fingida.
Hoseok se reincorporó para poder quedar frente a frente con su hermano; tomó entre sus manitas el rostro del mayor e hizo un puchero al ver los bonitos ojitos azules tan irritados y con un rastro evidente de lágrimas.
—Minie no está bien —hipó—. Minie está triste.
Jimin se sintió peor, definitivamente ver a sus hermanitos tan decaídos por su causa no estaba en sus planes, y no sabía que hacer para mejorar la situación.
Empezaría con sincerarse.
—Tienes razón, Hobi —dijo, mientras observaba al cachorro directo a los ojos—. Estoy triste, pero ¿Sabes que me ayudaría? —el pequeño negó—. Un abrazo fuerte, fuerte.
No necesitó decir más, dos pequeños cuerpos lo envolvieron restaurando la paz y tranquilidad que tanto necesitaba. El abrazo fue tan cálido y reconfortante que, sin preverlo una hermosa sonrisa sincera nació en el rostro de cada uno, porque sabían que mientras estuviesen juntos no habría nada que pudiese vencerlos.
—No estás solo, Oppa —dijo su hermana, permaneciendo oculta en su cuello—. Quizá seamos pequeños y no entendamos muchas cosas, pero sí sabemos cuando estás triste; sabemos de tus penas y tus lamentos, y el como siempre quieres ocultarlas de nosotros —salió de su escondite y le observó cálidamente—. Así que quiero pedirte que a partir de ahora las compartas. Te amamos, y siempre estaremos para escucharte.
Jimin sonrió agradecido, regalándole un beso tronador en la mejilla de cada uno; luego extendió el meñique de cada mano a cada uno de sus hermanos, quienes con una sonrisa lo entrelazaron.
—¡Promesa! —exclamaron los tres a la vez, alivianando de esta manera el dolor en el mayor.
Su cálido momento se vio interrumpido por un inquieto cachorro.
—¡Hyung! —exclamó, mientras tiraba de la manga del suéter del rubio con insistencia—. Ven con nosotros a la cocina, ¡Preparamos una sorpresa para ti!
El rubiecito sintió una extraña calidez alojarse en su pecho. Asintió con una sonrisa y se dejó guiar por ambos menores hasta la cocina.
—¡TADÁNNN! —gritaron ambos, con los brazos extendidos hacia la pequeña mesa.
El mayor observó con curiosidad la pequeña bandeja con florecitas grabadas que contenían unos deliciosos panqueques humeantes, al lado de ella había una bonita cafetera a juego y en el centro un florero que contenía unos hermosos crisantemos. Sus flores favoritas.
—¿Es para mí? —preguntó, sintiendo como su sonrisa no hacía más que aumentar.
Ambos menores asintieron con un adorable sonrojo cubriendo sus mejillas.
—¿Te gusta? —aventuró Jiwoo, sintiéndose tímida y jugando con la tela de su vestido.
El omega caminó los pocos pasos que lo separaban de la mesa, se sentó en ella y se sirvió; todo bajo la atenta mirada de los menores.
—Musho —respondió con las mejillas llenas, haciendo soniditos placenteros por el agradable sabor.
De repente, golpes pausados se dejaron escuchar a través de la madera de la puerta; los tres hermanos se observaron extrañados, ya que no solían recibir visitas.
—¡Yo voy! —canturreó Hoseok, mientras daba brinquitos animados en su camino hacia la puerta.
Se puso de puntitas para poder abrirla y cuando lo hizo lo primero que sus ojitos captaron fueron unas piernas exageradamente largas, cubiertas por unos vaqueros desgastados con restos de pintura de color amarillo y verde; su mirada fue ascendiendo por el enorme cuerpo y pudo ver los múltiples tatuajes multicolor que cubrían ambos brazos del desconocido, haciendo una exagerada mueca de sorpresa ante el cabello largo amarrado en una coleta de un extravagante color naranja, agregándole los piercing que cubrían su rostro.
—¿Q-quien es u-usted? —preguntó el cachorro, sintiéndose intimidado.
El extraño, quien permanecía mortalmente serio le extendió una pequeña taza de porcelana rosa.
—¿Tienes azúcar?
Y un portazo en la cara fue lo que recibió.
Jimin se sobresaltó cuando escuchó el fuerte golpe, salió rápidamente de la cocina y se dirigió hacia la entrada donde un pálido Hoseok respiraba con dificultad. Al otro lado de la puerta pudo captar los potentes aromas de la lima y el café, corroborándole que había alguien ahí.
Abrió la puerta y grande fue su sorpresa cuando sus ojos cruzaron con unos oscuros con matiz aburrido. El omega se sintió intimidado por el porte rudo que el extraño ofrecía y el tipo de fachas que llevaba. Sin embargo, una tacita de porcelana rosa extendida en su dirección logró despertar su curiosidad.
—Azúcar —fue lo que dijo el alfa.
El omega estaba patidifuso. ¿Había escuchado bien?
Iba a responder; en esas estaba cuando una hermosa mujer de cabellos negros salió de la puerta que queda frente a la suya, con una sonrisa radiante y, al igual que el alfa, cubierta de tatuajes y piercing.
—Cariii —llamó—. ¿Conseguiste el azúcar que necesito para mi exfoliante? Oh, ¡Hola vecino!
Jimin no entendía.
—¿Hola?
La chica pareció entender su desconcierto así que aclaró. —Soy Hyuna, y éste es Dawn. Recién nos mudamos y somos tus nuevos vecinos —sonrió encantadora—. ¿Tienes azúcar? Como acabamos de llegar no hemos hecho las compras y es urgente obtener un poco.
—Oh, claro —accedió el rubiecito, tomando la taza que seguía extendida en su dirección—. Me esperan un momento por favor.
Ingresó rápidamente a su apartamento y corrió hacia la cocina en busca de un poco de azúcar; la pinta de ambos desconocidos era un tanto extravagante y extraña, así que no quería dejarlos a solas tanto tiempo con sus hermanos.
Regresó en tiempo récord, con la pequeña taza rebosante de azúcar. La chica identificada como Hyuna sonrió complacida mientras la tomaba.
—¡Gracias! Cuando quieras nos reunimos y te hago una mascarilla que te caerá divina —dijo enérgica para luego irse a su apartamento en compañía del alfa.
Jimin resopló divertido, sus nuevos vecinos definitivamente eran algo peculiar.
La señora Min estaba complacida.
Después de pensárselo muy seriamente llegó a la conclusión de que poner un cartel en la casa de su hijo no era una idea descabellada; después de todo, muchas personas buscaban trabajo en el día a día.
Aprovechó que Yoongi estaba ocupado con asuntos del trabajo y salió al exterior con el gran cartel que había preparado con antelación. No pensaba decirle nada a su hijo, y éste cuando viera lo que había hecho no podría hacer nada para quitarlo. Después de todo, ya estaría hecho.
Min Chaerin era fiel creyente de que era mejor pedir perdón a pedir permiso.
Es por eso que en ese momento se encontraba clavando el enorme cartel en el fino enverjado de la mansión de su hijo, sin ningún tipo de remordimiento y más bien con una enorme sonrisa en su cuidado rostro.
Le costó más tiempo del esperado dejarlo bien sujeto, pero cuando terminó se sintió satisfecha con su trabajo.
Ahora solo quedaba esperar, y que el alfa no pusiera el grito en el cielo por lo que había hecho.
—Funcionará —se dijo segura, observando con orgullo su creación.
¡Trabajo fácil y rápido!
¿Te interesa?
La paga es excelente y no son muchas las exigencias.
Jugoso, ¿no?
Tan solo debes tener deseos de trabajar, y quizá solo quizá un poco de paciencia.
Si te animas no dudes en contactarme al número: +******9978.
💕YOONGLH.
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