✏ Capítulo 26 ✉

Mientras caminaba hacia clase a primera hora de la mañana siguiente, SeokJin vino corriendo hacia mí con la mirada llena determinación.

Cuando me alcanzó, ambos nos paramos.

— Se acabó el tiempo.

Sonreí y me dio unas hojas de papel.

¿Me había escrito una carta?

— ¿Qué es esto?

— Lo último en lo que pensé anoche antes de irme a la cama.

Desdoblé los papeles.

Eran anuncios impresos de un portal de Internet.

«Guitarra acústica con poco uso. Muy buen estado. Cuerdas nuevas. Suena perfectamente. $150. Nuestra mejor oferta»

Había varios más, similares al primero, con diferentes precios.

Sonreí.

Aquellos precios eran más accesibles que cuatrocientos dólares, pero seguían pareciéndome imposibles.

Levanté la mirada hacia Jin con timidez, consciente de que aquella era su ofrenda de paz y sintiéndome mal por no tener ninguna para él.

— Lo siento —dijimos los dos al mismo tiempo.

Luego ambos sonreímos.

— Déjame a mí primero —dijo él— Debería haberte dicho que era Tae.

Miró a su alrededor y bajó la voz.

— Siento no haberlo hecho. Estuvo mal por mi  parte y no puedo ni imaginar cómo te sentiste cuando averiguaste con quién habías estado compartiendo tus pensamientos. Y ni siquiera se me ocurrió que podrías haber estado contándole cosas que no querrías que supiera. Pensaba que solo serían cartas sobre música.

— Yo también lo siento. Debería haberte enseñado las cartas y así lo habrías sabido. Y de verdad que lo siento por haberme metido entre ustedes cuando estaban juntos.

Él negó con la cabeza con tanto ímpetu que se le meneó el pelo para un lado y para el otro.

— No, no me pidas perdón por eso, de verdad. No puedes entrometerte en algo que no esté ya roto.

Le di un abrazo y decidí pensar que estaba siendo sincero.

Aunque ahora sabía que, hasta cierto punto, sí pensaba que había sido culpa mía.

Sin embargo, lo reconocí porque sabía que, de algún modo, lo fue.

— Eres el mejor amigo que hay en el mundo.

Levanté los anuncios de Internet en la mano.

— Y gracias por esto.

— Sé que no son tu guitarra —dijo Jin, asintiendo— Tú habrías ahorrado para una buena, pero algo es algo, ¿no?

— Sí, está genial. A lo mejor dentro de un par de semanas puedo permitirme una como esta.

«Puede que aún tenga tiempo antes de que se termine el plazo del concurso», pensé, sintiendo un rayo de esperanza.

Si lo ganaba, podría permitirme una guitarra y más.

— Gracias, Jinnie.

Él sonrió.

— De nada.

Me metí los papeles en la mochila justo cuando sonó el primer timbre.

— Y... Le he pedido salir a Yoongi.

SeokJin abrió mucho los ojos.

— ¿Qué? ¿Cuándo?

— Ayer —dije, sintiendo un torrente de nervios— Le pedí que viniera conmigo a un concierto este fin de semana.

Me giré hacia él.

— Por favor, dime que Nam y tú vendrán conmigo.

— ¡Claro!

Jin me rodeó con el brazo.

— No puedo creer que le hayas pedido salir.

— ¡Yo tampoco me lo creo! Y me dijo que sí.

Aún seguía anonadado.

— Pues claro que sí.

Seok me dio un codazo.

— Eso es lo que intentaba decirte. No necesitas escribir cartas anónimas cuando eres Jeon JungKook.

Me reí y me sonrojé.

— No nos pasemos.

— Bueno, ¿y cómo ha ido?

— ¿Cómo ha ido qué?

Me miró de reojo.

— Has dejado de escribirle a Tae, ¿no? Te conozco. Seguro que sentiste la necesidad de explicar por qué en una carta. ¿Qué le dijiste?

Me retorcí las manos.

— Aún no he podido explicar por qué, pero lo haré. Lo haré.

— Sé que lo harás. A ver, es Kim Tae Hyung. Enemigo mortal número uno.

Se rio, me dio otro abrazo, vovió y se fue a su primera clase.

— Luego te veo.

Sí, exacto.

Enemigo mortal número uno.

[🥀]

Lo siento. Parecía que estabas peor que enfermo: Deprimido.
¿Hay algo que pueda hacer? Yo nunca he andado a la garras con mi mejor amigo, pero no creo que sea muy divertido. Seguro que todo se arregla. ¿Qué ha roto tu hermano? No tengo hermanos pequeños, así que nunca he tenido que preocuparme por esas cosas. Pero ya sabes cómo son los niños. Yo, desde primero, tengo que ayudar a entrenar un equipo deportivo de niños... Como «voluntario». Los chicos pueden ser una tortura, pero la verdad es que me lo paso muy bien. Son divertidos. Espera, yo había empezado acompañándote en el sentimiento. Los niños son un asco. Deberíamos nacer ya adultos. ¿Mejor? No, en serio, yo también estaría enfadadísimo si tuviera algo irreemplazable y se rompiera. Es normal. No te martirices por haber reaccionado así con tu hermanito. ¿Cuál fue aquel maravilloso consejo que me diste hace unas cartas?
Ánimo. Mantén la cabeza alta. Y la canción que me hiciste escuchar hace unas cartas, brutal. Escúchala.

Se acabó.

La última carta suya que iba a leer.

Así que no pasaba nada si su contenido me hacía sonreír un poquito.

Sin embargo, al recordar su:

«Pensaba que dominabas el idioma de los imbéciles» del día anterior, volví a enfadarme.

Luego, al releer la carta, me sentí mejor.

Aquello era un lío.

No pude evitar preguntarme qué estaría haciendo.

Nos habíamos pasado las últimas cartas hablando de mí.

Me pregunté si cada vez que había vacaciones esperaba que su padre lo llamara.

Qué mal debía de sentar que alguien que se supone que te quiere te abandone.

Y ahí estaba yo, preparándome para abandonarlo.

Sacudí la cabeza.

Lo odiaba por hacerme sentir mal por él.

Por haberme mostrado un lado diferente de sí mismo.

Tenía la sensación de que este, la persona que escribía las cartas, era su verdadero yo.

Pero, ¿de qué me servía saber eso?

Él nunca revelaría esa faceta en público.

¿Sabes? Ese consejo maravilloso tuyo era justo lo que necesitaba. Me estoy animando y, en cuanto he levantado
la cabeza, me he sentido un cien por cien mejor. ¿Quién iba a decirme que esos consejos funcionaban de verdad?
Y lo de «hacerte escuchar» suena demasiado fuerte. Creo que simplemente te sugerí que escucharas esa canción. Si mis sugerencias te crean un deseo irrefrenable de llevarlas a cabo, es cosa tuya. No, ya en serio, hoy me siento un poco mejor. Mi amigo y yo hemos hecho las paces esta mañana. Creo que ya estamos bien. Si no del todo, pronto lo estaremos. Mi hermano y yo estamos guardando las distancias. Sé que pronto me ablandaré porque él es el príncipe de la casa y, por muy molesto que sea, lo adoro. Aunque sigue sin confesar que fue él. No soporto que la gente haga una cosa en una situación y la contraria en otra. Cuando se centre, me sentiré mucho mejor. Va, estaba siendo muy pasivo-agresivo, pero no podía evitarlo. Tenía que decirlo.

Puse la carta en su sitio y fui capaz, de verdad, de centrarme en la química durante el resto de la clase.

[🥀]
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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