✏ Capítulo 34 ✉
El lunes estaba sentado en Química, rumiando mi plan.
Aunque sabía que Tae Hyung quería que quien le escribiera las cartas fuera Mingyu, en realidad iba a ser complicado convencerlo de ello.
Lo único que tenía que hacer él era preguntarle a Mingyu algunos detalles.
¿Tenía un hermano pequeño?
¿Le gustaba la misma música que a él?
Lo averiguaría enseguida.
Ya debería haberse enterado sin que yo tuviera que escribir nada.
A no ser...
Mingyu vio la mesa con los mensajes el día que se sentó en mi sitio.
A lo mejor se había inventado algo.
Si Kim le había preguntado por las cartas, tal vez hubiera fingido que sabía de qué estaba hablando.
Le habría seguido la corriente.
Metí la mano debajo de la mesa.
Pensaba que había superado la adicción después de una semana de vacaciones y de descubrir que quien me escribía era Tae Hyung, pero el corazón se me aceleró de todas maneras cuando noté que la carta estaba ahí.
¿Has escuchado la discografía de Pink Floyd de una sentada? Eso sí que es impresionante. Ojalá se me hubiera ocurrido a mí. No, lo mío tuvo más que ver con lo de escribirle una carta a mi padre. Sé que hablamos de que iba a escribir a mi padrastro, pero cuando me senté a hacerlo me di cuenta de que era con mi padre con quien necesitaba hablar. Puede ignorar una llamada de teléfono, pero sería más difícil ignorar una carta, ¿no? Bueno, pues la escribí y se la mandé durante las vacaciones. Como he estado carteándome contigo, estoy acostumbrado a esperar las respuestas. Esto me ha enseñado a tener un poco de paciencia. En realidad, no. Me estoy muriendo. Necesito distraerme.
He pasado el día de Acción de Gracias con otra familia porque necesitaba dejar de pensar en mi vida (por no hablar de lo malos que te dije que eran mis días de Acción de Gracias). Estuvo bien. Hacía mucho que no veía cómo era una familia de verdad, y esta es el paradigma de las familias de verdad. Era como uno de esos cuadros...
¿Sabes quién es el tipo ese que pinta escenas americanas clásicas que son demasiado buenas para ser verdad?
De hecho, creo que pintó una cena de Acción de Gracias. Pues igual. Ha sido el mejor día de Acción de Gracias que he pasado en mucho tiempo.
¿Qué tal el tuyo?
En mi interior se estaba dando una competición entre sentimientos encontrados.
Así que se lo había pasado bien en mi casa.
Eso me ablandó un poco, pero su forma de describir a mi familia, a esa panda de locos que siempre me tenía al borde de la frustración, me daba ganas de reír.
Contesté:
¿Te refieres a Norman Rockwell? Seguro que no pasaste el día de Acción de Gracias con la familia del cuadro de Norman Rockwell. Ninguna familia es perfecta.
Casi escribo:
«Y mucho menos la mía», pero dudé.
¿Estaría revelándole que pasó el día de Acción de Gracias con mi familia al rechazar la descripción que había hecho de ella?
No, él pensaba que quien le estaba escribiendo era Mingyu.
Me alegro de que haya sido una buena distracción. Entiendo por qué te hacía falta. Ya es difícil esperar un día para recibir la respuesta de una carta, así que no puedo ni imaginarme cómo te sientes al esperar tanto. Tu padre te contestará. Tiene que hacerlo. ¿Hay algo en particular que esperas que te diga? ¿O que haga? ¿O solo quieres saber qué es de su vida? Confío en que no hayas intentado escribirle una canción o no volverás a saber de él
;)
No, en serio, tus cartas son irresistibles. Es casi imposible no responderlas.
Al menos, ese era mi caso.
No iba a ser capaz de dejar de responderle.
No importaba qué supiera yo ni quién pensase él que yo era, porque me había hechizado de una forma que me obligaba a escribirle cartas.
[🥀]
Las cartas de Tae Hyung no solo insistían en ser respondidas, sino que además me llenaban la cabeza de letras.
Era un giro cruel del destino que solo se me ocurrieran letras buenas después de intercambiar ideas con Kim.
Aquel día no fue diferente.
Sentado en el aula de castigo, ya había escrito una estrofa entera:
Me has hechizado,
con los secretos que has contado.
No puedo parar.
No me dejes parar.
Me has hechizado.
Y si supieras la verdad,
me dirías que parase,
y yo no quiero que se acabe.
Estaba tan concentrado escribiendo que no oí que el profesor se levantaba y salía del aula hasta que cerró la puerta tras él.
¿Había dicho algo de irse?
Mi mirada viajó hasta el reloj de la pared.
Todavía quedaban treinta minutos.
Tampoco oí cómo Mingyu, que también seguía castigado, se me acercaba por detrás, así que, cuando me quitó el cuaderno por debajo del brazo, me tomó desprevenido.
- ¿Qué estás escribiendo? -preguntó, y empezó a leer en voz alta la letra que había escrito en la página.
El corazón me martilleaba en el pecho y deseé levantarme, arrancarle el cuaderno de las manos y, posiblemente, darle en la cabeza con él.
Pero sabía que eso era lo que él quería.
Sabía que quería que me levantara y lo persiguiera por el aula mientras él leía mi cuaderno al son de las risas de los otros alumnos, que estaban salivando a la espera del espectáculo y mirándonos alternativamente a él y a mí.
Con los años, había aprendido a hablar el idioma de los abusones.
Era el resultado de llevar ropa de segunda mano y un pelo alborotado que no supe dominar hasta que pasé a primero.
Conocía muy bien esa lengua.
Así pues, me quedé sentado, tratando de mantener una expresión facial neutra, por mucho pánico que estuviese sintiendo en mi interior.
Mingyu había llegado hasta el último rincón de la clase, pensando que iba a perseguirlo.
Desde allí, gritó los dos últimos versos entre risas.
- «¡Me dirías que parase! ¡Y yo no quiero que se acabe!»
Me obligué a no sonrojarme.
Aquel era el peor de mis miedos.
Yo no dejaba que ni mis seres más queridos leyeran mis letras.
La amiga de último curso de Mingyu, que seguía sentada al fondo, se rio con él.
- ¿Qué es eso? ¿Un poema? ¿Un poema extraño sobre un acosador?
Mi mente trajinaba a toda pastilla, tratando de recordar qué más había en ese cuaderno.
¿Había puesto el nombre de Tae Hyung en la última canción de furia que había escrito cuando me enteré de que era él quien escribía las cartas?
No, ¿no?
Oh, no.
Lo había puesto.
Lo único que Mingyu tenía que hacer era retroceder dos páginas.
Solo había dos bocetos de unos diseños entre la página en la que estaba en ese momento y la otra.
Pero, ¿cuándo iba a volver el señor Meing?
No podía tardar mucho en volver del baño.
Aún con una sonrisa en la cara, Mingyu retrocedió una página.
Se me iba a parar el corazón.
Si me levantaba de un salto y pasaba por encima de dos mesas, podía alcanzarlo a tiempo.
A fin de cuentas, él llevaba tacones.
Levantó mi dibujo de una camisa para que lo viera todo el mundo.
- Ya sabemos de dónde saca JungKook ese gusto tan pésimo para la ropa.
Ya debería haberse aburrido del juego.
Yo no había reaccionado en absoluto y los demás tampoco estaban respondiendo muy positivamente.
A esas alturas, debería haber tirado el cuaderno al suelo o habérmelo lanzado a la mesa.
- Siempre he querido saber por qué tienes la nariz metida en este cuaderno constantemente -siguió diciendo Mingyu- Pues ya lo sabemos. Por unos dibujos horrendos y unos poemas aún peores.
Comprendí por qué mi estrategia de no reaccionar no iba a funcionar:
Esto venía de muy atrás.
Llevaba tiempo preguntándose qué era ese cuaderno.
No lo estaba haciendo solo para humillarme, sino para satisfacer su curiosidad.
No iba a dejar de mirar.
Se me hizo un nudo en el estómago.
Era hora de trazar un nuevo plan.
La mochila de Mingyu estaba en el suelo junto a la mesa donde había estado sentado hasta hacía unos instantes.
Si tenía el móvil ahí, seguro que hacía un intercambio conmigo.
Retrocedió otra página.
Como si estuviera leyendo un libro ilustrado para una clase de niños de guardería, lo levantó de nuevo para que todos lo vieran.
Era un boceto a medias de una falda.
Me levanté y, justo cuando iba a por su mochila, la puerta de la clase se abrió y entró el señor Meing.
- Jóvenes -dijo- estoy seguro de que existe una razón que justifique por qué no se encuentran en sus respectivos asientos, pero no me importa. Un día más de castigo para cada uno.
Pude ver en la expresión de Mingyu que no iba a devolverme el cuaderno.
Ya estaba volviendo a su sitio y retrocediendo otra página.
- Me ha quitado el cuaderno -dije, girándome rápidamente hacia el profesor.
- Este cuaderno es mío -dijo Mingyu antes de que respondiera el señor Meing.
Estaba leyendo la letra.
Sus ojos iban y venían por la página.
Debió de llegar al nombre de Tae Hyung, porque se paró de repente y su mirada se clavó en la mía.
- Devuélvele el cuaderno a JungKook -dijo el señor Meing con brusquedad- Ahora.
Él no hizo caso, sino que siguió pasando páginas.
Le vi ladear la cabeza para leer las notas que escribía a veces en los márgenes de las hojas para ayudarme con las letras.
¿Estaba leyendo las que había escrito sobre el padre de Kim?
¿Sobre su vida en casa?
Se me heló la sangre.
- ¡Mingyu! -rugió el señor Meing.
Él cerró el cuaderno de golpe y me lo tiró.
Aterrizó ruidosamente en el suelo, a mi lado.
Lo recogí y lo abrí por una de las páginas que estaba seguro de que había leído.
Aunque había una X enorme sobre algunos versos, la mayoría seguían siendo completamente legibles.
Repasé los versos con la mirada.
Los versos que hablaban del intercambio de cartas.
Si no hubiera añadido aquella nota innecesaria al final de la letra, él no habría adivinado a quién se refería.
Pero lo había hecho, y ahora él lo sabía todo.
Y yo no tenía ni idea de qué iba a hacer con esa información.
[🥀]
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top