✏ Capítulo 7 ✉
Otro mensaje me esperaba en clase de Química al día siguiente.
Debajo de mi:
«Blackout lo rompe. Quiero ser Lyssa Primm cuando sea mayor. Me sorprende que los conozcas», habían escrito:
Lo siento, lo de ser ella ya me lo había pedido yo.
Había una carita sonriente torcida y luego:
¿Has escuchado a The Crooked Brookes? Lo. Mejor.
No había oído hablar de The Crooked Brookes.
Asumí que era el nombre de un grupo o el título de alguna canción.
Las similitudes en nuestro gusto musical habían terminado.
Sin embargo, mi interlocutor me había dejado su primera pista:
Era una chica.
Aquello no me ayudaba a reducir la lista de candidatas para adivinar su identidad.
De hecho, me había dejado aún más descolocado.
Mientras el señor Lee estaba de espaldas a mí, escribí:
«No, tendré que echarles un vistazo»
Mi respuesta ocupó lo que quedaba de espacio libre en la parte derecha de la mesa; el único lado en el que podía escribir sin que se me notara.
Parecía que me había quedado sin distracción en la clase de Química hasta que tocara limpiar las mesas.
Un agujero en el puño de mi camisa me llamó la atención.
Se habían deshecho las puntadas.
Los peligros de comprar en tiendas de segunda mano.
No lo había visto antes.
Tendría que arreglarlo luego.
Me doblé dos veces la manga para ocultar el agujero e hice lo mismo en el otro brazo.
A mi lado, Eun Woo susurró:
— La verdad es que no deberías escribir así en la mesa.
Estaba leyendo la conversación.
Quise taparla para que no pudiera verla, pero me pareció una ridiculez.
Cualquiera que quisiera podía venir y leerla.
— Solo es lápiz. Se puede borrar.
Para demostrarlo, borré la primera letra de mi primer mensaje.
— Mira.
Eso pareció satisfacerle y volvió a ponerse a tomar apuntes.
Yo intenté tomarlos también, pero aquella "A" que acababa de borrar me estaba distrayendo.
Volví a escribirla y luego escuché con mucha atención lo que estaba diciendo el señor Lee.
[🥀]
Odiaba los periódicos.
Los periódicos que anunciaban concursos.
No, odiaba los concursos.
No tenía nada.
Menos que nada.
No tenía canciones en el cuaderno que llevaba encima todo el día y en el que escribía letras de canciones.
Sí, tenía alguna estrofa buena aquí y allá, montones de palabras y montones de ideas.
Bueno, «ideas» era una palabra generosa.
¿Qué narices quería decir cuando escribí «Una canción sobre monstruos en los árboles estaría genial»?
¿Monstruos en los árboles?
¿De verdad pensaba que algo de lo que tenía en aquel cuaderno era digno de un concurso de canciones?
— ¿Por qué estás refunfuñando? —preguntó Jimin desde el asiento del conductor mientras me llevaba al instituto.
Me había pasado la noche entera hojeando el cuaderno.
Dormir no hacía que aparecieran más letras por arte de magia.
Levanté la vista.
Acababa de parar el coche en la entrada del aparcamiento del instituto.
— No era mi intención refunfuñar.
— Parece que haces muchas cosas que no tienes intención de hacer. Tal vez
deberías intentar no hacer cosas así. Tendrías más amigos.
— Gracias, Jimin. Buen consejo.
Fui a abrir la puerta justo cuando un grupo de personas pasó por delante del coche de Jimin, Tae Hyung entre ellos.
Se deslizó sobre el capó, aterrizó de pie al otro lado y luego le guiñó un ojo.
Minnie abrió la boca, disgustado.
— ¿Quién es ese cerdo arrogante?
— Nadie.
Tocó el claxon tres veces.
— Jimin, para.
Bajó la ventanilla.
— ¡Eh! —le gritó a Kim— Eso que acabas de hacer es una grosería.
Me bajé de un salto.
— Hasta luego.
Me aparté del flujo de la bronca que le estaba echando mi hermano.
Intenté no sonreír, pero era divertido escuchar a alguien regañando a Tae Hyung, para variar.
Nadie parecía atreverse a hacerlo en ese instituto.
Él se había dado la vuelta, como si de
verdad estuviera escuchándole, con aquella sonrisa engreída suya.
Apreté el paso para que no me viera.
Un minuto después, escuché una voz a mi espalda.
— Veo que es cosa de familia.
¿Había venido corriendo hasta mí solo para decirme eso?
— ¿Nuestros sentimientos hacia ti? —dije, olvidando que se suponía que estaba ignorándolo— Sí, debe de ser genético.
— Creo que hay medicamentos para eso.
Ladeé la cabeza.
— ¿En serio? ¿Eres tú quien vende las pastillas para las molestias anti-Tae Hyung? ¿Es así como se las arreglan tus amigos?
— No, me refería a lo tuyo, pero...
Levanté las cejas.
— Sí, esta ronda la he ganado yo.
— ¿Cómo vamos, entonces? ¿Tú llevas tres ahora y yo doscientas?
— ¿Las estás contando?
— Siempre.
Dicho esto, se apartó de mí y se reunió con un grupo de amigos.
«No merece la pena», me repetí una y otra vez hasta que desapareció de mi vista sin que tuviera lugar percance alguno.
Me dolía la mandíbula y me di cuenta de que estaba apretando los dientes.
Exhalé profundamente e intenté relajarme.
Ver a Yoongi caminando en solitario a seis metros de mí me ayudó.
Casi pude sentir toda la tensión abandonando mi cuerpo al verlo andar tan relajado.
Más allá de Yoongi, SeokJin me saludó desde el otro lado de las piedras.
Las cruzó de un salto, con sus oscuros rizos dando botes.
Cuando se puso a caminar a mi lado,
ya me había olvidado por completo de Tae Hyung y, dado que todavía estaba fingiendo que no existía, no iba a contarle lo que acababa de pasar.
Me sentía orgulloso de mí mismo por morderme la lengua.
— Hola —dijo, agarrándome del brazo.
Sus pulseras de plástico tintinearon al
chocar entre sí.
— Hey —respondí.
— Me sorprende que no haya notado el agujero que le has grabado a fuego en la nuca.
— ¿Qué? ¿A quién?
— Sí, claro. Como que no sabes a quién estabas mirando.
Las mejillas me ardieron y volví a mirar a Yoongi, que ya casi había llegado a las taquillas que estaban al otro lado del comedor.
Iba a evitar el tema preguntándole si había terminado el trabajo de Historia, pero entonces cuatro chicas de segundo se encontraron delante de nosotros y pegaron unos fuertes chillidos.
Todas se intercambiaron unos vasos con tapa del Starbucks que llevaban en la mano.
Yo estaba confuso hasta que Jin me susurró:
— Cada una se compra una bebida por la mañana y luego se las intercambian.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué no? Es divertido.
Las rodeamos.
— Necesitamos una tradición matutina.
Señalé a las chicas, a nuestra espalda.
— ¿Esa tradición matutina?
— Esa no. Pero sí algo que hagamos o digamos cada mañana para empezar bien el día.
— Eh...
— ¿Un apretón de manos?
Levanté las cejas.
— Con «buenas» nos hemos apañado bastante bien durante los últimos tres años.
— Pero es que son muy tiernas —dijo él, señalándolas con la cabeza mientras se reían.
— ¿No somos ya lo bastante agradables para ti?
— No. No lo somos.
Sonrió.
— Justo anoche, antes de dormirme, pensé: «Ojalá Jin y yo tuviéramos una tradición matutina». Así nuestra amistad sería mucho más linda.
— Y anoche, antes de dormirme, yo me pregunté cómo tienes la suerte de tener un mejor amigo como yo, con lo cabrón que eres.
— Qué suerte.
SeokJin abrió mucho los ojos.
— ¡Eso es! ¡Esa es nuestra tradición!
— ¿Hablar cada mañana de lo estupendo que eres tú y de la suerte que tengo yo?
Él negó con la cabeza.
— No... Bueno, eso podemos hacerlo también, pero ¿y si nos decimos cada mañana lo último que pensamos antes de irnos a dormir la noche anterior? Antes de decir cualquier otra cosa.
— No funcionará. Tú dirás «NamJoon» cada mañana. Lo dirás tantas veces que pronto ya no sabré si me llamo NamJoon.
— Eso no es verdad.
Hizo un puchero.
— Vale, supongo que no nos hace falta
ninguna tradición, pero, hablando de Nammie, quiere salir con nosotros este fin de semana. Vas a venir, ¿no?
Tiré de las asas de mi mochila.
— Creía que habíamos decidido que no ibas a organizarme más citas.
— No te he organizado ninguna cita. Vamos a ir en grupo. Unos amigos suyos y nosotros.
Fruncí el ceño, receloso.
— ¿Qué vamos a hacer?
— Ir a los karts.
La pista interior no era barata.
Calculé cuánto dinero tenía ahorrado en el bote que guardaba en el armario.
Después de comprarme la guitarra, la madre de los gemelos contrató a una niñera a tiempo completo, así que ya no podía contar con mi fuente de ingresos habitual.
De vez en cuando trabajaba para mi madre en ferias de artesanía, pero ya hacía bastante tiempo de eso.
No recordaba si me había gastado todo el dinero la última vez que fuimos al cine con NamJoon y sus amigos.
— Vale, sí. Hablaré con mi madre. Suena divertido.
— Suena genial.
Sonó el timbre.
— Te veo en la comida. Si no te mueres en Química, claro.
— He de correr ese riesgo cada día.
— Yo creo en ti.
Se había alejado diez pasos cuando grité:
— ¡Jinnnie!
Se volvió.
— ¿Sí?
— No necesitamos tradiciones cursis. Somos inseparables.
[🥀]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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