✏ Capítulo 47 ✉

Hacía siglos que no iba a un encuentro de motivación deportivo.

Había mucho jaleo.

Jin se inclinó hacia mí mientras nos sentábamos en las gradas.

— Las cosas que hacemos por tu novio —dijo con una sonrisa.

— Eso mismo estaba pensando yo.

Habíamos llegado al momento del encuentro en el que acababan de dar la enhorabuena al equipo de fútbol por haber hecho una temporada fantástica.

Los equipos deportivos hacia los cuales teníamos que dirigir todos nuestros esfuerzos como fans estaban repartidos por todo el escenario.

Tae me había llamado la atención y le sonreí.

Uno de los entrenadores dio un toquecito en el micrófono y preguntó:

— ¿Está encendido esto? —era evidente que sí.

Mingyu, que debía de hacer tenis, natación o algún deporte de la temporada de primavera, atravesó el escenario hasta llegar al entrenador que sostenía el micrófono.

Le dijo algo en voz demasiado baja y no pudimos escucharlo.

— Nadie me había dicho nada de eso —contestó el entrenador sobre el micrófono en voz alta y clara.

Él le dijo algo más.

— ¿Un concurso de poesía?

Mingyu se acercó al micrófono para que también pudiéramos oírle a él.

— En este instituto no solo nos centramos en los deportes, ¿no? Se supone que tenemos que anunciar el ganador del concurso de poesía.

— ¿De qué habla? —preguntó SeokJin.

Me encogí de hombros.

— Ni idea. A lo mejor es el presidente de algún club de poesía —aunque no me cuadraba mucho.

— Eso no está en el programa —dijo el entrenador— Siéntate, Mingyu, por favor.

— Entrenador Dean —respondió Mingyu, subiendo la voz— no querría que hubiera un escándalo en las redes sociales porque en el Instituto de Seúl solo se preocupan por sus equipos deportivos.

El entrenador miró a su alrededor como si esperase que alguien lo rescatara.

Como nadie lo hizo, le pasó el micrófono a Mingyu.

— Que sea rápido.

Él sonrió ampliamente y se dirigió a todo el gimnasio.

— ¡Hola, Instituto de Seúl!

Aquello levantó un fuerte griterío.

— Como muchos de ustedes saben si leen el periódico del instituto, este primer semestre hemos organizado un concurso de poesía. Estoy aquí para leerles el poema ganador. Les va a encantar a todos.

Fue entonces cuando se quitó una mochila que yo no había visto antes y sacó mi cuaderno de su interior.

Lo reconocí desde el otro extremo del gimnasio por los dos tonos de morado y verde y por mis dibujos negros por todas partes.

El estómago se me encogió de miedo.

«Nooo»

Jin tomó aire.

Era obvio que él también había reconocido mi cuaderno.

— Este poema lo ha escrito Jeon JungKook, de tercero, dedicado a Kim Tae Hyung.

Era como si la sala entera hubiera soltado un «oooh» colectivo.

— ¿Qué vas a hacer? —preguntó SeokJin.

Yo estaba paralizado, medio preparado para saltar y lanzarme sobre Mingyu, medio preparado para salir corriendo del gimnasio.

Mi mirada se clavó en Tae como un dardo.

Tenía una sonrisa confusa en la cara.

— Lo sé —continuó Mingyu— ¿A que es muy lindo? Bueno, lo que muchos de ustedes no saben es que el padre de Kim Tae Hyung los abandonó a él y a su familia hace varios años. Una verdadera tragedia. Y JungKook ha escrito un poema increíble sobre ello.

Era una pesadilla.

No había escrito el nombre de Tae en ninguna de las páginas, salvo en la que él ya había leído en el aula de castigo.

Estaba asumiendo que esa canción iba sobre Tae.

Por las otras letras.

Por todas las notas que había escrito en los márgenes.

Lo estaba asumiendo porque quería hacerme daño...

Y probablemente a él también.

Negué con la cabeza mirando a Tae y formé en silencio la palabra «detenlo» con los labios.

Él estaba mucho más cerca de Mingyu que yo.

Estaba en el escenario con él, pero no me miraba a mí, sino a Mingyu.

Parecía estar igual de paralizado que yo.

No podía dejar que aquello sucediera.

Me levanté y empecé a bajar por las gradas, entre los alumnos y por encima de las mochilas, pero Mingyu ya estaba leyendo la letra de Abandonado en voz alta.

La vida privada de Tae resonaba por el gimnasio, que de repente se había quedado en completo silencio.

Cuando llegué al suelo y me dirigía hacia el escenario, Mingyu ya estaba leyendo los dos últimos versos.

Mis palabras hacían eco por el gimnasio lleno de gente.

Gente que, como pude comprobar, parecía absorta en ellas.

Me detuve mientras Mingyu terminaba.

Estaba solo en medio de la cancha de baloncesto, sobre el ojo de la mascota del instituto que había allí pintada:

Un toro.

— Y aquí lo tenemos —dijo Mingyu con una voz dulcísima— Chicos, echenle una mano. Sube a recibir tu premio, JungKook.

Subí, en efecto, porque quería recuperar mi cuaderno, llevarme a Tae de allí y explicarle todo, pero no sucedió así.

Cuando subí los cinco peldaños del escenario en medio de un estruendoso aplauso, Tae Hyung se había ido.

— Eres cruel —le dije a Mingyu en voz baja.

Le arranqué el cuaderno de las manos.

— No se lo merecía.

Él sonrió, me abrazó y susurró:

— Los dos se lo merecían.

Mingyu quería que yo reaccionara.

Quería que le diera un puñetazo o que le empujara y que todo el instituto viera que yo era un imbécil y que le había tratado fatal después de que él me hubiera cubierto de elogios.

Además, si hacía como si tuviera importancia, haría que cobrara importancia.

La gente pensaría que Mingyu acababa de revelar algo sobre Tae que no debía saberse.

No quería hacerle eso, así que sonreí, dije un tembloroso «gracias» frente al micrófono, me alejé del escenario lo más rápido que pude y salí para buscar a Tae, pero no lo encontré.

Durante los siguientes treinta minutos, le envié lo que me parecieron cien mensajes, y todo decían algo como:

«“Me ha robado el cuaderno. No he presentado eso a ningún concurso.
Lo siento. ¿Dónde estás? ¿Podemos hablar? Esto ha sido su venganza. Lo sabes. Por favor, yo no quería que pasara esto”»

No me respondió.

A ninguno de ellos.

Se había terminado.

Habíamos terminado antes de empezar siquiera.

Di una segunda vuelta por el campo de béisbol con la esperanza de que hubiera aparecido por ahí en algún momento mientras yo lo buscaba en el vestuario de los chicos y en la cocina de la cafetería.

Entonces me vibró el móvil.

Sentí un rayo de esperanza hasta que vi que el mensaje era de SeokJin.

«“¿Dónde estás?”»

«“En el campo de béisbol”», respondí, abatido.

Llegó en tres minutos.

— ¿Le damos la paliza ahora o luego? —preguntó Jin con los ojos brillantes.

Me apreté las sienes con las palmas de las manos.

— Estoy preocupado por él.

— Tranquilo. Estará bien. La canción era muy buena, por cierto. Todo el mundo está hablando de ella.

Sentí una ola de orgullo en mi interior como la que había sentido durante una milésima de segundo en medio de aquel gimnasio mientras mis palabras lo inundaban todo.

Reprimí ese sentimiento.

— Jin —dije con la voz rota— Tae lo guardaba todo en secreto y ahora el
instituto entero lo sabe por mi culpa y por la de esa estúpida letra.

— Por tu culpa no. Por la de Mingyu.

— No debería haber escrito nada sobre su vida, para empezar.

— Pero, ¡si él metió todas esas notas sobre su vida debajo de una mesa! —señaló Jin— ¡Cualquiera podría haberlas visto! Podría haber sido cualquiera, Koo, no tú. Alguien que no fuera amable, leal y de confianza como tú. Tuvo suerte. Esto podría haberle pasado hace semanas y habría sido culpa suya.

— Pero no pasó. Ha sucedido ahora y por mi culpa.

— Bueno, pues ve a explicárselo.

Volví a mirar el teléfono.

— No me contesta.

— Pues ve a buscarlo —se sacó las llaves del bolsillo y me las dió— Le diré a Nam que venga a recogerme.

No dudé.

Agarré las llaves, abracé a SeokJin y salí corriendo.

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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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