✏ Capítulo 38 ✉
Al día siguiente, me estaba muriendo de ganas de leer la carta de Kim con la esperanza de que fuera una un poco más positiva.
La noche anterior estuve pensando mucho en él, preguntándome si tendría que inventarme otra excusa para visitarlo, para ver cómo estaba.
Me convencí a mí mismo de lo contrario al recordar lo mal que había terminado mi última visita a su casa.
No quería que se sintiera peor.
Así pues, cuando me senté en mi sitio en Química, dejé que mi mano fuera inmediatamente hacia la parte inferior de la mesa.
No encontré nada.
Más tarde, una caída de lápiz estratégica dio el mismo resultado.
Ese día no había carta.
Lo primero que pensé fue que Mingyu la había interceptado, pero aún no estaba en clase.
Eun Woo estaba hojeando sus fichas de repaso del día anterior y el profesor, el único sospechoso que me quedaba, estaba escribiendo en la pizarra.
Tae Hyung debía de haberse quedado en casa.
Consideré varias razones horribles por las cuales pudiera estar ausente, pero me obligué a quedarme con la idea de que lo más seguro era que estuviese enfermo.
No había nada de qué preocuparse.
A menudo la gente se quedaba en casa porque estaba enferma.
Le escribí una nota deseándole que se recuperase, incluyendo un cuenco tortuguil de sopa.
Al día siguiente, todo volvería a la normalidad.
Solo que nada volvió a la normalidad al día siguiente.
Seguía sin haber ninguna nota; solo mi carta del día anterior.
Me daban ganas de preguntarle a Mingyu dónde estaba Tae Hyung, pero pensé que sería mejor no hacerlo.
Le dejé otra nota más diciéndole que me estaba estropeando la clase de Química porque había tenido la cara de ponerse enfermo y que esperaba que solo fuera eso.
— Recuerden que el examen final es mañana —dijo el maestro justo cuando estaba metiendo mi última nota debajo de la mesa— Prepárense bien y asegúrense de estudiar las fichas de repaso.
¿Iba Tae Hyung a perderse el examen final?
¿Se acordaba de que lo teníamos ya?
Mingyu se lo diría.
No era mi responsabilidad.
Después de clase, mientras Jin y yo hablábamos de nuestros planes para el siguiente fin de semana, vi que Kim tiraba su mochila dentro de su taquilla y sacaba una bolsa de deporte.
El corazón me dio un vuelco.
— ¿Había venido hoy? —pregunté en voz alta.
SeokJin se giró para ver qué estaba mirando.
— ¿Quién?
— Tae Hyung. No ha ido a Química.
— Sí que ha venido a Química.
Esa declaración me sentó como un puñetazo en el estómago.
Había ido a Química, solo que, al parecer, no me había respondido.
¿Habría averiguado que su amigo por correspondencia no era Mingyu?
¿Que era yo, en realidad?
Agarré a Jin por el codo y lo saqué del instituto a empujones antes de que Kim pudiera verme.
[🥀]
Los ruidos que venían del patio trasero no eran inusuales, pero las voces que los acompañaban sí.
Mi madre y mi padre estaban los dos ahí fuera, dándole golpes a algo con un clavo y un martillo.
Abrí la puerta de atrás y vi que tenían una jaula grande a medio montar.
No una jaula normal, sino una con dos pisos, rampas, cornisas y un montón de cosas más que harían las delicias de cualquier conejo.
El tipo de jaula que sabía que habría diseñado mi padre expresamente para él y que le habría llevado mucho tiempo idear.
Mi padre posó orgulloso junto a la jaula.
Yo lo miré y levanté las cejas.
— ¿En serio? —dije— ¿A ti también te ha poseído el amor conejil?
Mi madre se rió, soltó el martillo y le dio unas palmadas en el hombro a mi padre.
— Es que es muy buen papá, nada más.
— Parece ser que en nuestra familia hay sitio para todo aquel que quiera residir aquí —dijo mi padre, estudiando los papeles que tenía en la mano.
— ¿Y le has preguntado al conejo si de verdad quiere residir aquí? —sonreí.
— ¿Quién no querría?
Lo decía en broma, pero yo sabía que mi padre creía de verdad que no había nadie en el mundo a quien no le gustaría ser parte de nuestra familia.
Me reí y miré al conejo, que parecía estar supervisando el proceso con muchas ganas desde su antigua jaulita.
Me despedí de mis padres con la mano, volví a entrar y agarré una manzana de la encimera de camino a mi habitación.
La casa estaba tranquila ese día.
Sentía una pesadez en el pecho y no tenía ni idea de por qué.
Bueno, a lo mejor sí sabía por qué, pero estaba intentando convencerme de que no tenía importancia.
De que él no tenía importancia.
Saqué mi móvil y bajé por la pantalla hasta que encontré el número de Yoongi.
No lo había visto por el instituto desde que volvimos de las vacaciones de Acción de Gracias.
Tampoco es que lo hubiera estado buscando.
«¡Hola! ¿Encontraste el nombre de la chica esa que reparaba guitarras?», escribí.
Su respuesta llegó a los pocos minutos.
«Sí. Trabaja en una tienda de música. Podemos quedar allí mañana después de clase, si quieres»
«Tengo que quedarme castigado. ¿Te viene bien a las cuatro y media?»
«Nos vemos entonces»
Iba a ver a Yoongi al día siguiente.
Eso me ayudaría.
Tenía que hacerlo.
Saqué la mitad inferior de mi guitarra de la funda.
Si sujetaba las cuerdas justo por debajo de la parte rota, podía arrancarle alguna melodía.
Estaba horriblemente desafinada y no sonaba ni medio bien, pero aquello me puso de mejor humor.
— «Lo he comprobado. Sé que me has abandonado» —canté en voz baja, compadeciéndome muy bien de mí mismo.
Jimin entró en la habitación en ese momento.
— ¿Qué estás haciendo?
— Ensayar una canción.
Miró mi guitarra (o su cadáver).
— Es la escena más patética que he presenciado en toda mi vida.
— Gracias.
— Necesitas una intervención fraternal.
— No. Necesito soledad. Quiero estar un rato a solas.
— ¿En esta casa? —se rió y me levantó, tirándome de los brazos.
— Una choza en el bosque. Una cabaña en la cima de un monte. Un submarino a diez mil leguas de profundidad.
— ¿Todas las cosas que nunca tendrás? —dijo Jimin— Venga. Salgamos a comer pizza. Voy a decírselo a mamá y a papá.
[🥀]
Comer pizza con Jimin me hizo sentir mejor.
No le confié lo de Tae Hyung y las cartas, pero me vino bien salir de mi cabeza durante un rato.
Al día siguiente, ya no me importó que no hubiera ninguna carta nueva bajo la mesa, aunque por la mañana hubiera vuelto a ver a Kim en el aparcamiento.
«Es lo mejor», me dije.
Me estaba haciendo un favor al dejar de escribirme de golpe.
Quizá Mingyu le hubiera dicho que era yo quien le escribía y le había dado un ataque.
Era yo, después de todo; el chico torpe de la familia de locos y la ropa rara.
Las cartas eran una cosa, pero su reputación podía no sobrevivir a más de una conversación ocasional en el aparcamiento con Jeon JungKook.
Recogí mis dos cartas que aún seguían en su sitio.
El señor Lee estaba repartiendo el examen final, y yo intenté olvidarme de ellas y de todo lo demás para concentrarme en las preguntas.
El intercambio de cartas se había terminado de una vez por todas.
Fin.
[🥀]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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