✏ Capítulo Final ✉❦

Entré en la cocina y vi a Tae examinando atentamente dos collares que había sobre la encimera.

Mi padre estaba sentado a la mesa, fingiendo que la cosa no le interesaba.

— Papá, no —tomé a Tae de la mano y me lo llevé.

— ¡Es un juez imparcial! —gritó mi padre a nuestras espaldas.

Tae le devolvió el grito:

— Lo siento, señor Jeon. Me han secuestrado.

— Más bien, salvado —dije en voz baja.

— Tus padres son muy divertidos.

— Sí que lo son —abrí la puerta de mi habitación y agarré la guitarra— Ahora, necesito tu ayuda. Tú eres el letrista de nuestro grupo, ¿vale? Necesito terminar esta canción en dos días y se me ha acabado la inspiración.

Tae sonrió ampliamente.

— Creía que habías dicho que yo te inspiraba.

— Cuento con ello. Ahora, siéntate ahí, donde pueda ver tu hermoso rostro, y ayúdame a pensar una buena letra.

Se sentó en la silla con su preciosa sonrisa a punto.

— Vale. Manos a la obra.

[🥀]

Una hora más tarde, dejé la guitarra a un lado.

— Se te da igual de mal que a mi hermano —gruñí— Tus letras no son mejores en persona que por carta.

— Qué buen verso: «No eres mejor en persona que sobre el papel»

Me reí.

— Para ya. Venga. Sé que puedes ayudarme con esto de verdad. Solo me hace falta que el estribillo fluya mejor.

Mi cuaderno estaba a mi lado, sobre la cama.

Había estado usando papeles en sucio para ver si sacaba la canción en lugar de escribir los versos en el cuaderno para luego tacharlos.

Tae se inclinó hacia delante y lo agarró.

— ¿Puedo mirar?

Se me aceleró el corazón.

Podía hacerlo.

Lo peor ya había pasado.

Mingyu había leído mis letras delante de todo el instituto y a la gente le habían gustado.

Poco sabía él que, en realidad, su intento de hacerme daño había terminado dándome un golpe de confianza.

— Sí.

Tae sonrió como si supiera lo duro que me resultaba aquello.

— Gracias.

— No te burles de mí.

— Pero si se me da muy bien.

— Ah, y hay una canción con mala vibra sobre ti. Estaba enfadado.

Se rió y se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la cama de Jimin, delante de mí.

— Claro que sí.

Comenzó a pasar las páginas mientras yo seguía escribiendo.

— ¿Monstruos en los árboles?

Bajé al suelo y me senté contra mi cama, estirando las piernas y dejando que se entrelazaran con las suyas.

— He dicho que no te burles de mí.

Se rió entre dientes y el sonido me cortó la respiración.

Lo observé mientras leía:

Tenía la mandíbula relajada, el pelo caído sobre la frente y los dedos colocados para pasar otra página.

Y empecé a escribir.

Las palabras fueron nuestro nexo y casi nuestra separación.
Tú me contaste tus secretos y luego me robaste el corazón.
Dicen que el amor es crudo como...

— ¿Qué es crudo? —pregunté.

— ¿Cómo? —levantó la vista de la página y me miró.

— Dime cosas que sean crudas.

¿La carne?

Me reí.

— Nos parecemos más de lo que crees.

Su mirada se suavizó mientras me observaba.

— ¿El amor?

Sonreí y le empujé la rodilla con la mía.

— Ya he usado el amor. Estaba intentando compararlo con otra cosa —dí unos golpecitos en el papel con el lápiz y me mordí el labio.

Tae volvió a mirar el cuaderno.

— Ésta es muy buena.

— ¿Cuál?

— Ya sabes cuál. Tienes que presentarla al concurso.

— No puedo, Tae. Es tuya.

— Es dura. Es real. Es perfecta. ¿Le has puesto música?

Asentí nervioso.

La melodía me vino inmediatamente a la cabeza.

— ¿Puedo escucharla?

Me sonrojé.

— En realidad, no toco delante de la gente. Solo compongo. Esta letra siempre ha sido para que la cante otra persona.

— ¿Puedo escucharla? —repitió.

Extendí la mano para pedirle el cuaderno y me lo dió.

— De hecho, tengo una segunda estrofa que no está ahí —saqué una página del cajón de mi mesilla y enseguida me entraron los nervios por compartirla.

— No te miro, si eso te ayuda —dijo Tae, como si me estuviera leyendo la
mente.

Agarré la guitarra que estaba encima de la cama.

— Sí, me ayuda.

Sin embargo, cuando empecé a tocar, no pude evitar mirarlo, y cuando sus ojos se encontraron con los míos, resultó que lo único que hacían era tranquilizarme.

Canté la letra de memoria:

He hecho de la espera un arte.
Reconstruí mi corazón,
y uní sus dos partes
para poder resistir un día más.
Me dibujé una sonrisa torcida
y dejé mis lágrimas tendidas
porque sabía que volverías,
y no te irías jamás.
Pero mis brazos...
Están vacíos.
Y mi corazón...
Hecho pedazos.
Y mi alma...
Se retuerce.
Y la garganta...
Me duele.
Porque al despertar,
lo he comprobado:
Sé que me has abandonado.

Al empezar la segunda estrofa, la emoción hizo que se me cerrara un poco la garganta y que la voz se me pusiera un poco ronca.

Ya me he cansado de esperar.
Puede que
mi corazón ya nunca sea igual.
Pero es hora de vivir y seguir adelante.
Quizá todo esto
me haya hecho ser más fuerte.
Aunque puede que,
haya sido cuestión de suerte.
Creo que has hecho bien en separarte.
Ahora...
Extiendo los brazos.
Y mi corazón...
Está sanando.
Y mi alma...
Está esperanzada.
Y mi garganta...
Está gritando.
Porque al despertar,
por fin he comprobado,
que no puedo sentirme abandonado.

Pasé a la estrofa que unía los estribillos mientras su tierna mirada me animaba a continuar.

Te necesitaba.
Te quería.
Intentaba complacerte,
pero esa no es forma de vivir.
Ahora solo depende de mí,
y si vuelvo a verte pronto,
tal vez te quedes conmigo...

Paré de tocar y dejé que reinara el silencio durante un momento antes de cantar el final.

Ahora, mis brazos...
Son más fuertes.
Y mi corazón...
Sigue latiendo.
Mi alma...
Alza el vuelo.
Y mi garganta...
Está hablando.
Porque, al despertar,
por fin he comprobado,
que no voy a sentirme abandonado.

Las últimas notas resonaron en el aire durante unos segundos antes de que todo quedara en silencio.

La garganta se me cerró todavía más a causa de los nervios.

Tae no había apartado la mirada, pero aquel brillo juguetón había vuelto a sus ojos.

— Creo que te quiero.

Mi corazón se subió por las nubes.

— Y-yo... Tendríamos que reservarnos esas declaraciones tan importantes para las cartas —tartamudeé.

— O las canciones.

— Sí, eso quedaría bien en una canción.

— Voy a escribirla —dijo— Y será buena.

Me reí.

— No, en serio. ¿Quién te ha dicho que no vales para tocar en público? Se te da genial.

Se me sonrojaron las mejillas.

— Y esa canción, Kookie. Preséntala, por favor. Es perfecta. ¿La presentas al concurso?

Suspiré profundamente.

Sin embargo, antes de que pudiera contestar, Yugyeom irrumpió en la habitación.

— ¡SooBin me ha robado el dinero del Ratoncito de los dientes! —gritó.

— ¡Mentira! —dijo Bin entrando tras él a la carrera— Lo ha perdido.

Luego apareció Jimin.

— ¿Puedo entrar ya en mi propio cuarto?

Sonreí a Tae en medio del caos.

— ¿Vas a presentarla al concurso? —articuló con los labios entre tanto ruido.

Asentí.

Iba a hacerlo.

No podía esperar.

Ni siquiera importaba si la canción ganaba o no.

Solo saber que podía hacerlo, que iba a hacerlo, ya era un gran paso para mí.

Y entonces, dije:

— Creo que yo también te quiero... PD. Me gustas.

«“Porque a veces, es imposible poner por escrito los asuntos del corazón...”»

Fin.

[🥀]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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